Pacho Maturana y una amenaza de muerte que le hizo cambiar su alineación: "No podía exponer a la familia de mi ayudante"
El histórico técnico atiende a Relevo en Bilbao y repasa el camino de Colombia en los años 90 durante la dura realidad que azotaba a un país marcado por el narcotráfico.
Francisco 'Pacho' Maturana (Colombia, 1949) saluda cordialmente a la cola de periodistas que esperan para entrevistarle. El histórico entrenador pasa unos días en Bilbao para participar en el festival Thinking Football que cada año organiza el Athletic Club, en el que se proyecta el documental Colombia: Camino a la Gloria. Hay expectación por estar con él. Aprieta fuerte con su gran mano derecha y mira a los ojos en todo momento. En cuanto habla, con su acento paisa, a quien conoce esa tierra le teletransporta a Medellín. Inconfundible. Tierra de fútbol y, lamentablemente, durante muchos años también la ciudad en la que Pablo Escobar se convirtió en un mito que lo absorbía todo. "Pablo andaba en la calle, andaba regalando iluminación en diferentes canchas; Pablo Escobar era miembro de la política en Colombia", recuerda Maturana sobre una época en la que el narcotráfico estaba tan enraizado en la sociedad que se perdía en ella. Pero Colombia era mucho más y la droga, como recuerda Pacho de manera reivindicativa, no nació en tierra colombianas.
Por eso, la conversación camina por muchos otros lugares. Sus inicios, su carrera como odontólogo, una profesión que ejerció por la insistencia de su madre, y por supuesto por muchos momentos inolvidables en el mundo del fútbol. Sobre todo, la Copa Libertadores ganada con Atlético Nacional, un título que se celebró en todo el país, y, cómo no, sus éxitos con la Selección Colombia. Maturana es el técnico que clasificó a un Mundial después de 28 años (1990), que llegó a Estados Unidos 94 con papel de favorita y que, por primera vez, levantó una Copa América en 2001. "La Selección es de todos", repite varias veces durante la charla, quitándose protagonismo a él, pero también al peso que muchos le atribuyeron al narcotráfico en esos años de crecimiento del fútbol colombiano.
Lamentablemente, también es el seleccionador que se vio en una encrucijada dura y cruda. La de modificar o no -él lo haría- su alineación por presiones y amenazas de muerte. Y también, aunque él defienda y quiera pensar que no tuvo que ver con lo futbolístico, fue el seleccionador que recibió una llamada en una madrugada de julio de 1994 en la que le informaban de que Andrés Escobar, su capitán y quien día antes se había marcado un autogol que les costó la eliminación del Mundial de Estados Unidos, había sido acribillado a tiros.
A pesar de esos tristes momentos, hay motivos para sonreír. Porque su trabajo en Colombia -y también en Valladolid- tuvo muchas más sonrisas que lágrimas. Muchas de ellas, las risas y anécdotas, llegaron con René Higuita. Un portero que le acompañó siempre, aunque el inolvidable escorpión que convertiría en inmortal al portero lo vivió desde España y tuvo que esperar a llamarle para conocer los entresijos de uno de los momentos más icónicos de la historia del fútbol: "Le llamé y él me dijo: ¡Profe, yo no estoy tan loco, el árbitro había señalado fuera de juego'".
Antes de hablar de todos sus éxitos como entrenador, me gustaría preguntarle por sus estudios en odontología. Creo que fueron claves en su carrera también, ¿no?
Sí, yo felizmente pertenezco a un matriarcado. En mi casa se hacía lo que mi mamá decía. Ella quería que uno estudiara y estudié, hice una carrera universitaria y cuando terminé fui a donde ella, le entregué su título y le dije que yo también quería hacer lo que era mi pasión. Yo vivía en un barrio donde vos ibas a la escuela y te cruzabas con grandes jugadores de fútbol, un barrio muy futbolero, y yo quería jugar fútbol. Hasta que empecé a entrenar con Nacional por la mañana y por la tarde iba a mi consultorio. Salí de Medellín también, pero hubo un momento que me dije: no me muevo más. Me quedé en mi consultorio y dije, no voy más a ninguna parte. Estando en mi consultorio llegó Luis Cubillas -histórico técnico uruguayo con el que había coincidido- y él me invitó a que jugara otra vez. Le dije que no y me invitó a que yo fuera su asistente.
En Once Caldas tuvo su primera oportunidad como técnico principal e hizo un gran papel, pero le quiero preguntar por Atlético Nacional, con el que ganó la Libertadores 1989 (primer título colombiano). Me contaron que cambió el juego y la mentalidad del futbolista colombiano utilizando un poco los métodos de Bilardo.
(Se ríe) Yo había tenido la oportunidad de estar en la Selección Colombia con Carlos Bilardo. Y llegó un momento en que yo sabía cómo jugaba Paraguay, cómo jugaba Uruguay, cómo jugaban todos los equipos, pero no sabía cómo jugaba Colombia. Y fue la invitación a los muchachos a que nos descubran a nosotros, a que nosotros mostremos lo que tenemos y empezamos a armar una estructura que tenía una base sólida.
Pero creo que les cambió hasta la forma de vestir o de comportarse.
Entendíamos también que antes que un equipo de fútbol hay que construir un grupo, que no nos consideremos como jugadores de fútbol si no como seres humanos que juegan fútbol. Cuando el ser humano mejora, mejora lo que el ser humano hace. Inclusive, alrededor de nosotros están los periodistas y merecen un respeto. Entonces vamos a preparar una entrevista. Y cogíamos una escoba y un palo y el uno le hacía la entrevista al otro, otro buscaba términos, qué quiere decir con esto, qué tal cosa... El mensaje es que entiendan que estás hablando con una persona que vale la pena hablar.
(...)
También, mientras el avión llegaba, los jugadores se ponían a jugar cartas en el suelo. Y eso está feo porque las cosas buenas no están en el suelo, salvo el oro y el petróleo. Parémonos de ahí. Pero costaba. Yo le decía al presidente de Nacional: ¿usted cuándo ha visto una persona de corbata tirada en el suelo? Con su corbata, con su saco -traje-, llegamos al aeropuerto y se acabaron las jugarretas en el piso porque nos hacía perder caché. Vos veías bajar a la gente del Real Madrid, a la gente de Milán en corbata y, hermano, eso es lo que tenemos que buscar. Los muchachos lo copiaron y al final eso les dio un estatus.
¿Y cómo trabajó para separar a sus jugadores de una situación tan dura como la que se vivía en Colombia y en especial en Medellín en esos años? Con Pablo Escobar y la guerra del narcotráfico en auge, incluso se dice que tenía mucho peso en el club.
Mira, el ruido yo sentía que era más afuera que adentro. Cuando yo fui al Mundial 1990 a Italia, los periodistas italianos me empezaron a hablar de Pablo Escobar, de la violencia en Colombia y de la droga de Colombia. Entonces yo les dije algo que lo sentía. "Cuando yo estaba joven, uno escuchaba hablar de la Camorra. Y la Camorra es italiana. O uno escuchaba hablar de la droga en Norteamérica. La droga no la inventaron los colombianos, ustedes la inventaron pero ya salieron de eso afortunadamente. Dígannos, ¿cómo hacemos para nosotros salir?" Santo remedio, nunca me volvieron a hablar más de ese tema.
Pero es real que en Colombia estaba esa situación tan conflictiva en ese momento. ¿Es cierto que Escobar tenía influencia en Nacional?
Es que el fútbol, el fútbol es de todos. Nosotros como entrenadores no tenemos la autorización y la autonomía para pedirte papeles a vos. Si vos estás en la calle sos una persona normal. Pablo Escobar andaba en la calle, andaba regalando iluminación a diferentes canchas, Pablo Escobar era miembro de la política en Colombia. No sé qué puesto ocupaba, pero estaba allá. Entonces, con nosotros, yo no me acuerdo haber tenido a Pablo Escobar en una charla técnica o en un entrenamiento, no me acuerdo. Sí uno escuchaba que Pablo era hincha de (Independiente) Medellín, pero Pablo nunca tuvo un vínculo o una interferencia en el Nacional para bien ni para mal. Ni en la Selección. La Selección es de todos.
Atlético Nacional también era de todos, ¿no? En la narración tras el título de Libertadores se gritaba «Colombia campeón», no «Nacional campeón».
Sí, Nacional también terminó siendo de todo el mundo. Uno escuchaba a los periodistas gritar Colombia campeón. Era algo nunca visto, nunca conocido. Nosotros no sabíamos lo que era el éxito hasta que llega Nacional y rompe ese esquema. Y no solamente era Colombia, toda la cuenca del Pacífico no había sido campeón.
¿Se siente padre del fútbol colombiano? Fue el primer entrenador campeón de Libertadores, clasificó a dos mundiales, ganó la primera Copa América en 2001... Fue clave en dar a conocer otra Colombia.
No. Colombia es más grande que cualquiera de nosotros. Yo he vivido más afuera de Colombia que en Colombia. Y yo conducía por las carreteras de Castilla, cuando entrené al Valladolid, y era un espectáculo. Lo mismo por Italia. Y cuando ya mayor volví a Colombia, en esa Copa América 2001, me tocó recorrer el eje cafetero de mi país. Y yo miraba, dios mío bendito, yo nunca había visto esto. En Bucaramanga, en el Cañón de Chicamocha, dios mío qué es esto, parece el cielo. Vas a la Guajira, y encontrás esa gente que hoy es visible gracias a Luis Díaz -jugador del Liverpool-. Y uno se da cuenta que Colombia tiene cosas muy lindas. Lo importante es conocer nuestro país porque así lo podremos querer. Ese sería el sueño de uno. Porque Colombia no es solo fútbol, no es solo un Pibe, no es solo un Maturana.
Pero hay iconos de esa época inconfundibles. René Higuita, por ejemplo, es inmortal e internacional. Usted le conoció bien en Nacional, en la Selección...
Yo le voy a contar una historia de René, porque si vos tocás el tema René, termina siendo un programa solito. Cuando yo me voy a Arabia ya había Youtube y yo tenía una idea del Al-Nassr, así que desde el principio me di cuenta de que había problemas defensivos y le pedí al Príncipe que había que buscar un portero. Yo me llevé a René como asistente y entrenador de porteros. Estaba entrenando al equipo y miraba y René estaba sentado con los tres porteros, escuchándole... Dios mio bendito, cómo hace para hablar con ellos si a duras penas habla español, estos qué le van a entender. Al final no me trajeron arquero, pero resulta que con el tiempo esos porteros, Abdullah se llamaba uno que acabó siendo el portero de la selección, terminaron haciendo el escorpión. Eso jugadores nacieron viendo el escorpión y él era su ídolo. Higuita tenía esa capacidad.
Usted ya había dejado la Selección cuando Higuita hizo el escorpión en Wembley. ¿Recuerda qué pensó al enterarse y qué le dijo?
El tema del escorpión fue con Bolillo (Hernán Gómez, ex asistente de Maturana) y yo estaba acá en Valladolid. Creo que le llamé: "¡Qué es esa irresponsabilidad!".
¿Qué le contestó?
Me dijo: "Pacho, yo no estoy tan loco. Mirá la jugada bien y mira que el juez de línea tiene la bandera puesta acá (gesto de mano en alto). Sí, sí. El juez de línea señaló, pero el árbitro le dio grandeza a la jugada porque siguió la jugada, pero René no estaba arriesgando nada porque sabía que era orsay.
No tenemos mucho tiempo más y aunque le preguntaría por muchas otras cuestiones, lo hago directamente por Estados Unidos 1994. Tras una fase de clasificación histórica, goleando 0-5 a Argentina, ¿qué faltó en el Mundial?
Digamos que a veces en la vida uno tiene que ir aprendiendo de las cosas que pasan y en ese aprendizaje encontrar pistas. Cuando nosotros fuimos al Mundial 90 a Italia, hicimos algo a partir de lo que decía la gente que había jugado mundiales, que era blindar el entorno. Estuvimos en una villa y la prensa estaba a dos kilómetros de distancia. Y allá vivimos una vida de armonía, donde crecimos, trabajamos, jugamos, nos fuimos conociendo y queriendo más. Perdimos con Yugoslavia y lloramos, nos abrazamos y al otro día estábamos entrenando, pero entrenando con fuerza, y ante Alemania hicimos nuestro mejor partido. En Estados Unidos 94 no blindamos el entorno. Estábamos en un hotel cualquiera y en un piso estaba la gente de Cali, en otro piso estaba la gente de Medellín, en otro la gente de Bogotá, en otro la gente de la costa... Y cuando perdimos el primer partido empezaron las diferentes comunas: 'Vos tenés que jugar, cómo va a jugar este...'. Y el grupo se destruyó. El grupo perdió esa fortaleza de grupo y empezó a ser digamos seducido por el yo quiero jugar o vos tenés que jugar.
También hubo una amenaza de muerte a ustedes como cuerpo técnico para no alinear a Gabriel Jaime 'Barrabás' Gómez, ¿no?
Después vino esa etapa que existía también de la amenaza por todos los lados. Yo siempre pensé que el que te amenaza no te hace nada y el que te va a hacer algo no te amenaza. Antes del partido llega Hernán ('Bolillo' Gómez, su asistente). Nosotros trabajando todos los días para armar una cosa y un día llega, cuando ya teníamos todo listo, y me dice: '¿Pacho, ya vio el mensaje? Y yo le dije, no le crea a eso porque el que le va a hacer algo no dice. Y me dijo a ver si había leído bien, que era su familia a la que estaban amenazando, no a la mía. Me mató. Tiene razón, cómo voy a exponer a la familia de él. Entonces listo, no juega Barrabás -era familiar del técnico asistente-, pero no va a jugar el que todos creen, sino que va a jugar otro para no perder del todo. Y puse a Carepa.
Y llegó la derrota, el autogol de Andrés Escobar y, una semana después, su asesinato en Medellín. ¿Cómo recuerda a Andrés en los momentos posteriores a la eliminación? ¿Cómo vivió esa situación?
Los jugadores tenían licencia y habían llevado muchos a sus familias para quedarse después del Mundial allá. Pero cuando viene esa jugada, después del partido, Hernán me dice que Andrés se va con nosotros. 'Andrés, pero tu familia está acá'. 'No, no, pues yo voy a dar la cara por usted'. Ah bueno, tienes razón... Y nos fuimos. Y él llegó a Medellín, pero se encontró que su familia no estaba. Entonces anduvo la calle por un lado, por otro... Pero hay algo: Ese día que mataron a Andrés, nadie sabe cuántos médicos mataron, ni cuántos policías mataron, ni cuántos abogados mataron. Ese era nuestro país. Nuestro país ganaba el que primero desenrrollara (disparara). Teníamos programado al otro día irnos a la finca del Bolillo y nos íbamos a encontrar allá, pero me llamaron a las 3 de la mañana. Ya mi casa estaba sitiada y no dejaban salir a nadie. Entiendo que Andrés estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado y con la gente equivocada. No creo que seamos tan desastrosos de que fuese un plan. Era el momento histórico del páis, que se mataba por cualquier cosa.