JUEGOS OLÍMPICOS

El infierno y la resurrección de Simone Biles camino de los JJOO de París: "Vivía en una cárcel mental, quería salir corriendo"

Se retiró de Tokyo porque su cabeza dijo basta. El documental de Netflix 'Simone Biles vuelve a volar' la sigue en su duro proceso.

simone biles, durante un ejercicio. /REUTERS
simone biles, durante un ejercicio. REUTERS
Alberto Pérez

Alberto Pérez

El deporte y la gimnasia artística cambiaron para siempre en Río de Janeiro. Una jovencísima estadounidense que no había cumplido los 20 años asombró al mundo entero. Ganó cuatro oros y una medalla de bronce y llevó a su deporte a otra dimensión. Era el año 2016 cuando Simone biles inventó técnicas y rutinas a las que todavía da nombre. Se convirtió en un icono planetario de tal calibre que nadie imaginaba otra cosa que una exhibición más en Tokyo.

El corazón del mundo se paró cuando lo hizo su cuerpo. Su trágica vida entera le explotó en el momento de mayor presión por orden cerebral. Paró y en ese momento muchos no la entendieron: "Sentía el silencio, era como si estuviera sorda. Si hubiera podido salir corriendo del estadio lo hubiera hecho. Me sentía en una cárcel dentro de mi cabeza y de mi cuerpo. Estaba avergonzada por haberme retirado y en la redes sociales se referían a mí como rajada y perdedora", reconoce en un documental de Netflix.

Biles había llamado a su madre para comunicarle que no iba a competir más. Las cosas no iban bien, sus saltos no eran los de siempre. Las expectativas de cuántos oros iba a conseguir, sus traumas pasados, ese cocktail bulle como ráfagas de luz en un documental que abre de par en par las puertas de un tabú que por suerte ya no lo es.

Un icono que no tiene el menor problema en relatar las conversaciones con su terapeuta y cómo su marido y jugador de los Green Bay Packers de la NFL, Jonathan Owens, se ha convencido también de disponer de esa ayuda hasta el punto de entender que "la terapia te da humildad porque te miras en el espejo y ves lo que hay".

Dos episodios que no llegan a la hora de duración en los que vemos a Biles cayendo, intentando levantarse y consiguiéndolo. Su eterna sonrisa llena la pantalla, tanto como sus lágrimas y momentos vacíos en la soledad de su problema pese al apoyo de su marido y familia. Los juegos pandémicos de Tokyo la dejaron sin ellos en la competición, por primera vez. Sus padres nunca se lo perdían. La han cuidado desde que la rescataron de un centro de acogida junto a su hermana, siendo una niña, por los problemas de su madre con el alcohol.

Eran sus abuelos biológicos, ahora ya son legalmente sus padres. Los dos hermanos mayores se marcharon con su tía a Ohio. Si duro fue abandonar los Juegos, lo fue aún más el después: "Solo veía fantasmas. Me daba miedo todo. Quité los comentarios de Instagram por consejo de mi terapeuta y borré Twitter dos veces. Parece que la gente solo piensa en destruirte cuando estás en la cima y yo no quiero estar en un pedestal, solo quiero ser humana".

'Simone biles: volver a volar' visibiliza sin tapujos la salud mental en los deportistas de élite, en las estrellas que se supone han de ser indestructibles para el mundo y acaban siendo devorados por él, pero también pone en el foco las técnicas de entrenamiento en la alta competición. Por el camino aparecen testimonios de las durísimas concentraciones en el Rancho del matrimonio Karolyi que llegaron con el éxito bajo el brazo de haber llevado a la cima a su compatriota, la rumana Nadia Comaneci.

Métodos tan estrictos que no daban lugar a la sonrisa o la distensión ni un solo minuto, donde el límite marcaba quién sí y quién no. No ha tenido una vida nada fácil la estrella americana. A todo lo relatado se une el durísimo trauma de los abusos sexuales recibidos por parte del médico estadounidense Larry Nassar junto a un sinfín de compañeras.

En unos días, la estadounidense vuelve a citarse con sus fantasmas en París. Lo hace segura y con un lenguaje corporal diferente, según explican sus entrenadores. Se le vio poco por el gimnasio hasta 2023 donde volvió de verdad para ganar su sexto Campeonato del Mundo. Llega a París para "escribir mi propio final. No quería retirarme de ese modo y no voy para satisfacer a nadie, lo hago por mí". El miedo está, siempre ha estado "si se me resbala la mano puedo quedarme paralítica. Desde el primer día hasta el último he sentido ese temor", pero ahora sabe cómo afrontarlo. Si vuelve a aparecer pensará en la playa, que le relaja y quizá así logre ese doble triple que lleva su nombre. Si no es así, lo habrá intentado y demostrará ser tan humana y vulnerable como cualquiera pese a que en su deporte no haya nacido nadie igual.