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¡El Real Valladolid es de Primera!: La historia de un ascenso con más señalados que héroes

El conjunto blanquivioleta gana al Villarreal B (3-2) y logra el ascenso a falta de una jornada solo un año después de perder la categoría

El Valladolid celebra el gol de Raúl Moro ante el Villarreal B. /EFE
El Valladolid celebra el gol de Raúl Moro ante el Villarreal B. EFE
Alejandro de Paz

Alejandro de Paz

El Real Valladolid vuelve a Primera División. Lo que por momentos parecía imposible en una temporada llena de altibajos, finalmente lo ha logrado a falta de una jornada. Y en qué mejor momento, en su estadio y con su gente. No valía solo con ganar al Villarreal B, ya que el Pucela necesitaba que el Eibar no sumara en su visita al Sporting de Gijón, en plena batalla por conseguir jugar el playoff. Y así sucedió. El Sporting superó al Eibar (1-0) y el Valladolid, en una montaña rusa continua, remontó a un Villarreal B, que ganaba en el 92' en Zorrilla y acabó perdiendo en el 97', con un penalti transformado por Sylla que hizo estallar a la afición blanquivioleta.

Hace menos de un año, el propio Paulo Pezzolano veía descender a su equipo en el José Zorrilla pese a depender de sí mismos, en un partido en el que ni tiraron a puerta. Ronaldo y la directiva blanquivioleta apostaron por mantener al director deportivo, Fran Sánchez, y al propio uruguayo como entrenador, que había llegado al club dos meses antes. Una decisión que no gustó a una parte de la afición, que mostraría su descontento con Paulo desde el primer momento. Aquí comenzó la historia de un ascenso con más villanos que héroes.

De puestos de descenso a ascenso directo

La temporada empezó mal para los recién descendidos. Antes incluso de comenzar la liga, Fran Sánchez era destituido en mitad del mercado de traspasos y Ronaldo nombraba a Domingo Catoira. El inicio de la competición no mejoró la situación. Pese a ganar el primer partido, 3-0 ante el Sporting de Gijón, tres derrotas seguidas colocaron en la jornada 4 al Real Valladolid en puestos de descenso. Pezzolano estuvo en la cuerda floja tras tampoco conseguir ganar el siguiente partido, pero un gol en el último minuto en la jornada 6 les dio la segunda victoria de la temporada.

El técnico ya tenía muchos detractores y su puesto seguía estando en el aire. Incluso salió a hablar con unos aficionados, que le pedían explicaciones tras un partido, a las afueras del estadio, pidiendo confianza y prometiendo resultados. Tras esta promesa llegaron cinco victorias consecutivas que metieron al equipo en puestos de playoff en una parte alta de la tabla muy apretada, algo que se convertiría en habitual durante el resto de la temporada.

A excepción del Leganés, que parecía poner rumbo a Primera División a pasos agigantados, la irregularidad reinó en LaLiga Hypermotion, que llegó a colocar al Real Valladolid en puestos de ascenso directo varias jornadas en noviembre. Pese a ello, las sensaciones no eran las mejores, había muchos jugadores señalados por su bajo rendimiento y el ambiente extradeportivo que se vivía en Valladolid eran presagio de lo que vendría en los siguientes meses.

Un club y una afición divididos que ascendieron juntos

El cambio de escudo es un tema que venía ya desde hacía más de un año y al que se sumaba el descenso. Las promesas de Ronaldo se convirtieron en su verdugo, enfrentando a la directiva con la afición en varios capítulos que se sucedieron durante la temporada. Cánticos contra el brasileño que el propio presidente y entrenador denunciaron como racistas, ataques contra ciertos sectores en desafortunadas ruedas de prensa de ambos y un largo etcétera llevaron a una división nunca antes vista en un club que, ahora y contra todo pronóstico hace unos meses, ha ascendido directo a Primera División.

Una decisión histórica se tomó en diciembre, cuando la gran mayoría de los abonados vallisoletanos consiguieron votar para recuperar el antiguo escudo, que volverá de manera oficial el 1 de julio y que ha servido para que el club redoble sus esfuerzos y campañas para unir a la afición y el equipo. Para muchos, una victoria ante el brasileño; para otros, un asunto de importancia menor que estaba alejando los esfuerzos de remediar las derrotas en el campo. Y es que, en estos meses, se habían juntado una durísima derrota por 5-1 en Ipurúa que les sacó de puestos de promoción, con la eliminación de Copa del Rey, con una racha de tres derrotas consecutivas y una sola victoria en ocho jornadas, de la que solo el parón navideño pudo salvar a Pezzolano dándole una vida extra.

De nuevo, el uruguayo ganó el match ball, pero siguió sufriendo con su talón de Aquiles: los partidos fuera de casa. Cuatro meses sin ganar a domicilio, fuera del playoff y a ocho puntos del líder. Desde ese punto, hace hoy más de dos meses, el equipo parece otro: 10 jornadas sin perder, récord de imbatibilidad, remontada histórica sobre el resto de equipos de zona alta, incluyendo al Leganés, y ascenso directo a falta de una jornada.

Primero, celebración; después, a pasar facturas

Poco se puede reprochar a una directiva, entrenador y equipo que ascienden directos. O eso cabría pensar fuera de Valladolid. En la ciudad castellanoleonesa, no son pocos —aunque muchos menos que antes— los que no pasan por alto el año como blanquivioletas de ciertos jugadores. Son los casos, por ejemplo, de Robert Kenedy, uno de los jugadores de la plantilla que más cobra y que ha tenido un rendimiento muy limitado; o de Luis Pérez, tras varios episodios de enfrentamientos con algunos aficionados.

A Paulo Pezzolano muchos le "perdonan", pero no así otros muchos, que quieren a otro hombre en el banquillo de Primera División. Es una "guerra" que hace tiempo dejó de ser solo deportiva para volverse personal. Lo mismo, o incluso peor, ocurre con Ronaldo Nazário, que sí que ha estado hoy en Valladolid tras muchos meses ausente y ocupado, entre otras cosas, con la venta del club.

Una masa social nunca antes vista ni en Primera División que no ha dejado nunca solo a su equipo pese a las peleas con él, como dos hermanos que se llevan mal pero que saben que la razón de existir de ambos es la existencia del otro. Un ascenso tras una temporada agridulce, con menos héroes que señalados y que traerá un verano muy movido, en todos los aspectos, en Valladolid.