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Los días de Torricelli en el Espanyol: "Cada semana íbamos a comer bien Tamudo, Toni, Morales…"

El exjugador de la Juventus y Espanyol repasa en Relevo sus dos temporadas como perico.

Torricelli, en una pugna de balón contra Etxeberria. /ARCHIVO
Torricelli, en una pugna de balón contra Etxeberria. ARCHIVO
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Jugó tres finales de Champions consecutivas con la Juventus, y después se lo llevó Trapattoni -su principal valedor- a la Fiorentina, donde coincidió con Guillermo Amor. Allí militó varias temporadas, concretamente hasta la quiebra del club en verano de 2002. Tras seis meses sin equipo, le llegó una llamada de España para hacer una prueba en el Espanyol, donde terminó por convencer a Javier Clemente.

Moreno Torricelli (Erba, Lombardía, 1970) explica a Relevo su paso por Barcelona, donde estuvo un año y medio. Arribó en el ocaso de su carrera, pero aún le quedaban algunas gotas de sudor que soltar en el carril derecho. Era garra, resistencia y velocidad. Melena al viento y gen ganador. Un as en el tackle, un perro de presa, un sabueso, un forajido. Sí, hubo un periodo en que Torricelli representaba en su figura el intimidatorio fútbol italiano que dominó con brazo de hierro los noventa.

¿Cómo se produce el fichaje?

La Fiorentina quiebra. Yo estoy seis meses sin equipo, aunque me entrenaba con la nueva entidad viola que jugaba en la categoría C2. Después proseguí solo con mi fisioterapeuta, porque ellos ya no me daban la oportunidad. Entonces me llamó un representante que trabajaba en España para comentarme esta posibilidad. Viajé el día de mi cumpleaños, un 23 de enero.

El entrenador era Clemente.

Sí, un técnico de fama internacional. Le conocía por la selección española, y siempre le comparé con Trapattoni. Era su versión española. Hablamos de una persona carismática, simple, muy trabajadora, alguien que iba al grano. Me dijo esto: "Moreno, te conozco como jugador, sé qué nos puedes dar, aunque necesitaría ver cómo estás físicamente". Esa precisamente era mi gran duda, que quizás me faltaba ritmo de partidos. Sí, es cierto que me había entrenado, pero por mi cuenta. No es lo mismo, y ahí comenzó mi gran preocupación. Llamé a casa para decirles que me quedaba un par de días, y que después lo más probable es que volvería porque…

Pero no volvió.

No, porque el míster me vio bien tras dos o tres días de entrenamiento. Me instó a firmar el contrato. En dos semanas ya debuté contra el Madrid de Los Galácticos. Javier era una persona que te llegaba, aunque no habláramos la misma lengua. La suerte para mí es que en el vestuario había futbolistas con pasado en Serie A. De la Peña, Milosevic, Domoraud, Alain Boghossian… Tenían gran experiencia en todos los sentidos. Estuve esos seis meses y el año siguiente entero.

El mejor Iván de la Peña fue allí.

Un jugadorazo. Explotó en el Barça, donde le vimos cosas ya increíbles. Luego, en Italia… Quizás era frágil físicamente. Además, estuvo en una Lazio que no tenía cierta continuidad, pero su calidad era indiscutible.

Cuénteme alguna anécdota.

Hice un grupo magnífico con Toni Jiménez, Ángel Morales y Raúl Tamudo. Una vez a la semana íbamos a comer bien, porque en España se come de maravilla. Aún recuerdo largas sobremesas sentados en la mesa hablando de todo.

Torricelli, el día de su presentación como jugador del Espanyol en el Estadio Olímpico de Montjuic.  ARCHIVO
Torricelli, el día de su presentación como jugador del Espanyol en el Estadio Olímpico de Montjuic. ARCHIVO

¿Le explicaron bien lo de la rivalidad con el Barça?

Sí, por supuesto. Desgraciadamente la diferencia técnica era elevada. Ellos luchaban por ganar la Liga; nosotros por salvarnos. Pero sí, sentíamos cerca a los tifosi, y su deseo de ganar siempre al Barça.

Volvamos a la comparación Clemente-Trapattoni. ¿No es un poco exagerada?

La manera que tenían de entender el fútbol era similar. El carisma, la metodología de los entrenamientos, la determinación… Dejaban mucha libertad a los delanteros. Ninguno negociaba el esfuerzo que debían dar en el campo. No sé, me parecen similares. Personalidad, carácter, ganas insaciables de ganar, de competir. Eran magníficos.

Usted se integró enseguida en la retaguardia perica, y eso no es nada fácil para un zaguero italiano. A diferencia de España, las defensas a cinco (3+2) eran una tónica habitual en Italia. Por ejemplo, su Juventus en ocasiones tiraba una línea de tres atrás (Torricelli, Iuliano y Montero), con dos carrileros todoterrenos (Di Livio y Pessotto). Eso, por ejemplo, afectó mucho a Cannavaro en el Madrid, donde se sentía más desguarnecido.

Vamos a ver… Jugar en el Madrid es difícil ya de por sí, incluso sin abrir el abanico del tema táctico que mencionas. En mi caso, por mis características… Ya sabes, un lateral con mucha garra que jamás se rinde, pues funcionó. Incluso desde el primer partido, contra Zidane, Raúl, Roberto Carlos, Ronaldo, Beckham y compañía. Jugué setenta minutos y empatamos a dos en Montjuic. Si no recuerdo mal íbamos ganando 2-0. ¡Qué gran atmósfera en un estadio fantástico! El de Barcelona 92 para los Juegos Olímpicos, que también me acuerdo. Mi experiencia en España fue magnífica en todos los sentidos. La gente, los compañeros, la ciudad, el público, el fútbol, la gastronomía…

Al año siguiente llega Luis Fernández al banquillo.

Sí, porque destituyeron a Clemente. Con Luis Fernández tuve algunos problemas, porque jugaba poco. Estaba en el banquillo casi siempre.

Antes citó a Tamudo, poco conocido a nivel europeo. ¿Cree que ha sido un delantero infravalorado?

Sí, estoy de acuerdo. Era el símbolo del Espanyol. El capitán, era como Del Piero en la Juventus. Es lógico que fuera infravalorado, porque jugaba en un equipo que no optaba a títulos. Eso, quizás, le cortó las alas. Dicho esto, carrera top con los periquitos, que le llevaron hasta la Selección. Una enorme satisfacción para un emblema del club blanquiazul.

Para terminar, no quería pasar por alto la hegemonía juventina en los años noventa. Tres finales de Champions seguidas (Ajax, Dortmund y Real Madrid), con dos derrotas. Una de ellas la famosa Séptima del gol de Mijatovic. La prensa española os daba como principales favoritos.

Es normal, porque era la tercera seguida. Sólo pudimos ganar al Ajax en el 96, un partido disputado en el Olímpico de Roma. Éramos el equipo de referencia en el viejo continente, porque antes de esas tres finales perdimos otra contra el Parma (UEFA, 1994).

Torricelli, junto a Ronaldo Nazario.  ARCHIVO
Torricelli, junto a Ronaldo Nazario. ARCHIVO

¿Qué pasó?

Pues que el Madrid era igual de bueno que nosotros. Sí, la prensa decía esto y lo otro, pero nosotros no nos sentíamos favoritos. Tuvimos un par de ocasiones para empatar el tanto inicial de Mijatovic…

¿En fuera de juego?

Sí y no. Depende con quien hables. Creo que fue un partido muy competido entre dos grandísimos clubes.

¿Cuántas veces vio por televisión el gol de Mijatovic?

Mira, seré sincero. Te toca los huevos llegar a una final y perderla, porque te quedas cerca de obtener algo excepcional. Después, poco a poco, te haces la idea, te acostumbras también, porque la rabia va desapareciendo. Al final lo aceptas, porque sabes que para llegar hasta ahí has logrado también cosas importantes.

Para usted, a toro pasado y como aficionado ya, ¿fue fuera de juego?

No lo sé. No quiero polemizar con estas cosas. Forma parte del fútbol. No me viene a la cabeza criticar a un árbitro por esto. Hay que aceptarlo.

Casi se me olvida que -entre Turín y Barcelona- pasó por Florencia, y allí coincidió con Guillermo Amor.

Sí. Nos entrenó Trapattoni. Qué gran jugador Guillermo, una persona amable y excepcional. Jugó poco, porque había un joven extraordinario: Amoroso. En esa posición también estaba Sandro Cois, que ya era internacional… En definitiva, el míster contaba con otros. Eso no quita reconocer el señorío de Amor, del que no me extraña los éxitos que cosechó en el Barça de Cruyff. Un grande.