Fútbol y alcohol en Inglaterra: por qué los Jack Grealish generan más devoción que vergüenza
Con la Community Shield entre Manchester City y Arsenal, vuelve el deporte pegado a las clases bajas y al consumo desmedido de alcohol que, a diferencia de otros países, allí es vitoreado.
El Tranmere Rovers pasa por ser el tercer equipo de Liverpool. "Yo soy del otro", solía decir George Harrison, cuando le preguntaban si era del Everton o del Liverpool. La temporada 2017-18 ascendió a la segunda división del fútbol inglés gracias a la victoria por 2 goles a 1 contra el Bosenham Rovers. James Norwood fue el autor del gol de la victoria. De vuelta a casa el equipo se fue de fiesta. Durante tres días no salieron del pub. La mujer de Norwood, que de vez en cuando escribía algo en su cuenta de Twitter, se acercaba cada cierto tiempo a llevarle ropa limpia. Hoy, sigue siendo un héroe para los seguidores del Tranmere y metiendo goles. Su hazaña no fue nunca puesta en duda.
El fútbol vuelve este domingo y la cerveza a los pubs de la Gran Bretaña. Volvió el City de Guardiola, el del trébol, el campeón de la Premier, la FA Cup y de la Champions League en Estambul. El City también es de Jack Grealish (Birmingham, 1995), el tipo que capitalizó la victoria de los skyblues, el que durante 48 horas, o más, se bebió el Bósforo, media Ibiza, Mánchester y el agua de tres floreros que encontró en el aeropuerto. Su 'hazaña' generó debate sobre si su actitud era o no un buen ejemplo.
"El debate se generó en España", matiza John Carlin, periodista y escritor inglés para quien no hay duda: "Si no se hubiera comportado como lo hizo, casi hubiera sido despreciado por los suyos. Los ingleses, los británicos en general, no se avergüenzan de sus borracheras, las recuerdan, si las recuerdan, con orgullo". Marc Aspinall, mancunian, fundador de la peña del Manchester City en Barcelona, donde lleva viviendo mas de 40 años, así lo admite. "A nadie le extrañó que un tipo del City se emborrachara después de ganar tres títulos. Seguramente no es un buen ejemplo, pero en mi país es absolutamente normal. Lo anormal cuando yo era joven era no emborracharte cada fin de semana", sostiene.
"Si Grealish no se hubiera comportado como lo hizo, casi hubiera sido despreciado por los suyos"
Periodista"Eso es lo triste, pero es así", admite Santiago Segurola, buen conocedor de la sociedad británica y por supuesto del futbol ingles que ha jalonado su historia de no pocos y patéticos casos de relación entre el deporte y el alcohol. Ya dijo Maradona que la pelota no se mancha; en Inglaterra se bebe. "La historia del futbol inglés es reiterativa: primero le ríen las gracias al futbolista por cercano, porque es como el borrachuzo de tu barrio, y cuando se ha destrozado la vida, ya no tiene un duro, ya no le queda ni salud, le aplauden porque escribe un libro y se pasea por las teles explicando que lo ha dejado y cómo lo ha dejado". Eso en el mejor de los casos.
A George Best no le alcanzó para contarlo, porque el hígado le dijo basta. No tuvo camino de vuelta. Era tan bueno, tan bueno jugando, que hasta Pelé dijo un dia que había sido el mejor futbolista que había visto nunca.
Nacido en Belfast, vivió 59 años con la pelota pegada al pie, una mujer –o varias- acostada día sí, día también, en su cama, y una copa en su mano. "He gastado mi fortuna en coches, alcohol y mujeres. El resto lo he malgastado", dijo cuando ya había dejado el Manchester United y había vuelto de los Estados Unidos, cuando ya su leyenda tenía forma de botella. "En 1969 dejé la bebida y las mujeres; fueron los peores veinte minutos de mi vida", confesó una vez. Y se quedó tan tranquilo.
Mark Summerbee le conoció cuando tenían 19 y 20 años. En una cafetería de la St.Anns Square, en el centro de Mánchester, Kardhoma, que ya no existe. "Entré y en una mesa estaba él. En la otra, una chica rubia. Yo sabía quien era. Me senté con él y fuimos amigos el resto de su vida", cuenta el que a día de hoy es embajador del City, que regentó una camisería y un club nocturno con su amigo . George fue su padrino de boda y él llevo su féretro el día de su entierro en Belfast. "Dejé de intentar que cambiara su manera de vivir tan pronto como entendí que era imposible, porque vivió siempre como le dio la gana. Y un día, Tina, mi esposa me dijo: 'No me puedo imaginar a George de viejo'".
George Best, probablemente, es el reflejo de una sociedad marcada por el consumo de alcohol. De hecho, si en España desaparecía el papel de váter de las estanterías de los supermercados durante los primeros días de la pandemia, en Mánchester no quedaba una botella por los pasillos del alcohol.
Deportes según la clase social
El fútbol inglés fue durante un siglo, desde la Revolución Industrial hasta la creación de la Premier League, el pasatiempo de fin de semana de la clase obrera. Como tantas cosas en Inglaterra, el deporte estaba estructurado en términos sociales: rugby y críquet eran los deporte universitarios de la élite económica y política británica. Se puede añadir el remo, por ejemplo, o el tiro con arco, si se quiere. Llegados a ese punto, fútbol y boxeo eran para el populacho, en los suburbios mas infectos de las ciudades industriales, sometidas a una segregación social sin comparación posible en Europa, una autentica vía de escape social. De ese foco de cultivo, sin ir mas lejos, nació en una iglesia el Manchester City. Los ingleses inventaron el deporte moderno, lo adecuaron a las características de su pirámide social. En su amplísima base estaba el fútbol, constreñido a un papel de diversión, multitudinario, pero sin prestigio. Había que llenar las horas libres de las tardes de los sábados, conquistadas por el proletariado urbano.
"Los futbolistas eran producto de un entorno y unas condiciones sociales deprimentes, dickensianas. Todavía hoy no se ha roto del todo esa estructura. El futbolista procedía en términos generales del estrato social más castigado. De ahí surgieron los primeros ídolos del pueblo, del entorno de las fabricas, no de las universidades", recupera Segurola. De hecho, hasta 1961, no hubo libertad de salarios en en el fútbol inglés. Hitchens, figura del Fulham, fue el primer jugador que cobró 100 libras a la semana, aunque siempre hubo sueldos bajo mano, no como en el rugby. Seguramente porque los jugadores de rugby, o los de críquet, en los inicios del siglo XX, no necesitaban cobrar, habían sido criados en excelente cuna.
"Los futbolistas eran producto de un entorno y unas condiciones sociales deprimentes, de ahí surgieron los primeros ídolos del pueblo, de las fábricas, no de las universidades"
PeriodistaBuena parte de los mejores jugadores escoceses, luego entrenadores, habían trabajado de niños en las minas. Bill Shankly, por ejemplo. Los Charlton en el noreste inglés. Jack fue minero en la adolescencia pero a Bobby Charlton se le miraba como un señorito por no haber bajado nunca al agujero.
La vida de un jugador era la misma que la de su entorno más cercano, donde, claro, el vínculo del alcohol era importantísimo. Se veía la bebida no como un problema, sino como un nexo comunitario de carácter tradicional. Y las tradiciones no se discuten, se refuerzan y se defienden. Para la clase dirigente, esta visión del proletariado -alcohol, fútbol, entretenimiento- permitía en cierta manera un modo de control social.
Puesto que los jugadores pertenecían a un modelo extremadamente arraigado, su comportamiento era el mismo que el de su tribu, teniendo en cuenta además el tremendo componente machista que el fútbol ha tenido en Inglaterra. El futbolista era uno más de los lads –de los chicos- y a ellos se debían. Romper ese lazo era una traición clasista. ¿Y que hacían/hacen los lads? Beber, alcoholizarse y llenarse de fútbol. Para el jugador típico inglés el alcohol era una parte contigua al balón. No desprestigiaba. Prestigiaba y hasta ayudaba a mitificar a los que luego terminaban como ángeles caídos. Abundan los libros dedicados a las estrellas borrachas: Best, Greaves, Gascoigne, Stan Bowles, Tony Currie, Brian Clough, Tony Adams, Paul Merson. La lista es interminable.
Jugadores desconocidos para el gran público, como Robin Friday, fueron auténticos mitos. Jugó en los años 70, en el Reading y en Cardiff, y tienen hasta canciones escritas sobre él. 'Supergrass' le dedicó un tema y Paul McGuigan, bajista de Oasis, escribió un libro sobre su vida. Se retiró con 26 años, alcoholizado, enganchado al juego y a la heroína. Murió antes de cumplir los 40 años. O Stan Bowles, un artista en toda regla. Jugó un par de veces en la selección. En condiciones normales debería ser conocido mundialmente y haber defendido la camiseta de los tres leones mas de 100 veces. Es de Bury, del Great Manchester. Jugó en el City uno o dos años, triunfó en el Queens Park Rangers y terminó de mala manera en el Nottingham Forest de BriamClough. Ganaba un buen dinero para la época, pero vivía como vive un adicto bebedor y jugador compulsivo. De él se decía: "No hay pase que no pueda dar ni casa de apuestas que deje de pisar". Sobrevive en Bury, tiene Alzheimer y va camino del cementerio.
Aunque Best, Bowle, Gascoigne, Rodney, Marsh y compañía fueran buenísimos jugadores, la leyenda que ha quedado de ellos es la de borrachos que dilapidaron su carrera. Y eso les ha mitificado aún más. Probablemente, es así de triste. Pero eran chicos del barrio, y a los chicos del barrio les gustó siempre pensar que eran uno de ellos. No estaban destinados a salir de su círculo social obrero, de arrabal, al contrario de los jugadores de rugby o críquet, destinados a las más altas empresas políticas de la patria. Cuando el futbolista terminaba su carrera era un don nadie. En ese sentido, así lo suele explicar Paul Merson, un excelente jugador, que tocó los infiernos mientras defendía la camiseta del Arsenal, un equipo de la década de los 80 en el que no bebía, esnifaba cocaína y se lo jugaban todo a todo.
La prensa contribuía en aquellos a años a esa visión del futbolista y del deporte. En los periódicos el prestigio te lo daba escribir de atletismo, críquet, golf y rugby, los de futbol solían ser buenos sabuesos, pero sabandijas que buscaban en las bolsas de basura antes que en el talento de los pases de Paul Gascoigne, por ejemplo.
"Cuando yo llegué, las cosas estaban cambiando", asegura Gaizka Mendieta, que fichó por el Midlesborough la temporada 2003-2004 y jugó hasta el 2007. "Ya se cuidaba mas la alimentación. Estaba Steve McClaren y habia puesto mucho orden, pero me contaban barbaridades de años anteriores". Ciertamente se da por hecho que en Inglaterra hay un punto de inflexión que es la llegada de Arsene Wenger al Arsenal. Él y otros muchos entrenadores no ingleses han ayudado a desvincular al futbol de la cultura del alcohol . "Ahora existe una vigilancia de alimentación que era impensable hace 20 años", admite Mendieta.
Sin embargo, el problema futbolista inglés-alcohol se mantiene. Lo mismo que la ludopatía, congénita en en el fútbol inglés desde tiempo inmemorial. De hecho, la casa de apuestas William Hill existe desde hace un siglo. El año que viene, en la Premier League, entrará en vigor la norma que prohíbe la publicidad de casas de apuestas y hace ya un buen puñado de años que cualquier persona vinculada con un equipo de futbol profesional, desde el chaval de material al mas alto ejecutivo de un despacho, pasando por los vestuarios –incluidos familiares-, tienen prohibido apostar. De beber nadie ha dicho nada.
Mientras en España se debatía si lo de Grealish después del trébol había sido un buen ejemplo, en Mánchester se reían, él el primero. "¿Perdón? Acababa de ganar la Copa de Europa y soy de Birmingham y en Birmingham celebramos así las cosas", dijo el jugador al incorporarse tres días después de la fiesta a la selección nacional.
"Tú salías una noche con el equipo y cuando no te habías acabado media pinta, ellos se habían bebido tres"
Exjugador del Aston Villa"Le conocí a los 16 años y el chaval prometía", avisa Carlos Cuéllar. "Prometía como futbolista, ¡ojo!. Debutó con nosotros en un partido de Copa, creo, pero sí, subía a entrenar muchas veces", admite el que fuera central del Glasgow Rangers la temporada 2007-2008 –todavía tiene el récord de partidos jugados en un mismo curso- y que jugó para el Aston Villa del 2008 al 2012. Allí coincidió con un jovencísimo Grealish, que ya prometía. De hecho, por aquella época apareció una foto del chaval de Birmingham durmiendo la borrachera en una calle durante unas vacaciones con sus amigos en Tenerife. Cuellar recuerda aquel futbol inglés bañado en cervezas. "Tú salías una noche con el equipo y cuando no te habías acabado media pinta ellos se habían bebido tres. Es otra dimensión. Son británicos, son diferentes". Él vivió las célebres Christmas Partys que evidentemente ya no son lo que eran. Tres días que reunían al equipo por Navidad: "Aquello era Sodoma y Gomorra. Claro, había jugadores casados que tenían problemas con sus esposas porque la leyenda explicaba barbaridades de aquellas reuniones. Pero es que se explicaba la mitad…", admite Cuéllar, el que empieza esta temporada como entrenador del filial del Murcia y que se ríe al recordarse a sí mismo vestido de Spiderman por las calles de Dublin. "Nos íbamos de Birmingham tres días. Dos años bajamos a Londres, uno nos fuimos a Gales y otro a Irlanda. Y no sabes la que liaban". Reconoce, eso sí, que durante los años que vivió en Inglaterra los hábitos dentro del equipo fueron cambiando. "Se mejoró mucho en conceptos de recuperación, en la alimentación durante la semana, se bajó notablemente el consumo de alcohol, el jugador cada vez estaba mejor cuidado…. Todo cambió mucho". Pero sigue celebrando que entonces no hubiera teléfonos móviles, claro.
""Nos subimos a un autocar después del entrenamiento, cerramos un casino y al día siguiente… Al día siguiente nos despertamos en el casino y a entrenar"
Exjugador del Manchester UnitedGerard Piqué asume que la mejor fiesta que ha estado en su vida es una que duró un día en Mánchester. "Nos subimos a un autocar después del entrenamiento, cerramos un casino y al día siguiente… Al día siguiente nos despertamos en el casino y a entrenar". Al día siguiente, un jugador del equipo había sido acusado de violación. Al siguiente, Ferguson prohibió las fiestas de Navidad, que en el United, y en muchos equipos de la Premier, ya son historia. Aquellas eran fiestas muy privadas. La celebración de Grealish tras conseguir la Champions en Estambul, en cambio, se transmitió como un espectáculo público.
"No hubo reproche a un comportamiento lamentable, impropio de un deportista. Fue un borracho profesional jaleado por la peña, incluida la mediática. Grealish hizo lo que tanto demanda la vieja cultura del fútbol inglés", dice Segurola. "Hizo lo que se esperaba que hiciera", completa Carlin. "Yo hago eso y me muero", confesó durante sus vacaciones Guardiola, al que le sorprendió por encima todo la capacidad para ingerir diferentes destilados de múltiples colores. "No, evidentemente no", respondió tajante un alto ejecutivo del club a la pregunta de si habían sido multados por su ostentación en el consumo del alcohol. "De hecho, para bien o para mal, no hizo nada que seguramente no hiciera ningún otro seguidor del City. El consumo de alcohol en Inglaterra es así de tradicional. Basta con salir a un pub de cualquier zona, la mas pija o la mas obrera, al final de una semana de trabajo, para darte cuenta que los ingleses tienen unos hábitos absolutamente ligados al alcohol". Y por ahí pasa el fútbol.
Probablemente, la creación de la Premier en los años 90 despobló las gradas de los campos de la workingclass. Como dijo Menotti, el futbol se lo robaron al pueblo. Pero la cerveza sigue corriendo y hoy, camino de un nuevo comienzo de competición, hasta que no empiece el segundo tiempo, los espectadores que lo deseen podrán pedir sus pintas de cerveza. Vuelve el futbol a Inglaterra. Grealish la volverá a tocar y si el City gana, volverá a tomarse una cerveza. O dos si son pequeñas.
Y, como dijo Luis Aragonés, si tu equipo gana, eso ya no es futbol; "eso es la hostia".