RELEVO MAG

Pau Echaniz abraza su doble vida más allá de la piragua: "Tuve que llevar la máquina de coser al último Mundial"

Tras saltar a los focos con su medalla en los JJOO de París, Pau relata cómo desde pequeño tuvo clara su sensibilidad por la moda.

Pau Echániz posa para Relevo en el Museo Balenciaga de Getaria./MARTA CAPARRÓS
Pau Echániz posa para Relevo en el Museo Balenciaga de Getaria. MARTA CAPARRÓS
José M. Amorós

José M. Amorós

*Este reportaje pertenece al último número de 'RELEVO MAG', la revista de colección para los amantes del deporte que quieren estar al tanto de las últimas tendencias culturales. Si quieres ver y leer el resto sus historias, puedes comprarla fácilmente desde este enlace.*

Pocas veces se entrevista a un deportista, o digo más, a un medallista olímpico, vestido con ropa de diseño al más puro estilo 'fashion week'. Al menos, yo no lo había hecho nunca. "Ser el primero es un orgullo", responde risueño Pau Echániz, bronce en el K1 Slalom de los Juegos de París y también diseñador de moda, mientras entra al lugar elegido para esta charla, el Museo Cristóbal Balenciaga de Getaria. "Fue el Dios, el que creó todo", comenta abriéndonos las puertas mientras define al hombre que le da nombre al templo.

Es para estar orgulloso lo de este joven donostiarra, que no esconde que tiene una doble vida poco habitual que compatibiliza a la perfección, la de deportista de élite, donde ya está en lo más alto con una medalla olímpica en su palmarés a los 23 años, y desde 2021, la de estudiante de moda y patronaje en la Escuela de Innovación Profesional de San Sebastián. "Mi deporte y la moda son muy parecidos. Se puede decir que yo soy artista en ambas modalidades. Me gusta crear en el momento y poder expresarme a mi manera", señala con seguridad buscando paralelismos entre sus dos pasiones que con él cogen sentido.

Lejos de las luces de París y en un pasado sin pala, casco y piragua, Echániz siempre ha sido un chico diferente, al menos a la hora de vestir. "De pequeño ya me solía gustar y me acuerdo que siempre me metía en el armario de mis abuelos, donde tenían su ropa antigua. De hecho, un abrigo de mi abuelo es mi favorito".

Con el tiempo, llegó el siguiente paso y la realidad más allá de las paredes de casa, saliendo a la calle como le apetecía. "Cuando iba al instituto, me pintaba algún pantalón, me hacía algún arreglo... intentaba ser un poco diferente", recuerda, a la vez que confiesa que esos inicios, como para cualquiera que se sale del sistema en ese pequeño juzgado en el que se convierte un patio repleto de adolescencia, no fueron fáciles: "Mis pantalones me gustaban un montón pero me daba vergüenza que todo el mundo me mirase y me preguntara. Ya sabes, cuando sales de lo normativo se genera expectación, sientes que te pueden juzgar o reírse. Pero yo sentía que si a mí me gustaba me debía dar igual lo que opinara el resto y poco a poco me fui sintiendo más cómodo y me fui saliendo de lo normativo".

Desde capas hasta unas faldas que tanto le gustan, la ropa que él mismo diseña llega custodiada en la mochila que utiliza para los entrenamientos y que, en uno de los laterales, lleva escrito a boli el nombre 'Xabi Etxaniz', el de su padre, entrenador y gran responsable de su otra vida, la que le ha llevado a la fama. Es curioso porque a su progenitor le gusta escribir el apellido con 'tx', en euskera, mientras Pau prefiere la versión castellanizada. 'Aita' Xabi también fue olímpico en dos ocasiones, en Barcelona 1992 y Atlanta 1996, pero quizás sus grandes logros han llegado después con cuatro medallas olímpicas como entrenador: una de cada color con su actual pareja, Maialen Chourraut, y la conseguida por su hijo en 2024.

"Tengo los dos mundos en mi vida, el deporte por el lado de mi padre, y el arte por mi madre, que es diseñadora gráfica", analiza.

Mientras caminamos entre vestidos que cambiaron la historia de la moda, descubrimos que no es la primera vez que Pau recorre el oficialmente llamado Cristóbal Balenciaga Museoa, la 'catedral' de la obra del incomparable diseñador guipuzcoano. En octubre de 2023, durante el San Sebastián Moda Festival, fue uno de los jóvenes diseñadores elegidos para desfilar sus creaciones y que presagia que parece ser tan bueno dentro como fuera de un canal rebosante de oleaje: "Fue un proceso con un montón de dudas e ideas para decidir qué le gustaría más a la gente, cómo puedes crear algo novedoso que es lo que siempre intento...".

Pero con aquella gran noticia, de repente, se encontró con el primer gran choque de realidad de una doble vida que confiesa llevar 'bien' y que divide su día en: clase por la mañana, entrenamiento en el río de vuelta y tarde en el taller de costura para crear "desde cero", trabajando el tejido desde el bruto. Y es que los meses previos al estreno de su creación, su primer e importante gran paso en el diseño coincidió con el verano, que también es la temporada alta en su deporte: "Me tuve que llevar la máquina de coser al campeonato del mundo Sub-23 en Cracovia. Me dieron una habitación para confeccionar que tenía hasta terracita. Mis compañeros me acompañaban; en vez de echar unas cartas pues se venían conmigo y estábamos ahí pasando el tiempo cosiendo y charlando".

Pau Echaniz, con su falda Marta Caparrós
Pau Echaniz, con su falda Marta Caparrós

La máquina de coser, la tijera y las telas también son refugio en una vida que subió a lo alto, de golpe, el pasado verano. "Sin la moda, después de los Juegos no sabría qué hacer. ¿Seguir remando y ya? La moda me ayuda a desconectar del deporte y eso es algo muy valioso para cualquier deportista". Quizás, la necesaria sensación de bajar a la tierra porque Pau fue, para cualquiera de los que se atreve a presagiar el botín de la delegación española, la gran sorpresa entre los medallistas nacionales. No por su calidad, que le rebosa y ya lo ha demostrado en las categorías inferiores, sino por una disciplina caprichosa en la que una ola da al traste con todo y unos Juegos que le llegaban muy joven. Y es que, como él mismo analiza, "el 'slalom' es como la moda: tocar una puerta es como clavar la aguja en el cuero, si te equivocas ya no hay solución".

"Me intentaré profesionalizar, incluso vivir de ello o ser el mejor. Hasta ahora lo he hecho en el deporte y quién sabe si, en un futuro, también en la moda", avisa mientras posa con seguridad sobre unas largas ondulaciones de tela vaquera como si se tratara de las olas del canal olímpico de Vaires-sur-Marne provocadas a las puertas de Bista ona [Buena vista, en euskera], como se conoce localmente al Palacio Aldamar donde está situado el museo. Porque la moda será la línea, la trayectoria seguida por los piragüistas, cuando salga del agua para colgar la pala dentro de unos años o, aunque no tiene pinta después de su éxito olímpico, si las cosas se complican en un deporte sin memoria y muchas veces injusto: "En el deporte, si quedas el 20º del mundo, el año que viene no tienes de qué vivir ni cómo pagarte las cosas".

Pau Echániz, el niño de sonrisa pícara que se empeñó en alegrar una tarde de verano con la medalla imprevista, también fascina con su vida fuera del deporte. Y el porqué nadie lo explica mejor que él: "Soy una persona que me considero libre, me gusta decidir mis cosas y qué hacer".