AFTERWORK DE LOS VIERNES

El maestro de la fotografía deportiva que fue esquiador olímpico: "Blanca Fernández Ochoa nunca fue feliz, tenía que ganar una medalla y no supo decir que no"

Antoni Campañà habla con Relevo sobre su carrera en el esquí, su amistad con Paquito Fernández Ochoa y una vida dedicada a la fotografía.

Antoni Campañà junto a Paquito Fernández Ochoa en 1972. /
Antoni Campañà junto a Paquito Fernández Ochoa en 1972.
Lu Martin

Lu Martin

Antoni Campañà nació en Barcelona el 24 de mayo de 1946, en la calle Casanovas número 178, el menor de cuatro hermanos, una ya fallecida. Dice que entre ese piso y Sant Cugat ha transcurrido su vida, que ahora, viudo, llena con una vieja amiga recuperada en la Patagonia, cuatro hijos y cuatro nietos para los que prepara las fiestas navideñas. Hijo de un mito de la fotografía catalana, estudió tres carreras (Ingeniería, Filosofía y Letras, y Periodismo) antes de acabar de vivir la vida detrás de una cámara por todo el mundo, porque eso de que su vida transcurrió entre Barcelona y Sant Cugat no se lo cree nadie. Entre otras cosas porque fue olímpico como esquiador, el mejor amigo de Paquito Fernández Ochoa, por ejemplo. Su vida en sí misma es un libro pero acaba de publicar Los Campañà y el Barça (Editorial Base), un volumen impresionante de más de 600 fotografías del archivo de su padre y del suyo, que abarcan la historia deportiva del club desde 1935 a 2007. Casi un siglo y una selección de centenares de imágenes, que no mereció ningún representante del Barça el día de la presentación, claro. Cuando llega a la cita, Antoni y su mediohermano, Miguel Rico, presente en la comida, ya se ríen a carcajadas, risas exponenciales durante lo que se supone era una entrevista y ha terminado en este Afterwork. Con ustedes, un mito de la fotografía deportiva y del esquí español.

¿Por qué es fotógrafo?

Mi padre era un gran fotógrafo. Era un artista reconocido antes de que yo naciera. Él me dio una cámara, una Lieca, y me dijo 'apáñate, ve aquí y vas aprendiendo'. Estudié otras cosas pero me gustaba hacer fotos y el deporte y con la fotografía estaba más cerca de los deportistas.

Usted fue esquiador de élite.

De la élite del esquí español, sí. Estuve 11 años en el equipo nacional, de niño hasta los 23 años. Llegué al circuito de la Copa del Mundo, Olimpiadas y todo esto. Y me retiré cuando todavía era joven porque en casa había problemas, tampoco eran graves, pero quería terminar la carrera. Además, la Federación determinó que a partir de 1970 no haríamos descenso y mi especialidad era el descenso. El descenso es peligroso, caes y te rompes cosas. Y a la Federación no le gustaba mucho. Tenían a Paquito, que hacía slalom. Y decidí dejarlo.

Miguel Rico posa con Antoni Campañà y su libro.
Miguel Rico posa con Antoni Campañà y su libro.

¿Antes estuvo en unos Juegos Olímpicos?

En los de Grenoble, en 1968. Los Juegos lo que te dan es un prestigio. Los de invierno, tal y como se hacían allí, la verdad es que no tenías mucho contacto con el resto de atletas porque en la delegación española éramos 21, pero los de hockey estaban en un lado, los de bobsleigh en otro... Así que nosotros nos movíamos con los mismos esquiadores que veíamos durante la temporada, prácticamente. Sólo nos reunimos el día de la inauguración. Para mí, los Juegos Olímpicos fueron una carrera normal y corriente, pero muy importante, por la que yo había trabajado mucho. Me rompí la pierna en 1965 y me costó mucho recuperar. Antes, llegué al Mundial en Portillo, en Chile, y después vino la Olimpiada. Lo tomé como una carrera muy importante porque si yo hacía un buen resultado en unos Juegos, era mucho mejor para mí y para los que venían detrás, ¿sabes?

¿Daban becas?

No, no, la federación a mí no me daba nada. Algunos esquiadores, de pueblos de montaña en Asturias o en los Pirineos, tenían ayudas, claro, pero a mí no. No me costaba dinero competir, íbamos a buenos hoteles y esto no era ningún problema. Bueno, a la larga sí costaba pasta, pero bueno, yo lo podía asumir. Con lo que sí hubo una discusión muy grande el primer año que aparecí yo en la Copa del Mundo fue con el material. Un ingeniero de la firma Rosinyol llegó a un acuerdo con la Federación, que recibió mucho material y lo repartió entre chavales jóvenes de la Federación y tal. A los que nos quedamos nos los cobraron y a final de año me pidieron que los devolviera para darme nuevos. Yo dije que no, que me los quedaba, que los había pagado. Y en Rosinyol fliparon. No sabían nada. Así que cuando nos enteramos que nos habían cobrado por algo que no debían, nos fuimos a la casa Dinamyc. Paquito, Aurelio García y yo, y llegamos a un acuerdo. La verdad es Rosinyol se enfadó, porque no tenía ni idea de que nos hubieran cobrado, pero mejoramos resultados con aquel material de Dinamyc. Y además nos daba dinero por incentivos.

A ver, por partes: ¿Paquito y usted eran como hermanos o me equivoco?

Sí, como hermanos, así lo sentimos siempre. Convivimos muchísimo, mucho. Los dos últimos años, el 69 y el 70, íbamos los tres juntos a todas partes, Aurelio García, Paquito y yo.

¿Aurelio?

Aurelio García era un genio del esquí. Igual mejor que Paquito y yo juntos. Paquito era técnico y rápido y yo un animal que me tiraba por la ladera más empinada, con la dificultad técnica que eso pueda tener, pero yo lo que quería era bajar muy rápido. Claro, me daba unas buenas hostias, eso sí. Si haces descenso sabes que te la juegas en una placa de hielo, ahí no te para nadie, te vas al árbol. Aurelio hacía la combinada: slalom, slalom gigante y descenso. Aurelio no triunfó, no sé por qué, pero era muy valiente y muy bueno.

¿Por qué lo hizo Paquito?

Paquito era puro talento y, además, tenía ambición, no quería llegar el último ni al almuerzo. Era la típica persona que hace algo muy bien y no entiende que otros no lo hagan bien. Como si todo el mundo tuviera que hacerlo bien. Y si no lo hacías bien, eras un calamar. Campañutis, Xutis, Campana, me llamaba de todo, dependía del día.

"Paquito Fernández Ochoa era puro talento y tenía ambición. Era la típica persona que hace algo muy bien y no entiende que otros no lo hagan bien. Si no lo hacías bien, eras un calamar"

¿Y usted?

Yo en el extranjero era el Campana. Como el aire no existía... 'Ah, tú sé italiano'. 'No, no, no, no lo he dicho, Barcelona'. Pero yo en el circuito era Campana, porque claro, en las máquinas de escribir no había Ñ. 'Ah, ¿italiano?', me preguntaban. '¡No, no, no, de Barcelona, hostia!', así todo el día... Nos queríamos mucho y nos reímos mucho los tres. Yo era un animal que si me tirabas una piedra por la ladera, detrás que iba a ver dónde llegaba. A mí me gustaba mucho esquiar, me gustaba mucho competir... Pero yo no tenía la ambición que tenía Paquito. Mira, yo digo 'he bajado Hanenka u Oberford y no me he matado'. Acabé el Mundial de Valgarden en 1970. Está muy bien, porque si vas a mirar, frente a cinco franceses, cinco alemanes, cinco austríacos, cinco suizos, cuatro italianos... el 20 no era fácil. Y detrás de mí, quedó justo el 21 Aurelio García. Dimos un descenso, los dos cojones. Yo sabía que delante de mí se retiraban al menos 11, y pensé que en la Olimpiada, en dos años, podíamos hacer algo gordo. Pero la Federación consideró que no, que eliminaba el descenso. Entonces dije que se terminó la carrera, y estudié.

Antoni Campañà, en una bajada.
Antoni Campañà, en una bajada.

¿Aurelio García, cómo era?

Muy bueno, tenías que haber visto bajar a Aurelio, era un espectáculo, un tío muy valiente. De Navacerrada. Era un tío que animaba. Siempre recuerdo que en aquella época, entre carrera y carrera no volvías a casa de Suiza a Austria y claro, estábamos semanas que después de entrenar organizábamos torneos de tenis, de billar... Y Aurelio decía: 'Hostia, les ganamos a todo y en fútbol siempre nos ganan'. Se cabreaba mucho. Es bueno, un tío que te levantaba la moral. Fue el primero que hizo un gran resultado dos años antes de Sapporo, en San Antón, en una carrera muy tradicional, quedó cuarto en la combinada, segundo en el eslalon. Fue abanderado en Grenoble.

¿Imaginó que algún día ganarían una medalla alguno de los tres?

Hombre, pero Paquito ya llevaba tiempo quedando entre los diez primeros en carreras de la Copa del Mundo. Y dio la casualidad de que en Sapporo, el que marcó el eslalon (siempre hay un tío que marca los palos) en la primera manga, era su entrenador, Berna Fabre, un tío que había fichado la Federación del equipo italiano. Y éste le marcó una manga especial pensando en Paquito, en su técnica. En esa bajada cogió un segundo y medio de ventaja en la primera manga. Y en la segunda, que no le había plantado él, aguantó, no se cayó y medallita. Al año siguiente, en los campeonatos del mundo de Saint Moritz, hizo medalla de bronce. Constantemente quedaba entre los cinco primeros de la Copa del Mundo, siempre quedaba.

¿Usted dónde estaba?

En Barcelona. Mi padre estaba allí, haciendo fotos. Para el Dicen... Envió un télex, que no le publicaron, que decía "ya me puedo morir tranquilo. He visto cómo un español ganaba una medalla olímpica en los Juegos Olímpicos de Invierno". Le publicaron las fotos pero nunca el texto. La primera manga no la vi pero al saber que iba primero nos fuimos a la redacción de Dicen... y ahí vi la medalla.

¿A Blanca Fernández Ochoa la conoció de niña?

Claro, jugaba en mis rodillas a que bajábamos esquiando en el comedor de casa. Como mi sobrina. Nunca fue feliz, desde que nació todos queríamos que fuera campeona olímpica y ella se sintió obligada, no supo decir que no. Técnica y físicamente lo tenia todo, pero... le faltaba algo. Lo intentó en Sarajevo, iba segunda y en la segunda la cagó; en Cagliari iba primera y en la segunda se cayó y al final en Albertville ganó medalla, pero eso, en su vida, le generó un estrés insoportable. Y además la relación con su entrenador, su vida personal... Un día se subió a los Siete Picos y dijo basta.

¿Empezó a hacer fotos en el 'Dicen'...?

Yo empecé en el jardín de casa, imagino. Yo he sido fundador del Sport y mi padre, fundador de Dicen... Me dijeron que estaba loco cuando me iba al Sport pero fueron años maravillosos.

¿Recuerda la primera foto que le publicaron?

Es imposible. Debía ser muy pequeño. Aprendí a revelar en el laboratorio de mi padre subido a una silla. Recuerdo que con 12 años me dieron un premio de fotografía en el cole. Fuimos de excursión e hice una foto del grupito reflejados en un lago, y todo esto les gustó. No tenía ningún condicionante artístico, pero era una foto bien hecha, correcta, enfocada. Y me lo dieron. Luego, mi padre me colgaba al cuello una Leica y un objetivo de 75 milímetros y me decía: 'Ponte entre el área pequeña y la grande y enfoca entre 10 y 15 metros y todo lo que pase por allá, dispara'.

[Mira a Miguel Rico, presente en la entrevista y se carcajea]

¿De qué se ríe?

Es que con Miguel fuimos a la final de la Copa de Europa en París, la última que perdió el Madrid, la del Liverpool 1-Real Madrid 0. Y Miguel, no sé por qué collons no podía estar en la tribuna de prensa pero sí tenia acreditación de campo. Así que le dije lo que me decía mi padre: 'Toma, siéntate aquí y todo lo que pase cuando estén a 15 metros, dispara'. Pues yo estaba al otro lado del Parque de los Príncipes esperando el gol del Madrid y el que hizo la foto del gol de Kennedy fue Miguel.

Antoni Campañà fotografiando a Koeman.
Antoni Campañà fotografiando a Koeman.

¿Como ocurrió con el célebre gol del Cruyff, que sirve de portada para el impresionante libro que acaba de presentar?

El gol del Cruyff, la foto contra el Atlético de Madrid, la tenemos, Rafalet y yo. La suya es mejor por un segundo y medio metro, pero es de Rafa Seguí, aunque durante muchos años se la hizo suya su hermano Horacio. Y lo sé porque yo estaba al lado de Rafa, tenemos casi la misma imagen. Y ahí no estaba Horacio. También estaba en ese lado Emilio Pérez de Rozas, el no la hizo. Entonces, a los niños, nos ponían en el lado malo y los mayores se iban al otro lado, donde no había contraluz. Es que antes no era tan fácil hacer fotos en un campo de fútbol.

En la presentación de su libro, lo explicaba Emilio Pérez de Rozas, ¡ahora, al fotógrafo se le deja hasta la cámara! En el Godó, por ejemplo, se disparan 125 fotos por segundo. ¿Y antes, qué se tiraba? ¿Una cada 10 segundos?

¡Collons! Y tenías que cambiar el carrete y justo entonces metían el gol. Por cada disparo le dabas a una pestaña, pasabas el negativo, enfocabas, tardabas tres segundos entre foto y foto. Además ahora no se pierde una foto, y menos las publicadas. Ahora los 10 fotógrafos que tiene AP envían desde el estadio de la final de la Champions o desde la inauguración de los JJOO a una central en Berlín y un grupo de editores selecciona y distribuye. Antes, revelábamos en lavabos de hoteles.

Para el libro, ¿has buscado fotos que no ha encontrado?

Sí, algunas. Por ejemplo, yo sé que hice una el día que rompieron a Maradona, para el Sport, que salió publicada en el Noticiero Universal porque la edición del Sport ya estaba "cerrada". En la foto entre dos jugadores del Barça, no sé quiénes eran, sacan a Diego del campo retorcido de dolor y la única foto que ha quedado es una que ya está en la camilla. Era una diapo, nunca la he encontrado.

Tengo la sensación, y se lo digo yo como gestor del legado de Fernando Zueras, que los fotógrafos son artistas maltratados, pero que descubrieron tarde lo que estaban haciendo. Han sido expoliados...

Más que un expolio, lo que ha habido es una dejación absoluta. El único que lo tiene controlado todo es Paredes y supongo que bastante Cotrina, los del periódico tenían mayor control. Bueno, hasta donde sé, claro... Pero nosotros, hablo por los de Sport, lo dejamos todo en manos del archivo del periódico.

.-¡Uy, una gran decisión! Lo ultimo que sé es que en un volcado informático perdieron todo lo escaneado.

Los negativos los tienen. Creo.

¿Sabrán dónde? ¿En la panza de alguna rata en un almacén? En fin... Igual hay solución, porque el fotoperiodismo, y el legado de su padre lo demuestra sin ir mas lejos (ver La Caixa Vermella), no es cuestión baladí...

Solemos comer en Car Gargoleta con el Czibor, el Arolas, los de aquellos casi 30 años en el Sport, y pensamos que si pedimos el archivo y nos lo dan lo cederíamos al Archivo Nacional de Cataluña, para que lo tuvieran a disposición de la gente que lo quiera consultar o lo usaran como voluntariado para documentalistas. Estamos valorando pero es una pena perderlo, sí.

"Ser fotógrafo deportivo no es fácil: te mojas, nieva, te hielas o hace un calor infernal, como en el Mundial de Estados Unidos, pero yo he sido muy feliz"

En el libro hay una foto de aquel grupo irrepetible (Campañá, Czibor, Paredes, Arolas, Zueras, Franc) en bañador al borde de una piscina. ¿Qué hacían?

En el 92, el Corte Inglés organizó unos Juegos para periodistas: fútbol, atletismo, natación... Competíamos por medios, creo recordar. Nos presentamos a relevos en natación los fotógrafos del Sport y casi fallece Zueras. ¿Sabes las ballenas cuando mueren al borde de la orilla? No sé si me tocaba a mí el relevo pero él no llegaba nunca al borde. Quiso dar la vuelta a los 25 metros con estilazo y en la voltereta dio dos, o tres vueltas, se lio, trago agua, y de vuelta se ahogaba y no llegaba nunca. Casi le sacamos con una caña de esas para pescar atunes.

Ahora sus compañeros recogen firmas para poner su nombre a la sala de trabajo de los fotógrafos en el Nou Camp Nou. ¿Se lo explica?

Claro, al Zueras todo el mundo le apreciaba. No es que fuera el mejor ni el peor fotógrafo, pero era divertido, era una persona cariñosa, siempre que podía ayudaba. Era apreciado por los fotógrafos, redactores y deportistas, y eso es por algo. Me parece que sería muy bonito que la sala de trabajo de los fotógrafos llevara su nombre. Además, curró en muchos acontecimientos, hizo muchas cosas y bien.

Usted estuvo en muchos Mundiales...

Me falla la memoria, aviso. En el de España, en el de Italia, en el de Estados Unidos... y en México, claro. Y en más cosas. Pero lo importante es que siempre tuve buena gente alrededor, lo pasamos bien. El Mundial de España nos lo pasamos muy bien. Primero porque antes del Mundial hicimos una gira por América en el 81... Fuimos a México, fuimos a Venezuela, a Colombia, fuimos a Chile. Sinceramente es que yo no te puedo decir un sitio donde me lo haya pasado mal. He tenido momentos duros, de pegarme a codazos por hacer una foto, de pasar frío, de mojarme. O calor, como en el Mundial de Estados Unidos, que era un infierno...

Allí se perdió el primer partido de España.

Sí, me sancionaron por entrar al campo en la final de Atenas, la del Barça-Milan, para hacer una foto de Pep y Zubi llorando, dos semanas antes. Y a los fotógrafos italianos que hicieron lo mismo que yo, pero seguían al Milan dando la vuelta al campo, felices, no sancionaron a ninguno. Y nosotros que llorábamos, sólo me retiraron la acreditación a mí. Te digo una cosa: he tenido mucha suerte. A veces discutía con Tom Hernáez, uno de los editores del Sport, porque me decía: 'Antonio, ¡que no puedes ir a los sitios a pasártelo bien!'. Y yo que me mojaba, que sufría y que tenía calor, me lo pasaba de puta madre.

¿Quién es el mejor esquiador que ha visto?

Ha habido muy buenos, Jean-Claude Killie era la hostia. Killie pudo ser aún mejor pero se retiró muy joven, muy joven. Gustavo Thoni, el italiano que se peleaba con Paquito, era muy bueno. Girardelli era muy completo. Tomba era una bomba pero no era un buen esquiador técnicamente completo, era una bestia... Pero para mí el mejor de todos fue Ingemar Stenmark. Si fue el primero tantas y tantas veces no es casualidad. Era impresionante verle esquiar.

¿El mejor fotógrafo deportivo que reconozca?

Habrá mucho, pero los de casa, y porque técnicamente siempre fue perfecto, en analógico y digital, que no fue un paso fácil, y porque siempre tenía la foto, la de todos y la suya: Jordi Cotrina, seguramente.

¿El deporte más difícil de fotografiar?

El waterpolo. Es una mierda.

Por último, ¿con quién se iría de viaje mañana?

Contigo. Y con el Rico. O con los dos.

¿Con qué cámara hace fotos hoy en día?

No tengo cámara, estaba viendo un partido del Barça en el salón con mi hijo y, como vivo en las afueras de Barcelona, me entraron a robar. Ahora no tengo perro, lo he tenido toda la vida, así que no ladró nadie y me robaron las cámaras. Ahora vivo en la miseria, soy un miserable fotógrafo que hace fotos con el móvil.

Por cierto, ¿Rico se meó en el motor de un coche?

Sí, en Francia, volviendo de Alemania. Estaba pegándose fuego, algo había que hacer, ¿no?