OPINIÓN

El 'presidente' Raúl ratifica a Ancelotti con dos mensajes

Raúl y Ancelotti se saludan en el Bernabéu./GETTY
Raúl y Ancelotti se saludan en el Bernabéu. GETTY

En una sola semana he tenido dos funerales, un cumpleaños y una boda. Y vuelvo a confirmar que aquí lo que de verdad une al personal son las penas.

No exagero. En una fiesta, da igual el calibre, el número de invitados y la etiqueta exigida, la gente se marcha escopetada de forma insolidaria sin recoger la mesa y, si puede ser, tras haber encharcado cada centímetro del baño. En un tanatorio hay primos terceros que, pese a no tener ni tu número de teléfono, se convierten en hermanos. Tanto que amenazan con reactivar las cenas de Navidad que hace décadas quedaron censuradas.

Ancelotti sabe de lo que hablo.

Con otro título en el bolsillo, el italiano escuchó en La Cartuja cómo Florentino Pérez le ratificó públicamente sin muchas ceremonias, pues tiene contrato hasta 2024. Entre tanta serpentina, como sucede cuando hay copas de más, es normal jurar amor eterno. Sin embargo, al técnico le hubiese gustado ver este tipo de detalles mucho antes, cuando en invierno Xavi le pasó por encima en la Supercopa celebrada en Arabia. No es que Carletto guiñara un ojo a Brasil aquellos días, es que lo veía como la única salida contra el paro.

Ahí, entre problemas, algún desprecio y varios dardos post-partido en las entrañas del Santiago Bernabéu, que los hubo, fue su guardia pretoriana la que le dio aliento en todo momento. Davide, valga como ejemplo, pudiendo marcharse en enero al Everton, se quedó. En parte porque no fructificó su plan y, sobre todo, por estar al lado de su padre en plena crisis. No es casualidad que su celebración de los goles ante Osasuna fueran como los de Liverpool.

Pero Davide no ha sido el único que ha suavizado a diario el mosqueo de Ancelotti. Otro que lo ha dado todo por el club y que no goza del cariño que desea, Raúl González, ha sido siempre de los más cercanos y activos. Pese a que se dirige a él de usted. Donde otro hubiera ejercido a conciencia su papel de delfín, alternativa de urgencia o revulsivo de futuro, el técnico del Castilla ha hecho de madridista y presidente. Por ese orden. Estos días, sin ir más lejos, antes de viajar a Sevilla y después de los tropiezos en Girona y San Sebastián, tuvo un nuevo detalle con Ancelotti. Primero con un mensaje que salió del corazón: "Míster, hay que ganarlo todo". Y después, con otro cocinado en su cabeza experta: "Del Real Madrid nunca hay que irse".

Raúl sabe, como pocos, lo que no es recibir elogios. Aquellos audios filtrados de Florentino en el pasado, y publicados por El Confidencial, aún retumban en su cabeza. Y aun así, pese al fuego amigo que retrataba su trayectoria como futbolista, sabe que no hay mayor placer que trabajar cada día en Valdebebas. Por eso pasó en enero de irse al Leeds y por eso, como si fuera algo masoca, lo que de verdad le pone es dirigir al filial en Segunda.

Ayer, cosas que pasan, el Castilla se la pegó contra el Ceuta desaprovechando su oportunidad de ser líder y tocar el ascenso. Y mañana, cosas que motivan, llegan de visita Guardiola y Haaland... Por eso, imagino esta semana, en la que seguro que aparecen más curvas, a Ancelotti y Raúl dándose mutuamente arrumacos. Es su sino. Sin aspavientos ni dramas. No hay mejor escenario posible, en las malas, con los palos que da la vida, para unirse, cerrar filas y convertir cualquier conato de entierro en otra rúa por la Champions.