Era una de las perlas de la esgrima española pero un accidente le robó el tiempo: "Sentía que no tenía objetivos ni metas"
Judith Rodríguez dio una oportunidad al la modalidad en silla de ruedas tras una visita que recibió en el hospital y ahora competirá en París 2024.
Los pequeños grandes gestos lo pueden cambiar todo. Esto lo saben bien la atleta paralímpica Desirée Vila, y Judith Rodríguez, esgrimista que también competirá en París 2024 y protagonista de esta historia. Una simple visita de Vila al hospital donde se encontraba su vecina viguesa cambió la vida de Rodríguez. Hasta entonces, se encontraba sin rumbo, intentando salvar con operaciones el brazo que apenas sobrevivió al accidente que casi acaba con su vida.
"Hubo una época ahí que lo pasé muy mal. Sentía que no tenía objetivos ni metas y que no sabía qué iba a hacer con mi vida, se había derrumbado y no sabía por dónde empezar a construirla… Y empecé a reconstruirla cuando decidí que quería volver a hacer esgrima", reconoce a Relevo.
Aquel día que lo cambió todo regresaba de quedar segunda en el Campeonato de España con su equipo del Club Esgrima Vigo El Olivo. El coche en el que viajaba volcó, ella, copiloto, se llevó la peor parte.
"Pensaba 'por favor, quiero sobrevivir, no sé de qué manera, pero quiero seguir viviendo'. Pensé que iba a perder la vida y perdí una pierna y me rompí el brazo. Estoy viva, eso es lo más importante", recuerda.
"Pensaba 'por favor, quiero sobrevivir'"
EsgrimistaRodríguez (Vigo, 1995) era una de las jóvenes perlas de la esgrima española, vencedora en varios campeonatos absolutos de España, cuarta en la Copa de Europa de Clubes e integrante de la Selección absoluta. Su vida era la esgrima y aquel amor por su deporte la cegaba. No sabía gestionar el dolor por no volver a hacer lo que más le gustaba… hasta el punto de no querer oír hablar de la esgrima en silla de ruedas.
"Tenía mucha rabia, tristeza, por saber que no iba a volver a hacer lo que hacía antes. Al fin y al cabo, mi vida era la esgrima. Cuando no entrenaba, trabajaba en mi club dando clases de esgrima y los fines de semana estaba compitiendo o arbitrando. De repente sentí que me había quitado la vida porque la esgrima era todo para mí en ese momento. Me hablaron de la esgrima en silla y yo dije 'no, si no puedo hacer la esgrima que hacía antes con mi equipo y como lo hacía antes, no, no quiero'.
Pero todo cambió con la visita de aquella deportista que se había reconstruido tras una negligencia médica y que ahora disputa los Juegos Paralímpicos: Desirée Vila.
"Vino supersonriente, con muchísimo humor. Apareció con una mochila gigante, dentro estaba la prótesis deportiva, que quería que la viera. Y me hizo bromas, me dijo 'hay que ver el lado bueno de todo esto' y yo pensando' ¿el lado bueno?'... Y me dice 'sí, ahora solo usas un calcetín, solo te huele un pie, puedes aparcar donde quieras…', bromas de ese estilo. Yo me llevé esa impresión de 'si ella puede hacer una vida totalmente normal, ser deportista de élite… ¿por qué yo no si tengo una discapacidad muy parecida a ella'? Me inspiró muchísimo y nos hicimos amigas".
Y Judith le dio una oportunidad a la esgrima en silla y volvió a sentir todo lo que sentía cuando todavía podía levantarse: "Me senté en la silla y me dije 'esto es igual que lo de antes y me encanta'. Ahora pienso cómo me negaba y me daría una colleja", se ríe.
"Ahora pienso cómo me negaba a la esgrima en silla y me daría una colleja"
EsgrimistaEn ese instante volvió a ser aquella pirata que a los ocho años cogió un florete por primera vez, cuando su madre le preguntó: "¿Quieres hacer esgrima? Es como las películas de piratas". Algo hizo clic en aquella niña que estaba harta de la natación, patinaje, atletismo…. "'¿Como Peter Pan y Piratas del Caribe?' Quise probar. Yo siempre digo que a un niño le das una espada y le dices que tienes que pegar a otro, por así decirlo, y le encanta", reflexiona.
Desde aquel momento en que compitió en la silla, el ascenso ha sido meteórico. Es cuarta del mundo en espada y sexta en florete, ganadora de dos copas del mundo, varias medallas en campeonatos de Europa… Y, lo mejor de todo, este camino lo ha hecho acompañada de los entrenadores y compañeros de siempre: "Tuvimos que aprender todos desde cero, mi maestro y el club se volcaron, todo el mundo quería aprender, sentarse en la silla, ayudarme…". Sus compañeros del club de Vigo siempre están dispuestos a tirar con ella.
No fue tan fácil como lo que se le pueda suponer la transición de ser la joven perla de la esgrima sin discapacidad a competir en la silla de ruedas. Claro que ayudó la experiencia anterior, especialmente la parte de la técnica de mano, que es similar. Pero las distancias, los tiempos… aquello le costó más. "La velocidad de reacción mucho mayor en la esgrima en silla porque estás muy cerca del rival y, luego, los movimientos de piernas pasan todo a ser movimientos de abdominales y lumbares, o sea todo de tronco, y algo también de glúteo y de la pierna que yo tengo, que la uso un poco para impulsarme la silla… Y hay mucho brazo, que era lo que a mí me daba miedo cuando empecé porque mi brazo no estaba al 100%", reconoce.
Sin embargo, una vez se adaptó volvió a sentirse como la esgrimista que fue:
"Es esgrima… es como el fútbol, que hay fútbol 7, el fútbol 11, el fútbol sala…. Aquí hay esgrima y esgrima en silla, es otra modalidad y la verdad que me encanta".
Más difícil fue clasificarse para estos Juegos. Judith es una rara avis en el deporte paralímpico español, carente en estos momentos de referentes en su deporte. "Es una clasificación bastante exigente si no tienes selección, y en este caso yo estaba sola porque soy la única chica. Sin esa vía, tienes que ser la mejor de tu continente o una las dos siguientes de ranking", explica. Uno de sus deseos es que estos Juegos sirvan para atraer a más mujeres a su deporte.
El éxito ha supuesto también convivir con una presión que ya conoce de su época previa al accidente. Por ello, uno de los aspectos que más ha trabajado de cara a París es el mental: "Cuando empecé, conseguí mi primer resultado en mi primera participación y desde entonces la gente ya me colgaba medallas sin ni siquiera haber ido a las competiciones. Eso me generó presión desde el minuto uno. Siempre sentí que la gente esperaba que siempre trajera una medalla cuando iba a competir fuera cuando el nivel es tremendamente fuerte". Por ello, trabaja con el psicólogo cómo manejar esa situación. "Me dice que hay que ir a los asaltos y no centrarse en el objetivo ni en la medalla ni en el resultado, sino en dar el máximo posible".
No obstante, el hecho de que evite la presión no significa que se aparte del sueño de la medalla o que no conozca sus posibilidades y vaya a pelearlas en el Grand Palais de París.
"En el ranking estoy entre las primeras en las dos armas y la verdad no sería una locura pensar que pudiera alcanzar una medalla, hay rivales muy fuertes, pero voy a intentar dar el máximo que pueda. Soñar con una medalla no sería una locura, pero bueno, también hay que tener los pies sobre la tierra, ir asalto a asalto y a ver qué tal va", asegura.
Si el diploma o la medalla llegan, se lo dedicará a su madre, que falleció hace unos años. Ella siempre estuvo a su lado, cuando competía de pie, y ahora que compite en silla de ruedas. "Le encantaría ver que cumplo uno de mis sueños, y no estará aquí para verlo, pero estará orgullosa".