Rubiales avergüenza a España
El presidente de la RFEF dejó una imagen deplorable en la recogida de medallas: agarró con ambas manos la cabeza de Jenni Hermoso para besarla en los labios.

Reconozco que asumo con mucha tristeza y rabia las siguientes líneas. Ayer asistimos a una de las imágenes más indignantes que podía dejar la mayor gesta lograda por nuestro fútbol femenino. Todos los aficionados vimos con asombro cómo Luis Rubiales, presidente del fútbol español, agarraba con ambas manos la cabeza de una de nuestras jugadoras durante la recogida de medallas para besarla en los labios. Con la intención de que no manche, más si cabe, la gesta y celebración conseguida por nuestras jugadoras, creo que toca pronunciarse.
No. No somos "tontos del culo". Ni "idiotas". Ni "gilipollas" como el propio Rubiales, tratando de excusarse, ha pronunciado en algunos medios de comunicación. Tampoco somos sólo mujeres escandalizadas. Afortunadamente, somos muchos hombres y mujeres que no concebimos que un tipo, fuera de sí y sin saber estar, invada el espacio y la alegría de una mujer que, tras hacer bien su trabajo, ha conseguido la mejor recompensa de todos los tiempos. ¿Se imaginan al presidente de cualquier empresa besando en la boca a sus empleados para celebrar un éxito? ¿Se aceptaría como algo normal o propio? ¿Se le restaría importancia? Y, en caso de no decir nada, ¿se haría por miedo o temor?
Las reacciones no se hicieron esperar. "Un dirigente de la federación de fútbol besó en los labios a la delantera española Jennifer Hermoso durante la ceremonia de entrega de medallas, un desagradable recordatorio para muchos del sexismo que ha plagado el fútbol femenino", definía minutos después The New York Times. Parece que al otro lado del charco esto lo tienen más claro. Aquí hemos asistido, entre bromas, al intento de blanqueamiento que la propia RFEF ha querido hacer de lo sucedido. O el propio Rubiales en el vestuario mientras se refería con frivolidad a una posible boda con la jugadora. Era su forma de reforzar aún más que puede hacer lo que quiera y que quien se indigna lo hace por una niñería. Más allá de la cobertura mediática, hay algo indiscutible: no, eso no es una opción. No puede hacerlo nadie, pero mucho menos quien representa al fútbol de todo un país y que está ahí por eso mismo.
Más allá de la espontaneidad o de que Luis Rubiales, como muchos aseguran, no dé para más, es un comportamiento que precipita la ya discutida imagen de una federación señalada, precisamente, por no tratar a sus jugadoras a la altura. Es un gesto que llama la atención por lo desagradable y por el mensaje que lanza: un señor con poder cuyo instinto está por encima de todo.
La propia Jenni Hermoso lo dejó claro con la normalidad que le caracteriza en un directo en su perfil de Instagram cuando otras jugadoras en el vestuario se enteraban de lo sucedido en plena celebración. "No me ha gustado, no. Pero, ¿qué hago?". Inmersa en la fiesta, tuvo claro lo que había pasado y si le había agradado. Y después también. No quería poner el foco en ello tras ser campeona del mundo y no aceptó que, a pesar de no haberle gustado, la conducta de Rubiales empañara de nuevo su celebración. Y estoy de acuerdo, pero no por eso tiene menos importancia.
También vimos otros gestos de Luis Rubiales más propios de 'La niña de Shrek - aquella parodia que Silvia Abril hacía en un personaje que se tocaba sus genitales y sus modales y formas despertaban la risa por lo asqueroso y repugnante -, que de un presidente federativo español y vicepresidente de UEFA. Siento vergüenza al escribir esto, pero Luis Rubiales no es un personaje, es el representante de nuestro fútbol y no puede invadir el espacio de nuestras jugadoras repartiendo besos o tocarse los genitales para celebrar una victoria al lado de la Infanta Sofía, menor de edad.
En absolutamente todas las conversaciones que tuve ayer, en Whatsapp o presenciales, se despertaron las reacciones sobre lo que vimos. Algunas de ellas me hicieron pensar mucho. "Iba mamado, no pasa nada"; "presa de la euforia, se le va la pinza". Lo realmente preocupante es cómo, hasta desde nuestro propio sofá, tratamos de normalizar algo ante lo que sólo cabe una postura: señalarlo, cuestionarlo y condenarlo para que no vuelva a pasar. Sin demagogias ni estridencias. Y si para ti es algo normal, entonces háztelo mirar.
No, no queremos más imposición de la autoridad a través de impulsos sobre las mujeres. Ni antes ni ahora, que ya han demostrado lo que se les pedía: ser las mejores. Pero no se olviden, aunque seas la peor en lo tuyo, nadie puede venir a asaltar tu espacio y tu intimidad. Ya lo decía Irene Paredes justo antes del encuentro: "Todas hemos crecido pensando que el fútbol no era nuestro lugar, que no nos pertenecía".
Parece que, aún después de ser campeonas del mundo, el mensaje que se les traslada se empeña en dejar claro que ahora tampoco es su lugar. Al menos no un lugar seguro. Y que levantar la voz no está permitido. Y voy más allá. Me pregunto si alguna vez se diera un caso de agresión o abuso sexual en la RFEF, ¿cómo de segura se sentiría una víctima para denunciarlo internamente? ¿Cómo de respaldada?
Recuerden que venimos de Quereda, aquel tipo que condenaba la homosexualidad y las vejaba. De aquellas jugadoras que, como Vero Boquete, no volvieron a la Selección por cuestionar la apuesta por el fútbol femenino. Y también de un presente que ha dejado en casa a otras grandes futbolistas por reivindicar exactamente lo mismo. Como dijo Alexia ayer: "Me da rabia. Me da rabia porque no es una cosa de un sitio, es muy repetitivo y, ahí, FIFA se tiene que dar cuenta". A mí también me da rabia, Alexia.
Con más demora de lo razonable en un Gobierno tan sensible con el machismo, el ministro de Cultura y Deportes de España, Miquel Iceta, se ha pronunciado con claridad meridiana. Ha calificado como algo "inaceptable" el hecho de "besar en los labios a una jugadora para felicitarla". Iceta exige que el presidente de la RFEF tiene que "dar explicaciones y excusas" sobre este comportamiento y ha insistido en la importancia de transmitir a la sociedad un mensaje en "igualdad de derechos y respeto. "Hay que evitar cualquier circunstancia que pueda interpretarse en clave de prevalencia. No es el que manda quien fuerza un beso, no puede ser", decía por la mañana en RNE.
Rubiales, tras el tirón de orejas del Gobierno, ha claudicado con unas tibias palabras: "Aquí no se entendía porque lo veíamos algo natural y normal, pero fuera parece que se ha formado un revuelo por gente que se ha sentido por esto dañada. Tengo que disculparme, no queda otra". El presidente de la RFEF no se mostraba convencido de que lo que ha hecho no está bien. No hay que disculparse por la repercusión, más de 24 horas después, sino porque lo que hizo es absolutamente inadmisible. "Cuando uno es presidente de una institución tan importante como la Federación tiene que tener más cuidado en ceremonias y en este tipo de cuestiones". dijo. Estamos de acuerdo en algo, Luis: no puedes seguir representando el fútbol español. O para que lo entiendas, siguiendo el lenguaje federativo: Rubiales OUT.