La gestión de Ancelotti en el motín del Nápoles deja cualquier crisis en una broma: "Le dejaron solo en Castel Volturno"
El periodista napolitano Dario Sarnataro (Radio Marte; Il Mattino) desgrana a Relevo cómo Carletto gestionó una de las situaciones deportivas más difíciles de su carrera como entrenador. Fue el principio del fin en su corta aventura con el club partenopeo.
El 10 de diciembre de 2019, el Nápoles venció en el San Paolo por 4-0 al Genk. Un hat-trick de Milik y Mertens para clasificar al conjunto de Ancelotti a los octavos de final de la Champions. Esa noche, sin embargo, no era una cualquiera, ya que el técnico de Reggiolo, horas después, sería sustituido en el banquillo por Rino Gattuso. Era el cuarto mes de su segunda y última temporada en el equipo sureño. Lo acababan de fulminar.
"Comencemos por el principio", introduce Dario Sarnataro, periodista italiano que cubre al Nápoles desde hace lustros. "En ningún momento pensábamos que el club ficharía a Carlo. Se hablaba de otros entrenadores menos importantes. Se hizo oficial el 23 de mayo de 2018. Por fin se podía conseguir el Scudetto, esfumado con Maurizio Sarri", recuerda.
Lejos de la realidad, el Nápoles volvió a ser segundo detrás de la Juventus, y en Liga de Campeones no pasó de la fase de grupos. A pesar de todo, tras un exiguo cónclave, ambas partes decidieron continuar para concretizar lo que se había anticipado. Para ganar un título, en definitiva. "Ya en verano comenzaron los problemas con De Laurentiis, porque el técnico había intuido que debía anticiparse al cambio de ciclo que se avecinaba. Quería vender a Mertens o Insigne, porque obstaculizaban a los más jóvenes. El nombre que puso en la mesa fue el de James Rodríguez, pero fue una telenovela", rescata Dario, quien ahonda más en la llaga. "En realidad, una pantomima. Estaba el equipo concentrado en verano, y vimos llegar un helicóptero. Entonces, todos pensábamos que eran los agentes del colombiano. En realidad, aparecieron los de Pépé (jugador hoy del Villarreal). Sí, también fue fichaje resultó fallido".
En ese instante preciso fue cuando comenzó un tira y afloja -delicado- hasta diciembre. "No hicieron caso a Carletto, quien al menos consiguió el arribo de Hirving Lozano, para él digno sucesor de Lorenzo Insigne. También pidió a Trippier, pero llegó Di Lorenzo. El italiano para mí es mejor, pero entonces era un lateral del Empoli, mientras que el inglés venía del Tottenham". Así comenzaba la segunda temporada de Ancelotti, que como gran manager con esmoquin que era soltó esto: "El mercado ha sido un diez. Optamos al Scudetto". La garganta comenzaba a ser profunda.
La rebelión de noviembre
La estación comenzó con dos caras. Si en Europa la escuadra funcionaba, en Serie A llevaba una victoria en nueve partidos. Estaba a ocho puntos del Inter, líder provisional. "Era la previa del Roma-Napoli. Me acuerdo bien, porque estaba en Castel Volturno, donde Ancelotti iba a dar la rueda de prensa. Se quedó de piedra, porque en un directo de radio del presidente minutos antes había descubierto que la plantilla debía concentrarse en la Ciudad Deportiva". Era un castigo impuesto por Aurelio De Laurentiis, quien actuó unilateralmente sin mediar con el entrenador, siempre generoso y loable, más propicio al diálogo que a la sanción punitiva.
No hubo, sin embargo, impunidad para el grupo. El técnico sufrió en primera persona el primer gran ataque presidencialista. "Ancelotti dijo que no estaba de acuerdo, pero al ser un hombre de club lo aceptaba. Creo que era el 1 de noviembre", expone Dario, una de las voces más autorizadas de Radio Marte, el termómetro deportivo de la metrópolis.
El asunto empeora porque se pierde en Roma. El cisma es total. Davide Ancelotti (su padre estaba sancionado) reconoció a los medios instantes después que el equipo había jugado con poca convicción. Todos debían volver al cuartel general de Castel Volturno hasta el siguiente choque: en casa contra el Salisburgo (5 de noviembre). "El día del partido, justo después del entrenamiento matutino, los futbolistas incumplen el mandato directivo y se marchan a casa. Es el famoso motín. La relación entre De Laurentiis y Ancelotti está rota pues pensaba que el técnico no se había hecho respetar ni tampoco había protegido íntegramente a la entidad. La paradoja de todo es que tanto Carletto como todo su staff técnico, sí que respetan el famoso ritiro impuesto por el presidente. En una atmósfera surrealista llegaron ellos solos en el pullman y se quedaron a dormir en Castel Volturno, sin la escuadra", rememora. "Los jugadores, tras el choque, escaparon con taxistas a sus casas renunciando al bus oficial". Napoli, como decía el cantautor Pino Daniele, "es mil colores, sabores y culturas, pero también mil miedos".
El final amargo
Porque Nápoles es una ciudad mágica y excesiva fundada por Parthenope, sirena de agua y sal. El club es su metáfora, su prolongación, su razón de ser, casi su existencia. "El motín -también contra el técnico- ocasionó peleas en el vestuario. Allan y el vicepresidente (hijo de Aurelio)… También estaba por ahí el capitán Insigne, con quien Ancelotti ya se había distanciado totalmente. El primer año le había mimado, pero ahora le consideraba uno de los senadores a cambiar. Su excesivo carisma condicionaba demasiado el vestuario, ya sabes". El caso es que frente al club austriaco -liderado por Haaland- los italianos empatan a uno. "Los futbolistas vuelven a sus hogares, y Ancelotti -quien no consigue concentrarles en el Centro Sportivo- no aparece siquiera a los micrófonos. El caos es total", aclara.
El diagnóstico estaba claro. El rendimiento ciclotímico del grupo y la indisciplina de algunos futbolistas se llevaron por delante a un técnico que venía para ganar el campeonato tras el fútbol champán de Sarri. La ciudad y el halo pesante que envuelve a este maravilloso club terminó por devorar al míster, que se quedó en las antípodas de todo. "El 6 de noviembre, el Napoli Calcio emite un comunicado explicando las acciones legales que llevaría a cabo contra quienes hubieran dañado la imagen del club, provocando así pérdidas económicas y patrimoniales. El clima, durante el entrenamiento, era muy raro. Después, Ancelotti decide que su retiro también había terminado. Se marchan para casa", destaca.
La agonía se prolonga algo más de un mes. Carlo está solo, porque la directiva le echa en cara no haber tutelado la imagen, mientras que los futbolistas le recriminan la no protección. En definitiva, que bailara el agua a De Laurentiis. "El de Reggiolo se defendía también, claro. Al club decía que el comportamiento del grupo lo debían gestionar ellos, pues no era cosa suya. Ahí, creo, echaba en falta una figura relevante que ejerciera de intermediario. Cristiano Giuntoli (hoy director deportivo de la Juventus) sí estaba, pero…". El último capítulo es un verso mal escrito, una carretera cortada, una guinda demasiado amarga en un pastel salado. "En el campeonato empatan con Genoa y Milán. Carlo impone ahora él una concentración en el búnker de la región de Caserta, aprovechando el parón de selecciones. Vuelven a empatar contra el Udinese, y la imagen es la de un equipo desganado, deprimido, desnortado. La distancia con el Inter es sideral: diecisiete puntos". Entre medias, en los periódicos locales, se habla de un encuentro entre De Laurentiis y Gattuso en Capri. "Rino festejó allí sus cuarenta años, y en la fiesta también estuvo Ancelotti", apostilla el locutor y reportero Sarnataro.
Anuncio por Twitter
La fiesta contra el Genk termina en un epíteto con sabor a epitafio. A las 23:38, en el Twitter oficial del club, se comunica la destitución. "Los rumores en la ciudad es que él ya estaba quemado, que incluso la plantilla la entrenaba su hijo Davide… No todos lo decían, pero sí había comentarios maliciosos de este tipo. Sí, que pretendía lanzar a su hijo, que la parte física la descuidaba un poco, ya se sabe. Si a eso le añades la mala relación con Insigne y otros pesos pesados, lo entiendes todo".
En resumen, los caminos se separaron, aunque a ninguno le fue mal. El Nápoles ganó el ansiado Scudetto, mientras que Carlo prosiguió con su epopeya en Champions, su fetiche. Éste es uno de los recuerdos que guardan de él en la ciudad bañada por el golfo más poético del mundo. "Hoy tenemos a Conte. Hace dos temporadas ganamos con Spalletti, con Sarri jugamos muy bien, aunque es cierto que el salto de crecimiento a nivel de management fue con Rafa Benítez. Pensamos que el armazón conducido por el míster romagnolo le venía algo pequeño. Era todavía una entidad familiar. Creo que Ancelotti estaba acostumbrado a cosas de otro nivel. Puede que fuera demasiado importante respecto al nivel del Napoli Calcio. Quizás no se veía a gusto en esas vestes de tener que resolver problemas de comportamiento. Necesitábamos un entrenador obrero y, a la vez, con dotes de mánager. El Antonio Conte de hoy, por ejemplo. Lo controla todo él: alimentación, entrenamientos precisos. Lo quiere todo él. Carlo, aunque sea bueno, no es así".
Ancelotti se marchó casi sin haber llegado del todo. Una vez más tiró de diplomacia para despedirse. "Gracias a todos. He vivido una experiencia en una ciudad maravillosa como Nápoles". La urbe es un sueño bello, aunque también puede ser cruel e indómita. Sí, quizás esto le vino algo grande. Demasiada agua; demasiada sal.