OPINIÓN

'La Familia', 'Las Guerreras', 'Los Hispanos' y el peligro de convertir a España en una marca publicitaria

El banquillo de la Selección de baloncesto en los JJOO protesta una jugada durante el partido contra Canadá de la fase de grupos/Reuters
El banquillo de la Selección de baloncesto en los JJOO protesta una jugada durante el partido contra Canadá de la fase de grupos Reuters

Los pactos de sangre entre determinadas federaciones y determinado periodismo son ya tan conocidos que no hace falta abundar en ellos. Hay complicidades que dan mucho a cambio: accesos directos a jugadores, biografías mejor o peor pagadas, puestos en el futuro en algún departamento de prensa… En sí, esto no tiene nada de malo mientras todo el mundo sea honesto en su trabajo y, sobre todo, mientras el aficionado no acabe resultando el perjudicado, es decir, que no se omitan cosas ni se exageren otras a mayor gloria del presidente o la presidenta de turno.

Ahora que estamos en unos Juegos Olímpicos, ni más ni menos, todo el mundo anda con las orejas tiesas y la presión crece. Por ejemplo, a principios de julio pude ver a la meritoria selección española de baloncesto clasificarse en Valencia para París con un partido agónico ante Finlandia y uno mucho más holgado ante Bahamas. No hubo pero alguno que poner a ninguno de los dos triunfos y todo elogio fue más que merecido: no dejaban de acabar los ciclos para el equipo de Scariolo y ahí siguen, compitiendo como animales e incluso peleando contra Canadá, favorita a medalla, para pasar a cuartos de final.

Sin embargo, he de reconocer que hubo algo que entonces me molestó en la relación de la prensa con el objeto de su cobertura. Donde debería haber cuando menos una sana distancia, observé a menudo un seguidismo propio quizá de una televisión corporativa y no de un ente público. Me refiero al uso y abuso del término La Familia para referirse al combinado español. Un uso que se repite en la retransmisión de cualquier equipo de la Federación Española de Baloncesto, sea masculino o femenino, senior o de categorías inferiores.

Los límites de la narración épica

No es que vea yo nada de malo en ello, ahora más si cabe durante los JJOO, si el término fuera consensuado y reflejara algo más o menos tangible. Me explico: hay veces que entre prensa y federaciones hay tal simbiosis narrativa que un término acuñado en los periódicos, las radios o las televisiones acaba encontrando fortuna entre los propios dirigentes. Se me ocurreLa Rojapara referirse a España, algo que derivó incluso en el maillot de líder de La Vuelta, para que nos demos cuenta de cómo las marcas hacen luego fortuna por sí mismas.

Algo parecido me sucede con otros términos, del tipo Las Guerreras, para la selección femenina de balonmano o Los Hispanos, para la masculina este último, fruto, si no me equivoco, del marketing del Mundial de 2013, celebrado en nuestro país. Seguro que hay mil ejemplos más y entiendo la necesidad del narrador de buscar alternativas para no repetir todo el rato el nombre del país o del equipo que juega -así, "el equipo blanco", "los culés", "los de Simeone" y un largo etcétera-, pero, vaya, no puede estar la marca por encima de aquello que representa.

Y es que, además, en los casos citados, los más ardientes, lo que se vende es la combatividad. Uno oye Las Guerreras e imagina un grupo dispuesto a dar batalla sin fin hasta el último minuto. Oye Los Hispanos e imagina a Russell Crowe espada en lo alto liderando a los gladiadores y conspirando contra el temible e inmoral Cómodo. La épica forma parte del deporte y desde luego tiene que formar parte de las retransmisiones deportivas. Siempre que no roce el exceso, venga, compramos.

¿Quién levanta la voz en 'La Familia?

Pero, ¿y La Familia? La Familia no es ya una marca, es pura propaganda. Una Federación que acuña un término que va más allá de la combatividad o la lucha y que intenta vender la idea de un paraíso en la tierra, lleno de hermandad y de paz. Y eso es algo que es imposible en el deporte profesional. No es en absoluto una crítica a la FEB, sino la constatación de una realidad: hay que elegir jugadores y descartar a otros, hay que repartir roles, hay más favoritos y menos favoritos, hay comportamientos ejemplares y otros que lo son menos. Ahora bien, si todo se tapa con un término como familia. ¿Quién va a levantar la voz dentro de una familia?

Bueno, alguno lo hizo en su momento, antes de los JJOO (un saludo aquí a Luis Fernando López, que no buscó nunca el halago fácil de José Luis Sáez, antes al contrario; otro recuerdo para Faustino Sáez, quien publicó en El País una demoledora entrevista a Marta Xargay que reflejaba comportamientos no precisamente fraternales) y ellos dirán si les fue bien o mal. Tampoco pedimos tanto, siquiera. No como espectadores, desde luego. Nos bastaría con no repetir todo el rato la propaganda, con no dejar que la marca publicitaria se coma al combinado nacional.

Y no es que sea yo de los que se indigna si no oye la palabra España repetida mil veces por algún exagerado sentimiento patriótico. No. Simplemente, en fin, que juega España, qué le vamos a hacer. No juega la Federación. No juega La Familia ni Las Guerreras ni La Roja ni Los Hispanos. Todos esos apodos, más o menos brillantes, se pueden (y se deben, caramba, si el público los acepta) utilizar de vez en cuando. Hacerlo todo el rato suena extraño. Como si alguien, antes de la retransmisión, hubiera dicho… No, quiero pensar que no. Seguro que no, vaya. Ahora, vamos a intentar que tampoco lo parezca. No se imagina uno a Andrés Montes dejando que le impongan un mote.