Algo huele mal en todo lo que rodea al colectivo arbitral español

Otra noche negra para el fútbol español. Otra patética actuación del VAR deja en segundo plano todo lo que sucedió en Cornellá, que fue mucho más de lo que pudiera parecer. Por un lado, la derrota de un líder, que llegará al derbi solo con un punto de ventaja sobre su inmediato rival y perseguidor, el Atlético y, por otro, la lesión de Rüdiger, que puede ser un mazazo de futuro inmediato para un equipo corto de elementos en esa zona defensiva. Por desgracia, una vez más, el partido en sí con todo lo que tuvo queda en un segundo plano a pesar de la trascendencia de su resultado.
Todos los focos obligatoriamente tenían que dirigirse a un VAR que no llegó a la tierra del balón redondo para reírse de todo y de todos. Esa es la sensación. Al menos la mía. Una herramienta bien parida que llegaba para ayudar se ha convertido en un boomerang diabólico que se puede llevar por delante toda la fiabilidad de este juego. Son ya demasiadas situaciones que se repiten jornada a jornada. Su abstención en acciones meridianas es inconcebible y la LaLiga tiene inmediatamente que intervenir porque su prestigio se pierde por las alcantarillas. Algo huele mal en todo lo que rodea al colectivo arbitral español. La unificación de criterios no existe. Cada vez menos. La aplicación del reglamento es aleatoria y a nadie parece preocuparle. Y no es cuestión de esperar a la temporada próxima cuando hay tanto en juego en la presente.
Futbolísticamente, encuentro raro. La sensación externa fue que el Real Madrid lo vio tan fácil que se dejó ir. Los de Ancelotti parecían estar tan convencidos de que ese partido que dominaban al tran-tran lo iban a ganar sí o sí que se recrearon en su suerte. Cierto fue que cuando aceleraron la velocidad del balón en la segunda parte remataron dos veces al poste y convirtieron al portero del equipo contrario en el mejor jugador sobre el campo, pero en ningún momento alcanzaron el ritmo suficiente que exige cualquier rival de la Liga española.
La vuelta de Vinicius al once titular no tuvo la trascendencia esperada. Al brasileño se le notó muy participativo, pero, posiblemente, pensó más en él que en el equipo. Se mostró individualista de más en situaciones en las que un pase al compañero parecía más recomendable que un remate a puerta. Alguno de los suyos se lo recriminó con una mirada.
Quien sigue creciendo es Rodrygo. Sin duda, el más activo y punzante de los cuatro fantásticos. Su alto rendimiento está obligando a su entrenador a mantenerle en el once titular. O lo que es lo mismo, que el equipo tenga que jugar con cuatro delanteros de manera cotidiana. Situación que le sigue planteando a su técnico el ajuste de la asignatura pendiente en la faceta defensiva. El gol del Espanyol dejó al descubierto esa carencia de algunos jugadores. Cuando el rival te marca un tanto con centro del lateral derecho y remate del lateral izquierda es que la aplicación de algunos hombres es mínima.