OPINIÓN

Game Over

Mbappé, tirando el suelo. /GETTY
Mbappé, tirando el suelo. GETTY

Pues sí, han oído y leído bien. Sin comerlo ni beberlo toca bajar la persiana e ir para casa. En este mundo vale de poco el palmarés, la hoja de servicios prestados o el cariño de la gente. Lo que realmente cuenta son las matemáticas que siempre estruja a su antojo el que manda.

Después de unos años inolvidables, donde los fieles han podido disfrutar de un proyecto que ha hecho historia y ya temen a la morriña, a finales de mayo habrá que hacer las maletas. Eso sí, pese a que el finiquito ya está acordado y el futuro a corto plazo encauzado mejor de lo que pintaba, aún quedan jornadas en las que seguir defendiendo esta gloriosa camiseta mientras se acumulan los homenajes, las despedidas y las cenas. LaLiga, como siempre ha sucedido, es la que realmente ordena el calendario y la vida de todo ser humano.

Las razones para llegar a esta situación son diversas y chocan según quien las relate en la industria o las airee en los confidenciales. Básicamente, y si uno se ampara de manera saludable y deportiva en el término medio, podría decirse que ha habido de todo y que todos han tenido una parte de culpa para haber llegado a este desenlace. Un final precipitado que ha escocido a los que aman la profesión y que se ha aplaudido y celebrado en la inquieta oposición.

De arranque, puede que en su día hubiera un planteamiento tan optimista como ambicioso, con el atrevimiento por bandera al acumular de una tacada a tantos atacantes top, y con una excesiva dosis de confianza ciega a que surgiera el equilibrio entre líneas de manera innata. También pesó lo suyo aquella baja capital a mitad de camino que dejó huérfano al grupo y privó de su talento, como distribuidor y cerebro, a la sala de máquinas. Cómo ordenaba. Qué manera de gambetear. Y, por qué no reconocerlo, ese fuego amigo que envalentona a ese sector de la directiva que ya se retorcía con la desconfianza de serie. Los seres superiores, ya saben, una cosa es lo que dicen y otra lo que hacen.

Aun así, con un pasado que se convertirá en leyenda con el devenir de los días, y pese a haber frenado el proyecto antes de la caducidad que marcaba el contrato, el presente es ejemplar y el futuro está repleto de esperanza. Estos días aún se están viendo remontadas que ponen los pelos de punta, todavía hay objetivos motivantes antes de que acabe la temporada y más de uno cruce el charco, y lo mejor: aunque hay gente muy tocada dentro de la caseta (ánimo Rodry, Dani, David...), unos podrán seguir al líder esté en Ecuador, Paraguay o Copacabana y otros —felizmente— están siendo recolocados en este y otros trasatlánticos.

Lo que queda por vivir y contar será emocionante. Todavía falta por recibir la ovación definitiva, a la vuelta de la esquina espera un nuevo reto en el que varios de los integrantes de esta familia volverán a reencontrarse , y en la plantilla —rota de dolor pero repleta de orgullo— hay más gratitud con lo conseguido que rencor por lo esfumado. El deporte es así y en nada arranca otra campaña con opciones de sana revancha.

Con los ideólogos del proyecto queda el agradecimiento por la oportunidad brindada de cumplir un sueño y por los recursos aportados para poder crear una obra que será estudiada. Con los compañeros, por el aprendizaje y el crecimiento de la mano. Y con el patrón, por su compromiso, lealtad y pasión por esa manera tan peculiar de dirigir; donde siempre hubo más diálogo que látigo y donde la defensa de unos valores innegociables marcó a cada paso la senda. No es casualidad que pese al maldito ruido que tanto ha molestado, los clásicos mazazos y la frustración generada por el disgusto no haya habido ni un desahogo público y ni una sola pataleta con la intención de echar a la afición encima desvelando conversaciones de despacho, ofertas o promesas incumplidas. De hecho, el último día será de lo más festivo con un selfie para la posteridad adornado por un buen ramo de títulos.

Por eso, y pese a que de momento sólo ha habido comunicados oficiales por una de las partes implicadas, un consejo: en cuanto acabe el último partido del curso ante la Real Sociedad, pónganse en pie, sonrían dejando fluir la emociones acumuladas y aplaudan a rabiar. Por todo lo realizado y porque esta Era será complicada de ver más.

El final de Ancelotti ha sido injusto, sí; pero nada ni nadie podrá eliminar del mapa una semilla ni un legado.