Miradas como misiles y sonrisas peligrosas: lo de Corea del Norte no es broma y un selfie en París 2024 puede acabar mal
Kim Kum-yong y Ri Jong-sik, norcoreanos, se fotografiaron con Corea del Sur y China en los Juegos Olímpicos de París 2024 y se desató la polémica.
¿Hará algo el Comité Olímpico Internacional (COI) para ayudar a los deportistas norcoreanos Kim Kum-yong y Ri Jong-sik? Ante la pregunta de Relevo, los responsables del olimpismo mundial fueron casi tan herméticos como la propia Corea del Norte: "El COI no comenta artículos periodísticos. Estamos en contacto regular con todos los comités olímpicos nacionales acerca de un número de temas, incluyendo el apoyo a los deportistas".
Lo del "apoyo a los deportistas" suena bastante poco ambicioso si se tiene en cuenta la situación. Otra cosa es que el COI tenga realmente la capacidad de influir en la dictadura de Pyongyang.
Spoiler: casi nadie tiene ese poder.
"¿Quieres cambiar pines?". La respuesta fue una mirada de rechazo y desprecio que llevaba la potencia de un misil. En aquella noche en la recta final de París 2024, el luchador norcoreano estaba decidido a no arriesgar nada, sabía que el contacto amable con un extranjero podría meterlo en serios problemas.
Aunque algunos de sus compañeros sí lo hubieran hecho con deportistas de otras delegaciones. Pero no él. Ese luchador no quería ser como Kim Kum-yong, de 22 años, ni como Ri Jong-sik, de 24, plata en el dobles mixto del tenis de mesa y sometidos hoy a un "pulido ideológico" por el régimen de Pyongyang tras haber sonreído en una selfie.
Corea del Sur y Corea del Norte siguen técnicamente en guerra desde el armisticio de 1953. La península está dividida en dos países definidos por el paralelo 38, la frontera más militarizada del planeta. Al sur, un pujante Estado capitalista; al norte, una dinastía hereditaria comunista. Dos Estados tan hermanos como enemigos. Los años de intentos del sur de distender la relación y ganar confianza mutua han fracasado sin paliativos.
Absolutamente hermético, Corea del Norte es un mundo aparte, algo de lo que hubo un atisbo durante los Juegos en el recorrido de Relevo por el búnker de los asiáticos en la villa olímpica. En aquel cuarto piso de un edificio que compartían con países como Ecuador y Kirguistán, hablar con el extranjero era un peligro.
Y siempre fue así: en el Mundial de fútbol de Sudáfrica 2010, Corea del Norte se entrenaba en Tembisa, un "township" (barrio de chabolas) en una zona muy poco recomendable de las afueras de Johannesburgo. Hablar con sus jugadores era prácticamente inviable, y la conferencia de prensa previa obligatoria, con el entrenador y un jugador, más una broma que un diálogo en serio.
De aquel torneo, su primera Copa del Mundo desde Inglaterra 66, los norcoreanos se fueron con tres derrotas y 12 goles en sus redes. Convirtieron solo uno, en el debut ante Brasil el 15 de junio en el mítico Ellis Park de Johannesburgo. En aquella noche de temperaturas bajo cero en el invierno sudafricano las manos se congelaban en las gradas. Era poco saludable estar al aire libre.
De regreso en Pyongyang, la temperatura subió. Los jerarcas norcoreanos se sentían humillados por las derrotas de 7-0 ante Portugal y 3-0 ante Costa de Marfil. Portugal, esa selección que, 44 años antes, caía por 3-0 ante los norcoreanos antes de darle la vuelta al partido, ganar 5-3 y avanzar a las semifinales en aquel Mundial de 1966.
Una Copa del Mundo que explica lo sucedido tras Sudáfrica 2010 y París 2024. Kim Il-sung, abuelo del actual dictador, Kim Jong-un, se enfureció con aquella derrota y envió a la mayoría de los jugadores a un campo de trabajos forzados. Eso incluía a Pak Doo-ik, autor del gol en la victoria de 1-0 sobre Italia, una de las sorpresas más grandes en las historias de los Mundiales. No importó: Pak pasó años cortando leña como castigo por la derrota con Portugal.
El castigo a la selección de Sudáfrica 2010 estuvo en manos de Kim Jong-il, hijo de Kim Il-sung y padre de Kim Jong-un. La FIFA y la Confederación Asiática de Fútbol (AFC) anunciaron en agosto de 2010 que investigarán las informaciones acerca de castigos a los futbolistas norcoreanos tras la debacle en Sudáfrica, pero pasó el tiempo y nada se supo. An Yong hak, integrante de aquella selección, aseguró recientemente en una entrevista con CNN que todo lo que se dice de los castigos de la dictadura norcoreana es "un engaño".
"Es bastante difícil conseguir información sobre la República Popular Democrática de Corea del Norte, así que todavía hay historias sobre gente a la que envían a una mina de carbón tras perder un partido o a la que dan lecciones durante seis horas, pero no hay ninguna historia de ese tipo, que yo sepa. Creo que es hora de acabar con ese tipo de información falsa", añadió.
El detalle importante a la hora de aceptar lo que dice es que An es un coreano "zainichi": nacido en Japón e hijo de norcoreanos forzados a instalarse en el país nipón, potencia colonial en la península coreana entre 1910 y 1945. An podía elegir entre ser surcoreano o norcoreano, pero se decidió "con orgullo" por el norte, aunque manteniendo su residencia entre Japón y Corea del Sur.
Su caso es similar al de Jong Tae-se, que en 2010 conmovió a su país al llorar emocionado por los acordes del himno norcoreano minutos antes de debutar ante Brasil. Nacido y criado en Japón, Jong tiene padre surcoreano y madre norcoreana. Pese a su pasaporte surcoreano, la FIFA lo habilitó para jugar para el norte.
"Fue la emoción de representar por fin a Corea del Norte contra el mejor equipo del mundo", explicó en su momento un Jong que califica de "inútiles" enseres como la nevera o el televisor, pero que siempre jugó en la Liga japonesa y nunca vivió en Corea del Norte.
En aquel Mundial de 2010, el seleccionador norcoreano llegó a decir que recibía "consejos tácticos regulares durante los partidos" del líder Kim Jong-il a través de teléfonos móviles ocultos "desarrollados" por el "Querido Líder". Corea del Norte es quizás la mayor refutación imaginable a esa idea sostenida por el COI de que el deporte y la política corren por carriles separados. Ya quisieran eso los deportistas norcoreanos.
¿Qué hicieron buena parte de los ganadores de medallas tras los Juegos de París 2024? Celebrar con su gente y pasar unos días de vacaciones en la playa o la montaña para disfrutar de algo tan grande como difícil de explicar: la felicidad de subirse al podio olímpico.
¿Qué hicieron los norcoreanos? Someterse a unas rondas de evaluación en las que se los "pule" ideológicamente tras la contaminación vivida en Occidente. Un pulido que incluye la autocrítica en público, criticar y delatar a compañeros y, si la limpieza cerebral no fue suficiente, un campo de trabajos forzados.
Como en 1966, como en 2010.
Pudo haber sido diferente para Kim y Ri, la pareja del ping-pong mixto, si el surcoreano Lim Jong-hoon no tomaba su Samsung, marca emblemática del salto de Corea del Sur de país pobre a gran potencia económica, para proponerles una selfie a ellos y a los chinos que completaron el podio.
La propuesta fue tomada con naturalidad por los chinos Wang Chuquin y Sun Yinghsa, y con alegría por la norcoreana Ri, pero desconcertó y puso en una posición visiblemente incómoda a Kim.En esa selfie no sonríe. Mientras todos los medios occidentales celebraban la foto con eufórica ingenuidad y bastante amnesia, Kim, a sus 22 años, tenía bien claro lo que se le vendría en Pyongyang.
Lo explicó "NK Daily", un sitio de Internet con fuentes en el norte y que permite entender algo de lo que allí sucede. El medio cita un informe de la jerarquía norcoreana a partir de aquella selfie. "Antes de partir para los Juegos Olímpicos de París, se prohibió a los atletas ponerse en contacto con cualquier deportista extranjero, incluidos los surcoreanos".
La selfie, dice "NK Daily", fue una falta gravísima, aunque los medios internacionales la vieran como un "momento conmovedor, entre los diez mejores momentos de los Juegos". Nada de eso. "La oficialidad norcoreana considera el momento como un paso en falso, que podría acarrear graves consecuencias para los atletas". Sonreir junto a atletas de Corea del Sur, el "enemigo número uno" del país, fue una temeridad.
"El informe señalaba a Kim por sonreír cuando se tomó el selfie y a Ri por tomarse un largo momento para sonreír a los atletas de otros países tras bajar del podio. Queda por ver si las autoridades norcoreanas castigarán a Kim y Ri o los dejarán ir con una advertencia o una autocrítica. Se espera que estas evaluaciones ideológicas de los atletas olímpicos y los miembros del comité duren un mes".
¿En qué consisten esas evaluaciones ideológicas? Las dos primeras rondas son dirigidas por jerarcas del gobierno, pero la más dura es la tercera. El Departamento de Propaganda y Agitación del Comité Central del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte investiga "el comportamiento ideológico de los atletas desde que abandonan el país para participar en los Juegos hasta su regreso". "Los funcionarios intentan descubrir cualquier comportamiento que contradiga las directrices o la propaganda del partido, y se sanciona cualquier conducta problemática".
La segunda ronda de evaluaciones, a cargo del Ministerio de Cultura Física y Deporte, "evalúa el rendimiento de los atletas en comparación con anteriores eventos internacionales, y se decide si reciben elogios". La tercera y última ronda es la más temible: "Los atletas realizan una crítica y una autocrítica mutuas. Durante las sesiones de debate público, los atletas confiesan su comportamiento inadecuado y critican las palabras y acciones equivocadas de otros atletas de los que han sido testigos durante los Juegos". A matar o morir. El peligro de una selfie, el peligro de una sonrisa de más.