PREMIER LEAGUE

Lo que no se vio de la fiesta del Liverpool: el 'perdón' a Alexander Arnold, un gesto que define a Arne Slot y el apocalipsis en The Kop

El entrenador fue el más aclamado junto a Salah, Allison, Van Dijk y Mac Allister y Alexander Arnold también recibió el calor.

Slot celebrando el título de Premier. /
Slot celebrando el título de Premier.
Alberto Martínez

Alberto Martínez

Lo más cerca que estuvo el Tottenham de estropearle la fiesta al Liverpool fue en los compases finales, cuando los aficionados, con 5-1, ya no podían controlarse y lanzaron globos rojos y trofeos hinchables al césped. Los londinenses los pisotearon ante los abucheos y las risas de un Anfield entregado que ya no reprimía el cántico de "campeones". Era lo único que pudieron hacer ante el equipo de Arne Slot, una máquina de marcar goles sin el 'rock-roll' de Jurgen Kloop, más bien con la música clásica del holandés, que ganó su vigésima Premier -y empata con el United- tras años sin poder celebrarla en condiciones: la de 2020 fue en plena pandemia. Calles vacías. Vida con mascarillas.

Porque su llegada ha sido como la de un pacificador tras años de guerras exitosas con el alemán, un Mick Jagger en la tierra de The Beatles. "Es un tío muy tranquilo que vino las ideas muy claras. Lo tenía todo estudiado, sabía que decirle a cada jugador, y ha repartido los liderazgos. Todos están contentos. Salah sigue, Virgil Van Dijk también...", explican los que lo conocen. "Cuando se fue Kloop, no esperábamos ganar tan rápido", añade una de las más de 60.000 personas que abarrotaron Anfield.

Todas las miradas se centraron en Slot. La hinchada le dedicó un cántico, más repetido incluso que el de Luis Díaz o Salah, o el de Campeones o los espontáneos 'You'll never walk alone', que sonó hasta en tres ocasiones: antes del comienzo, en el añadido y con los jugadores ya entregados a 'The Kop', celebrando la hazaña. Fue ahí donde apareció de nuevo el carácter integrador de Slot, que controló las emociones. Cogió a los jugadores y les animó a que fueran a los otros sectores de Anfield mientras él desfilaba ya para los vestuarios. Se atrevió incluso a hablar el holandés, el único que lo hizo, quien le devolvió el guiño a Kloop cuando el curso pasado, en su despedida, inició sus cánticos de apoyo al nuevo entrenador. Hasta los jugadores, en medio de la celebración, le lanzaron el champagne, centro de todas las miradas.

Cuando el colegiado señaló el final, un concierto de pop inglés se apoderó de Anfield. La pista eran las gradas y los jugadores los músicos. Dieron la vuelta al estadio, y no se fue ni alma durant 40 minutos. Pocos jugadores tuvieron un reconocimiento personalizado. Allison, Salah y Virgil, los más apasionados, junto con el de MacAllister -con un gol que hubiera firmado Gerrard- o Luis Díaz, quienes han caído de pie desde su llegada a Anfield. Incluso esta vez hubo aplausos para un Darwin Núñez negado con el gol. Más frío fue el reconocimiento a un Alexander Arnold que sigue siendo uno de los ídolos en Liverpool, pero cuyo futuro pinta lejos. La prensa inglesa destacó el "cariño" de los hinchas pese a todas las dudas que le rodean.

La fiesta prosiguió fuera del estadio. Nadie quería irse de Anfield, especialmente los jóvenes, que 'atracaron' los bares de la zona y regresaron a los exteriores son bolsas de plástico llenas de cerveza. Las más desesperadas bebían vino blanco directamente de la botella. Aficionados se subieron a los tejados, otros a las vallas exteriores de Anfield, mientras un humo rojo y unos cánticos que no cesaban inundaron Walton Breack Road. Era un ambiente apocalíptico.

El trayecto al centro deparó un reguero de camisetas rojas que hacían un alto en el camino para miccionar en cualquier esquina. Y la noche fue larga en Cavern Quarter. Había ganas de Premier, aunque haya sido un final sin emoción por el desempeño del Liverpool de Slot, que ya advirtió que el año que viene habría que hacerlo incluso mejor.