Luces y sombras del doctor Del Corral tras una vida en el Real Madrid: "La angustia bloqueó a Iván Campo, el qué pensarán; le abrazamos, le dimos algún ansiolítico y salió"
El exjefe médico del club pasa consulta con Relevo: se emociona al recordar a Fernando Martín ("Tuve que reconocer el cuerpo") y repasa sus casos más controvertidos.
La recepción del Hospital Ruber Internacional, levantado en el acomodado barrio de Mirasierra, presenta un hormigueo constante. A las diez de la mañana, de un martes cualquiera, se entrecruzan pacientes, médicos y todo tipo de personal con una inercia coreográfica. El ruido se transforma en un rumor expectante cuando uno baja la escalera y avanza por el pasillo principal. El silencio roza ya lo absoluto delante de la consulta número 45. Qué incómoda es la calma en este tipo de centros, aunque acudas a ellos con salud. Alfonso del Corral (Madrid, 68 años) abre la puerta y su anatomía lo inunda todo. Con 192 centímetros, un tórax que impresiona y una mano firme, recibe a Relevo con el único fin de recordar. No se hablará de la actualidad de los cruzados ni de los efectos secundarios del calendario. La única percha que sostiene la cita es la de una vida dedicada al deporte, la medicina y el Real Madrid.
Antes de conocer la fama como doctor en Cirugía Ortopédica y Traumatología lo hizo como jugador de baloncesto. Aunque compatibilizó ambos caminos, primero se hizo un nombre en el parqué. Vallehermoso, Estudiantes, OAR Ferrol, Inmobanco y CD Cajamadrid fueron las paradas previas a exprimir sus últimos cuatro años en el Real Madrid, club en el que se reencontró con su amigo Fernando Martín y del que no se separó hasta aquel doloroso 3 de diciembre de 1989. "La noche anterior a su accidente estuvo en casa cenando. Fue durísimo. Yo tuve que ir a reconocer el cuerpo", recuerda con aflicción. Del Corral ya era doctor de la sección de baloncesto y poco después se convirtió en jefe de los servicios médicos del club blanco. Estuvo más de 20 años al frente. En esta primera parte de la entrevista repasa su carrera y reabre algunos de sus expedientes más controvertidos: el caso Milito, el calvario de Woodgate, la ansiedad de Iván Campo o las lesiones de Mijatovic y Raúl antes de dos finales de Copa de Europa. Túmbense en la camilla.
¿Se convive mejor con el dolor o con la presión?
La presión es un concepto que va a más y el dolor normalmente no existe. Cuando eres deportista, joven, fuerte, sano, y surge el más mínimo dolor, aparece un equipo fantástico de médicos, traumatólogos, fisioterapeutas, preparadores. La presión tiene un peso mucho mayor.
En tu caso, ¿qué llegó antes: el sueño de ser deportista o la vocación de ser médico?
El sueño de ser deportista, mucho antes. Yo era un enfermo del deporte. Tanto es así que en Primero de Medicina yo me entrenaba tres y cuatro veces al día, iba a clase de aquella manera, prácticamente ni iba. Hasta que mi padre, a los seis meses, pasó por la facultad a ver qué pasaba. Era el peor expediente de la Universidad Autónoma (risas). Y me dijo que a trabajar. Me puse las pilas. A partir de entonces compaginé estudios y deporte. Sólo hacía eso, no había tiempo para nada más.
La imagen de tu padre en la facultad es muy reveladora. ¿Conociste la disciplina desde muy joven?
Mi padre era un hombre disciplinado, militar, nos marcó a todos con disciplina. Éramos siete hermanos y en casa no había relajación. El deporte conformó mi carácter, el de no bajar la guardia, el de no llorar y decir no tengo solución. El de cada mañana levantarme dispuesto a transformarlo todo, a entrenar con fuerza.
¿Tu envergadura te inclinó hacia el baloncesto?
Pues empecé en el fútbol, pero me lesionaba constantemente y mi padre me lo prohibió. Así que fui al baloncesto. Me dijeron que era muy malo, que era inútil, que no podría llegar nunca a jugar bien. Y aquello me picó. Luego, hubo un momento determinado, que fue cuando en el colegio perdí un campeonato de España de juveniles. Ahí me di cuenta de que los demás hacían deporte, hacían gimnasia, musculación, preparación física, y nosotros sólo jugábamos al baloncesto. Me juré que no volvería a perder un partido por tener mala condición física.
¿Cómo se produjo tu ascenso?
Me inicié en el Colegio Maravillas y de ahí, al Vallehermoso, donde el entrenador era el profesor de Educación Física del Maravillas. Ya era un equipo federado que jugaba contra el Madrid, el Estudiantes, el Canoe, los grandes. Fuimos creciendo y en un momento determinado el Madrid absorbió el club y cogió a los jugadores que le interesaban. Se convirtió como en un filial. Yo ya estos años los compaginaba con el colegio, primero, y la facultad de Medicina en la Autónoma, después. Antes de acabar la carrera quedé en libertad. El Madrid no me subió al primer equipo y firmé un año con Estudiantes. Una temporada muy peculiar.
¿Por qué?
Porque juntamos un grupo muy bueno. En ese momento brotaba Fernando Martín y había jugadores de mucha calidad como Charlie Rodríguez, Vicente Gil, Slab Jones… Quedamos segundos de la liga, venciendo al Madrid y compitiendo con el Barcelona hasta el final. Fue una generación muy buena. Luego ya fui firmando por varios equipos: el OAR Ferrol, el Inmobanco Madrid, el Caja Madrid hasta que me ficha el Real Madrid. Tendría 28 años.
¿Te esperabas volver a esas alturas de tu carrera?
Pues te diré que fue una pura casualidad, un rebote. Bendito rebote. Porque el Madrid fichó a Chechu Biriukov, un jugador que venía de Moscú. Su madre era vasca y, por tanto, tenía pasaporte español. Entonces, podía jugar. Pero las leyes de la FIBA prohibía jugar en Europa a un nacionalizado los tres primeros años. Por tanto, Biriukov podía participar en la liga española, en todas las competiciones, pero no en la liga europea. Así que necesitaban alguien para Europa y ahí aparecí. Yo estaba negociando mi fichaje por el Caja Madrid, tenía una muy buena oferta aunque no había firmado. Cuando surgió lo del Madrid, obviamente, era evidente; era el sueño de mi vida.
Cuando se recuerda al Del Corral jugador, sólo se habla de su fortaleza, de su gran trabajo defensivo. ¿Se infravaloró tu talento a cambio de ensalzar tu físico?
Es verdad que como primera impresión era más torpe o menos brillante de lo que realmente era. Yo creo que realmente tenía mis cualidades técnicas, pero lo que llamaba la atención era el aspecto físico. Aunque yo tampoco destacaría la condición física, siendo un valor importantísimo para el deportista. Quizá la condición física conformó una personalidad. Esa personalidad era la de ganador, de confianza en mí mismo, de que podía conseguir hacer las cosas, podía vencer a cualquiera, aunque luego no lo hiciera. Pero yo daba ese espíritu en la cancha. Si me sacaban y había que remontar, estaba convencido de que lo iba a hacer. Y no porque fuera un jugador excepcional, que no lo era. No era tan malo como mucha gente decía, pero físicamente sí que era fuerte y yo lo sabía. Por lo tanto, era consciente de que en el contacto físico todos sufrían cuando chocaban conmigo.
"Los sábados jugábamos y después de jugar me metía de guardia en el hospital. Me quedaba toda la noche, todo el domingo y toda la noche del domingo. Acumulaba 36 horas seguidas de trabajo"
Esta receta está detrás de una fotografía que acabó siendo un icono en la época. Del Corral, de 1,92, realizando un mate sobre el gigante ruso Viktor Pankrashkin, de 2,19...
Fue un partido de Copa de Europa contra el CSKA de Moscú, que era el ejército rojo. Jugué porque estaba lesionado Juanma Iturriaga, creo. Estaba jugando muy bien, diría yo. Y en la última jugada le pasaron al alero mío y corté la pelota cuando estaban atacando. Quedaba un pívot soviético en defensa, Pankrashkin. Los dos confluimos en la canasta. Él pensando 'voy a taponar a este chiquito' y yo, con la euforia del momento… fui a meterla para abajo con la suerte de que no me enganchó. La metí y aquello fue un acontecimiento. Como había un canal de televisión y medio, el partido lo vio mucha gente. Lo pusieron abriendo el Telediario haciendo la broma del David español vence al Goliat soviético. Al día siguiente, en el hospital fue una conmoción. Entré a trabajar y la gente aplaudiendo. Fue muy emotivo.
No debió ser sencillo compaginar el deporte de élite con el trabajo hospitalario.
Yo ahí ya era residente de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Provincial de Madrid, que es actualmente el Gregorio Marañón. Para que te hagas una idea, trabajaba por las mañanas, hacía preparación física al mediodía y por la tarde entrenaba con el equipo. Los sábados jugábamos y después de jugar me metía de guardia en el hospital. Me quedaba todo el sábado por la noche, todo el domingo, que era el día de descanso con el Madrid, y toda la noche del domingo. Acumulaba 36 horas seguidas de trabajo. Cuando eres joven aguantas lo que te echen.
La tuya era una vida de extremos: de la bata y los pacientes a la cancha y a Fernando Martín.
Era una sensación. Yo a Fernando Martín ya le conocía de antes de Estudiantes, a través de mi mujer. Ella era muy buena nadadora y conocía a Fernando del Club Natación Jiménez, donde nadó en un campeonato de España infantil y juvenil. Ya había un vínculo, pero cuando fiché por Estudiantes y él subió de la cantera hicimos una gran amistad. Hasta que, desgraciadamente, falleció. Era un portento físico. En esa primera etapa como jugador de baloncesto aún le faltaba mucho, con algunas deficiencias técnicas que las tuvo toda su carrera. Pero era un portento físico y de carácter. Un hombre con una autoestima extraordinaria, una confianza en sí mismo... Fue el pívot más determinante durante esos seis o siete años que estuvo. No tenía nunca duda de que se iba a comer al rival. Y se lo comía.
Incluso a algún compañero...
A mí casi me partió unas costillas (risas).
¿Cómo?
Ya éramos compañeros en el Madrid. Yo entonces me consideraba que también estaba fuerte físicamente. Y no sé cómo fue la cosa, pero estábamos jugando entre nosotros. Le agarré, le cogí por el cuello… Estábamos jugando hasta que dejamos de jugar. Él se enfadó, se tomó en serio el tema. Me agarró, me subió por encima y me empotró contra el capó de un coche. Yo tenía un dolor… Pero me callé porque había que seguir entrenando. Tomé de todo para continuar. Yo entonces pesaba 95 o 97 kilos, me cogió como una pluma, me empotró y me destrozó.
Confieso que no me refería a ti. Te quería poner el balón botando por los piques entre Fernando Martín y Petrovic…
No se gustaban, no se soportaban. Fernando no soportaba lo egoísta que era. Era muy bueno, pero muy egoísta. De hecho, hay una anécdota en la final de la Recopa de 1989, en Atenas. Jugamos ante el Caserta de Óscar Schmidt. Ganamos el título. Petrovic metió 62 puntos y Fernando, como 11. Bueno, pues el vestuario era una tumba, un funeral. El ambiente entre ellos dos era tremendo. Había un pique… Una mala relación que en ningún momento se arregló. Sólo coincidieron un año. Petrovic se fue a los Portland Trail Blazers, Fernando asumía el mando como líder absoluto del equipo, pero desgraciadamente lo perdimos el 3 de diciembre de ese año.
Aquello fue...
Fue un trauma para toda nuestra generación. Le considerábamos Superman y Superman no podía morir. La noche anterior estuvo en mi casa cenando, una cena tremenda en la que me estuvo contando todos sus proyectos. Yo me fui a la cama porque tenía que levantarme temprano para ir a trabajar y él se quedó con mi mujer y con los amigos que estaban allí. Fue durísimo, durísimo.
¿Quién te comunicó la noticia?
Recuerdo el día perfectamente. Era mi primera temporada como médico de la sección de baloncesto y fui para el Palacio de los Deportes porque teníamos un partido. Y cuando entro me dicen 'Oye, que ha habido un accidente. Aseguran que es Fernando, que está en el Ramón y Cajal'. Fui yo a reconocer el cuerpo.
¿Por qué tú?
Pues porque nadie… Me dijeron ¿eres médico? Pues ve allá. Y tuve que ir. Fue duro, duro. Pero hubo que seguir.
¿Cómo te conviertes en el jefe de los servicios médicos del Real Madrid?
Yo era médico del baloncesto solamente y en un momento determinado me empiezan a hablar de que quieren que tome el mando de todo. Durante un año o dos están que sí, que no, y al final me nombran. Pero hay una serie de dificultades de carácter, digamos, administrativo. Al final, el presidente Ramón Mendoza opta por nombrarme jefe de baloncesto, pero también director del centro médico… sin competencias sobre el fútbol, en el que seguía fundamentalmente Pirri. Y al cabo del tiempo, ya sí, yo ya asumo el mando de todo y el propio Pirri, al año siguiente, deja la medicina y pasa a ser director técnico. Fue el año en el que luego llega Fabio Capello, 1996, y él es quien me dice que quiere que esté a su lado en el banquillo.
"La muerte de Fernando Martín fue un trauma para. Le considerábamos Superman y Superman no podía morir. Fui yo a reconocer el cuerpo"
¿Al asumir ese cargo de responsabilidad pretendiste revolucionar aquello con nuevas ideas u optaste por el continuismo?
Yo tenía un proyecto nuevo, muy distinto del que había. Quise montar un equipo de gente muy volcada, con dedicación intensa, en el que hubiera preparadores físicos que estuvieran sobre los jugadores, de mi confianza. Fui de la mano de Pedro Chueca, que estaba conmigo, y ahí entró gente como Juan Muro, por ejemplo. Competentes y de plenas garantías. Pero además empecé a montar congresos científicos, de medicina deportiva. Eso me daba unas relaciones a nivel mundial enormes. Todo me permitía aportar a los jugadores el máximo nivel de tratamientos. Y luego yo viajaba mucho a Estados Unidos, a la Academia Americana de Cirugía Ortopédica, donde también hay nutrición y demás. Seguía muchos protocolos norteamericanos de la NBA o de la NFL.
Ahora eso está casi a la orden del día, pero antes no sería muy común, ¿no?
Mi criterio era tener a los mejores jugadores tratados por los mejores especialistas en medicina, fisioterapia o traumatología. Españoles y mundiales. Monté además una unidad de apoyo en la nutrición, pruebas de esfuerzo, llegué a un acuerdo con una universidad para hacer controles antidoping, para que no nos pillara nadie…
¿Para que no os pillaran?
Me refiero a que éramos muy, muy meticulosos en que no tomaran nada. Pero a veces algún jugador venía de por ahí fuera, se iba al gimnasio y por si las moscas… No quería que el nombre de Madrid se viera implicado en nada. Es un tema que no conocía, que no me gustaba, pero no quería que en mi etapa saltara un escándalo. No porque lo organizase la propia institución, que eso era imposible, sino porque a nivel individual alguno cometiera una tontería de tomar…
¿Tuviste algún positivo en tu etapa?
Uno, en baloncesto. Un jugador estaba acatarrado y tomó un Bisolvón de su hijo. Una estupidez, pero fue un positivo.
¿Quién fue?
Permíteme que no lo diga. Yo intenté hacer un protocolo, un modelo para el siglo XXI.
Como en sus consultas diarias en el hospital, supongo que en el Madrid tuviste buenos pacientes y otros que te llevaron por el camino de la amargura.
Había jugadores que eran súper disciplinados. Raúl. Es un hombre que es fruto de la disciplina que tuvo. Se cuidaba. ¿Por qué llegó Raúl a lo que llegó? ¿Porque era un jugador excepcional? ¿Porque tenía una clase brutal? Sí, pero no era lo fundamental. Lo fundamental era el hambre que tenía y lo disciplinado que era. Llegaba de los primeros. De hecho, arrastró durante mucho tiempo una osteopatía dinámica de pubis y ese año que estuvo sufriendo acabó siendo máximo goleador de la Liga. Se cuidaba con Pedro Chueca, pam, pam, todos los días. Eso es muy importante. Y como Raúl hubo muchos.
Y luego…
Luego había jugadores más complicados por indisciplinados, pero casi siempre eran jugadores de otras culturas, que venían, que costaba porque llegaban con sobrepeso, no se cuidaban…
¿Revelarías alguno de esos secretos de confesión?
No voy a decir nombres porque me parece que todo el mundo los tiene más o menos en la cabeza.
"Había jugadores muy disciplinados, Raúl, por ejemplo. Luego había otros más complicados por indisciplinados, pero casi siempre eran de otras culturas, llegaban con sobrepeso. Todo el mundo los tiene más o menos en la cabeza"
Existe la impresión de que los jugadores de fútbol son más complicados de llevar que los de baloncesto. ¿Confirmas o desmientes?
A mí me fue bien con todos, me sentí muy querido. Pero con el jugador de fútbol es tal el éxito, tal laureola que tienen, que de alguna forma les aturde y pierden un poco el sentido de la realidad. Viven en una especie de burbuja. En mi etapa, entrar en un aeropuerto y ver ahí 10.000 personas que han ido a recibir a Beckham o a Zidane es una cosa muy difícil de entender... Y directamente del avión venía un autobús que nos cogía, nada de pasar por controles. Era otro mundo. El baloncesto es más sencillo, no tiene esa repercusión, no tiene nada que ver. Y luego soy un baloncestista, les puedo mirar a los ojos y les digo las cosas. Pero es que yo siempre hablo de los futbolistas extraordinariamente bien, porque es que esa generación fue maravillosa conmigo, hicimos una enorme amistad. Eran gente inteligente, muchos de ellos eran personas muy sensatas. Éramos un poco los psicólogos, los confesores. Te contaban su historia con la novia, sus preocupaciones, sus disgustos. Cosas muy íntimas.
Los aficionados suelen verles como máquinas, pero esas intrahistorias afectan luego al rendimiento deportivo, como en cualquier trabajo.
¡Pero enormemente! Y había que cuidarles, mimarles. Esto que es la ansiedad, el estrés, la angustia, eso que te bloquea... pues algunos casos hemos vivido en el equipo. Entonces, les acogíamos con mucho cariño. 'No pasa nada, los demás lo tenemos igual, todos tenemos estrés y preocupaciones. No le des importancia, tómate un poquito de esto, de lo otro, relájate…'. Y ya le quitas esa presión. 'Soy un monstruo, no valgo'. ¿Pero cómo que no vales? Claro que vales, lo que pasa es que el ser humano no es una máquina.
El caso que más impactó en su momento fue el de Iván Campo. Luego, él se ha abierto y ha hablado sin pelos en la lengua de todo lo que sufrió.
Salió del bache muy rápido. Era un jugadorazo, físicamente y en todo lo demás. En ese equipo estaba con Iván Helguera en defensa y en un momento determinado, en un partido, no se encontraba bien. Y se empezó a agobiar, pensando que realmente no iba a poder. La propia angustia le bloqueaba. Pero le bloqueaba mucho más el qué pensará la gente, que se sepa esto, van a decir que soy un débil, un blando, que no sirvo para esto. Le cogimos ahí, le abrazamos y dijimos 'oye, ¿qué dices?'. Y entonces le contaba anécdotas, a veces incluso me las inventaba. Le decía 'presidentes de banco importantísimos me vienen y tengo que darles medicación para que se relajen. Es que la gente está muy estresada, y es humano. Si tu mujer está pasando un mal momento, si tu madre tiene un problema… Estamos todos con dificultades'. Y le abrazamos, empezamos a charlar con él, le dimos algún ansiolítico, un pequeño relajante muscular y entre la charla y tal a los pocos días estaba jugando. Mantuvimos una pequeña medicación durante un poquito más, y al poco tiempo, fenomenal y rindiendo.
¿Te has encontrado con más casos en el Madrid?
Sí, sí, he tenido muchos casos de gente con problemas, con depresión. Muchas veces, el problema de estos jugadores es que sobre ellos cae una presión enorme. Pueden decir 'bueno, si es jugar nada más'. No, no es jugar, no. Alrededor de ellos se crean unas expectativas, no sólo de ellos, sino de todo el entorno. A lo mejor su familia económicamente tiene unas dificultades enormes y ven en el niño la panacea, la solución para ellos. Hermanos, cuñados, todos quieren un negocio, quieren una ayuda. Toda esa presión permanente… 'No puedes fallar, no puedes fallar, tienes que ser el mejor, venga, tienes que cobrar más'. Y hay veces que dices 'ya no doy más de sí'.
Sigamos abriendo expedientes. Hubo uno que te persiguió: Gabi Milito y tu informe que echó para atrás su fichaje por el Madrid cuando ya había acuerdo. ¿Cómo fue el timing?
Milito se rompió el ligamento cruzado anterior y lo operaron. En ese ligamento cruzado anterior, la operación no estaba impecable desde el punto de vista ortopédico, no estaba correcta porque no estaba bien puesta. El problema fundamental es que eso hacía que la rodilla no fuera cien por cien estable. Cuando lo veo… Y tú me puedes decir ¿y cómo lo sabes? Pues mira, te voy a decir por qué. Porque posteriormente a ese ligamento cruzado anterior, jugando, se rompió un menisco. Al haber una holgura en exceso, el menisco se rompió.
¿Pero cómo fue aquella conversación en la que tú le dices al Madrid que no aconsejas el fichaje?
Pues cuando me vienen y me dicen que hay que pagar por él, me parece que eran 20 millones de euros, yo digo que si no hubiera que pagar nada, pues bueno. Pero que si hay que pagar un dinero, no puedo asegurar que esa rodilla funcione al cien por cien. No puedo asegurarlo. Y tengo datos objetivos: porque está mal posicionada y porque tengo una inestabilidad que era muy clara. El chaval era un jugador magnífico, un tipo bárbaro humanamente, todo lo demás era excelente. Pero yo soy el técnico y tengo que valorar eso, decir si es perfecto o hay un margen de duda. Al final, Jorge Valdano, que estuvo impecable, me apoyó. Incluso se enfrentó un poquito con el entorno del jugador, hubo cierta tensión y al final no fichó.
Fue al Zaragoza y jugó bastante bien.
Sí y no se rompió. Entonces, claro, la campaña fue terrible. Pero es que el Real Madrid jugaba 80 partidos y el Zaragoza 40, a otro ritmo, además. Afortunadamente pudo jugar y yo quedé muy mal. Luego firmó por el Barcelona y allí ya eran ochenta y tantos partidos y a otro ritmo. Y se rompió. Que podía haberme equivocado, porque yo no tengo la verdad absoluta. A lo mejor podría haber aguantado en el Zaragoza y por qué no. Pero tú tienes que decir lo que hay. No puedes decir que está impecable porque si es un jugador que viene, no hay que pagar un duro y es buenísimo, pues bueno. Pero si hay una inversión, tienes que mirarlo. Y si hay riesgos, decirlo.
"Jorge Valdano estuvo impecable en el caso de Milito, me apoyó. Incluso se enfrentó un poquito con el entorno del jugador, hubo cierta tensión"
¿Había más riesgos con Milito que con el fichaje de Ronaldo un año anterior tras el calvario con la rodilla? ¿O el hecho de que el brasileño fuera un fichaje, digamos, estratégico condiciona para no ser tan tajante?
No. En el caso de Ronaldo el ligamento cruzado no estaba mal, no estaba operado. Y en cada momento, tú asumes. Yo dije que tenía una operación. Pero ahí hicimos un trabajo que nos funcionó porque le conseguimos mantener delgado, en lo posible, con un buen tono muscular. Tú tienes que decir lo que hay, y una vez que se opta por ficharlo, empezar a poner toda la maquinaria para prevenir una posible lesión.
¿Cuántas presiones recibe el jefe médico?
Estuve 21 años en ese puesto, no está nada mal. Y cada año hacía decenas de reconocimientos. Obviamente eso siempre comporta riesgos, aciertos y errores. Pero al final el balance es lo que vale. Si tú dices que sí a todo te van a caer también los trastos. Imagínate que dices un sí y luego no juega, es un desastre… Y hay una cosa que es evidente. Tienes que ser leal al club. Tú dices lo que ves. Pero no lo dices públicamente. Lo dices en un informe al club. Luego, ese informe lo pueden comunicar o no. Si no lo comunican, pues quedas tú como torpe, pero tu obligación es callarte e irte con ello a la tumba.
¿Cuánto te callaste en el caso de Jonathan Woodgate?
Pues fue el caso contrario al de Milito, completamente. Una de mis fotos mágicas es él metiendo un gol de cabeza precioso y yendo al banquillo para abrazarme. Era un tipo fantástico, todo mi equipo le tuvo un cariño enorme. Trabajamos mucho. Yo creo que dimos con la tecla de lo que tenía, fortalecimos muchísimo toda su columna, su musculatura. Pero las circunstancias de la vida...
¿Cuál era esa tecla? Porque no paró de romperse...
Vamos a ver, el problema es que se rompía con mucha facilidad la musculatura. Analizando y buscando creíamos que todo le venía de un desequilibrio irritativo en la columna lumbosacra. Estuvimos fortaleciendo eso y mientras fortalecimos, más o menos conseguimos que funcionara algo. Pero es de esos casos en los que hay que ser muy humildes porque la medicina no es una ciencia exacta. Nosotros creímos ver el problema e informamos. El club asumió. Me dijeron '¿Tú crees que puede salir para adelante?'. 'Yo, desde luego, voy a luchar con todas mis fuerzas para conseguir ese reequilibrio y que funcione'. Pues no funcionó como debía. Hicimos de todo.
¿Tienes alguna otra espina clavada?
Estos casos tampoco son espinas. Porque hacia Milito guardo un afecto enorme y siento muchísimo haberle perjudicado por mi análisis. No tenía intención.
¿Has hablado con él sobre esto?
No, pero bueno, nunca he hablado mal personalmente, no tengo nada contra él. Lamento que mi análisis profesional le pudiera perjudicar. Y con Woodgate... pues le tengo un afecto enorme; me hubiera encantado que fruto de mi trabajo y el de mi equipo hubiera tenido continuidad. Y no la tuvo como hubiéramos querido.
¿Recuerdas algún momento tenso de verdad?
Muchos, muchísimos. Mijatovic se lesionó antes de la final de la Séptima. Él quería jugar como fuera y nosotros queríamos que jugara. Los físicos trabajaron durante uno o dos días a lo bestia, le pusimos medicación, un vendaje, le hicimos un bloqueíto. Y aguantó. Hasta meter el gol y cuando marcó, lo cambiamos. Pero nos jugamos el tipo. Y con Raúl. Antes de la final de Glasgow, tenía un dedo… Un porrazo, un dolor… Le hicimos un bloqueo y metió el primer gol. Luego vino aquella maravilla de Zidane. Muchos momentos tensos. Hemos hecho cosas extraordinarias. Y era muy psicoterapia, en los partidos importantes, en la sala de masaje se juntaban todos, les dábamos tratamiento, les apoyábamos, hacíamos terapia de grupo, charlas… Era una fuente de éxito. De hecho, fue esa generación que ganó tres Copas de Europa, dos Intercontinentales, Ligas, Supercopas…
¿Cómo fue tu relación con los entrenadores? Hay técnicos que son especiales con el staff médico. Con Mourinho, por ejemplo, hubo algún rifirrafe…
Yo ahí no estaba. Yo con los entrenadores… Te voy a decir los buenos (risas). Con Capello hice mucha amistad, Heynckes era un caballero, con Valdano mi relación fue estupenda, y cuando fue director general igual, muy fácil, apoya mucho al equipo. En baloncesto con Lolo, Clifford (Luyk), George Karl… Hubo alguno más tenso pues porque estaba más en la cuerda floja, pero en general nunca tuve problemas.
La relación entre los médicos del Real Madrid y los medios de comunicación ha cambiado muchísimo. Antes, el hilo directo con la fuente de información era habitual y sin problemas. Ahora se nos remite a partes médicos que no estipulan tiempo de baja, los periodos que se deslizan no suelen corresponder luego a la realidad...
Son diferentes épocas. No se puede juzgar lo anterior y lo actual. Aquello emanaba un poquito de cuando los viajes eran larguísimos, con escalas. Entonces, el equipo de periodistas era pequeñito. Iban siempre los mismos, en el avión. Siempre íbamos juntos, los jugadores y los periodistas. Había una relación casi familiar. Eso ha ido cambiando. El fútbol es una macroestructura que ya prácticamente los jugadores van un poco aislados. Es una relación distinta. Y luego la propia institución quiso poner orden en que la información no estuviera tan en boca de cualquiera. Fueron órdenes de la nueva dirección del club. Bueno, pues que hay que respetarlo.
"Antes había tanta familiaridad con los medios que un día operé a Anelka y dejé unas imágenes de la operación, que salieron en televisión. Y vino el hermano cabreadísimo: '¿Quién ha autorizado esto?'".
¿Tuviste algún problema con algún medio?
No, pero sí tuve una cosa con… el hermano de Anelka.
Esto se pone interesante. ¿Qué ocurrió?
En parte tenía razón él. Había tanta familiaridad que yo operé a Anelka de un menisco interno. Lo operamos y grabé unas imágenes de cuatro o cinco minutos. Y no sé cómo, en la rueda de prensa comenté que había ido todo muy bien y que en un mes estaría jugando. Y un periodista, se acerca y me dice 'oye, perdona, ¿no tienes alguna imagen o algo de la operación?'. Le dije que sí. '¿No me dejarás unas imágenes para verlo?'. Ingenuamente yo se las dejé. Al cabo de uno o dos días aparecieron en televisión, no recuerdo en qué cadena. Y vino el hermano cabreadísimo: 'Oye, ¿quién ha autorizado esto?'. Me preguntó incluso si yo había ganado dinero. Y claro que no. Llevaba razón en que no tenía que haber dado esas imágenes pero lo hice sin afán ni interés. Desde entonces, se acabó dar nada, claro.
¿Cómo influyeron los presidentes en la estabilidad del cuerpo médico?
Todo influye. Cuando hay éxitos es mucho más fácil. Cuando no hay éxitos todos somos malos, ¿no? El presidente se está jugando el puesto y está nervioso y todo el staff de directivos, de técnicos y de equipo médico, pues estamos todos juzgados. He conocido a los presidentes y he tenido una buena relación personal con todos, absolutamente con todos. Por ejemplo, con Florentino tengo amistad de toda la vida. Le operé del tendón de Aquiles hace 30 años. No era ni candidato entonces. Con Lorenzo tenía mucho afecto, Luis de Carlos era un caballero, Mendoza conmigo fue fantástico, con Fernando Martín fui socio en un centro médico con él… Estoy agradecido a todos ellos.
A Florentino le conoces desde hace décadas, pero es con él en el cargo cuando dejas el club. ¿Qué pasó?
Estuvimos negociando durante bastante tiempo porque la idea que tenía Florentino era externalizar los servicios médicos. Era un concepto que tenía él y no solamente con los servicios médicos, sino con otras cosas. Y yo abogaba más por la esponsorización, por el apoyo, pero que los servicios médicos siguieran siendo del club. Ahí hubo una serie de situaciones... Luego, la externalización se hizo con Ramón Calderón. Esto lo estuvo trabajando Florentino en la primera etapa y vino Calderón, que decía que había que ganar dinero, y lo externalizó. A mí me dejaron, pero un poco en stand-by. Era un médico, pero ya no asumía realmente el mando. El mando lo llevaba ya la empresa externalizadora, Sanitas. Y cuando entró Florentino otra vez, me dijo 'tenías que haberte metido en Sanitas'. Y le dije 'mira, yo te respeto, pero tenía muchas cosas'. Yo trabajaba en mi unidad, aquí en la Ruber Internacional, tenía una clínica… Y no me veía capacitado para pasar a ser empleado de Sanitas. Total, que rescindí el acuerdo que tenía y nada, le di un abrazo, le deseé mucha suerte y me fui a casa. Me gusta irme de los sitios sin pegar el portazo, educadamente.
Desde entonces, ha habido más de un terremoto en los servicios médicos…
Bueno, yo ya no estoy allí así que… Ahora tengo una unidad de Medicina y Traumatología del Deporte en la Ruber Internacional, en la que soy el jefe. Tengo mi equipo y ya sólo paso aquí consulta y opero. Y como hubo muchas cosas buenas, pues me quedo con las buenas.