Lotina recuerda los inicios del hundimiento del Dépor: "Lendoiro empezó a ahogarse; todo lo que venía con dinero lo vendía"
El técnico revive su etapa en A Coruña con un sentir nostálgico y hasta premonitorio. "Estaba escrito que teníamos que descender y descendimos".

Después de charlar largo y tendido sobre su carrera en España y su relación con la mochila de los descensos en la primera parte de este entrevista, Lotina se recrea en su estancia en Riazor. Una época con altibajos, donde las leyendas de aquel Superdepor se quedaron simplemente en eso, leyendas. Jugadores que triunfaron en un equipo que marcó a todo el deportivismo y el fútbol español. Como si estuviese escrito, esos deportistas con apenas nombre forjaron su mito a los pies de la Torre de Hércules. Y, de la noche a la mañana, comenzaron a desaparecer.
El progenitor de ese equipo fue Augusto César Lendoiro. Él vio cómo el corazón de su hijo deportivo dejaba de latir en sus propias manos. La presión de los bancos, la persecución de Hacienda y los malos resultados deportivos terminaron de poner el primer clavo en el ataúd de un histórico que todavía sigue convaleciente. Con Lotina, los restos mortales de ese superequipo terminaron en Segunda División en 2011. El principio del fin. "Estaba escrito que teníamos que descender y descendimos".
Llegas al Dépor tras la salida de Caparrós, un equipo que vivía a la sombra de aquel Superdepor. ¿Cómo recuerdas esa etapa?
Allí el único fichaje que hicimos de dinero fue Guardado. Cuando llego allí, Lendoiro me dice que tenemos una necesidad imperiosa de un banda izquierda y bueno, no tenemos dinero para nada más. Se habían ido bastantes jugadores importantes ya. Es curioso porque cuando yo llego y hablo con los dos secretarios, los técnicos que llevaban el tema de fichajes me ponen tres nombres encima de la mesa. Te vas a quedar asustado.
Sorpréndeme.
Eran Guardado, Drenthe y Di María. Entonces empezamos con que si los números, que si tal y al final Guardado, que estaba a punto de fichar por el PSV. Lendoiro lo cerró por la noche, porque él negociaba por la noche y en México era de día, pues el PSV se acostó pensando que Guardado iba a ir y por la noche entró en el tema económico y fichamos a Guardado. Luego, a partir de ahí, fue todo vender. Dimos a Coloccini, a todo, todo lo que venía con dinero Lendoiro lo vendía y me lo decía. Lendoiro se encontró que de repente un gran club, con un historial tremendo, se deshacía. ¿Qué pasó? Que los bancos ya no daban crédito. Vino la crisis y al revés, te exigían que pagases los intereses y luego Hacienda. Hasta esa época en España, que Hacienda se metiese con un club estaba mal visto por la afición, pero a partir de ahí era al revés. De repente pegó un cambio y, como eran todo sociedades anónimas, la gente decía: 'Hacienda me está apretando a mí y a los clubes no les aprieta'. Lendoiro se encontró con ese problema y empezó a ahogarse y a no poder pagar. Y ese fue el problema del Dépor. No hay otro, todos los jugadores eran de los bancos y entonces se vendía todo lo que había. Era lógico que el equipo no se mantuviese ahí. Luego lo que le ha pasado con la afición que tiene... Es raro.
Otro que no fichasteis, pero salió bueno, fue Filipe Luís. ¿Cómo fue entrenarlo?
Sobre Filipe Luís, cuando yo llego Lendoiro me dice: 'Este míralo porque el año pasado no ha jugado'. Y entonces hablé con Caparrós, yo tengo buena relación y le llamé para que me hablase de algunos jugadores y le pregunté por Filipe. 'No ha jugado, pero tiene potencial', me dijo. 'Este chico tiene potencial'. Yo pedí vídeos y entonces solo había jugado un partido titular, creo que en Zaragoza y de interior izquierda. Estábamos en pretemporada en Galicia y llegó él, era cuando llevábamos cuatro o cinco días concentrados. Llegó, estábamos comiendo en el comedor central y se levantaron todos los jugadores. Todos, pero todos, dejaron la comida y fueron a darle un abrazo. Fue increíble. Cuando lo traspasamos al Atlético de Madrid e íbamos a jugar contra el Atlético, o contra el Rayo, o el Getafe, o el Madrid, él venía la víspera para jugar a la pocha con los compañeros. Pero dos o tres horas jugando a la pocha. Él era espectacular, como persona y como futbolista. Hasta le quiso fichar el Barça.
Económicamente, ese Dépor estaba muy mal
Imagínate. Yo siempre he sido un entrenador de club. A Lendorio le decía: 'Oye, quiero fichar a este jugador'. Me llamaba: 'Míster, este es muy caro'. Pues este otro: 'Míster, no llegamos'. Y al final fichábamos el cuarto o quinto, y yo nunca decía nada. Hay otros entrenadores que protestan, pero yo no. Por eso Lendoiro conmigo estaba contento. Entonces eso, a veces ser tan de club me ha perjudicado porque al final luego no te reconocen. Lendoiro sí, ¿eh? Eso siempre me lo ha reconocido. Es más. Él me subió cada año lo que subía la vida. Si subía un 3%, pues un 3%. Yo tenía un contrato que estaba bien. Y ese último año parece que Lendoiro se imaginó algo y me vino el representante al día siguiente, porque había quedado con Lendoiro a cenar y me dice: 'Oye, según me senté, el 10% de aumento. Me he quedado asustado. Este parece que se huele algo'.
No solo hubo problemas de dinero, también de plantilla. Allí viviste la pelea entre Dudu Aouate y Gustavo Munúa. ¿Qué pasó?
Ahí pasó que Aouate era el titular siempre y hubo una época en la que yo pensé que estaba un poco nervioso, pero tenía carácter. Un día cambié. Aouate no se lo tomó bien y un viernes que hacíamos un trabajo de recuperación nos vino a avisar Coloccini. "Aouate ha hecho unas declaraciones que a Munúa no le han gustado, está un poquito caliente. Tened cuidado". Los asistentes y yo decidimos no hacerles entrenar juntos ese día, porque el preparador de porteros nos había dicho que iban a hacer gimnasio. Bueno, entonces voy a ver qué declaraciones ha hecho, que no había leído nada. Y de repente nos llaman diciendo: "Oye, que ha habido un altercado y un puñetazo". A partir de ahí yo tomé la decisión. Ese año nos salvamos, fue el año que hicimos una gran segunda vuelta. Con cinco centrales, Filipe Luís de carrilero y Manuel Pablo por la derecha. Éramos máquinas de ir para arriba y para abajo, pero lo tenía decidido. Aguanté ese año, me callé. Pero cuando llegó el verano le dije a Lendoiro: "Los dos fuera". Tienes que echar a los dos porque esto rompe el vestuario. Al final lo único que haces es dividir de una manera u otra y fichamos a Aranzubia.
¿Cómo fue aguantar el medio año?
Son momentos complicados, lógicamente hay que saber llevarlos. Además, lo peor de esas cosas es que el vestuario siempre se divide y eso hay que controlarlo, porque eso es lo peor. Lo peor que hay siempre, tanto de jugador como de entrenador. Lo he vivido más de jugador, curiosamente, porque claro, estás dentro y te das más cuenta. Lo peor que puede pasarle a un vestuario es que se divida y ahí lo controlamos bien. Tuve la suerte de tener unos grandes capitanes y yo me agarré a ellos. Coloccini, Valerón, Manuel Pablo y Sergio González. Eran cuatro capitanes y yo me reunía con ellos, que eran jugadores con peso en el vestuario. Afortunadamente, me echaron una mano.
Sobre tu etapa en A Coruña siempre has dicho que te quedas con toda la experiencia menos el día del descenso. ¿Cómo lo viviste?
Contra el Valencia palmamos en la última jornada, a pesar de que tuvimos un montón de ocasiones. Tuvimos muy mala suerte. Si ves el partido estaba escrito que teníamos que descender y descendimos, pero fue una pena.
Y esa última charla con Lendoiro, ¿cómo fue?
Bueno, yo a los 15 días vine a Meñaka porque después del descenso hicimos vacaciones. Al día siguiente tuvimos una comida de despedida con los jugadores y tal. Y claro, a los 15 días fui a arreglar los papeles en A Coruña y fui a cenar con él. Después de cenar estábamos los tres, el dueño del restaurante, Lendorio y yo. Fuimos al coche para que me llevasen al hotel, ellos estaban adelante y yo en la parte de atrás. Al llegar dije: 'Bueno presi, ya nos veremos'. Y dice: 'Espera, espera'. Salió del coche, me dio un abrazo y se puso a llorar. El dueño del restaurante se quedó flipando. Imagínate, después de descender se puso a llorar. Esa es la persona que es Lendoiro. Un gran presidente que era muy bueno para los jugadores, para los entrenadores y para el Dépor.