Son niños e inexpertos, pero ganan como hombres hechos y derechos

Complicado escribir de este partido desde la reflexión puramente futbolística cuando la emoción tiene bloqueado tu cerebro, acelerado tu corazón y atenazados los diez dedos que tienen que teclear en el ordenador cada palabra. Mikel Merino, pase lo que pase en las semifinales, ya forma parte de la historia del fútbol español. Como Marcelino (1964). Como Fernando Torres (2008). Y como Puyol e Iniesta (2010). No es que me olvide de los héroes del 2012, pero es que aquellos lo hicieron tan rematadamente bien que llegaron a marcar cuatro goles en la final: Silva, Alba, Torres y Mata.
El duelo de Stuttgart me pareció un desafío sublime. Un enfrentamiento para volver a ver repetido con la tranquilidad de saber que acaba con la victoria de los buenos y la derrota de los malos. Aunque el aspecto táctico de este España-Alemania daría para escribir una tesis de curso de entrenadores por la intensidad y diversidad con las que los dos técnicos manejaron las pizarras, no se puede obviar todo lo extrafutbolístico que tuvo que superar esta Selección de Luis de la Fuente para imponerse a la de Nagelsmann,indigno y sibilino arbitraje del inglés Taylor incluido. Vergonzosa su actuación. Desde la primera entrada de Kroos, que se carga a Pedri sin ni siquiera ver la amonestación, al despropósito final en el que que incapaz de controlar lo que sucedía sobre el terreno de juego, acabó sacando tarjetas como un pistolero.
Los muchos que pensábamos que a este grupo de jugadores le faltaba un partido 'GRANDE-GRANDE' para convertirse en un equipo mayor, ya lo tenemos. Al menos, quien esto escribe se da por satisfecho. Ahora sí ha ganado a un rival mayúsculo y a toda su parafernalia. No era, desde luego, la mejor Alemania de la historia, pero sí una Alemania con el viento del público a favor, especialmente agresiva y consentida, con recursos individuales y colectivos, con orgullo y con un respeto al equipo español que se vio reflejado en cómo planteó el encuentro su técnico.
Alemania salió a que España no jugara. Trató a los de De la Fuente con tanto respeto como temor. Nagelsmann modificó su once para minimizar las virtudes de España. Como si fuera el mismísimo Bielsa, ahora triunfando en Uruguay, dispuso de marcajes al hombre... en el centro del campo. Gündogan en la chepa de Rodri. Can encima de Fabián. Esos dos marcajes dejaron al equipo español sin salida del balón. Simón se veía obligado a sacar en largo y las pérdidas se sucedían. El otro gran objetivo germano era cansar a Lamine Yamal y Nico Williams. Les defendió mandando a sus laterales al ataque y estos tuvieran que seguirles. Puro desgaste que acabó con los dos extremos sustituidos en el segundo tiempo.
Estaban cansados. Los dos. Daba la impresión que más el azulgrana que el rojiblanco. Al menos eso fue lo que pensó el seleccionador, que les mandó al banquillo para que compañeros con el deposito lleno continuaran realizando su misión de ayudar a Carvajal y Cucurella, ¿Se equivocó De la Fuente? Con la victoria en la mano, ese doble cambio y el de Morata, que estaba haciendo una gran segunda parte, quedarán en una anécdota más en la que uno de los que entró como sustituto, Mikel Merino, marcó el gol del triunfo. Desde luego, la sensación, sobre la marcha, fue que las sustituciones de rigor dieron más a los alemanes que a los españoles.
Además de la clasificación, la batalla contra Alemania deja en el escaparate de la historia de este campeonato un puñado de actuaciones descomunales dentro del gran tono general. Enormes Carvajal, Laporte, Cucurella, Nico y Dani Olmo. Brillantes cada uno en lo suyo hasta el punto de mantener vivo un conjunto supo sufrir tanto disfrutar después. Son jóvenes e inexpertos, sí y lo seguirán siendo, pero saben ganar como hombres y veteranos.