Los errores del Barça de Xavi que se repiten cada partido y que son premonitorios
Los blaugrana encajaron cuatro goles en el peor partido de la temporada, un encuentro que tiene mucho de premonitorio.
En el fútbol uno puede acudir a los resultados para encontrar respuestas o para hacerse preguntas. En el primer caso, las victorias lo taparán todo y las derrotas no dejarán nada a lo que agarrarse, una visión resultadista que impedirá cualquier crecimiento a largo plazo, aunque sirva de morfina para el presente. En el segundo, puede que los resultados no ofrezcan respuestas enteras, sino decimales, y es ahí, en ese infinito de posibilidades, donde el entrenador tiene que trabajar para separar aquello valioso de lo pasajero. Lo que es relevante de lo que es circunstancial. Xavi parece no encontrar respuestas futbolísticas a los resultados, pero tampoco preguntas para ir al siguiente nivel.
El Real Madrid de Ancelotti desarboló al Barça sin ni siquiera hacer un partido excelente. Le bastó con un notable vista la dificultad del examen al que se enfrentaba. Xavi insistió en la rueda de prensa en algo que viene sucediendo toda la temporada: "No hemos salido bien. No hemos estado bien en la presión, habíamos trabajado sus movimientos y en los primeros 10 minutos nos han hecho dos goles atacando nuestra espalda". Sorprende porque tras cada encuentro Xavi apunta a errores que se repiten siempre, a una autocrítica gris porque nunca se sabe a dónde apunta realmente.
La estructura invisible del Barça
El Clásico fue un resumen escueto y preciso de los principales "errores" del Barça este curso. Aunque Xavi apuntase el otro día que "estamos jugando mejor que el año pasado", lo cierto es que su equipo ha dejado poquísimas muestras de todo aquello que le llevó a ganar LaLiga el pasado curso. Con muchas bajas que complican que el Barça replique lo que hizo y fichajes que obligan a rediseñar el plan, Xavi ve como todo va dando pasos hacia atrás en una involución preocupante que ya no es novedad. Lo de la Supercopa es la señal de toda una temporada.
Defensivamente, el Barça es un equipo muy pobre. Sin mecanismos. Sin estructura. Incapaz de poder decirle al contraria hacia dónde ir, defendiendo siempre a remolque de las intenciones rivales como si persiguiese sombras. El equipo vive en una inundación constante y cuando logra sacar el agua de su casa, ve que en realidad lo único que hace es que cada litro que sale vuelva a entrar por otro lado.
Si el equipo defiende lejos, es necesario que cada línea responda al estímulo de la que tiene delante. Si mi compañero va, voy. Pero ahí es imprescindible conocer cuándo, cómo y con quién. El Barça no lo sabía, o parecía no saberlo.
En el minuto 5, el Barça ya había descuidado aquello que le viene haciendo daño toda la temporada. Es un conjunto que no sabe ser proactivo sin balón, en el que sus futbolistas se mueven por inercia sin apenas controlar nada de lo que sucede a su alrededor. En vez de minimizar las armas del Real Madrid, el Barça las potenció hasta tal punto que cada jugada en la que el Real Madrid robaba, podía acabar en un 1x1 ante Peña. Sucedió lo mismo ante el Girona, cuando los de Michel daban la sensación de poder marcar siempre que quisiesen, explotando las enormes lagunas defensivas de un equipo que va siempre a remolque.
Defender con la línea tan adelantada es siempre una consecuencia de muchas cosas previas bien hechas. Nunca el punto de partida. Situarla arriba por el mero hecho de decir que defiendes de forma valiente es como comprarte un Ferrari sin tener previamente el dinero. Es una hipoteca inútil. Un capricho. En la jugada del 2-0, el equipo parte con ventaja, pues el Real Madrid saca desde su área, y con todo el tiempo para organizarse, se decide no presionar a Carvajal, abriendo de par en par el pase vertical sobre el desmarque de Rodrygo.
Bastaron 10 minutos para ver la misma película de siempre. Pero lo que salvaba al Barça es que no siempre se enfrentaba a jugadores de este nivel. A la que han caído los dos mejores equipos de LaLiga: parcial de 4-10, tres derrotas y muchísimas dificultades para controlar lo que sucede en el verde. Xavi se queda con los detalles, con ocasiones y momentos, y a veces olvida la imagen completa. Que por mucho que el equipo llegue al área rival, bastan dos pases para que el contrario lo haga en la suya.
Otro de los puntos más sensibles para el Barça es que no controla la profundidad ni la altura a la que quiere defender. Sencillamente lo hace allí donde el contrario le deja. Al estar tan mal estructurado y con tan pocos futbolistas que reaccionen al estímulo, el Barça pierde metros y termina embotellado, sin atender al detalle y facilitando que el contrario pueda jugar en su frontal. El 3-1 se gesta de esta forma. Con una posesión blanca de casi dos minutos.
Dos rematadores del Real Madrid de menos de un 1,75 por cuatro defensas del Barça, tres de ellos dominantes en el juego aéreo. Y la jugada acaba en penalti. Araújo estuvo superado porque no defendía a nadie. Ancelotti vació el extremo y aturdió al central uruguayo, que al quedarse sin su par se vio forzado a carreras largas en desventaja y a perder su fuerza en el punto de penalti. No lo corrigió en todo el partido pese a que el Real Madrid insistía en destrozar continuamente el espacio central, olvidándose de la profundidad lateral.
"Nos faltó hacer faltas tácticas para frenar las carreras de ellos", decía Xavi tras el encuentro. El problema es que puede que Xavi piense más en la última puerta, cuando el ladrón ya está hurgando en tus cosas, que en la primera. Es decir, no se habla de las intenciones de tus puntas, de cómo se estructura tu centro del campo para evitar que el rival corra, y sí de algo que tiene que ser la última opción, la más desesperada. Cuando todo se fía al duelo y nada al orden, en un deporte que suele premiar a quienes son mejores, el Barça se ve abonado a una inferioridad tan dolorosa como evidente.