Mario Hernández pide otra oportunidad tras su abrupto final en el Real Oviedo: "Me enteré de que no seguía al meterme en Twitter"
El lateral, goleador en Primera y que sumó 37 partidos con el Rayo, busca equipo tras pasar por las manos de Míchel, Iraola o Cervera y superar un cruzado: "La lesión me ha hecho madurar".
Mario Hernández (Madrid, 1999) tiene sólo 25 años y un puñado de experiencias en la mochila. No le resultó fácil llegar a Primera y consolidarse en el Rayo, la falta de entendimiento con Iraola afeó sus últimos meses en Vallecas y la temporada pasada, después de cerrar un ciclo y abrir otro como titular en un Real Oviedo que luego se quedó a dos goles del ascenso, sufrió una rotura del ligamento cruzado con afectación del menisco que le obligó a perderse el curso y le tiene sin equipo. En el Tartiere sólo firmó un año y el club, pese a haber recibido un mensaje del presidente que le dio a entender lo contrario, decidió no renovarle sin comunicación de por medio: "Entré a Twitter o Instagram y me vi con un: 'Causa baja'".
Entonces se convirtió en agente libre y, como no recibió el alta médica hasta el pasado 28 de agosto, ningún equipo de Segunda apostó decididamente por él. Ahora mira al extranjero y repasa en Relevo las múltiples vivencias de su todavía corta trayectoria, la influencia de los entrenadores en su crecimiento y el aprendizaje que extrae de unos últimos 16 meses que le han obligado a madurar a marchas forzadas.
Estás sin equipo desde junio. ¿Cómo se encuentra Mario Hernández de ánimo y a nivel físico?
Desde hace dos meses ya me entreno con normalidad con un entrenador personal. El ligamento y el menisco están totalmente recuperados y sólo espero a que salga algo. Es una situación que no había vivido antes. Siempre empezaba las pretemporadas el 7, 8 o 10 de julio; este año me operé el 14 de junio, justo antes de la final del playoff, y todavía guardaba la esperanza de que me renovasen. No se dio el caso. Ahora mantengo la ilusión de encontrar un equipo lo más rápido posible, pero quiero que sea algo bueno para mí, no coger algo por cogerlo. Mi familia, mi novia y mi entorno son los que más me ayudan. Lo llevo bien.
Por ir de atrás hacia delante: ¿cómo recuerdas tus inicios en el fútbol?
Soy de San Fermín, del barrio de Usera. Empecé a jugar con cinco años, pero a mí no me gustaba nada (risas). Tenía mucha mamitis y papitis y necesitaba verles en la grada en cada entrenamiento; si no estaban, no quería salir. Ellos decían: 'Si no vamos… este no se cambia'. Ya entré desde el principio en la escuela del Atleti, en los campos de Cotorruelo. Me tiré allí hasta los 16 años. Luego me fui al Rayo. Llevaba toda mi vida en el Atlético, en el club del que soy hincha… y en ese momento se me vino todo abajo. En el Rayo me acogieron muy bien y conocí a Rodrigo (Fernández Lovelle, su agente). Desde entonces estoy con él. Siempre he tenido el sueño de llegar, pero jamás me obsesionó. Sólo pensaba en disfrutar.
¿En tu generación del Atlético hay alguien que se haya asentado en el fútbol profesional?
Que estén en la élite… Joaquín Muñoz, del Huesca; Javi Montero, del Racing de Santander; u Óscar Clemente, del Levante.
¿Por qué tuviste que salir de tu Atleti?
Llevaba toda la vida jugando de titular y ese año apenas participé. ¿Por qué? No lo sabía. En diciembre decidí irme al Rayo. Fui al Juvenil C con Javi Galapero (ahora en el Real Madrid). Venía de jugar de central, pero él me puso un partido de lateral y ya terminé la temporada ahí. Al curso siguiente pasé con Míchel al Juvenil A. Antes de acabar le subieron al primer equipo y finalizamos la Liga con Ángel Dongil. Después pasé al Rayo B y luego al primer equipo. Con algunas cesiones de por medio, eso sí.
Eso te iba a decir: impagos y cero minutos en el Recreativo por un problema con la ficha, Melilla, San Sebastián de los Reyes… Tuviste que picar piedra hasta tocar Primera.
Sí, sí. La experiencia en Huelva fue mala. Era la primera vez que salía de casa, con 18 años recién cumplidos, y llegué con un esguince de grado II en el tobillo. Me quedaba un mes y medio para recuperarme del todo. Cuando lo hice, empecé a ver que no me convocaban, que no me convocaban… y me pareció raro. A la tercera o cuarta semana fui a preguntarle al entrenador: '¿Por qué no me has convocado?'. Él me respondió: '¿Pero… no lo sabes? Pues habla con el director deportivo?'. Fui a charlar con él y me explicó que no había metido a tiempo la ficha. Menudo palo. Me cambió la cara. No lo concebía, pensé que era imposible, un mal sueño. Cosas que pasan. A mi agente le tenía la cabeza frita todos los días para ver qué hacer. En enero encontramos la solución del Melilla y ese paso por allí resultó muy enriquecedor.
¿Aceptaste bien el cambio de central a lateral derecho?
A mí me gustaba. Como no soy muy alto, y sí rápido, me veía bien de lateral. Encadené un par de partidos buenos… y dije: 'Ostras, pues puede ser mi posición'.
¿Cómo valoras tu experiencia con Míchel en aquel Juvenil A? Anda que no ha crecido desde entonces hasta convertirse en uno de los entrenadores de moda en Europa...
Le recuerdo como una persona muy cercana. Hace dos años nos enfrentamos con el Girona en Primera y me dio un abrazo, se alegró un montón por mí. Esos seis o siete meses con Míchel me los guardo para siempre. ¿Te cuento una anécdota que tuve con él en el Juvenil A?
Adelante.
Entramos a un partido e hice un mal centro. En el descanso, algún compañero se rio de esa acción. Y Míchel se lo recriminó al resto: '¿Por qué os reís de él si es el que más se parte la cara en los entrenamientos teniendo un año menos?'. Eso lo recuerdo con mucho cariño.
Dos años después, al volver de tu cesión en el Sanse, Iraola te subió al primer equipo. Debutaste en Segunda en la primera jornada en Mallorca y recibiste la felicitación pública de Mario Suárez u Óscar Valentín tras la victoria y tu buena actuación. ¿Cómo lo viviste?
Yo llevaba tres o cuatro pretemporadas con el primer equipo. Hice lo mismo que todos los años, pero ya no tenía la misma ilusión que la primera vez. Pensaba: 'Si me quedo, bien; y si no, pues nada'. Pero era el verano de la COVID, Advíncula cogió el virus… y por eso debuté. Hice buenos partidos y decidieron quedarse conmigo. Conocía a Mario u Óscar y se alegraron por mí como si fuera algo suyo. El día del debut en Son Moix fue uno de los más bonitos de mi vida. Mario Suárez me dio mil consejos.
¿Cómo recuerdas a aquel Iraola? Ahora también se le valora como un maestro, pero ahí apenas había entrenado en Chipre y al Mirandés y hasta la afición del Rayo le cuestionaba.
Bueno… Para mí la primera temporada con él (2020-21) fue un sueño: yo empezaba en el fútbol profesional, todo era diferente y subimos. Lo disfruté muchísimo. El año siguiente, en Primera, igual. Tuve minutos. Pero en mi tercera campaña con Andoni no fue así. Al sentirte menos protagonista, todo cuesta más. Si volviese atrás me lo hubiese tomado de otra manera. Ahora me considero una persona mucho más madura que en aquel momento.
¿Qué pasó?
No lo sé. En verano de 2022 fuimos a disputar un amistoso a Mánchester. Era como un premio a la temporada anterior. Lo normal es que jugásemos todos… y sólo nos quedamos dos sin minutos. Yo decía: '¿Por qué?'. No había tenido ningún problema con el míster y acabé jugando bastantes partidos en la 21-22. Fui a preguntarle y no le sentó muy bien que me decidiese a hablarle. No creo que ese fuese el motivo para no jugar el resto de la temporada, pero él estaba descontento. Iraola no era una persona muy habladora. Se lo quedaba para él. Si querías hablar con él, debías ir tú. Fui a hablar con él después de Old Trafford, y sé que le sentó mal, y volví otra vez en marzo o abril y seguía descontento. No tenía explicación.
Fueron meses difíciles, imagino. En esa 22-23 sólo jugaste seis partidos. Pese a estar en Primera, en casa y cumplir el sueño de todo niño... ¿no lo disfrutaste?
No. O no al máximo. Durante toda mi vida siempre había sido el primero en llegar al entrenamiento y el último en irme. Esa temporada, no sé si porque mi cabeza no estaba donde tenía que estar, sí llegaba de los primeros, pero no me iba de los últimos. Fue un cúmulo de todo.
Me lo puedo imaginar. Por quedarse con momentos bonitos... ¿qué significó ascender a Primera con el Rayo?
Desde el principio teníamos la ilusión de subir, pero estábamos sextos, séptimos… Como nos mantuvimos todo el año en duda para acceder al playoff y nos costó tanto (lo consiguieron en la última jornada), luego llegamos con un plus extra que el resto de equipos no tenía. Estábamos convencidos de que íbamos a ascender, a pesar de que perdiésemos la ida de la final contra el Girona. Luego no vi a nadie con la cabeza agachada; qué va. Sólo pensábamos en ir a Montilivi y ganarles por dos.
¿Y cómo recuerdas tu gol en Primera el día de tu debut contra el Elche?
Uf… El día lo pasé un poco nervioso. Sabía que iba a jugar. Luego, cuando estás en el campo, se te olvida todo. Marqué y ni me lo creía. Yo no estoy acostumbrado a meter goles. Lo celebré de siete maneras diferentes (risas). Sobre todo, me acordé de mi abuela. Siempre lo decía: 'Si algún día marco, se lo dedicaré a ella'. Y, mira, tuve la suerte de hacerlo. Falleció a los 10 días de que yo me estrenase en Segunda. Yo nunca había tenido tal cantidad de mensajes en WhatsApp e Instagram. Estaba superagradecido, pero sólo quería buscar los de los míos y quedarme con ellos. Luego esperaba haber tenido continuidad y no la encontré.
Y te marchaste al Real Oviedo. ¿Por qué firmaste sólo un año allí?
Se me propuso y no tuve ningún problema. Pensaba en jugar, disfrutar y, luego, ya veríamos. Pero tuve la mala pata de sufrir la lesión.
Empezaste el curso como titular… y entre la quinta y la sexta jornada, tras un derbi contra el Sporting, te lesionaste en un entrenamiento previo a un partido ante el Andorra. ¿Cómo recuerdas la acción? ¿Vuelve a menudo a tu cabeza?
Por lo que he hablado con otros compañeros que han tenido este tipo de lesión, ellos se tiran meses y meses pensando en el día en que se rompieron. Yo no lo he llevado tan mal. Sí he pensado: '¿Y por qué no terminé el entrenamiento un poco antes? ¿Por qué fui a esa jugada y giré a la izquierda en vez de a la derecha?'. Soy de los que creen que todo pasa por algo. De esto saldré más fuerte. Fue curioso: la sesión había terminado y el entrenador, Álvaro Cervera, dijo: 'Vamos a hacer una más'. Y en esa más, me rompí.
¿Cuando escuchaste el 'crac' ya intuías que podía ser el cruzado?
En ese momento yo no sabía exactamente qué era, pero sí que se trataba de algo gordo. Nunca había tenido una lesión. Sentí un dolor muy fuerte, pero luego salí andando. El doctor me vio en la camilla a los 10 minutos y me dijo: 'Puede ser el cruzado'. Lloré durante los cinco segundos de dolor que tuve, porque jamás había sentido algo así. Yo casi siempre llamo a mi padre después de entrenarme para contarle qué tal ha ido. Ese día él se extrañó: le llamé demasiado pronto. Recuerdo que no me preguntó qué tal el entreno; sólo me dijo '¿qué te pasa?'. Le conté que me había hecho daño de verdad.
¿Los días posteriores fueron incluso peores que aquel entrenamiento?
Me vine para Madrid para estar con mi familia. Me pasé aquí un mes y medio. Las primeras tres semanas estás inmovilizado. Luego volví a Oviedo con las dos muletas.
¿Surgieron complicaciones durante la recuperación? Tuvieron que volver a operarte del menisco en mayo.
Cuando salía a correr me costaba un poco más de lo normal. Hablé con el doctor que me operó y me dijo que me lo tomase con tranquilidad, que mi lesión, con el tema del menisco, era un poco más complicada que la de otros. Me hizo una resonancia y vio que estaba todo en orden. Cuando pasó el tiempo y empecé a entrenarme con el equipo, pese a encontrarme muy bien, sentí un poco de dolor en la zona interna que tenía suturada del menisco. Eso fue a más. Vine a Madrid a meterme corticoides y ácido dos veces y no funcionó. El médico me dijo que tenía que volver a operarme para quitarme esa zona suturada porque no había pegado. Si no me operaba, no podía seguir. Me costó más esa lesión que la primera. Ya me veía con el grupo, recuperado para una nueva pretemporada… y me llevé un palo.
¿El Oviedo te dio soporte o te deslizó, en algún momento, que te iban a renovar?
Sí. Tras lesionarme, me escribió el presidente (Martín Peláez). Me dio todo su apoyo y me dijo que no tuviese ni miedo ni ninguna preocupación en lo deportivo, que todo iba a llegar. Esas palabras se me quedaron. Si el presidente me dice eso… yo me lo creo. Fue pasando el tiempo y no volví a ver ningún tipo de mensaje suyo ni interés en renovarme. A la mayoría de futbolistas que conozco que han sufrido una lesión de ese tipo, a no ser que tuviesen contrato, se les ha renovado. Fue una decisión suya (del Oviedo) que respeto pero no comparto. Lo hablaba con compañeros, con mi familia, con mi agente… y decían que, si no salía de ellos, no había nada que hacer. Mi representante les escribía y me daban largas. Si decidieron no renovarme, por algo será.
¿Cómo te enteraste exactamente de que no ibas a continuar?
No recuerdo dónde estaba, pero me metí en Twitter o Instagram y vi que habían colgado un comunicado con las altas, bajas y renovaciones para la siguiente temporada. En ese texto salía el listado de la plantilla con la situación de cada uno. Yo me vi con un: 'Causa baja'. En otros futbolistas sí ponía algo así como 'pendiente de renovación'. Después me enviaron el finiquito. Fue un poco fuerte. Al día siguiente de la final del playoff, mis compañeros y yo llegamos al estadio y nos dijeron que iban a hablar con todos los jugadores, tuviesen contrato o no. A mí no me llamó nadie.
¿Qué buscas ahora para el mercado de invierno? ¿Valoras bajar un peldaño, salir al extranjero…?
Recibí el alta el 28 de agosto, a dos días del cierre de mercado, y entonces ya era muy complicado. Como soy jugador libre… puedo firmar en cualquier sitio. Seguimos buscando. Ahora me entreno con Javi Ledesma (preparador físico personal) por las mañanas y hago trabajo por mi cuenta por las tardes con lo que él me manda. Estoy físicamente a tope. En invierno me gustaría jugar en el extranjero. Si sale algo en Segunda, bien, obviamente; pero, si debo elegir entre Primera Federación y salir fuera, prefiero esto último.
"Me gustaría jugar en el extranjero. La lesión me ha hecho darme cuenta de las personas que están, las que no, conocer a gente que merece la pena y cuidar mi mente"
Exjugador de Real Oviedo o Rayo VallecanoUna curiosidad: ¿cómo es convivir en la misma caseta con una leyenda de la talla de Santi Cazorla?
Una pasada. Qué talento. He podido compartir vestuario con pocos jugadores de ese nivel. Es una persona muy cercana, humilde y que te ayuda siempre.
Para terminar... ¿qué extraes de todo este proceso y en qué ha cambiado Mario Hernández desde que se lesionó?
Antes me consideraba una persona madura, pero este tipo de lesiones te hacen todavía más fuerte. Me hizo darme cuenta de las personas que están, de las que no están, conocer a gente que merece la pena y cuidar mi mente. No recordaré con cariño este tiempo, pero sé que de todo mal trago se saca algo positivo. Eso intentaré hacer.
Gracias por la visita a nuestra redacción, Mario, y suerte en tus futuros retos.
Muchas gracias a vosotros.