GIRONA FC

Así fue la fiesta del Girona por la Champions: empezó con un beso a Lara y acabó en la pista de Platea

Quique Cárcel fue el más abrazado, Gazzaniga lloró y Míchel, que aguantó hasta el final, madrugó para ver jugar a su hijo el domingo.

Así fue la fiesta del Girona por la Champions: empezó con un beso a Lara y acabó en la pista de Platea
Lu Martin

Lu Martin

El partido estaba en el añadido y Míchel, el entrenador, desapareció del banquillo. Quedaba poco más de un minuto para que el árbitro pitara el final y el Girona ganaba por 4-2 un partido que el Barça dominó durante un buen rato y que cambió de golpe cuando el técnico de los rojiblancos le metió mano. Remontaron los de Girona, Portu la lio parda, metió dos goles, se inventó una jugada que terminó en gol del madrileño Miguel y si no llega a ser por Ter Stegen y una salvada del francés Koundé, aquello pudo acabar mucho peor para el Barça, que se fue goleado de Montilivi y tercero en la clasificación.

Y en esas, mientras las gradas ya eran un fiestón rojiblanco, Michel se fue del banquillo y buscó en la grada a Lara, su esposa, la mujer, de Vallecas, del barrio, como él; la cría a la que conoció una tarde en los bajos de Argüelles, en Madrid y, ese mismo día, supo que se iba a casar con ella, la madre de sus dos hijos, la mujer que le ha acompañado en las chungas y en las buenas -sobre todo en las malas, que ha habido muchas- y que el sábado levantó el puño llena de orgullo y felicidad después de darse un beso con su marido, con el hombre que ha llevado al Girona a la Champions. Ese beso, y el abrazo con su hijo pequeño, Alex, que juega en las inferiores del Real Madrid, marcó el inicio de una fiesta que Girona no olvidara.

Y entonces pitó el árbitro. Y Gazzaniga se rompió, se derrumbó entre lágrimas sobre el césped mientras los futbolistas del Girona corrían como locos buscando abrazos entre los compañeros, los del Barça se miraban incrédulos y en el palco, Pere Guardiola, presidente del Consejo, se abrazaba al presidente del club, a Delfí Geli, que ni se lo podía creer. Él, que de niño iba de la mano de sus padres desde el Carrer Major de Salt al estadio, cuando no iba nadie, a ver jugar al Girona en Tercera, estaba viendo hervir el campo porque el Girona era de Champions. "Hace justo 25 años ganamos al Guixols y subimos de Preferente a Tercera", recordaba horas después en Platea, donde acabaron muchos empleados, jugadores y sus familias, una popular discoteca de Girona, porque la noche fue larga.

En el campo, por megafonía, sonó el himno del club –"como canta la tierra i como grita nuestro viento elevemos la voz para crecer mas valientes..."- compuesto por Josep Thio, del mítico grupo gironí Sopa de Cabra, pero sonó el Sweet Caroline, el We Are de Champions y, claro, el himno de la Champions, porque el Girona es de Champions. Y se celebró en consecuencia. Primero, en el césped, donde el equipo, y muchos empleados en una camiseta azul con los nombres de los jugadores y miembros del cuerpo técnico impresos en la espalda y en el pecho, la estrella que sirve de logo a la Champions y el escudo del Girona dentro. En el césped, muchos niños, hijos de los jugadores. Y en el campo no se movía nadie de la grada, porque nadie podía imaginar algo semejante cuando empezó la temporada.

Quique Cárcel, la anécdota con Míchel y los miles de abrazos

"Tengo una anécdota muy bonita con Quique Cárcel", recordó Míchel en la sala de prensa, casi una hora después de haber terminado el partido, de aquel beso con Lara. "Cuando vi a Savio hacer el primer entrenamiento le dije: '¡Acabamos entre los ocho primeros! Y estábamos depresivos porque se habían ido Oriol Romeu, Taty Castellanos... Lo tiene apuntado en su libreta. Él me dijo: '¡Estás loco!, me dijo", recordó Michel.

La fiesta, después del campo y del vestuario, siguió en la carpa que el club habilitó como zona VIP en lo que era un parquin a principio de temporada. Jugadores, muchos sin pasar por la ducha, sus familias, ejecutivos, empleados, amigos, algún periodista y Quique Cárcel. Pocas personas en aquel lugar recibieron tantos abrazos y felicitaciones como él. Y ninguna tan merecida. Pocos en Girona tienen tanta culpa de que el equipo este donde esté.

Mientras, la chavalería, los de Orgull Gironí, llenaron las calles del Barri Vell, desde la Plaça del Vi, donde esta ubicado l'Ajuntament de la ciudad, hasta las escaleras de la catedral, donde se improvisó un subida. Casi mil personas se juntaron a partir de las once de la noche al grito de "som del Girona", "Girona es de la Champions" y otro que se escuchó mucho: "Eric quédate", dedicado a Eric García, el central cedido por el FC Barcelona. La fiesta duró hasta la madrugada, porque la noche fue histórica e inolvidable.

«Que nos toque el Liverpool, yo quiero ir a Anfield»

"El secreto de este equipo es vivir. Vivir el proyecto. Cada uno de los trabajadores del Girona vive el proyecto. Y siempre le digo a los jugadores: 'Después de tres años en vez de estar enfrentados porque hay mayor desgaste lo que hay es mayor amistad. Nunca os voy a defraudar y porque la gente que está a vuestro lado nunca os va a fallar. Os harán mejores para que os sintáis bien. La idea es que vivamos un proyecto y todos queremos vivir este proyecto", dijo Míchel en la sala de prensa, donde pidió un deseo: "Que nos toque el Liverpool. Recuerdo que en Vallecas cantaban "el año que viene, Rayo-Liverpool. Yo quiero ir a Anfield". La noche del sábado, con Pere y medio club, se fue de fiesta, que es de Vallecas.

Pero el domingo despertó pronto y con su esposa y su hijo pequeño se fueron a ver al filial del Girona, que tenía partido contra la Rapitenca porque jugaba el mayor, Miguel Ángel. Ganaron 4-2 con un tanto del hijo, que luce el dorsal 8 como su padre.

Y dicen que le dio algún que otro beso a Lara. Lara es de Vallecas, como él. Y esta Champions es suya, que nadie lo dude. A su manera, también se la ha currado.