Los días felices de José Antonio Reyes en Córdoba: "Sandoval dijo que no había huevos para desayunar y él dijo que no se levantaba hasta que se los hicieran"
El utrerano llegó en enero de 2018, con 13 kilos de más, y en seis meses se metió a la afición en el bolsillo y fue clave para lograr la permanencia. Las personas que le rodearon le recuerdan con anécdotas inolvidables.
Córdoba.- Aún con el aroma de la Selección en el ambiente por su paso por el Nuevo Arcángel, los recuerdos embargan a esos aficionados que, llegados desde todos los puntos del país, acompañan a la Roja por el mundo. "Aquí en el Córdoba jugó un grande como Reyes". El comentario, repetido en los aledaños antes y después del España-Serbia, era el mejor intento de los padres para hacerles ver a sus pequeños de la importancia que tenía su primera vez en un estadio con tanta solera. Pese a que el utrerano sólo militó seis meses en el club, dejó huella. Y no sólo porque ayudara a lograr la permanencia en Segunda. Sino porque hacía mucho tiempo que no se veía con la blanquiverde a un jugador de esa talla.
José Antonio Reyes (Utrera, 1983-2019) llegó a la ciudad el 30 de enero de 2018 procedente de China, donde comenzaba a apurar sus últimos contratos tras una brillante carrera en el Sevilla, Arsenal, Real Madrid, Atlético, Benfica, Espanyol, Extremadura y Selección, además de sus aventuras por Asia. Y su fichaje se fraguó más de un mes antes y de la manera más insólita. Estando el equipo concentrado en Almería a mediados de diciembre, Jorge Romero, el tercer entrenador de la temporada tras las destituciones de Luis Miguel Carrión y Juan Merino, recibió una llamada de un desconocido que no tenía en la agenda y que no cogió por pura prudencia. Al instante le entró un mensaje de whatsapp del mismo número para que el que ya sí tuvo una respuesta. Era Alfredo Duro. El periodista y conocido contertulio de El Chiringuito, que en su día había sido director de Comunicación del Córdoba durante unos pocos meses. La pregunta a bocajarro pareció ser una broma: "¿Os interesaría fichar a Reyes?".
Romero, ahora jefe de scouting del Atlético de Madrid, lo recuerda como si fuera ayer: "Sinceramente, le tenía perdida la pista a Reyes. Y le pregunté a Alfredo: '¿Pero estamos hablando de José Antonio Reyes?'. Cuando me dijo que sí, fui tajante. Le contesté que no llevaba los temas económicos, que no sabía si había hablado antes con más gente del club o si lo iba a hacer después, pero que deportivamente claro que encajaba y que lo quería. Y eso que no sabía cómo estaba. Sólo de imaginar a un jugador así en el Córdoba se me pusieron los pelos de punta. Derivé esa llamada y empezaron las negociaciones para ficharlo".
Reyes quería regresar a España a toda costa y estar cerca de su Sevilla. De hecho, cuando firmó, iba y venía a Córdoba pese a que el club le puso una vivienda en uno de los mejores lugares de la ciudad. Su presentación, casi de noche, fue apoteósica. Ni siquiera se había entrenado con el equipo aún, pero aquello fue lo nunca visto. Se abrieron las puertas del estadio y empezaron a llegar aficionados incluso desde los pueblos colindantes en un día de diario. Estando en Segunda, y tan alejados los tiempos dorados, hacer un acto así no se estilaba. Reyes no dejó de sonreír ni un solo momento, por mucho que el personal viera claramente que llegaba fuera de forma. El delantero aterrizó con 13 kilos de más y se le notaba más porque no era muy alto. Pero no importaba nada. Se regalaron camisetas.
Al tajo con sobrepeso
Al día siguiente, Reyes comenzó a comprobar que aquello no era precisamente Valdebebas. Jorge Romero lo recuerda con gracia: "Nos teníamos que cambiar en el estadio porque nosotros solíamos entrenar en una Ciudad Deportiva que hay cerca y a la que llegamos en autobús. Era impresionante ver cómo absolutamente todos los jugadores se le quedaban mirando mientras se calzaba las botas. Era un ídolo para todos. Pero cuando vio que el resto llevaba zapatillas de deportes para subirse al bus, con las de juego en la mano, y él iba calzado con las de tacos no entendía nada... Cuando vio dónde se entrenaba ya lo entendió todo y se reía. Siempre estaba de buen humor y generaba un gran ambiente".
En ese entrenamiento, sus compañeros alucinaban con un solo detalle: cómo le pegaba el balón y, más que nada, cómo sonaba cuando lo hacía. "Sólo pasa eso cuando le pegan las estrellas", comentan a Relevo más miembros del staff que en esos momentos se dejaban la vida por el Córdoba. Reyes era feliz y le gustaba siempre acudir a las instalaciones rodeado de familiares y amigos. Nunca aparecía solo. "Con su padre había mucha guasa porque cuando quería apoyar al equipo y se ponía los colores blanquiverde, parecía del Betis...", recalca Toni Cruz, periodista de la Cope que celebra haberle visto de cerca.
El propio Toni reconoce que "llegó algo gordete" y vestía unas ropas "algo estrafalarias", pero eso daba igual: "Al 50% era mejor que todos los jugadores de la categoría. Dejó poso y se implicó como un gran profesional en un momento bastante complicado. No fue Salenko precisamente. La gente se quedó encantada con él. No hemos visto un jugador así nunca por aquí. A balón parado era un escándalo. Tenía un guante. Otro nivel". Llegó por amistad con Luis Oliver, dicen que por el salario mínimo para no dar el cante, aunque nadie se lo creyó en mitad de un descontrol institucional. Hizo un gol de penalti, insignificante porque fue en una derrota ante el Huesca, y dio cuatro asistencias desde su debut ante el Barça B que sí fueron determinantes para que Sergi Guardiola, Aguado y compañía volaran.
Su relación con los medios
Álex López fue jefe de prensa del Córdoba en aquella época y recuerda el paso de Reyes por el club como una bendición: "Fue muy especial por la burbuja que creaba. Era de otra galaxia. Nosotros, los del departamento de comunicación, estamos cerca del lugar donde se toman las decisiones más importantes. Y aquello era una locura porque en ese mercado se hicieron 10 operaciones. La suya fue la sexta o la séptima creo recordar. Pasaban a avisarnos de qué podíamos ir haciendo oficial. Y en el momento en el que nos dijeron que había que anunciar el fichaje de José Antonio Reyes, fue increíble. No nos lo creíamos. '¡Reyes! ¿José Antonio Reyes?'. Aún recuerdo buscando fotos con la Selección. Llevó el 9 porque lo deja libre Jona Mejía. Me sorprendió que, nada más llegar, se tenía que vendar las dos piernas porque estaba tieso. Y luego, nada de nada. Acabó fino y como un toro".
El interés mediático por Reyes se disparó. Todo el mundo quería entrevistarle. El culmen fue cuando su estancia en el club coincidió con un Arsenal-Atlético de Champions. En la idea, atendió a todo el que pudo. Y en la vuelta pidió que se rechazaran todas las peticiones porque quería centrarse en el Córdoba. "Acordamos que, si llegábamos con vida a la jornada decisiva, la última rueda de prensa la daría él y así podría tener esa deferencia con todos los medios. Hasta que un día vi entrar en el estadio un montón de cámaras de televisión y hasta un camión y apareció por allí una productora del Benfica con ¡Simao Sabrosa! Le había concedido una entrevista y le dije, con tacto, que por qué, que eso no era lo hablado. Y con guasa me respondió: 'Ya, pero es que Simao es mi colega', recuerda Álex.
Y da más detalles: "Era un artista. En Tarragona, en la previa del partido ante el Nástic, que también se la jugaba, se dio una escena muy curiosa en el hotel de concentración. Ya estaba Sandoval al frente. Bajamos a desayunar y Reyes se mosqueó porque no había huevos revueltos. Pero un enfado de verdad. El míster le dijo: 'Es lo que hay y deberás desayunar lo que todos'. Pero Jose dijo que de allí no se levantaba hasta que no le hicieran los huevos. Se los hicieron y los demás aprovecharon también para pedirlos y comerlos. Quedaban tres o cuatro salidas para acabar la temporada y desde ese día jamás faltaron huevos revueltos".
"En Vallecas entendí esa magia especial", recuerda el exjefe de prensa: "Nos jugábamos la vida y el Rayo era líder, y con un punto más conseguía su objetivo de subir. RDT estaba a tope. Me acerqué a Reyes mientras inspeccionábamos el césped, que había salido por una puerta del estadio con un café en la mano demostrando que se conocía al detalle todos los rincones de todos los campos de España, y le dije, '¿tú no estás nervioso?'. Me miró y fue muy claro: '¿Yo? Estoy súper tranquilo. Vamos a ganar 1-2'. Y así fue. Tenía un halo de jugador grande. No era lo que decía, sino el cómo. Esa grandeza te empapaba. Fue tremendo. Era querido, gracioso y levantaba el ambiente. Estábamos hundidos en la clasificación e hicimos lo imposible gracias a él, al míster y a todos. Con Jorge creo que también se hubiera logrado, pero es que entonces el balón no entraba... Con la salvación, Reyes regaló camisetas a todos los empleados. Tenía muchos detalles así".
Como si llevara toda la vida
Otro de esos gestos se produjo cuando el equipo cayó en Tenerife (5-1) y Jorge Romero estaba en la cuerda floja. Como el avión no salía hasta el día siguiente, el Córdoba se entrenó en la isla a la mañana siguiente. Y lo primero que hizo Reyes, según varios testigos, fue acercarse al míster para darle su apoyo, su comprensión y sus ánimos: "La responsabilidad no es sólo tuya sino de todos", llegó a decirle. El propio entrenador prefiere no desvelar, ni confirmar ni desmentir, ese tipo de detalles que se quedan en lo privado. Pero sí aporta otros igual o más interesantes: "Pese a lo importante que era para todos, dejaba ejercer a los capitanes. Y estaba callado y no hacía ruido cuando tocaba. Era muy humilde, llano, sin ego, y no parecía una estrella. Hasta que le veías jugar, claro".
Su marcha del club dejó mucho tristeza. Oliver se fue al Extremadura y se lo llevó con él hasta que pasó lo que pasó... Un accidente de tráfico en uno de esos viajes de ida y vuelta que ya hacía en Córdoba, desde el puesto de trabajo a Utrera, acabó con desgraciadamente con su vida. Antes, le había dado tiempo a enfrentarse a su exequipo, constatando que pese estar sólo seis meses en él, había dejado muchos amigos. "Su fallecimiento fue un palo muy gordo porque caló hondo", asegura Álex López.
José Ramón Sandoval, en las posteriores entrevistas que concedió, estaba abatido: "Era mi gitano. Así le llamaba", desveló en La Nueva España, donde se explayó: "Él estaba fuera de peso. Me senté con él y se lo dije. Le hice perder más de once kilos. Hizo un sacrificio brutal. Le costó entrar en el equipo, pero se lo ganó. Era un chico peculiar, diferente. Las tuve con él, ¡eh!, pero se hacía querer. En el campo tenía magia. Era un artista y todo un lujo para nosotros. Fue muy importante. No le gustaba mucho lo de entrenarse, pero le convencimos hasta que alcanzó un momento de forma extraordinario. Su padre me decía: 'métele caña'. Siempre estaba rodeado. Tenía miedo a la soledad. Era la referencia. Si había que mover de sitio la portería de los entrenamientos, él era el único que ni la tocaba. Nadie le dijo nunca nada. Se había ganado ese respeto. Recuerdo un día en el que teníamos doble sesión, era el cumpleaños de una de sus tres hijas y pactamos que se marchara a casa. Le tapé porque se lo merecía. Hicimos varios pactos de esos. Como decía Cruyff, a cada futbolista hay que tratarle de manera diferente. Y él era diferente".
Raúl Díaz al menos tuvo el consuelo de hacerle la última entrevista en Córdoba en televisión. "Fue un privilegio. La hicimos cuando ya había dicho que no seguía. Sandoval supo darle cariño y su espacio. Tenía un magnetismo especial. Dejó un sello de figura. En la entrevista llegué a hacerle un cara a cara, durante un rato, con Jesús León, que era el presidente que luego tuvo muchos líos por el 'Caso Saqueo'. Le dijo 'gracias presi por esta oportunidad'. Estar cara a cara con Reyes fue especial. A veces vuelvo a revisar el vídeo, que anda por ahí colgado. La hicimos a pie de campo. Era muy campechano, educado y abierto. Y siempre con su clan. Vino de vuelta y se aplicó. Esa mañana llevaba una bolsa pequeña y, al acabar, le vi marcharse a lo lejos, por el túnel de vestuarios. Y ya, hasta siempre...".