JJOO | NATACIÓN ARTÍSTICA

Los 137 segundos debajo del agua que exploran los límites humanos: "El deporte no se puede complicar más"

La natación artística estrena en París un nuevo reglamento que le da emoción a la competición, pero que lleva al máximo a las nadadoras.

Alberto Martínez
Jorge Moreno Aranda

Alberto Martínez y Jorge Moreno Aranda

La natación artística estrena en París una revolución que ha volado sus cimientos en los dos últimos años. En los anteriores Juegos de Tokio, las cartas estaban marcadas antes de empezar, como si apostar por los podios olímpicos o en grandes competiciones fuese un juego de niños. Rusia se llevaría el oro, China la plata y el bronce se dirimiría entre Ucrania y Japón. Con los ojos cerrados se podía calcular el podio. Pero el decorado ha cambiado por la exclusión del país hegemónico y por un cambio de normativa que ha convertido las pruebas en una ruleta rusa, precisamente, donde los errores se penalizan más que antes y las coreografías cambian.

"La sincro es ahora justa, se ha eliminado toda la subjetividad. Antes se decía que había jueces que tenían sus preferencias, ahora es imposible que eso suceda", explica a Relevo Gabriela Viglino, la juez argentina que lleva décadas en el circuito de World Aquatics y es una de las más reputadas. Ahora mismo los jueces deciden las notas en dos fases, y ocurren sorpresas.

La primera de ellas se basa en la opinión de los árbitros sobre la ejecución y la impresión artística. En esta parte la puntuación es la misma que con anterioridad. Pero después hay un segundo grupo de tres jueces, las controladoras, quienes se encargan de comprobar que la coach card (el resumen detallado de las coreografías) se cumpla. Cada coreografía tiene unas figuras obligatorias y otras que propone cada entrenadora con un nivel de dificultad.

La seleccionadora adquiere un papel fundamental, estratégico, para jugar con las figuras ya trabajadas previamente en función de si se quiere arriesgar o no. "Se premia a las conservadoras", se quejó en el Mundial de Fukuoka 2023 Anna Tarrés, seleccionadora de China y favorita al oro en París.

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Las controladoras, si detectan un error en la figura o en su nivel de dificultad, solo la multiplican por 0,5 puntos en lo que se considera la base mark, por lo que puntuación se ve afectada y se reduce. Es como una penalización. Un ejemplo es el piragüismo de eslalon o la hípica, cuando se restan (o se añaden) si se toca la marca o la barrera. La dificultad crece con las figuras, porque estas cuentan cuando se está debajo del agua, en apnea, por lo que ha aumentado el tiempo que las nadadoras pasan debajo del agua, explorando los límites del cuerpo humano.

«Son más duras que los marines»

La fortaleza de la sincro está fuera de toda duda. "Son más duras que los marines", dijo Andrea Fuentes cuando a Anita Álvarez, la nadadora de Estados Unidos que desfalleció en los Mundiales de Budapest y se vio obligada a saltar al agua y rescatarla, se le sometió a una prueba de esfuerzo con un médico militar para poner a prueba su corazón y descartar anomalías. Como peces, sí, pero hasta un límite. Anita estará en París.

"Notamos más la sensación de ahogo y lo pasamos mal. Trabajamos más las apneas que antes especialmente en los calentamientos. Cuando estamos en las coreografías debemos estar pendientes de coger más aire para poder oxigenar los músculos", explica Paula Ramírez, en el equipo olímpico desde 2013. "Lo hemos notado. La sensación de apena es muy grande. Entrenando, el cuerpo se va adaptando. Al inicio nos ahogábamos mucho, pero ahora lo toleramos mejor", añade la gran estrella española, Iris Tió.

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La rutina más larga de los Juegos Olímpicos tiene una duración de 210 segundos (la rutina libre por equipos). World Aquatics, con tal de preservar la salud, pone un límite de tiempo de debajo del agua hasta los 18 años, cuando el cuerpo del deportistas aún no está formado y para evitar aceleraciones en los procesos formativos y riesgos en menores. Pero en absoluta se llega a la zona de riesgo, no hay límites, pero sí unas recomendaciones estándares, no escritas, pero habladas entre los protagonistas. Y esto se ciñe en torno al 60 o 65% del tiempo de la rutina (entre 125 y 140 segundos).

"Los equipos saben que una coreografía debe estar compensada y para que físicamente se llegue al final sin que haya peligro para la salud creo que los máximos deben rondar el 60% de apnea", cuenta Ana Montero, otra de las jueces árbitros más reputadas de World Aquatics.

Las nadadoras lanzan un SOS. "Estamos completamente al límite. Hay momentos en los que no podemos dar el 100% físico por la sensación de ahogo, no por fatiga muscular. No es necesario que el deporte se complique más en este sentido". Las palabras son de Ramírez.

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El tiempo de apena guarda relación con la dificultad de la rutina. Cuanto mayor dificultad, mayor tiempo debajo del agua. Por eso construir una coreografía es un trabajo conjunto y, al mismo tiempo, una madeja en la que se entrelazan muchos factores, al margen del artístico y de la ejecución.

También es importante que todas las nadadoras sean capaces de adaptarse al tiempo de apena, como añade Iris Tió: "En mi caso no llegué nunca a un punto extremo, pero a veces sufres. Si las entrenadoras ven que no aguantamos, no nos pondrán una dificultad tan grande, la bajaremos. Intentaremos despuntar más con la impresión artística. Las coreografías de este año hay algunas duras pero nos acostumbramos".

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La propia seleccionadora española, la japonesa Mayuko Fujiki, reflexiona a Relevo sobre este aspecto. "Creo que es imposible estar más tiempo abajo. Las figuras híbridas solo puntúan debajo del agua y creo que el año que viene esto cambiará y añadirán otras libres", introduce, mientras que reconoce que tienen que trabajar la respiración y tienen "momentos en las coreografías en los que es importante salir y coger aire".

El entrenamiento se ha visto afectado. Las apneas se entrenan. "En nuestro calentamiento añadimos este tipo de apneas, así como una base de natación", añade Mayu. La natación artística espera volver al podio en París. Lo tiene todo a favor. El cambio de reglamento las ha devuelto a la pelea en dos finales abiertas, la de dúo y equipo. Estar debajo del agua para acabar subidas a un podio.