OPINIÓN

Y la 'Roomba' Gavi se puso a jugar

Gavi, centrocampista del Barcelona, antes de jugar un partido con la Selección. /GETTY
Gavi, centrocampista del Barcelona, antes de jugar un partido con la Selección. GETTY

Con 19 años recién cumplidos, la imperial irrupción de Gavi, y sobre todo la seguridad con la que apareció en nuestras vidas, están fuera de toda duda. Yo, con esa edad, metí una vez la cabeza en una melé, me rompieron la nariz y no volví a pelear un balón más en la vida. Todo lo que rodea a sus 127 partidos en la élite debería estar salpicado de halagos.

Sin embargo, hay quienes veíamos peligrar su continuidad en el once titular de todo un Barça por prejuicios y por estar malacostumbrados. Iniesta y Xavi dieron mucho a este deporte pero, a la vez, nos hicieron mucho daño. Gavi impuso desde el primer día el corazón por encima de la cabeza mientras cogía el pulso a Primera y, en esa impaciencia que empezó a brotarnos, parecía alejarse del juego aseado que todo centrocampista culé parece traer de serie. Ese toco y me voy que rige todo en La Masia.

Por estas cosas, desde el primer día mi subconsciente no ha hecho más que compararle con una de esas dichosas aspiradoras redondas que andan reptando por casa y chocando contra todo y todos con su robótica mala educación. Como si llamarse Roomba o Conga les diera el derecho a que todos tengamos que adaptarnos a sus caprichosos ritmos.

Gavi, a mis ojos, era un poco eso. Algo tan moderno como rudimentario. Le da igual tropezar con una fina lámpara de pie que arrollar al mueble más robusto de la abuela. Primero choca y luego pregunta. Y esa energía sin (supuesto) control, y su querencia a hacer carrera por los suelos, me hacía dudar de que con eso le diera para ser indiscutible y que, a fin de cuentas, no fuera más que un fogonazo de San Juan. Pedri, con un estilo tan opuesto, parecía de partida infinitamente mejor. Una vez más, sólo sé que no sé nada.

Gavi ha explotado a base de fútbol esta temporada porque, mientras sus niveles de valentía no menguan, los de calidad se han disparado hasta el punto de amenazar con desbordarse. El Barça se colgó de él en Mallorca una vez más para levantarse. Y esa mezcla, mitad furia mitad magia, en la que Xavi ha tenido bastante que ver, le garantiza un futuro maravilloso en la Roja y de blaugrana. No es sólo por un partido. Valga como resumen de lo que va de curso. Sus controles ya tienen la exquisitez que les faltaba. Su forma de girar el juego no envidia a la de nadie. Su picoteo entre líneas es igual que el de los mejores mediapuntas. Y la llegada no puede ser más dañina para el adversario. Donde yo veía a Bakero, tenemos a una mezcla entre el alma de Amor y -esta vez sí- la inteligencia de Eusebio.

Ahora, cuando Gavi hace surcos por el campo con la lengua apunto de horadar uno de sus mofletes o mira al mundo entero con el gesto torcido -pase lo que pase- como si tuviera un limón de Novales entre los dientes, entiendo que no es más que una pose para disimular. Sabe que la cara de ángel, como la de Joao Félix, no es más que un imán para las patadas. Hoy en día, cuando le veo empujar con la misma intensidad a un contrario que intenta driblarle o a un compañero -por veterano que sea- que acaba de marcar el gol de la jornada, entiendo que él vive la vida así, a empellones. Es más feliz estrenando un casco protector que con la entrega de un trofeo como jugador del partido.

No dudaré más de Gavi. Prometido. Pese a que se empeñe en llevar los cordones desabrochados para poner mi paciencia a prueba. Bastantes energías gasto ya con Ferran.