Mario Martín, el "canterano perfecto" que duerme con los alevines y lloró por Raúl González
El mediocentro aprovechó sus minutos ante la Arandina y forma parte de la expedición para la Supercopa. El club le pone de ejemplo para el resto de mirlos.
Mario Martín (19 años) es uno de los mirlos escogidos por Ancelotti para viajar a Arabia Saudí, donde el Real Madrid peleará por el primer título de la temporada. El mediocentro, que lleva en La Fábrica desde alevín, salió reforzado del examen de Aranda de Duero, en el que exprimió los 20 minutos que le dio Carletto. A pesar de que no jugaba con el primer equipo desde hacía casi un año, el toledano brilló como pivote y como central y se ganó la convocatoria para la Supercopa. Su buen hacer también le ha permitido debutar en LaLiga. Lo hizo frente al Alavés, disputando los diez minutos finales del partido.
Su victoria es la de un canterano al que desde el club definen como "perfecto" por su carácter inusual y una profesionalidad que lleva al extremo. El tímido Mariete que llegó en 2015 es ya un Mario contrastado, clave para Raúl en el Castilla y con un futuro brillante por delante. Lejos quedan ya los 250 kilómetros que recorría a diario desde Sonseca (su pueblo, a 25 minutos de Toledo) para entrenarse de blanco, las noches de náuseas y estudio en el coche, los malos momentos en Valdebebas y el palo que se llevó este verano justo antes de la gira, cuando su lesión de hombro le impidió formar parte del stage por Estados Unidos.
Su buena actuación en Copa servirá de espaldarazo para un chico "especial" para Ancelotti y los dirigentes de cantera, que le exponen asiduamente como un ejemplo para los que vienen por detrás. Por eso, fundamentalmente, le convirtieron hace meses en una especie de embajador de Valdebebas, un nombramiento simbólico y de representación a nivel interno que el futbolista acogió con ilusión. El cargo tiene su explicación: desde las oficinas cuentan que casi todos los jugadores que viven en la residencia de la Ciudad Deportiva piden irse de allí el mismo día que cumplen los 18 años… menos Mario.
Él hizo lo contrario, solicitó quedarse, y todavía convive con el resto de alevines, infantiles, cadetes y juveniles que tienen habitación en las instalaciones. El gesto encantó en la cúpula y ha servido para que otras promesas que llegan con fuerza (como el sevillano Manuel Ángel, del Castilla) hayan seguido el mismo camino.
Este ejemplo es sólo una pequeña muestra de la determinación del pivote, obsesionado con cumplir milimétricamente con la rutina que exige ser deportista profesional y llegar a lo más alto. En Valdebebas tienen todas las herramientas para lograrlo (nutrición, tiempos de descanso medidos, facilidades para estudiar…) y él las aprovecha al máximo, aunque alguno le considere un rara avis y renuncie a parte de la diversión de la que disfrutan otros compañeros. Quizá por eso se convirtiese hace tiempo en el joven favorito de Ancelotti y lleve ya tres temporadas (desde que era juvenil de segundo año) afianzado como una pieza clave en el filial.
La promesa premonitoria de su admirado Raúl
Su actitud y aptitudes le han llevado a crecer a pasos agigantados desde que entrase a formar parte del Alevín A, después de destacar en varios equipos de su tierra (Sonseca, Toledo y Odelot) y llamar la atención de los ojeadores en varios torneos. Su padre Alfredo ha guiado su camino y llegó a entrenar a alguno de esos conjuntos de fútbol-8 en los que Mario empezó a sobresalir. Sus actuaciones provocaron el interés del Villarreal, que le tuvo una semana a prueba, y del Atlético, pero el centrocampista y su familia dejaron todas las propuestas de lado en cuanto apareció el Madrid.
En Valdebebas ha pulido su poderío físico y su orden táctico, transformado en un 6 a la antigua usanza: recuperador, con condiciones físicas para abarcar muchísimos metros y ayudar a los laterales, casi siempre ganador en los duelos y cada vez con más criterio en la distribución de balón. En sus primeros años, cuando apenas era un crío, sus padres decidieron no internarle en la residencia y llevarle y traerle todos los días desde su pueblo (a 125 kilómetros de Madrid, una hora y media en coche) a la capital. Todavía no olvidan las palizas para entrenarse y para estudiar en los viajes de ida y de vuelta, con mareos y náuseas incluidos, para llegar a casa más allá de la medianoche y levantarse a las 07:00 para asistir al colegio...
Muchos señalan como clave en su evolución la temporada 2018-19, en la que coincidió en el Cadete B con Raúl, que vivía su primera experiencia en los banquillos. La leyenda le entregó las llaves de su equipo y la confianza que necesitaba. Entre ambos se generó una conexión tal que, en marzo, cuando Raúl se hizo cargo del Juvenil B por el despido de Álvaro Benito, Mario no pudo evitar las lágrimas al enterarse de que el 7 no continuaría siendo su entrenador. Para consolarle, el exdelantero le dedicó una promesa premonitoria: "Tranquilo, que nos volveremos a ver más arriba". Y vaya si la ha cumplido.
La sorpresa de Ancelotti y la recompensa al esfuerzo
El mediocentro ascendió al Castilla hace tres temporadas, cuando Raúl apostó por él directamente desde el Juvenil B, y no tardó en asumir el mando. Lo hizo en la 21/22 y en la 22/23, en las que formó centro del campo con Antonio Blanco o Carlos Dotor; y todavía más en esta 23/24, tras la salida de jugadores tan importantes como Arribas y escogido como uno de los capitanes. Justo al empezar la pretemporada y con todo listo para que viajase a la gira por América con el primer equipo, los médicos del club le recomendaron pasar por el quirófano para atajar cuanto antes sus recurrentes problemas con el hombro, una operación que le tuvo casi tres meses de baja.
Fue un golpe duro para el futbolista por las consecuencias que conllevó, pero también un alivio: ya había sufrido tres luxaciones y solía jugar con un aparatoso vendaje en la zona que no le permitía rendir a su mejor nivel. Ahora, liberado, ha vuelto por sus fueros para ayudar al filial, que peleará por acercarse al play-off y que actualmente ocupa la novena posición en su grupo de Primera Federación.
A pesar de los intereses de otros equipos de Primera y hasta de la Premier, el centrocampista sólo piensa en triunfar con el Madrid y en seguir asomándose al primer equipo. El club le transmite confianza y en su cabeza continúa instalado el mismo pensamiento que le rondaba en esos desplazamientos interminables desde los Montes de Toledo: que el esfuerzo de ahora merecerá la pena mañana. "Lloraba en el estadio por ver a mis ídolos cuando era pequeño. Poder compartir vestuario con ellos es una sensación indescriptible", aseguró después de debutar contra el Atlético en enero del año pasado. Ahora les mira a la cara y, dicen los que le conocen, tampoco les pasa ni una en los entrenos. El chico de Sonseca sabe que lo tiene todo para triunfar... y no quiere dejar pasar el tren.