REAL ZARAGOZA

El equipo de Víctor Fernández vuelve a una Romareda "mutilada" y en fase de derribo: "Es impactante y desgarrador"

Tras arrancar la Liga con tres partidos fuera por las obras, el Zaragoza más joven busca el liderato en un estadio al que ya le falta una grada entera.

Las obras en La Romareda./RELEVO
Las obras en La Romareda. RELEVO
Mario Ornat

Mario Ornat

Después de un arranque con tres partidos fuera de casa para dar un margen mayor a los primeros derribos en La Romareda, el Real Zaragoza vuelve hoy a su estadio... que ha cambiado ya para siempre: ha desaparecido la grada del fondo sur y una lona de 6,7 x 72,5 metros le guarda la espalda a la portería de ese lado: "Zaragoza nunca se rinde" -un lema adaptado del volumen de los Episodios Nacionales que Benito Pérez Galdós dedicó a los dos sitios sufridos por Zaragoza durante la invasión francesa- es la leyenda que cubre de lado a lado el enorme hueco dejado por la tribuna derribada este verano. Por fin Zaragoza tendrá un nuevo campo, moderno y con futuro. Pero, mientras tanto, ha de jugarse sus ambiciones de siempre en un ambiente extraño: Víctor Fernández ha dirigido un par de entrenamientos esta semana en el escenario del partido contra el Elche, con el fin de adaptar a sus futbolistas a lo que el propio entrenador definió como "una Romareda mutilada" y que además estrena césped, replantado también este verano después del concierto de Enrique Bunbury a principios de julio.

El equipo ha vuelto de los tres primeros encuentros lejos de casa con un botín casi inmejorable -siete puntos de nueve, tras golear al Cádiz 0-4, remontar en Cartagena 1-2 y empatar a cero en Miranda de Ebro-, pero Víctor y sus futbolistas saben de la importancia de debutar en su campo con triunfo. "Tenemos que dar una respuesta positiva porque es el primer examen, frente a un gran rival, y porque el éxito en una competición siempre depende mucho de lo fuerte que te hagas en tu propio campo", dijo el preparador. Ese reto va a ser más exigente que nunca en un campo que ya nunca será el mismo.

El Zaragoza tiene además la oportunidad de ponerse líder si le gana al Elche. No es poco aliciente para una afición ansiosa por ver a su nuevo equipo en la que va a ser la última temporada que el Real Zaragoza jugará en La Romareda: para las campañas 2025/26 y 2026/27 se mudará a un estadio modular que se levantará al norte de la ciudad, con capacidad para unos 20.000 espectadores, de acuerdo a los primeros detalles conocidos del proyecto. La opción del traslado a esa mini Romareda portátil introduce un elemento más de incertidumbre en el plano deportivo durante los años que dure la construcción del nuevo estadio: ¿Qué efecto tendrá la reducción de masa social en las tribunas para un equipo siempre exigido? ¿Cómo resolverá el club la falta de espacio para albergar a una afición que la temporada pasada batió el récord de abonos con cerca de 29.000 tarjetas? El Zaragoza no es ni de lejos el primer club que afronta procesos de esta naturaleza, pero la hinchada siempre alberga preguntas e incertidumbres; y las soluciones del club nunca satisfacen a todos.

En cualquier caso, como dijo Víctor Fernández el viernes: "La ciudad y el club merecían tener uno de los mejores campos que va a haber en España y eso tiene un costo: el costo es ver ahora una Romareda quebrada y mutilada. Es impactante y desgarrador, pero tenemos que pasar por ello". Es la actitud general. El traslado a un campo portátil las dos próximas temporadas ha sido la solución considerada más conveniente por el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza, impulsores junto al club del proyecto. Esa opción asegura a los aficionados no tener que desplazarse a otras ciudades para ver a su equipo -se barajó inicialmente que jugara en Huesca o en Logroño, por ejemplo- y permite redefinir las fases de construcción de la nueva Romareda, acortando los plazos. Si toda va de acuerdo a las previsiones, el Zaragoza tendrá su nuevo templo finalizado hacia finales de 2027. La mudanza permitirá acelerar los trabajos y reducir a sólo dos las fases de demolición del actual campo y edificación del nuevo.

Este verano se ha tirado abajo la grada sur y algunos edificios anexos al estadio, de forma que todo el entorno exterior de la grada de preferencia y desde luego el sur han sufrido una variación notable. En los aledaños de la tribuna oeste, reacondicionada para el acceso de los aficionados los días de partido, se ha instalado un mural que recuerda los principales hitos en la historia de La Romareda, desde su inauguración en 1957. Durante los últimos meses hinchas, vecinos de la zona, curiosos y paseantes han visto desaparecer, engullido por poderosas maquinarias, el lado sur del recinto y el contraste impresiona porque varía de forma dramática el aspecto del estadio.

Donde antes hubo una tribuna ahora ya legendaria que albergaba a cerca de 9.000 zaragocistas, hoy aparece un vacío medio disimulado por una lona ligeramente traslúcida que, como no podía ser de otra forma en estos tiempos de opinocracia generalizada, ha provocado debate: muchos la ven demasiado baja y temen que se vayan a perder balones con frecuencia en los disparos elevados. Otros bromean sobre las teóricas ventajas adquiridas por los vecinos de los edificios colindantes, que ahora pueden alcanzar una visión bastante completa de los partidos desde los pisos altos y la azotea de los bloques de la calle Jerusalén.

El escenario de escombros, movimiento de tierras, excavadoras y hombres generó en el área un paisaje tan inhabitual que hasta se desarrollaron ahí unas maniobras de la UME (Unidad Militar de Emergencia): los profesionales de la unidad aprovecharon para llevar a cabo una sesión de entrenamiento con varios de sus perros de rescate, aprovechando que la zona sur de La Romareda se había convertido con los derribos en una suerte de zona catastrófica, la simulación involuntaria de un terremoto.

A lo largo de todo el verano, el Zaragoza afrontó la compleja tarea de reubicar en el resto de gradas del campo a todos los socios del Gol Sur que solicitaron su traslado para esta temporada. A mediados de julio, cumplidos los plazos para inscribirse en ese proceso, un total de 4.907 abonados habían pedido moverse a alguna de las tres áreas restantes del campo. Había 5.859 butacas disponibles en el Gol Norte, Tribuna Este y Tribuna de Preferencia, de modo que todos pudieron encontrar un sitio alternativo, con orden de elección establecido de acuerdo a un criterio de antigüedad de sus tarjetas. En numerosos casos, asumiendo la diferencia de precio entre su localidad de estos años y el asiento en su nueva ubicación. Quienes no lo hicieron podían optar, o resignarse, a la alternativa de pagar 60 euros para acogerse a la modalidad de Abono sin Asiento: no tendrán una localidad en La Romareda esta temporada, pero el club les conserva su número de socio y la antigüedad, además de ofrecerles acceso prioritario con entradas a un precio rebajado para los partidos a los que deseen asistir.

Con todo eso, falta por ver cuál es el efecto de la desaparición del fondo sur en el ambiente del estadio, algo que se comprobará por primera vez contra el Elche. Hay menos aficionados en el campo, claro, por lo que se produce una pérdida cuantitativa inmediata. Para dar cabida a la mayor cantidad posible de sus seguidores, el Zaragoza no ha puesto entradas a disposición de la afición del Elche. Estos días se ha leído a expertos en acústica explicar que la falta de una grada no afectara la rotundidad sonora de La Romareda cuando su gente aprieta, lo cual siempre será una buena noticia para Víctor Fernández y los suyos... al menos mientras las cosas vayan bien. La Romareda ruge como una fiera cuando empuja a los suyos; pero las silbatinas en caso de descontento suenan también con la potencia de las sinfonías wagnerianas.

El entrenamiento a puerta abierta del viernes permitió apreciar la versión más entusiasta de una hinchada que lleva 12 años aupando a los suyos a un, hasta ahora, infructuoso regreso a Primera División. Víctor abrió las puertas del entrenamiento -algo que ocurre apenas un par de veces al año... y la otra es en Navidad- y más de 3.000 seguidores, muchos de ellos niños apurando sus últimos días de vacaciones escolares, presenciaron el entrenamiento del renovado plantel aragonés. Una plantilla sometida en estos meses de post temporada a "reconstrucción masiva", término acuñado por Víctor Fernández para referirse a lo que consideraba una ineludible renovación del equipo. El Zaragoza, como casi todo el mundo, se ha quedado algo corto y echa de menos dos o tres nombres más para redondear el proceso (un central de más jerarquía, algún relevo en el extremo y, sobre todo, un seis rotundo para acabar de cimentar el medio campo), pero ha remozado de forma más que apreciable su vestuario con hasta 13 fichajes. La operación ha afectado a todas las líneas y ha determinado la salida de jugadores aún con contrato: Francés y Maikel Mesa, traspasados a Girona y Tenerife; Lecoeuche, Grau, Sabin Merino y Dani Rebollo, rescindidos. Lo mismo que dos delanteros de la cantera, Guillem Naranjo y Marcos Baselga. Además, Cordero logró liberar masa salarial y fichas con las cesiones de Bakis (Gornik Zabrze), Sergi Enrich (Huesca) y los jóvenes canteranos Alberto Vaquero (Lugo) y Juan Sebastián (Alcorcón).

A cambio, han llegado el portero Joan Femenías (Levante), lesionado en el cuádriceps tras ser titular en el debut de la Liga Cádiz; los laterales Iván Calero (Cartagena) y Tasende (Villarreal B), además de la vuelta tras cesión de Marcos Luna, destinado a otra salida pero finalmente incluido en la plantilla con ficha del filial, tras convencer a Víctor de hacerle un sitio en la banda diestra; también se han incorporado los centrales Bernardo Vital (portugués del Estoril Praia) y el eslovaco Sebastian Kosa (Spartak Trnava). A esos fichajes se suma el regreso cedido por la UD Las Palmas del zaragozano Enrique Clemente, quien debutó en la 2019/20 también con Víctor Fernández en el banquillo. Su papel apunta a ser el de un recambio híbrido y versátil como central zurdo y lateral en esa misma banda.

En el medio campo, Víctor ha sumado al albanés Keidi Bare (ex del Espanyol), a Gori Gracia (también desde el filial perico) y, en un puesto algo más avanzado, a Ager Aketxe (Eibar), quien anotó gol saliendo desde el banquillo en el primer partido en Cádiz, antes de lesionarse muscularmente. Y ha redefinido su zona de ataque con Mario Soberón (desde el Eldense) y un ramillete de jugadores jóvenes, enérgicos y prometedores: el serbio Samed Bazdar (llegado del Partizán en la operación más ambiciosa del verano), Alberto Marí desde el Valencia y Adu Ares, cedido por el Athletic de Bilbao.

El nuevo Zaragoza de Víctor Fernández se presenta ante su gente con un equipo muy renovado, trece fichajes y la apuesta por futbolistas jóvenes: el once en Miranda tuvo una media de edad de 24,5 años

Además, Sergio Bermejo volvió también al Zaragoza después de su cesión al Elche: su destino parecía ser Gijón pero, aunque estuvo virtualmente traspasado con un acuerdo por tres temporadas, la revisión médica en el club asturiano tiró abajo el fichaje. El jugador debió regresar a Zaragoza tras haber pisado ya Mondariz, dispuesto a entrenarse al día siguiente en la concentración de pretemporada del Sporting. Pese al dictamen médico, ha entrenado y jugado con normalidad el resto del verano con el Zaragoza e incluso fue titular en Cádiz y Cartagena, antes de que Víctor lo relevase con la entrada del canterano Pau Sans en el once en Miranda de Ebro.

En definitiva, un nuevo Zaragoza repensado por Víctor Fernández y Juan Carlos Cordero desde la dirección deportiva. Un equipo cuyos rasgos definitorios son el buen pie, mayor decisión para ir al ataque y la confianza en chicos jóvenes, sean futbolistas de casa (Adrián Liso y Pau Sans han sido las últimas apariciones) o fichajes prometedores, con notable potencial de crecimiento. No en vano, la edad media de la plantilla se sitúa en 25,2 años. En el campo del Mirandés, Víctor presentó el once inicial más bisoño de toda la Segunda División (24,5 años de edad media), con tres puntas de última generación: Pau Sans (19 años), Samed Bazdar (20 años) y Adrián Liso (19 años). Y un banquillo repleto de futbolistas nacidos ya en el siglo XXI: Guillermo Acín (portero del filial de 23 años), Kosa (20), Luna (21), Francho (22), Gori Gracia (22), Adu Ares (22), Iván Azón (21) y Alberto Marí (23). Nuevos bríos para viejas aspiraciones. Y un escenario, La Romareda, que arranca este domingo el último año de su vida.