REAL MADRID

La página que creó la Quinta del Buitre cumple 40 años: "Si los subo y la cagan, ¿qué?"

Julio César Iglesias, periodista que ideó el término, habla con Relevo sobre aquel reportaje que acabó en una llamada del mismísimo Di Stéfano.

Formación del Castilla de la 1983-84, donde brillaban los cinco componentes de la Quinta: Michel, Butragueño, Sanchis, Martín Vázquez y Pardeza. /
Formación del Castilla de la 1983-84, donde brillaban los cinco componentes de la Quinta: Michel, Butragueño, Sanchis, Martín Vázquez y Pardeza.
Jorge C. Picón

Jorge C. Picón

Hoy se cumplen 40 años del término 'La Quinta del Buitre'. La excelsa generación de jóvenes de la cantera que marcó una época en el Real Madrid fue bautizada en otoño de 1983 a través de una página de El País firmado por una eminencia como Julio César Iglesias. El periodista, de sello inconfundible, habla con Relevo y cuenta el origen de un nombre que ha quedado en la historia del fútbol español y en el recuerdo más orgulloso de los aficionados madridistas.

"Me llamaron para hacer un reportaje. En ese momento presentaba el programa de tarde en Radio Nacional -Directo Directo-, de información general. Nada deportivo. Pero querían que redactara una página en el suplemento especial del lunes sobre algún tema del Real Madrid. Se me ocurrió hacer algo de la cantera, pero no lo veían y colgamos. Me llamaron al rato y me dijeron que vale, que podía escribirlo". Julio conocía a la perfección las categorías inferiores ya que vivía a un pasito de la antigua Ciudad Deportiva, en el Paseo de la Castellana. Aficionado al fútbol, pasaba al lado con su coche y desde su asiento veía si había algún equipo jugando. Un ligero desvío le permitía pasar un rato tranquilo, alejado de su rutina y disfrutando de una de sus pasiones.

De manera improvisada, y desde un punto de vista muy personal, tomó a los cinco canteranos que más le llamaban la atención. Butragueño y Míchel, de 20 años, y Pardeza, Martín Vázquez y Sanchís, de 18. Su elección, que atendía a su propio análisis, sólo tenía una condición: debía tratarse de jugadores especiales con la pelota. Con un estilo propio y sin vicios de un fútbol marcado por un claro fervor tacticista y por futbolistas marrulleros, con libertad para patear sin castigo a los más habilidosos. El Mundial de 1982, conquistado por una Italia de más orden y agresividad que juego, había marcado un preocupante precedente. Estos cinco chicos se salían de esta norma…

Butragueño, contra el Atleti, en marzo de 1984.
Butragueño, contra el Atleti, en marzo de 1984.

El periodista los había visto en numerosas ocasiones. Habla maravillas de la calidad de Míchel o Martín Vázquez. De la potencia de Pardeza, reconociendo que Endrick, al que ha seguido de cerca, cuenta con algunas características análogas. De la inteligencia para defender de Sanchís sin disfrutar de un físico superior. O de Butragueño, un chico al que el calzón y la camiseta le quedaban enormes pero con un talento diferencial. "Emilio era la antítesis del fútbol de la época. Pequeño, habilidoso… Era, lo que se dice, un jugador de patio de colegio", comenta.

El origen del término, con el que tituló el ya imborrable reportaje de El País, se le ocurrió a través de una mezcla de diferentes ideas. Primero, la 'Quinta', con la que expresó que se trataba de un grupo que, precisamente, eran cinco jugadores. Y también se trataba de un juego de palabras. Por aquel entonces, en España, los coches de cuatro marchas se sustituían por otros más modernos de cinco. A Julio le gustaba decir que esos jugadores rápidos, de mucha arrancada, como era el caso de Butragueño, tenían quinta marcha.

Un flechazo y un error en el Trofeo Bernabéu

Y, ¿por qué de El Buitre? Podría haber sido de cualquier otro, pero el periodista se quedó con el atacante después de un Trofeo Bernabéu. En un tiempo no muy lejano, los juveniles jugaban antes que los primeros equipos como aperitivo del gran partido. En 1981 se invitó al AZ Alkmaar, con el nombre de AZ 67 (cambió al actual en 1986). Allí, se enamoró de Butragueño. "En aquella tarde metálica, los ojeadores descubrirían un segundo fenómeno: [...] (Toni) Grande, el entrenador local, sacó a un extraño chico dotado de una tosca figura de repartidor. Tenía la espalda recta, las piernas robustas y cortas, y los brazos largos y pendulares. Por si fuera poco, estaba rematado por una cabecita poliédrica cuyo punto de fuga era una nariz triangular. Como contrapartida, no tenía un pelo de tonto; alguien, seguramente un aprendiz, le había rapado al cero. Aquel tipo se llamaba Emilio Butragueño", reza su artículo de 1983.

En ese torneo, un error en la tablilla indicó la entrada de 'Buitragueño', desatando más de una risa. "¡Arregla esto, Buitre!", le gritaban desde la grada en tono jocoso. No eran conscientes de que estaban ante la aparición de un talento generacional y sólo Julio aprovechó esa oportunidad para utilizar el mote en su favor. Meses más tarde, en la Ciudad Deportiva, el '7' jugó un partido con el Real Madrid C. Ante esa arrancada en espacios cortos, los aficionados le pedían que subiera de marcha: "La quinta, Buitre". Un batiburrillo de ideas que terminó con el nombre definitivo: "Amancio y la Quinta de El Buitre", decidieron. El 14 de noviembre de 1983 veía la luz.

Un artículo que provocó la llamada de Di Stéfano

El entrenador del primer equipo era Alfredo Di Stefano. En el artículo, en calidad de aficionado, Julio bromeaba: "Tiene diez minutos, acaso dos o tres partidos de Liga, para movilizar a la Quinta de El Buitre". Le pedía a una leyenda como el hispano-argentino una oportunidad para los jóvenes, pensando que nunca lo leería. Ese mismo día, a las 13:45 de la tarde, le llamó Jesús Paredes, preparados físico del Madrid y buen amigo suyo. "El jefe quiere verte", afirmó. Lo había leído y, según informaron al periodista, le había gustado. Quedaron el 15 de noviembre en el mítico José Luis, en la calle Rafael Salgado, a orillas del Bernabéu.

Di Stéfano, entrenador del Real Madrid, habla con Míchel y Sanchís.
Di Stéfano, entrenador del Real Madrid, habla con Míchel y Sanchís.

"Alfredo te intimidaba. Era una persona de un carácter muy fuerte. Cometí el error de llegar más tarde que él. Yo le vi a lo lejos, sentado en la terraza, y me fui acercando. Te empequeñecía con la mirada", comenta, asegurando que llegó a aquella reunión atemorizado por la reacción del técnico. Antes de que se sentase, la pregunta. "Y si subo a estos tipos y la cagan, ¿qué?", le dijo Di Stéfano nada más verle. Ante esta situación, Julio tiró de imaginación y algo de descaro. "Pues tendrá que decir que está preparando el fútbol del siglo XXI", le contestó.

Don Alfredo le comentó que subiría a cuatro de los cinco. "No puede hacer eso, son cinco", le replicó Julio. Míchel no le entraba por el ojo y el de Ciudad de Los Ángeles tuvo que esperar al ascenso de Amancio al primer equipo para debutar. Finalmente subieron los cinco, de forma escalonada. Meses más tarde de aquel artículo Butragueño trepó al primer equipo, quien tardó poco en brillar con luz propia en el filial. En un Cádiz-Real Madrid, un 5 de febrero de 1984, el delantero marcó dos goles en la segunda parte para remontar un 2-0 en contra. Di Stéfano terminó dando la razón a Julio, quien había actuado como ojeador particular: "Este tipo lleva el gol en el cuerpo. Le sacudes y se le cae un gol. Le sacudes otra vez y se le cae otro", comentó el entrenador al periodista.

"Le dije a Mendoza que les pusiese una ficha en condiciones. Y a todos la misma, para que no hubiese envidias. Más tarde, el Inter vino a por Butragueño, el Milan quería a Míchel...", recuerda.

Julio César Iglesias habla de la Quinta como unos adelantados a su época. "Eran lo que podía ser Cristiano Ronaldo en la actualidad. Estrellas. Jugadores que cuando llegaban a un sitio, se paraba la fiesta. Y en lo futbolístico, eran especiales. De los que ahora Transfermarkt estimaría un valor de mercado de 120 millones". Futbolistas que marcaron una época y que, antes que nadie, fueron descubiertos por un periodista y aficionado que un día se inspiró para escribir de su pasión por la cantera.