OPINIÓN

Todos fingimos. ¿Y Cristiano?

Cristiano Ronaldo, en su presentación con el Al Nassr. /REUTERS
Cristiano Ronaldo, en su presentación con el Al Nassr. REUTERS

Ayer, cuando regresaba a casa en el Metro, se sentó junto a mí una mujer. Tan pronto como se acomodó, sacó de un bolso pequeño de Bimba y Lola su teléfono móvil y comenzó a teclear. Esta acción supone un estímulo que desencadena en mí, automáticamente, la misma acción. Como si Pavlov hubiese experimentado conmigo. Inicié una rectificación de mi postura: cuerpo recto, espalda mínimamente inclinada hacia atrás, cabeza en posición frontal y mirada tan desviada hacia el extremo inferior que el globo ocular empezó a inflamarse. La clásica actitud de quien pretende fisgonear con disimulo (la curiosidad mata a los gatos y al aburrimiento).

La viajera continuó una conversación que había interrumpido antes de entrar al vagón. Hablaba con un tal Nacho. Cada frase que le enviaba acababa con un "jajajajaja" atronador pese a ser un texto. De pronto advertí que escribía la carcajada con una seriedad mortuoria. Horas después asisto, con más dolor que interés, a la presentación de Cristiano Ronaldo con el Al Nassr y no puedo más que concluir que fingimos. Mucho. Nos pasamos la vida aparentando felicidad, falseando la realidad, barnizando nuestra imagen.

El portugués, con traje gris, camisa blanca y corbata azul cielo, exhibió su mejor planta, su mejor cara y su mejor discurso a su llegada a un estadio que el Al Nassr convirtió en una discoteca. Un alarde de poderío económico, lumínico y sonoro que abrumaría a cualquiera. Excepto a Cristiano, un pez que en esas aguas cobrará alrededor de 200 millones de euros al año. "Es un contrato único porque yo soy un jugador único", dijo el '7'. Declaración que, nada más escucharla, me dio la sensación de que era una de esas frases que nos decimos para autoconvencernos de algo. Como cuando respondes que estás mejor que nunca en el peor momento de tu vida.

A mí no hay quien me baje de un caballo: Cristiano (37 años) ha acabado en Arabia porque no ha sabido asumir el paso del tiempo. Debió utilizar más la cabeza y menos el ego a la hora de tomar ciertas decisiones en los últimos años de su carrera. Si el dinero comprara un regreso al pasado, seguramente dejaría la rabia a un lado y cogería otros caminos. Cristiano ha aterrizado en un destino del que renegó hace poco tiempo, sin foco y con el dinero como único aliciente. Que para ustedes o para mí no es poco. Pero para alguien cuya tesorería es una fábrica de colchones supone una salida que no está a la altura de su dimensión. Tanto él como su hambre lo saben, pese a que sostenga que ha aceptado este reto porque quiere transmitir una visión diferente del fútbol árabe. ¿Qué hubiera pasado si el City le hubiera llamado? ¿O el Bayern? ¿Y el PSG?

Sus palabras son mensajes al espejo para levantar el ánimo al reflejo. La imagen de Messi (35 años) levantando la Copa del Mundo con Argentina y jugando en el PSG o la de Modric (37 años) sudando la camiseta del Real Madrid con el entusiasmo de un juvenil duelen porque uno piensa en lo bien que hubiera envejecido Cristiano en el Chamartín. Hasta su mensaje de bienvenida en el Al Nassr (Hala Cristiano) parece un guiño al club que le hizo más grande. "Estoy contento de estar aquí", declaró. En cambio, yo creo que sería más feliz en Cáceres que en Riad. Todos fingimos alguna vez...