¿Quién le pone orden al manicomio del Sevilla?
El manicomio de Nervión, en sentido positivo para levantar la Europa League, se ha devorado a una nueva víctima. De salvar de una situación desesperada al Sevilla, ese Mendilover de mayo, a despedido en apenas dos meses. Como antes le ocurrió a Jorge Sampaoli y, sobre todo, Julen Lopetegui. O a Monchi. La hojilla de méritos queda caduca pronto. El Saturno del Ramón Sánchez-Pizjuán de nuevo a escena para seguir alimentando a la masa.
La lógica indica que se apueste por entrenadores en los que se confía para un proyecto y esa cuestión no viene sucediendo en el Sevilla de los últimos tiempos. A tropezar en la misma piedra un verano y otro también. ¿Otra vez? Sí, otra vez. La continuidad forzada por Mendilibar, entre los éxitos indiscutibles del de Zaldibar de llevar a la gloria a un cadáver deportivo, y esas disputas internas que hacían elegir el camino más fácil, como un año antes mantener a un Lopetegui del que se rajaba en cada esquina.
Se quiere iniciar un nuevo proyecto estratégico en la planta noble de Nervión, con el boato del nuevo estadio y también con cambios en la cúpula. La primera incógnita a resolver será hacia dónde se quiere llevar a este Sevilla de los éxitos, un club que ha crecido de manera exponencial en los últimos 18 años. Tanto, tanto, que se dejan de valorar los éxitos, que se olvida disfrutar del camino para entrar en un estado de ansiedad insoportable. Que le pregunten a Monchi y cómo se gestionó la salida de una parte de la historia del club.
La sensación que traslada el Sevilla es la de una transición y ojalá todas pudieran ser con el dulce de un título en medio. Pero tampoco los trofeos deben encerrarte en el bosque. Que la bajada de coste de plantilla también requiere de un periodo de adaptación. Que alguien debería hablarle claro a los aficionados (accionistas) y no sólo a los medios sobre la situación de la entidad. Y también dejar trabajar a los profesionales con plena libertad y no tragándose sapos, aunque sean con aviones para distender el ambiente.
La batalla accionarial hace ruido, sí. Pero no sólo puede ponerse de excusa lo que viene de fuera, aunque sea un expresidente como José María del Nido Benavente, y también hay que mirar hacia dentro. A todo lo que se comenta entre bambalinas y que genera la sensación de una entidad sin faro ni guía. Y que acaba ofreciendo víctimas a su coliseo particular para seguir ganando tiempo. O gastándolo.