El 'sálvese quien pueda' de Alexis Ferrera tras caer por las montañas de Noruega: "Me podía romper un brazo, una pierna, pero sabía que iba a salir de ahí"
"Escalo rocas, escalo hielo, hago esquí extremo...", comenta el freerider del Valle de Arán.

"Escalo rocas, escalo hielo, hago esquí extremo...". Alexis Ferrera es una 'navaja suiza' de la montaña. Forma parte de un selecto grupo de freeriders de Lès, municipio de menos de 1.000 habitantes del Valle de Arán, que se exponen al monte de una manera singular, por las caras menos accesibles y, en algunos casos, ni tan siquiera exploradas.
Sin embargo, el último gran reto, Alexis lo realizó por su cuenta y fuera de su zona de confort. Viajó hasta Suecia y Noruega para enfrentarse a descensos por zonas en las que no pisa el hombre y de esas que dan respeto hasta vistas por televisión. Allí, se llevó el susto de su vida, con una caída que le llevó a rodar 50 metros ladera abajo, con un piolet como único recurso y el posterior riesgo de que le cogiera la noche. Ahora, rememora el momento en Relevo, además de una trayectoria apasionante desde que le picó, en plena adolescencia, el gusanillo del montañismo extremo.
Antes de nada y para los que nos mantenemos más alejados de las cimas del mundo, ¿quién es Alexis Ferrera?
Soy un chico sencillo de 24 años, que empezó en sus 15 a hacer montañismo y desde ahí, lo tomó como una pasión, un hobby un poco obsesivo... Hasta el día de hoy, que lo ha llevado, digamos, a un nivel de élite al unirse con Aymar Navarro, una referencia del esquí extremo, y con Carlos Gerandi y Javi Alonso. Bueno, con ellos y los medios que tenemos aquí en los Pirineos y en el Valle de Arán.
¿Es una conexión que viene de la infancia o cómo os juntáis?
Realmente, Aymar y yo vivimos pared con pared, somos vecinos y del mismo pueblo de toda la vida. Siempre él nos animaba y, poco a poco, nos fue llevando a más, como grupo y como alpinistas. Sí que es verdad que cada tiene sus puntos fuertes y eso nos hace también un equipo fuerte. Nos complementamos muy bien.
Esta pasión, comentas, explotó dentro de ti a partir de los 15 años, pero con 19 ya rompiste un récord en el Mont Blanc.
Sí, eso es. Junto a Carlos Girandi. Fue un récord de los dos: la cordada más joven en subir por la Innominata, la cara sur del Mont Blanc. 1.500 metros de pared escalando. Lo que tenía de complicada esa ruta era la subida, que constaba en escalar en roca y en hielo.
¿Significó tu primer gran reto?
Sí. Así en altura y demás, digamos que sí.
¿Qué sentiste durante esa primera gran vez hasta coronar la montaña?
La sensación de la primera vez la he seguido teniendo durante todas las actividades. Es un momento de tensión que realmente no llegamos a disfrutar, porque estás tan concentrado en hacer las cosas bien, en que no haya ningún error, en que tu compañero también esté bien, que casi ni lo disfrutas. Cuando llegas arriba o, si es esquí, abajo, y dices 'vale, no nos hemos matado, ha salido todo bien', ahí es cuando te viene una explosión de adrenalina y de alegría. De hecho, en el Mont Blanc con Carlos nos pusimos a llorar. He tenido muchos descensos en los que rompes a llorar de la alegría, del descanso, de la tensión que has pasado.
"Es corto el momento de alegría, pero tan intenso que quieres volver y volver. Es tan intenso que no te cansas"
O sea, te das cuenta de que todo merece la pena. ¿Es como una droga?
Sí, eso es. Es corto el momento de alegría, pero tan intenso que quieres volver y volver. Es tan intenso que no te cansas.
Siguiendo el hilo de los retos, el más mediático en el que estuviste involucrado fue el Check Project, un documental realizado por Ford en el Valle de Arán, con el grupo de compañeros mencionado anteriormente. ¿Fuisteis pioneros en abrir nuevas rutas de descenso o ya lo hicieron otros previamente?
Todas esas montañas se habían bajado ya, pero ninguna de esos modos. Eran tres cimas. A la Forcanada, que es relativamente fácil, le buscamos un poquito el interés y la bajamos de noche. Luego, tuvimos el Tuc de la Llança, que ese sí que se había descendido anteriormente, pero con cuerda, y nosotros lo hicimos integral sin cuerda. O sea, conseguimos saltar los resaltes. Y, por último, la Pala Sarrahera, la más complicada, la que más nos costó y, realmente, la más expuesta. Con ella, lo mismo: se había descendido con cuerda, pero esquiada entera nunca.
Entonces sí que habéis implantado novedades. Sobre la última que me has comentado, la Pala, donde más tensión vivisteis, ¿en qué se diferencia de los otros dos picos para vivir esos momentos más complicados?
Pues mira, la Pala Sarraera es una montaña que realmente es una losa de piedra, que tendrá entre unos 70-75 grados mantenidos. Son unos 500 metros totalmente verticales. De hecho, en verano se escala, tiene vías de escalada de roca. Esquiarla es muy complicado. Al ser roca, resulta difícil encontrar las condiciones propicias, que esté la nieve bien pegada a la pared, porque tiene mucho peligro de aludes y desprendimientos. Pasas mucha tensión durante toda la bajada, no técnicamente, sino por lo expuesta que está.
Vamos, que esa bajarla de noche es inviable.
No, ahí no me meto de noche.
"En el alpinismo, al final, sí que te la juegas en terrenos medio fáciles a ir sin cuerda porque te deja avanzar mucho más rápido, que es lo que un poco buscamos"
Comentas que el Tuc de la Llança lo descendisteis sin cuerda. ¿Te has planteado ese mismo 'modus operandi', pero en escalada?
Escalada en roca, como tal, no me lo he planteado nunca sin cuerda. Lo he hecho alguna vez, no te lo voy a negar, pero no me llama. Creo que es jugar demasiado con fuego. En el alpinismo, al final, sí que te la juegas en terrenos medio fáciles a ir sin cuerda porque te deja avanzar mucho más rápido, que es lo que un poco buscamos. Cuanto menos tiempo estás expuesto en la montaña, más seguro es todo. Pero, claro, si no vas atado, hay que buscar un balance de rapidez y estar tú en terreno seguro para poder avanzar lo antes posible.
En realidad, se puede decir que el Valle de Arán lo conocéis a la perfección.
Siempre he dicho que hemos hecho mucha montaña aquí, pero que tampoco la terminaremos nunca. Hay mil cosas por hacer y esto es muy grande, tanto el Valle de Arán como el Pirineo.
Y allí, ¿cuál es el siguiente reto?
Tengo varios entre ceja y ceja. Uno que me ha tocado un poco, porque lo hemos intentado justo con Aymar tres veces y no hemos podido, es la Occitania, un corredor que hay en la Artiga de Lin, justo en el pico Forcanada. Esa montaña la tenemos ahí pendiente, pero no hemos encontrado el momento ni las condiciones.
¿No la habéis intentado?
Sí, dos veces... y en ambas nos hemos tenido que bajar. No la hemos encontrado con buena nieve, caían aludes y al final hay que decidir. A veces, hay que tomar decisiones lo más sensatas posibles y volver a casa.
"En Noruega es un poco 'sálvese quien pueda', ¿no? Hablábamos con guías locales y nos decían: 'No, no, aquí tienes que seguir a este tío de Facebook...'"
Últimamente, has estado por Suecia y Noruega. ¿En qué se diferencian las montañas de allí con las del Valle de Arán?
Para empezar, la nieve es muy diferente. Allí, los vientos vienen del Ártico y también del mar y resulta complicado leer las orientaciones y los tipos de nieve. Aquí, al final, tú coges el móvil, ves una borrasca, ves de dónde viene y sabes si sopla de un sitio o del otro. Aquí es mucho más fácil y tenemos muchos más medios para controlar la meteorología. Allí, es un poco 'sálvese quien pueda', ¿no? Hablábamos con guías locales y nos decían: "No, no, aquí tienes que seguir a este tío de Facebook, que controla una barbaridad...". Pero, claro, no es gente pública, ¿sabes?
Entonces, ¿cuáles son los puntos básicos para enfrentarse a un reto semejante?
Primero, el estado de la nieve: si es hielo, si es nieve-polvo, si es nieve compacta... Luego, el peligro de aludes y, superimportante también, la meteorología. Según el temporal, no te puedes meter en una montaña de esta envergadura.
"Me podía romper un brazo, una pierna, pero sabía que iba a salir de ahí"
¿Se puede conocer previamente el riesgo de aludes existente?
Sí. Hay varias maneras de saberlo. Existen aplicaciones que te muestran, según lo que ha nevado, cómo ha soplado el viento y demás, el baremo, del 1 al 5, del peligro de aludes que hay. Nosotros solemos jugar entre el nivel 2 y el 3 para hacer estas actividades, más ya no pasamos, no tiene sentido. Además, solemos hacer algún test en pendientes considerables. Hay varias maneras de hacerlo, pero nosotros provocamos una especie de aludes para saber cuándo ceden y cuándo no.
En tu cuenta de Instagram se ve, en el descenso en las montañas de Senya (Noruega), que sufriste una caída que daba miedo, como de unos 10 metros, como tú mismo explicaste en televisión. ¿Todo este tipo de momentos los subes a las redes tal cual, o hay algunos, quizás más graves, que te los ahorras?
Personalmente, creo que lo he agravado un poquito. Sí que es verdad que es una caída, pero no de 10 metros. De hecho, en el post no lo puse, creo que salió en La Sexta o así, que me pusieron esos 10 metros. Pues no, realmente fueron unos cuatro metros hasta tocar suelo de la canal y, a partir de ahí, igual sí que rodé unos 50 metros. Porque son canales muy inclinados y ruedas. No estaba controlado porque al final uno no quiere caer, pero también jugamos en un 'me voy a matar, no me voy a matar'... No sé si me explico, por decirlo así, exagerado. Por una serie de cosas que me pasaron en la canal, tuve que tomar la decisión de destrepar esa zona y ya estaba en un sitio que sabía que no me iba a matar. Me podía romper un brazo, una pierna, pero sabía que iba a salir de ahí.
Se ve que caes, te deslizas, pero en ningún momento cómo tu cuerpo se despega de la superficie. ¿Había zonas en las que sí podías caer al vacío?
Sí. De hecho, en esa canal atravesé primero unos 200 metros de ladera que si se me saltaba un esquí o me caía, tenía 500 metros de barranco. Entonces, la primera esquiada era un poco esquí de supervivencia y luego ya me metía en la canal, otros 200 metros. Una primera parte en la que no entraban muy bien los esquís, de ir estrepando también, y luego ya me vino una zona de disfrute. Y en la parte final, los últimos 100 metros, me pasó lo de la caída. Sabía que era la parte final y, es más, nosotros el día anterior la vimos con prismáticos, la chequeamos con el dron y estaba toda pintada de blanco. No me esperaba un resalte tan pronunciado.
Me tocó esa situación y se me presentaban dos opciones: el volver a subir todo lo que había bajado, algo muy expuesto a las doce del mediodía (en Noruega, a las 16:00 horas anochece) porque me iba a pillar la noche y venía mal tiempo, o terminar de descender. Así, valorando, siempre en contacto con mis compañeros por emisora, tomamos la decisión de intentar bajar y lo hice bien la primera parte. Sí que es verdad que nuestra mala decisión fue llevar un solo piolet, porque valoramos que la canal no era para escalarla o desescalarla. Por lo que me tocó desescalar con un piolet y, de hecho, pasé los tramos complicados, pero estando ya en el último pasito, tenía que desclavar un poco el piolet, volver a clavarlo abajo y ya casi estaba en zona segura. Y justo cuando lo desclavo, me cae una purga. Una purga es una pequeña avalancha, por así decirlo. Se canaliza nieve en la canal y va toda arrastrándose por ella. Y eso me echó para atrás y fue cuando caí.
¿En qué influye que lleves un piolet o dos, más comoidad que otra cosa?
Sí. Comodidad y seguridad, porque en el momento de la caída estaba cogido a una columna de hielo con la mano izquierda y con la mano derecha, al piolet. Y, claro, tenía que sacarlo para clavarlo más abajo. Al final, de una columna de hielo estás agarrado, pero si te viene una purga de nieve no tienes fuerza para coger el hielo suficiente. Si llego a tener otro piolet más, de ahí sí que me hubiera podido quedar enganchado.
Y cuando experimentas una caída como esta, con un resalto que no te esperabas, ¿la reacción depende de las caídas o las noches de hospital que lleves encima?
Mira, por suerte, esta ha sido la única caída fuerte que he tenido esquiando. Sí que hice un grito de susto que me salió de dentro, pero estaba pensando 'ostras, Alexis, vas con crampones (que, para la gente que no lo sabe, son los pinchos que llevamos en las botas), tienes que abrir las piernas y mantenerlas separadas para no pincharte'. Yo lo tenía bien ordenado en la cabeza. Sí que pasó todo muy rápido, pero mantienes la cabeza fría e intentas hacerlo lo mejor posible. Esa es la situación que tuve.
Y dejando el picante a un lado, ¿cuál es el momento más dulce que has vivido entre todos tus retos?
He hecho muchos descensos difíciles, pero este, cuando caí, fue el que más. Normalmente, trabajamos en equipo y somos dos o tres personas. Este lo hice solo. Así que, cuando llegué abajo, a mi cámara, que es Javi Alonso y no dejó de vigilarme con el dron, fue bajar, abrazarlo, caerme alguna lágrima y decir '¡guau, Javi, estoy vivo!'. Y luego, hablando con él, me dice: "Yo estaba peor". El cámara, al final, sufre más que yo. Así que creo que eso es bajar: abrazar a tus compañeros de equipo y celebrar lo que acabas de hacer.
¿Algún momento en el lado opuesto?
Bueno, no tengo esa sensación. Pienso que, sea bueno o malo, todo te enriquece. Es cierto que cuando empecé a escalar, a los 15 años, tuve una caída de 20 metros y aunque con cuerda y controlada, me hice un esguince de segundo grado, un corte de 10 puntos en la pierna y me sucedió en un lugar donde no había cobertura. Tuve que seguir escalando 250 metros con una pierna porque y caminar cuatro horas hasta el refugio porque no podíamos llamar. Esa caída ha sido la más agónica que he tenido. Era jovencito, no tenía mucha experiencia, pero tampoco me arrepiento. Todo te enriquece, hay que aprender de ello.
Te ocurrió muy joven, en una de tus primeras veces y, pese a ello, continuaste, sin que se te pasase por la cabeza un 'esto no es lo mío'. Me genera curiosidad cómo te preparas psicológicamente para enfrentarte a la montaña.
Mi compañero, cuando tuve la caída, me decía: "Mira, de esta vas a tener dos opciones: o dejar de escalar o ya vas a escalar para toda la vida". Yo creo que se nace un poquito con la actitud esta de alpinista, tienes que disfrutar el sufrimiento un poco. Pienso que es eso, el ser testarudo, tener ganas de sufrir un poquito y encontrarle el gusto a salir de la zona de confort, que me gusta decirlo mucho.
"Los freeriders que están a nivel internacional sí que pueden vivir del deporte, pero aún así tienen que trabajar en otra cosa porque no te da para vivir bien"
Te agradezco todo este recorrido que hemos hecho hasta ahora, repleto de explicaciones para 'dummies'. Mil gracias. Oye, a todo esto... Cuando te contacté para realizar esta entrevista, me alentaste a buscar un hueco fuera de tu horario como profesor de esquí. ¿Algún freerider podéis vivir simplemente de ello?
Pues no, no podemos. O sea, los que están a nivel internacional, como Aymar, Abel y aquellos que compiten en el Freeride World Tour, sí que pueden vivir del deporte, pero aún así tienen que trabajar en otra cosa porque no te da para vivir bien, digamos. Sí que es cierto que poco a poco se van dando a conocer más estos deportes, pero nosotros, por desgracia, nos subvencionamos todos los viajes, todos los proyectos... Contamos con ayudas, pero al final siempre ponemos de nuestros bolsillos.
¿Cuál es el camino para un crecimiento en ese aspecto?
Hacer todo más amigable con los medios. Gracias a ti, a las revistas, a la televisión, a las estaciones de esquí... Creo que la gente se está adentrando más en las montañas y, poco a poco, se está volviendo más amigable con los medios. Por eso, porque a la gente le gusta esquiar, le gusta escalar, le gusta estar en contacto con la naturaleza. Así que esto crecerá progresivamente.
Sí, cierto. Pero para enfrentarte a un desafío en la montaña, ¿tienes que pedir una licencia? Habrá áreas protegidas... ¿Se encargan los patrocinadores de ello?
No. Por ejemplo, en la zona donde estuve de Noruega, en Tromso, no piden licencias ni nada. Es más, no hay una estación de esquí como aquí. La cultura es mucho más de '¿quieres ir a las montañas? Te vas, las subes, las bajas y te espabilas tú. No piden ningún tipo de licencia. Es cierto que en Nepal, en el área del Himalaya, en los Andes y en los Alpes, hoy en día, en las áreas más conocidas necesitas pedir permiso.
¿El Himalaya os lo habéis planteado?
Sí, le he ido dando vueltas a la cabeza. Considero que igual es un poquito pronto, también por el tema económico y demás. Necesito crecer para obtener un poquito más de ayuda. Pero bueno, este año voy a ir a Los Andes, a la zona de Perú. Poco a poco...
¿Tienes algún ritual antes o después de emprender una aventura?
Simplemente, que en el esquí solamente tengo mi esquí izquierdo y mi esquí derecho. Y luego, en la escalada pongo primero el pie izquierdo y el pie derecho.
Normalmente, los deportistas sois supersticiosos. Tú, únicamente, te pones un esquí y luego el otro, primero posas un pie y luego el otro...
Y eso, realmente, según si la zona te obliga por posición a ponerte el derecho o el izquierdo. Así que no es muy bueno ser supersticioso. Sí hacemos mucho una cosa entre el grupo que hacemos montaña. Antes de una situación complicada o peligrosa, tenemos un momento de calma, silencio, sin hablar, de concentrarse, calmarse un poco y poner la cabeza en su sitio antes de hacer la actividad.
Otra de las grandes preguntas para un freerider radica en la seguridad. En vuestros desafíos, ¿os acompaña algún tipo de servicio médico?
Fuera del Valle de Arán está claro que no, pero aquí tenemos muy buen contacto con el equipo de emergencias, los Pompièrs (bomberos). Por ejemplo, Aymar y Paul Tellosa también son pompièrs. Así que siempre que vamos a una actividad peligrosa, o bien nos llevamos una emisora directamente de los bomberos, o bien les informamos a dónde vamos.
Es decir, sabéis primeros auxilios y sois capaces de atenderos mutuamente.
Sí. Tenemos nociones de autorescate, tanto en la pared como en avalanchas. Los primeros auxilios también son básicos.
Todo esto, en España. Pero, claro, si en Noruega te hubiese pasado algo, ¿cómo hubieras reaccionado?
La llamada sería al 112 y no sé qué pasaría. Mejor no saberlo. Seguro tenemos. Ahora, para tramitarlo todo y que llegue ahí el cuerpo de rescate de Noruega... No sé muy bien cómo funciona, pero bueno.
O sea, ¿vais realmente a la aventura?
Realmente no lo queremos pensar mucho. Mira, nosotros tenemos nuestro seguro y no pensamos 'hostia, si pasa, ¿a qué número tengo que llamar?'. Llamamos al 112 y se acabó. No pensamos que nos vamos a hacer daño.
Eso es ir convencidos de vuestra capacidad y lo demás, tonterías.
Eso es.
Muchas gracias por el rato, Alexis. A ti, ¿te gustaría aportar algo más?
Que la gente se anime, dentro de sus posibilidades, a hacer montañismo, esquí, senderismo, escalada, que todo tiene su tiempo, que todo tiene su recorrido y que es superbonito.