Juan Sabas: "Mi madre me decía que si no quería firmar autógrafos, que volviese al taxi a trabajar"
El exfutbolista del Atlético y Betis es comentarista en Onda Madrid y Canal Sur Radio mientras espera una oferta para entrenar.

Faltan futbolistas de calle. De barrio. Por eso quedamos con Juan Sabas Huertas-Lorente (Leganés, 1967). "Cuando me encuentro a chicos por la calle jugando al fútbol ahora, me quedo embobado. En mi época, el mayor castigo que te podían poner era dejarte sin salir a la calle a jugar. El talento florecía mucho más. Los chicos no se encorsetaban en posiciones ni edades. Ahora van dos o tres días a entrenar y se encierran en sus casas con la Play y el ordenador", señala a Relevo desde la plaza de Segovia de Navalcarnero.
Aterrizó en Primera cuando el único que se lo esperaba era su padre, que era un acérrimo aficionado del Atlético, pese a que su carrera pareciese destinada a los campos de Tercera como el del Tomelloso, Valdepeñas y Pegaso. Por las mañanas era taxista y por las tardes se entrenaba al fútbol. Un cambio de posición, de extremo a mediapunta y segundo delantero, propiciado por Fernando Sierra, dio un vuelco a su carrera. "Pasé de Tercera a Primera como un Fórmula Uno. Llegué al Rayo asustado y pensando que me iban a ceder, pero fui el máximo goleador en ese debut y es cuando el Atleti se fija en mí", explica.
En el Atlético de Madrid, entre 1990 y 1994, se ganó la fama de jugador de segundas partes. "Me sentí como una hormiguita al llegar a un vestuario con Futre y Manolo. Cada año fichaban a un delantero extranjero como Rodax, Luis García o Kosecki. Era el cuarto delantero e intentaba jugar los minutos de la basura que te dejan como jugador revulsivo. Me quedé con ese sambenito. Los demás equipos siempre me han firmado para eso, para revolucionar partidos", subraya el exfutbolista, que con 1,66 de estatura disputó 196 partidos en Primera entre el Atlético, Betis y Mérida.

«El dinero te ayuda a tener una vida más cómoda, no a ser más feliz»
"Soy de familia humilde. El dinero te ayuda a tener una vida más cómoda, no a ser más feliz. Yo trabajé en el taxi porque mi padre falleció muy joven, con 47 años. Era la única herramienta que teníamos para salir adelante. Con 18 años y mi hermano mayor, con 19, nos tuvimos que sacar la cartilla del taxi y el carné de conducir para sacar a mi madre, y a mis otros dos hermanos pequeños, adelante. El taxi me permitía sacar un sobresueldo de lo que me daba el fútbol", rememora Sabas. Esa realidad, posiblemente, le hizo ver el fútbol y la vida de otra manera.
"He disfrutado de una manera increíble del fútbol en todos los equipos que he militado. Me encantaría morirme siendo futbolista, pero el camino me llegó a los banquillos. La carrera de entrenador es más dolorosa", cuenta el ahora técnico, que gozó de su última oportunidad en un banquillo hace dos años en el Córdoba, después de dirigir al Extremadura y San Sebastian de los Reyes, además de ser ayudante en el Granada, Valladolid, Atlético, Levante y Ciudad de Murcia, con Abel Resino.
Juan, ¿falta en el fútbol de hoy en día más calle y menos chavales endiosados?
Es difícil gestionar una vida con menos de 23 años y ganar millones de euros. Ahora, cualquier niño que esté destacando tiene un contrato de 300.000 euros. Si no tienes un entorno bueno que te sepa gestionar, puede que algunos acaben como un desastre. En los vestuarios que hay tanto ego y dinero es complicado. Pero yo tengo un máster en eso de convivir con chicos. La mayoría de la gente son buenas personas.
¿Qué te viene a la cabeza de tu etapa como segundo técnico en el Atleti?
Recuerdo charlas con el Kun, con Forlán, con el pobre Reyes, que en paz descanse. Por ejemplo, le decía: "Gitanito, ¿por qué tienes siete coches? ¿Cuánto pagas de seguros por esos coches de tanta cilindrada? Le encantaban los coches, yo no lo entendía. Pero se gastaba su dinero, que ganaba como futbolista. Y, lo más importante, se le veía muy buena persona. Luego, con el tema de decisiones de jugar o no jugar, ahí tenías que sacar el capote para convencerles de decisiones puntuales del entrenador.
A ti, ¿quién te paró los pies cuando eras joven?
La persona que más me ha frenado las alas es mi madre. En el Atlético salías del campo de entrenamiento y firmabas mil autógrafos. Antes era muy diferente porque los aficionados y periodistas se encontraban mucho más presentes. Yo vivía en mi casa de Leganés, de 50 metros, con mi madre y mis hermanos. Me había comprado dos pisos en Las Rozas, sabía que si me iba, le hacía daño. Cuando llegaba a mi casa de Leganés y mi madre me tenía esperando a 50 niños para firmar autógrafos, yo protestaba y ella me decía: "Coge las llaves del taxi y te vas a trabajar otra vez y así no tienes que firmar autógrafos".
¿Es cierto que un día llevaste en tu taxi a Aguilera a entrenar al Calderón?
Sí, a Aguilera, porque llegaba tarde a un entrenamiento, y a alguno más. Nos conocíamos de enfrentarnos en juveniles, yo con el Montilla Villaverde y él con el San Cristobal. Se quedó sorprendido porque no nos habíamos vuelto a ver desde entonces y, a los dos años, pasamos a compartir vestuario en el Atleti. "¿Pero tú no eras taxista?", me decía. Para mí era increíble, coger a un futbolista en el taxi. A Solana, del Madrid, tambien me acuerdo de llevarle con su mujer. No les cobraba la carrera sino que me tiraba fotos con ellos.

Vaya cambio te pegó la vida…
Radical. Era un chico normal, que compaginaba el fútbol con el trabajo y, en un breve periodo de tiempo, pasé de ver los partidos del Atleti al vestuario con ídolos para mí como Julio Prieto, Marina, Abel, Tomás, Mejías, Futre…
¿Por qué te cogió tanto cariño Jesús Gil?
No lo sé, pero a veces me perjudicó. Con Tomislav (Ivic), por ejemplo. Recuerdo que tuve un encontronazo con Donato en un entrenamiento y me parte el tabique nasal. Me recuperé rápido y Jesús Gil decía al entrenador: "A ver cuándo metes a Sabitas, que ya está listo". Se pensaba que yo le metía presión al presidente, pero nada más lejos de la realidad porque ese hombre a mí me imponía. Yo no decía nada en ese vestuario, vivía callado y muy humilde.
¿Callado?
Al principio, claro, porque era muy jovencito. Pero soy un revolucionario, no me callo.
¿Cómo manejaría el Sabas entrenador la rebeldía del Sabas jugador?
Muy fácil, poniéndole a jugar (risas). A ver, llegué al Atleti e iba de chuleta, pero luego la realidad te pone en el banquillo. Era normal. En esa plantilla, seguramente, tenía cabida de lo que era, es decir, una solución para momentos determinados. Al final, tú te revuelves contra esa situación y te mosqueas.
"Me iba llorando muchas veces del Calderón si no entraba en la convocatoria"
Jugador del Atlético de Madrid entre 1990 y 1994¿Y qué más recuerdas de cuando no jugabas?
No sabía qué hacer si no entraba en una convocatoria, me iba llorando muchas veces del Calderón si no entraba en la lista. Date cuenta que en mi época sólo entraban 16 jugadores y el entrenador lo tenía muy difícil, aunque como jugador muchas veces no lo entendías.
Ahora sufres la dura vida del técnico. Con Gil duraban muy poco…
Nada más llegar al Atlético cesa a Peiró en pretemporada, tras perder un Trofeo Colombino. Te quedas diciendo: ¿Cómo le pueden echar? Si en pretemporada no hay nada que vaya mal, pero bueno… A mí luego me pasó lo mismo, me echaron con el Extremadura en una pretemporada. Son cosas que duelen, pero que las tienes que aceptar.
¿Qué entrenadores te marcaron más?
En el Atleti, Aragonés y Tomislav Ivic, al que también le sustituyeron justo antes de jugar la final de Copa ante el Mallorca. Luis Aragonés era un fenómeno en todos los aspectos, un tío estricto, raro y sólo era cercano cuando te veía mal. Tenía carácter y te buscaba muchas veces. Hemos tenido algunos rifirrafes como el que tuvo con Etoo. Pero era un tipo que se notaba que me tenía cariño. Era distante, pero a la vez cercano en algunas cosas. Luego, lógicamente, Serra Ferrer me marcó mucho porque fue el que más partidos me dirigió.
Repites mucho que eres atlético de sentimiento y bético de corazón.
La afición del Betis demanda entrega y que le pongas pasión a las cosas. Tuve la suerte de marcarle al Sevilla nada más llegar y mi manera de entregarme hizo que la gente me quisiera con locura. En Madrid la gente no es tan cariñosa.
¿Cómo fuiste tan querido siendo suplente?
Es muy complicado. Tres años en el equipo sin ser titular y convertirse en ídolo de ídolos. Salía a calentar y la gente se volvía loca, y a demandar tu nombre en el terreno de juego. Yo me rebelaba y quería jugar. Pero Cuéllar y Dani Aquino hicieron un montón de goles en la primera temporada. En la segunda estuvieron Alfonso y Pier, que eran internacionales, junto a Kowalczyk.
¿Cómo fue lo de meterse debajo de la mesa en una comida de equipo y los polvos de talco?
Le eché cara. No sabía ni cómo eran ni Lopera ni Serra. Nos encontrábamos en el restaurante La Isla y don Manuel y Serra se ubicaban al final de la mesa. Sentados conmigo, Alexis Trujillo y Quesada, y les dije: "Hablad conmigo y mientras me meto debajo de la mesa". Pedí polvos de talco y fui hasta donde estaba Lopera y Serra para embadurnarles los zapatos de polvos de talco. Luego regresé a mi asiento, cogí una copa y la hice sonar con un cuchillo para brindar: "Quien tenga los zapatos más sucios, paga la comida". Fue entonces cuando se miraron Lopera y Serra y se lo tomaron muy bien, la verdad.
¿Cómo era el vestuario de aquel Betis?
Pues había mucha gente de la cantera como Cañas, Ríos, Merino, Ureña, Cuéllar y te decían, por ejemplo, que los derbis ante el Sevilla había que ganarlos sí o sí. La ciudad de Sevilla se transforma con el derbi. Lo viven de verdad diferente. Date cuenta de que muchos béticos y sevillistas comparten familias. Recuerdo esos tres años como muy felices. También había futbolistas como don Rafael Gordillo, que tenía un rol muy parecido al que tiene ahora Joaquín y que también es un cachondo.
"Gordillo nos metía los calzoncillos en el congelador"
Jugador del Betis entre 1994 y 1997¿Contaba muchos chistes Gordillo?
Gordillo no se entrenaba casi ya en mi época. Se trataba de su último año en el Betis, aunque luego se retiró en el Écija. En la Feria, a lo mejor, aparecía el último, con una guitarra en la espalda, con los votos camperos y la huella del albero de la Feria, se duchaba y decía: "Señores, que me marcho". O cogía todos los calzoncillos de los compañeros y los metía en el congelador. Eran anécdotas graciosas.
Desde que Simeone dirige el banquillo del Atlético, el Betis ha tenido 14 entrenadores…
Lo que no es normal es que Simeone esté tanto tiempo, más si cabe en la cultura española que nadie aguanta tanto. Lo normal es que vayan pasando entrenadores.

¿Tu carrera como técnico le falta esa oportunidad que no te dieron como titular en tu carrera?
Me duele como entrenador no tener continuidad para entrenar. Lo acepto y lo respeto. Me encantaría tener la oportunidad de mostrar mis cualidades como entrenador. Pero por circunstancias llevo dos años sin entrenar.
¿Con quién vas este domingo?
Es complicado. ¿Me alegraría que perdiera el Betis? No. ¿Me alegraría que perdiera el Atleti? No. Me cuesta mucho trabajo contestar a este tipo de preguntas y digerir este tipo de encuentros. Al final, si los dos estuvieran en una situación límite, sería diferente y te gustaría que ganase el más necesitado. Ahora es un partido maravilloso porque están peleando los dos por la Champions y no sufro.
¿Dónde te ves dentro cinco años?
Me encantaría medirme como entrenador, con oportunidades. Ver hasta dónde puedo llegar. He llegado hasta Segunda A, donde dirigí 11 partidos con el Extremadura. Allí tuve la suerte de vivir mi mayor felicidad como persona, deportista y profesional. Si no, quiero estar bien, en paz con la vida y feliz con la gente. Mi única pasión es el fútbol. Mi único empeño es llegar lo más lejos, pero si no se da, no pasa nada y me dedicaré a otras cosas.
¿Te sigues enfadando tanto como cuando eras futbolista porque esa oportunidad no llega?
No, ya pasé la etapa de pasarlo mal. El camino de Santiago me hizo muy bien a la mente. Lo hice antes de la pandemia, como una promesa deportiva porque salvé al Extremadura. Se lo recomiendo a todo el mundo. Se sufre mucho a nivel físico, me tiré un mes caminando solo; bueno, al principio empezaron mi hijo pequeño y mi sobrino, pero luego lo acabé solo. A partir de ese momento, estoy siempre en la búsqueda de soluciones. Toda la tristeza o lo malo que te venga en la vida, buscar soluciones. El camino de Santiago me sirvió muchísimo, para buscar los porqués. y me hizo más duro mentalmente.