OPINIÓN

Una Nochevieja desconocida entre marcianos, Mbappé y la Pedroche

Kylian Mbappé, delantero del PSG pretendido por el Real Madrid. /GETTY
Kylian Mbappé, delantero del PSG pretendido por el Real Madrid. GETTY

Me encanta ser periodista.

Siempre hubo y hay días, cuando la incertidumbre te hace juguetear con el futuro, en los que llego a pensar que no sabría hacer nada más que contar cosas y escribirlas. Para mantener esa creencia da igual que haya vendimiado, que fuera repartidor de publicidad puerta a puerta o que haya puesto pinchos morunos a manta y whiskys por arrobas. Incluso que me desviva aplicando la psicología deportiva con niños y niñas en el verde. Siempre me sucedió de la misma manera: basta imaginar por un momento que una buena mañana me envían al paro, y que me obligan a devolver mi querido portátil, y me atenaza la incapacidad para ejercer medianamente bien otra profesión que no sea ésta.

Me encanta ser periodista, ya lo he dicho. Salvo en Nochebuena y Nochevieja, que se me había olvidado. Un detalle que no es baladí y que cobra su importancia en estas fechas.

Si lo señalo a modo de denuncia es porque no hay derecho, ni ley que lo regule, que mientras el país entero le da a la zambomba, alterna como si lo fueran a prohibir a la hora de las cañas y traba su lengua sin disimulo hasta poner rumbo a la cena, los periodistas deportivos debamos estar siempre al pie del cañón cual Stajánov. Ojalá se tuvieran en cuenta las vacaciones y, en el peor de los casos, se contabilizaran las horas extra. Ríete, que yo no.

Una posición y actitud de alerta frente a la actualidad más radiante, aunque hayas cogido el día libre con varios meses de antelación, con la única misión social impuesta de dar respuesta a cada una de las preguntas que acumula el respetable durante el resto del año. Como, si puestos a no a descansar, un policía fuera de servicio tuviera que dirigir el tráfico desde la barra hasta el servicio del pub, o como si una profesora de Física y Química en el instituto tuviera que pedir a esas horas de asueto los cubatas en una probeta.

No es justo. Ni cómodo. Y he probado de todo para contrarrestar tal avalancha. Mientras alguno se pavonearía entre los paisanos haciendo ver que lo sabe absolutamente todo, un servidor (y me consta que varios camaradas más) probamos a contestar esta Nochebuena a más de uno, entre villancicos y reguetón, con la excusa muy real de que "no tengo ni idea". El objetivo es cambiar de tercio (nunca mejor dicho). Y ni así. No hay manera. El personal es insaciable. Se jacta de que no compran un periódico desde que existía 'Pueblo', pero quiere que te conviertas por arte de magia en Siri o en Alexa.

Este 24 de diciembre, más allá del hit latente de Rubiales y sus gestos, el interrogatorio giró en torno a quién tiene la culpa realmente en la crisis de Can Barça y a cuánto tiempo le queda a Xavi en su banquillo, sobre si el Real Madrid va a fichar a un central o no en los próximos días, y quién va a ser el titular los días grandes, Lunin o Kepa, sin olvidar que este 1 de enero ya se podrá negociar por Mbappé y que hay que saber antes que nadie si llegará al Bernabéu o seguirá encastillado en París. Menos mal que al llegar a casa las viandas de mi madre dejaron mudos a todos los comensales.

Hoy, siendo sinceros, tengo pánico por enfrentarme a lo desconocido. Viviré el último día del año en mi segunda tierra, lejos de la familia, he quedado para almorzar con marcianos que saben de todo menos de fútbol y a los que les interesa cualquier cosa en su existencia menos el futuro del Barça, el Madrid y la Selección. Y ya en la noche, si es que llegamos, estaré en una especie de refugio -más que de última cena- frente a frente solo con mi pareja, que piensa que Bellingham es una marca de puros. Y qué quieren que les diga, el hecho de no estar habituado a esta situación me hace titubear sobre si voy a echar de menos tanto interrogante, a los pesados de buena fe y a sus dudas existenciales. Siempre es mejor hablar de fútbol sin deseo que echar mano de Ortega Smith o la amnistía.

Por eso, prefiero dejar por escrito las supuestas respuestas que sé (y sólo intuyo) y que daría a cada pregunta en formato informativo cuando es simple opinión. Por si nadie me las hace en el norte, y alguien en la lejanía las necesita para vivir hasta que llegan las campanadas con su morbo (de Jenni en TVE a Pedroche en Atresmedia) y sus uvas. Ahí van: la gran culpa de la crisis del Barça la tiene, desde la Décima, el día a día del Real Madrid; Xavi se juega mucho más en la Supercopa de España que en la Champions; Ancelotti tirará de Lunin en la Copa y de Kepa en Arabia, acabará convenciendo a Florentino Pérez de que fiche en enero a un central de garantías y verá a Mbappé de blanco este 2024.

Si se cumplen mis tiros al aire, ya lo dije yo. Exclusiva. Y si no, qué más da, si hay medios que dicen una cosa y la contraria en tres días, y en España no hay memoria porque el deporte popular preferido es preguntar mucho, a todas horas, y no escuchar absolutamente nada.

Sea como fuere, y pase lo que pase hoy, me encanta ser periodista.