LEVANTE 0 - ALAVÉS 1 (0-1)

Cesión, jueves de ensayo y un ascenso: los meses que cambiaron a Villalibre

Su paso al frente para tirar el penalti decisivo del Alavés le entronizan. En Vitoria se ha reencontrado.

Villalibre celebra el gol del ascenso del Alavés. /EP
Villalibre celebra el gol del ascenso del Alavés. EP
Patxo De la Rica

Patxo De la Rica

Era el minuto 129 del Levante-Alavés. No corría ni siquiera el aire. Todo estaba detenido porque el futuro estaba ahí. En ese penalti señalado por mano de Róber Pier cuando los granotas ya se veían en Primera. Fue Asier Villalibre (Guernica y Luno, Vizcaya, 25 años) quien dio un paso al frente y cogió la responsabilidad de conocer la gloria o pasar un mal trago. Cuando las piernas se llenan de plomo, las del vasco se sintieron más ligeras que nunca y, con zurdazo sutil, batió a Joan Femenías y ascendió al Alavés.

Las dudas que había sembrado en Bilbao sobre su falta de personalidad para jugar como titular, y su irregularidad de cara a puerta, las despejó con una actuación que quedará grabada en la historia del Alavés. Glorioso, como el equipo.

El pasado mes de enero, Villalibre tomó la decisión de marcharse del Athletic a Vitoria, a 65 kilómetros de su Gernika natal, para disfrutar de más protagonismo. Lo hizo después de renovar hasta 2025. Un futbolista diferente, de barba icónica, apartado de los lujos y las excentricidades. Que conduce su Citroen blanco, disfruta de sus vacaciones en las fiestas de los pueblos, que es aficionado a los escapes rooms, y ocupa su tiempo libre en mejorar en su pasión: la trompeta y la música.

La carrera del Búfalo ha sido presa de su calidad. Debutó en 2016 con apenas 19 años, cuando aún no estaba hecho, y las siguientes temporadas fueron una lucha continua contra las expectativas. 103 partidos y 13 goles. Goleador insaciable en las categorías inferiores del conjunto bilbaíno, se le colgó el cartel de sustituto de los Urzaiz, Llorente o Aduriz. Quizá demasiado peso, pero sus propios compañeros siempre confiaron en él como un jugador capaz de ser referencia del Athletic. Villalibre no lo pasó bien y agradeció siempre ese respaldo.

Su prematuro debut, casualmente en manos de Ernesto Valverde, estuvo acompañado de cesiones a Numancia, Valladolid y Lorca, donde nunca se encontró. Ni siquiera disfrutó. No se adaptó, no se encontraba cómodo fuera de su hábitat, y la mejor solución fue la de volver a tener minutos en el Bilbao Athletic. Y la apuesta salió perfecta: 23 goles en Segunda B para recuperar la seguridad en sus capacidades y volver a tener la oportunidad en el primer equipo.

  

Sus 'padrinos', la música y una cesión 'gloriosa'

Los más veteranos de la plantilla le apadrinaron. De hecho, se convirtió en el cantante del grupo Orsai que jugadores como Mikel Vesga, Dani García, Iñigo Lekue, Mikel Balenziaga y Óscar de Marcos integran. Aunque ha estado cedido en Vitoria seguían ensayando una vez por semana, habitualmente los jueves, en función de los partidos de cada uno de los dos equipos.

La temporada 2022/23 comenzó bien para el Búfalo. Máximo goleador de la pretemporada, con cinco tantos, y una edad perfecta (25 años) para explotar. Pero con el comienzo de los partidos oficiales se volvió a desvanecer. Sin atisbos de esa rebeldía quizá necesaria para darle la vuelta a una situación complicada. En el mercado de invierno aceptó lo que no quiso en otras ocasiones, volver a salir cedido para encontrarse a sí mismo y poder sacar todo el fútbol que lleva dentro. Y en Mendizorroza se ha reconocido en el espejo. Ha jugado 20 partidos y ha marcado seis goles. El último, de oro y que vale todo un ascenso.

"Estaba con mucha confianza. Me gusta mucho tirar penaltis. He esperado hasta que se tirara el portero, he tenido una pausa y estoy muy contento. El Alavés es de Primera. No tenía claro a dónde tirarlo. Cuando he visto la acción del penalti estaba al lado y me parecía clara. Cuando van llegando los últimos minutos todo se hace más difícil. Cuando ha pitado penalti tenía claro que lo iba a meter", manifestó Villalibre al finalizar un encuentro que nunca olvidará. Ahora volverá a Bilbao, donde, aunque no haya explotado, sigue siendo la gran esperanza.