OPINIÓN

¿Dónde está Mbappé?

Mbappé, durante la final ante Argentina. /EP
Mbappé, durante la final ante Argentina. EP

"¿Dónde está Mbappé?". La pregunta corrió por las redes en la primera parte de la final del Mundial como si tuviera los muslos del delantero francés. Rápida, fulminante. La demanda, entre la preocupación y la sorna, me hizo recordar un estudio que leí hace tiempo. A lo largo de nuestra vida pasamos de promedio un día y medio perdidos, buscando un destino. Un día y medio desorientados, mirando al cielo intentando averiguar dónde queremos llegar. Demasiado... salvo que seas Mbappé.

Mbappé, con tres goles, fue la gran esperanza francesa para ganar la Copa del Mundo.

El jugador del PSG pareció traspapelarse en Catar en el día menos indicado para hacerlo. Y ni siquiera podía parar a alguien por su acera para preguntar porque todos eran argentinos que, al pasar por su lado, le examinaban con un tufillo de "¿qué mirás, bobo?". Sin embargo, cuando se metió la mano en el bolsillo para seguir su camino, se percató de que él solo guardaba la brújula.

El Mundial conquistado por Francia en Rusia se construyó sobre los cuádriceps de Mbappé, que fue un relámpago. Ver aquellas zancadas era como encender La 2 a la hora de comer y asombrarte con la belleza de la sabana y la velocidad del guepardo. Cuatro años después, en Catar, en medio de una tormenta perfecta de Argentina comandada por Messi, regresó de entre los muertos y devolvió a Francia a la vida con tres toques. Un milagro cuando (casi) nadie lo esperaba. Como un amor de verano. Como el Real Madrid en las remontadas de la Champions. No me digan que este tipo no está destinado a jugar de blanco.

El '10' de Francia tiene una relación muy natural con el espectáculo y la presión, y la lleva con un punto de humor que asombra. Antes del partido, mientras sonaba La Marsellesa por los lujosos y costosos altavoces del estadio Lusail, la cámara enfocó a Kylian y éste sonreía. Era el gesto propio de los niños traviesos, de esos pequeños canallas que traman tsunamis en sus cabezas. Y la lio. Con Francia con el agua al cuello, él solo abrió las aguas y provocó que este domingo viéramos la final más apasionante de siempre.

Este Mundial era su obsesión. Construyó esta temporada (y casi diría que sus últimos dos años) pensando únicamente en levantar su segunda Copa del Mundo y en empezar a mimetizarse con la leyenda de Pelé. Los penaltis le dejaron sin confeti, aunque no eliminaron la certeza de que, con Cristiano en retirada y Messi con 35 años, la próxima dinastía llevará su nombre.

Madurar es perder algunas ilusiones y empezar a tener otras. Una vez perdido el Mundial, nadie me quita de la cabeza creer que Mbappé acabará jugando en el Real Madrid. Porque este es un jugador que no se puede explicar agarrando una ley natural, hay algo telúrico en él. Da tanto miedo como las buenas noticias que creemos que son buenísimas. Como el Bernabéu. Por eso, es cuestión de tiempo verle de blanco. Solo falta que encuentre el GPS.