El último héroe del Racing suplica dejar de serlo: "Hemos vuelto tras tanto ladrón y mierda; toca pasar ya el puñetero testigo para subir"
Un gol de Moratón valió el último ascenso del club a Primera en 2002. Ahora, como pilar formativo en la cantera junto a Colsa, desea que alguien le suceda y devuelva a Cantabria a lo más alto.
Santander.- El cántabro José Moratón (1979), Mora para el mundo del fútbol, estuvo en junio cerca de cumplir un deseo que lleva atascado durante dos décadas. Sin embargo, su Racing le privó accidentalmente de ello al descarrilar en la última curva del pasado Playoff. El que fuera central y capitán de unas de las plantillas más gloriosas del club marcó el último gol que valió un ascenso. Y aunque es un privilegio que toda Cantabria le recuerde por la calle como un héroe desde aquel córner salvador de 2002 frente al Atlético, él -que siempre prioriza el bien común al ego individual- está deseando encontrar cuanto antes un heredero. Eso supondría que El Sardinero es otra vez de Primera.
Hay muchas ganas de lograr ese objetivo. Ya han pasado 12 años desde el último partido en las alturas. No es casualidad que los Campos de Sport volvieran a haber lleno ante el Almería el pasado domingo en el debut liguero y que hoy vaya a repetirse la imagen frente al Eibar, en la confirmación de que este proyecto liderado por Sebastián Ceria y Manolo Higuera en el palco, y ejecutado por Mikel Martija en los despachos y José Alberto en el banquillo va muy en serio. "Quiero pasar ya el puñetero testigo este del último ascenso a Primera. A alguien de la cantera como a Íñigo, si es posible, o a cualquiera. Ya me da igual. Me haría especial ilusión. Sería una magnífica señal para subir una vez que ya hemos confirmado que hemos vuelto", se desahoga el exfutbolista en una charla en las entrañas de la ciudad deportiva de La Albericia.
Los recuerdos, tras desempolvarlos, se amontonan. Y las emociones. "En aquella temporada donde logramos subir, veníamos de bajar anteriormente con tres entrenadores. Empezamos con Goikoetxea. Para mí, uno de los peores que he tenido. Luego vino Manzano. No acabó de cuajar. Ahí ya el club estaba un poco sin rumbo. Pasamos de un tío que era orden y mando a un psicólogo. No trabajábamos tácticamente nada. Todo era cuestión de la actitud… Muy didáctico todo. Y muy tal, claro. Entonces, no salió y al final recurrieron a Gustavo Benítez, que ya había estado en otra etapa anterior. Bajamos a Segunda y para retornar pronto a Primera quisieron renovar al entrenador y a las vacas sagradas (Txema, trajeron a Mena, Regueiro, Mazzoni…). No estaban acostumbrados a la Segunda y la cosa iba bastante regular, así que hubo un cambio de rumbo total por parte del presidente, Coterillo, que tampoco pintaba mucho, y entró Quique Setién. Todo cambió", recuerda Moratón con la precisión de un cirujano.
Setién siempre había sido lo más dentro de la región. Y su llegada tuvo efecto sanador como recuerda su pupilo y ahora amigo: "Nunca había entrenado, pero bajó de los despachos en los que estaba y se puso de entrenador. Él con Nando Yosu, con el que yo debuté en el 98. Estábamos casi en descenso. Y el cambio fue radical pese a que hubo bastante mal rollo con gente de mucho peso de aquí. Quique llegó con el cuchillo a cortar cabezas. Empezó a contar gente que no estábamos jugando mucho, con menos nombre. Tocamos fondo al caer en Copa y a partir de ahí todo fue muy bien. Empezamos a ganar partidos, a montar un once con gente con hambre como Bodipo, Javi Guerrero... Jugadores con calidad, pero que todavía no habían demostrado nada. Y nos plantamos en las últimas jornadas con opciones de subir. Tuvimos una oportunidad previamente de meternos entre los tres primeros jugando en casa contra el Recre. Pero salió todo muy mal. Me acuerdo de aquel partido como si fuese hoy. Perdimos 1-5. Fue un pequeño bajón, por la mañana, televisado por el Plus, con un mosaico de la leche; pero vamos, ese equipo estaba predestinado a hacer algo grande".
Y vaya si se hizo: "Quique tenía muchísima personalidad. Sabía perfectamente lo que quería. No es el Quique que ha entrenado después, ni mucho menos. Se adaptó a lo que tenía. Éramos un equipo tirando a defensivo y peligroso en la transición. Eran tantas semanas que lo veíamos hecho y no lo agarrábamos que, hostia, mentalmente era agobiante. Al final lo logramos con un ambientazo tremendo. El Atleti ya había ascendido y nos agarrábamos a eso porque no se jugaban nada y estaban rotando. Era un equipazo, el del añito en el infierno y el Mono Burgos. Nosotros teníamos que decirles desde el principio que aquí no iban a ganar. Y nos costó. Quedaba otra jornada, pero había que ganar. Y llegó aquel bendito gol…".
Un churro que sabe a gloria
Cualquier racinguista mayor de 30 años lo recuerda tanto o más que el de Iniesta en Sudáfrica. Y los que no lo celebraron en directo lo han podido degustar después en YouTube. "El gol llegó en el minuto 71. Los 20 restantes pasaron como si fueran cuatro horas. Eternos, eternos. Porque yo quería que acabara, era mi momento. El 1-0 llegó en un córner en el fondo que más nos gusta. Siempre intentábamos atacar donde está ahora La Gradona. La Grada Norte que veía desde casa. El saque de esquina viene del lado donde antes estaban Juventudes. Del lado diestro. Pablo Sierra y yo siempre subíamos en la estrategia. Nunca remataba, porque mucho que pensara 'ésta la meto'. Y en esta ocasión, más de lo mismo, la pelota me pasa de largo y ya pensaba que no la iba a rematar tras romper al primer palo. El balón fue hacia el punto de penalti, así abierto, y entonces Juanma, que estaba un poco más atrás, la vuelve a meter, rebota en un jugador de ellos, meto la pierna como pude sin saber muy bien dónde iba y ahí empecé a escuchar un estruendo impresionante y ya no me acuerdo de nada. Sé que agarré la camiseta y corrí. Corrí mucho. Sin parar".
Pero no todo fue tan fácil como parece. Ascender, lo que ahora busca otra hornada con una afición entregada, costó sangre, sudor y lágrimas. "La semana previa fue dura. Yo tenía poca experiencia en esto del fútbol profesional y, joder, con 21 años, que te pasen todas estas cosas... Para mí el Racing ha sido todo. Desde los cuatro años llevo yendo al estadio y sólo pensar que se podía conseguir allí era maravilloso. Mira, es sólo recordar y se me están poniendo los pelos de punta. Esa semana cuesta un poco más dormir. Empieza la cabeza a dar vueltas. Y fuera también está el entorno… Antes, a los entrenamientos de La Albericia podía venir todo el mundo. Y todos mis colegas son del Racing. Han sido socios siempre. No veas cómo estaba mi barrio, el Benidorm, muy humilde. Desde la ventana de la cocina de mi casa veía la Grada Norte. Para mí era la hostia. Es más, el día del ascenso bajé desde casa andando. Ese día no hicimos concentración. En casa no me gustaba dormir fuera. Bajé hacia el campo dos horas y media antes. Era un puto chaval. Fue alucinante cómo te apoyaba la gente y la ilusión que había. Como ahora. Muy parecido. Hay muchas ganas de volver a lo más alto".
Las horas previas a aquella última gran gesta fueron de muchísima tensión: "Me enteré del once en el campo. Me lo olía. Estaba jugando los últimos partidos. Quique confió en mí a muerte desde el principio. Tuve varios errores de principiante y él me demostró que realmente confiaba en mí, porque lo más fácil era haberme fulminado. Me ayudó mucho. Me preguntaba a menudo y se interesaba por cómo lo veía. Y eso para mí era muy grande. Me venía arriba. Había sido uno de mis ídolos y encima confiaba en mí. Estaba en una nube. Eso sí, mi carrera deportiva, sinceramente, la cambió Manolo Preciado porque es realmente el que empujó por mí. Setién fue quien me puso en el prao pese a haber gente en el banquillo muy contrastada. Me sorprendió que los veteranos me ayudaban. Y eso que tuvieron muchos enfrentamientos con él. El entrenador se metía a entrenar con nosotros. Y... Lo que ha pasado después con él no me ha sorprendido nada. Es un tío con muchísima personalidad. Muchísima. Pero muchísima, muchísima. Es amigo mío pero que haya salido con problemas en otros equipos no me sorprende. Y se lo digo. Ya no se adapta tanto a lo que hay. Ha cambiado radical. Con nosotros el único objetivo era subir y valía todo. Yo, que era central, eso de filtrar pases por dentro..., olvídate".
Moratón fue uno de los grandes éxitos de una cantera muy prolífica que siempre ha dado unos resultados excelentes: "Yo no tenía muchas condiciones. A ver, tenía muchas cosas buenas, pero una de mis mejores virtudes no era el tema físico. No era un jugador excesivamente rápido. Entendía el juego e intentaba anteponerme a la jugada y tapar mis carencias. En ese partido sinceramente no tenía yo la cabeza para pensar mucho. Estaba entre acojonado y nervioso. Muy nervioso. Y no era el único. También Quique, Nando, Lucio el preparador físico… Todos. Nos jugábamos mucho. También me pasó el día que nos metimos en la UEFA, en el que casi también hago el gol pero me la paró Ricardo antes de que marcase el 1-0 Iván Bolado. Me acuerdo de ese calentamiento en el ascenso y del ruido de la gente. Fue de los partidos en los que menos he pensado. La ansiedad, los nervios... Llegas a no disfrutarlo, a sufrirlo casi. No lo disfruté. Luego te das cuenta y te da rabia. Venía de no jugar nada, de estar dos años sin contar y bajar al filial, y subir a Primera fue [se emociona]. No se puede explicar con palabras lo que sentí. Y que encima me tocara marcar a mí un gol histórico…".
La hora de las anécdotas más graciosas
"Teníamos un psicólogo entonces, Manzanares, y trabajamos el tema de la concentración en un momento tan clave. Hacíamos ejercicios de visualización… Pero por más que intentaba seguirle yo ya me veía en el balcón del ayuntamiento", reconoce Mora. Y añade: "Lo que no se me pasaba por la cabeza era ser el protagonista. Tenía personalidad y era un líder dentro del vestuario pero debo decir que estaba acojonado. Olía que podían pasar cosas bonitas. Pero esa semana había demasiadas entrevistas, demasiada prensa en La Albericia y a mí es no me gustaba…".
La pregunta procede. Sobre todo ahora que ya ha prescrito. ¿Tuvisteis prima? "Claro que teníamos prima. No recuerdo el dinero, pero sí que era pasta y un reloj… Yo cobraba entonces cuatro millones de pesetas anuales (24.000 euros). Y luego me hicieron unas cláusulas por cada partido hasta hacerme un contrato nuevo si pasaba de 10 encuentros con más de 45 minutos. Entonces ya había gente que igual cobraba un millón de euros sin jugar… . Lo primero que hice cuando firmé mi primer contrato fue comprar un coche a mi padre y me quedé con el viejo de él. Un Renault 11. El día del ascenso yo tenía un Opel Astra. La prima suponía el 50% de mi sueldo o lo multiplicaba. Es que no me acuerdo. No tenía tampoco una necesidad. A mí un plato de comida nunca me ha faltado pero tampoco me ha sobrado. Mi familia era de clase media. He vivido con mi abuela y mis padres se separaron cuando tenía cuatro o cinco años. Mi madre se quedó en Santander pero me fui a vivir con mi padre y él ha pasado momentos difíciles y me tuve que ir con mi abuela… Mi hermano se fue a vivir con mi madre. Todo lo que me dieran me venía bien. El dinero me lo guardó mi madre porque yo no estaba acostumbrado a eso. ¡Ah, y el reloj aún lo tengo! Y recuerdo que con parte del dinero me fui con mis amigos de vacaciones. Tuve en detalle con ellos. Me fui a Palma con todos, entre los que estaban Matabuena y Dani Cobo. Y me marche con mi mujer, que ahí era mi novia, a la Riviera Maya sin haber cobrado la prima aún..."
Con esa cuadrilla surgió la idea de una camiseta que ya es legendaria y merece un capítulo aparte: "Tenía ganas de fiesta esa semana y les dije 'oye, ¿por qué no hacemos una camiseta?'. Nadie más lo sabía. Únicamente dos colegas míos con lo que fui a una copistería a serigrafiarla. Les dije que iba a poner 'Para mi abuela'. Es que mi abuela [se le empañan los ojos]… Mi abuela ha sido la hostia. No estaba en El Sardinero porque no podía. Estaba en casa, en el piso, en el barrio Benidorm al lado del campo. Yo sabía que si marcaba me iba a quitar la camiseta para que se viera el mensaje a mi abuela. Y lo que se me vio fue la cara acojonada... No sabía qué hacer... Y corrí, corrí y corrí. Recuerdo que estaba Bodipo agarrándome. Y he visto después que estaba también José Ceballos. ¡Ceballos! Que para mí era la hostia.. Un referente el gato. Y mira, ahora estoy trabajando con él en la cantera y somos amigos. Tenía que abrazarme con él. Él el primero, y luego ya vinieron todos. Y cuando me soltaron, me esperé para ir a Quique y decirle de todo [no puede ni hablar de la emoción]. Es que… Hostia... Joder, tío… Le dije 'muchas gracias, te lo mereces…'. Él y Nando [fallecido en 2016], que me había ayudado mucho también. La camiseta aún la tengo, con esa simbología cántabra. La saqué también el día que nos metimos en la UEFA (2008). Me la he puesto tres veces… Estos dos días y el de la salvación ante Osasuna (2006). Tengo la bota con la que metí el gol también y la red de la portería. Así lo veían todo mis tres hijos (de 15, 10 y 6 años)".
Con el final de aquel partido inolvidable llegaron unas felicitaciones que se alargan hasta el presente. Y los abrazos inolvidables Todo el que se cruza con Moratón por las instalaciones del Racing sabe que es especial: "Cuando acabó el partido, me acuerdo perfectamente, me hacía el fuerte pero estaba llorando por dentro. Me quedé paralizado y hubo invasión. A mí me quitaron todo. Entre otras cosas, la camiseta oficial del equipo, y ahora curiosamente han contactado conmigo porque un tío de Santander la tiene y tiene la intención de dármela. A ver lo que quiere… Le ofrezco cambiarla por alguna de las que tengo entre la gran colección que hay en casa. Recuerdo abrazarme con mi hermano y mis padres… Fue muy grande aquello [se le humedecen los ojos]. Es que hace años que no hablaba de este tema y es la hostia…. Mi abuela y mi abuelo, que sí que fue al estadio, ya no están y me acuerdo mucho de ellos. Antes no era tan sentimental, pero ahora mucho. Lloro con más facilidad. Por ejemplo. Cuando he sido padre".
"Pero lo mejor de todo llegó después del partido", avanza el cántabro sabiendo mantener a base de anécdotas el interés de un careo que se alarga hasta la hora. "Fuimos a la cena de celebración. En el Hotel Chiqui. Y luego salimos de fiesta, evidentemente. Era domingo. Fui con mis colegas. Les llamé a todos para que estuvieran con los del equipo. Mi mujer, que entonces era mi novia, se tuvo que ir porque estudiaba medicina y tenía clase. Recuerdo que uno de mis amigos trabajaba en un parking en San Luis sacando coches y estuvo toda la noche conmigo de fiesta hasta el amanecer. Él se tenía que ir a currar ese lunes por la mañana… Y no pudo de la que llevaba… Yo, que no me podía dormir, me levanté y le sustituí a las 9 de la mañana. O sea, el día después del ascenso estuve trabajando en un parking sacando coches. Imagínate la gente que pasaba por allí y me veía allí sentado con otro colega, Chuchi Cuartas, que ahora es Policía Nacional y delegado en el División de Honor. Alucinaban. El otro llegó más tarde. Lo de la afición aquella noche fue muy grande. Aquel día podía haber hecho de todo. Estuve toda la semana celebrándolo. Así pasó, el último partido… Tengo una imagen grabada. Donde está ahora el Kudeta, al lado de Puertochico, iba yo a hombros y la peña tirándome las copas… 21 años, imagínate".
Su carrera, con capítulos como estos, fue de ensueño. Pero también tuvo sus sombras. "Las lesiones aceleraron mi retirada. En el 2006 me rompí el cruzado, con Portugal de entrenador. Y ya cuando vuelves notas que… Me tuve que volver a operar. Hasta cuatro veces seguidas. Cuando volví, jugaba y tenía que estar poniéndome hielo hasta el miércoles. Lo paseé muy mal con las lesiones. Estaba en mi mejor momento. Igual a la gente le queda ese recuerdo último de que estaba trabao y demás. Y he aguantado muchas cosas aquí. Muchos pitos. Considero que muchas veces han sido injustos conmigo porque he sido un buen jugador para el Racing, aunque el final no fue todo lo mejor que uno desea. Pero en los momentos más importantes he estado. Me quedo con los ascensos, las salvaciones, el año de la UEFA. Aun no siendo protagonista total, jugué los últimos tres partidos teniendo la rodilla así. Me acuerdo que Marcelino me dijo 'tienes que jugar'. Y me infiltraba cosas radicales. Luego estaba cojo hasta el jueves y me tenía que sacar sangre de la rodilla arriesgando la salud. Marcelino sabía que era importante".
Ahora desea que festejen otros. Como su mujer es radióloga y él necesita trabajar porque es una persona muy activa, se puso a estudiar radiología también e hizo de técnico hasta que nació su tercer hijo por incompatibilidad de responsabilidades. Pero desde hace años, y tras entrenar a varios equipos de Cantabria, volvió al Racing, donde se siente muy valorado junto a su jefe, Gonzalo Colsa, con el que comparte vida desde los 14 años: "Éste es el fútbol que me gusta. No me va mucho la farándula porque no me encuentro cómodo. Esto es lo que necesito. Trabajamos juntos encantados y con eso no necesito más. Miro lo que me cuesta el gas y la luz, ¿me explico? pero tengo la suerte de poder decidir para dónde tirar. No soy de coches ni de lujos ni fiestas".
Con la del ascenso parece que ya tuvo bastante.
El nuevo rumbo del club le ilusiona: "El cambio de este Racing viene porque tenemos una dirección deportiva y un cuerpo técnico con gente normal y que estamos todos en la misma dirección. Igual que la propiedad. Yo creo que a Manolo Higuera se le ha metido mucha mierda aquí y es uno de los principales responsables de que esto siga vivo. Y está acompañado de Sebastián Ceria, que es importantísimo, que ha llegado y, pese a vivir fuera, lo vemos aquí todas las semanas y está pendiente de todo… Y siendo quien es, llega al estadio con un coche de lo más normal, hace videoconferencias para estar al tanto de todo lo relacionado con la cantera y pregunta qué necesitamos. Ahora tenemos el arraigo que habíamos perdido. José Alberto viene aquí como anillo al dedo. Gente humilde, campechana y que va de frente. A mí los que venden motos... Es que he visto muchas cosas. Estamos en el buen camino. El ascenso puede llegar esta temporada, dentro de dos o de cuatro. Lo que no puede ser es volver atrás. Aquí no hay ladrones como antes. Hay gente que ha hecho daño al club y que ahora está en paradero desconocido o ha pasado por la cárcel. Si me los cruzo ahora es que les diría de todo. Se ha pasado muy mal. Se lo han llevado crudo. Y a paladas. Hemos tragado con Piterman, Pernía… Con Ali Syed y Harry no coincidí pero parece que también fueron tremendos. Hay que valorar dónde estamos. Que venimos de la mierda y de tragar mucho".
Por eso el hecho de dejar del ser el último héroe no es que no le preocupe, es que lo firmaría hoy mismo: "Ojalá que mi heredero sea alguien de la casa. De los que hay ahora me gustaría mucho que el gol del próximo ascenso lo haga Íñigo Sainz-Maza, el capitán. Para la gente que trabajamos en la cantera sería un ejemplo buenísimo en un lugar donde hay mucho talento pese a lo pequeños que somos y la fuga de talento que hay. Las estadísticas dicen que donde hay más posibilidades de llegar es jugando en casa. Él es un niño que es de Ampuero, que sigue viviendo allí porque es muy de raíces. Y viene a Santander desde alevines cuatro días a la semana... Es el único que ha pasado desde alevines hasta el primer equipo. Sería un ejemplo para los chicos. El Racing ha sido un foco de problemas y la ciudad deportiva se caía a cachos y se iban. Pero eso ya ha pasado. Es un capitán como la copa de un pino. A mí me han hecho muchos reportajes y estoy deseando que se los hagan a otros".