Los difíciles años de Monchi en Roma: por qué vendió a Salah y Rudiger, la morriña y la bronca con Nainggolan
Tras un primer año llegando a semis de Champions tras 34 años, los resultados no llegaron y regresó tras ser tentado por el Arsenal.
Corría la temporada 2016/2017. Se acabó el ciclo Unai Emery en Sevilla, tremendamente exitoso. La Dirección Deportiva encabezada por Monchi le dio un giro al modelo del club y decidió apostar para el banquillo por Jorge Sampaoli. Su manera de ver el fútbol, su manera incluso de trabajar en el día a día era diametralmente opuesta a su antecesor, que, tras conquistar tres Europa League de manera consecutiva, decidía salir de la entidad rumbo a Francia, para encabezar un nuevo proyecto en el PSG. Era un giro arriesgado. No cabe duda.
En esa temporada del cambio radical en el modelo de juego, se produjeron diversas situaciones que reforzaron la idea de Monchi de salir del club de toda su vida: la sensación de haber tocado techo, el desgaste continuo por las constantes peleas accionariales entre José Castro y José María Del Nido Benavente (y también Carrasco), y la motivación que rondaba por su cabeza de poder vivir una experiencia fuera para demostrarse a sí mismo que era capaz. Lo que nadie podía imaginarse (y a él incluso le aterraba pensar) comenzaba a dejar poso en su ánimo. Necesitaba un cambio de aires. Su sevillismo le frenaba. ¿Quién ganaría la batalla? Le hacía falta tener un pretendiente de postín: la Roma.
En ese curso, tras dos reuniones con James Pallota, una en Londres y otra en Boston, el de San Fernando decide comunicar en enero de 2017 su marcha del club de sus amores. En Nervión cogía a todos con el pie cambiado. El suelo se movía bajo los pies de los dirigentes. La situación en Roma tampoco era fácil: sus cuentas reflejaban pérdidas al final de cada temporada y lo hecho en Sevilla significaba un punto a favor en su imagen, y un extra de presión para él. Querían el milagro de los panes y los peces. Buenos resultados deportivos y un saldo positivo entre compras y ventas. Desde el inicio tuvo que tomar decisiones impopulares, como la retirada de la gran leyenda romanista Francesco Totti. Era una decisión de club, apoyada públicamente por Monchi, que trató de ganarse al '10' para la causa y que le ayudara en la toma de decisiones con respecto a la plantilla. No había nadie que conociera mejor el club, su entorno y a su afición.
Monchi vivía en el barrio de EUR y desde su terraza se veía el Vaticano. Era un cambio enorme. Se encontró desajustes salariales difíciles de asumir. Tocaba ingresar a través de la venta de jugadores, como tantas veces había hecho en su amado Sevilla. En Nervión no se le discutía. En Roma necesitaba hacer una caja enorme, vendiendo incluso a los jugadores que no desearía. Los más valorados, al mercado. Su primer verano fue el de 2017, marcado por la salida de Mohamed Salah al Liverpool por 42 millones; Rudiger se fue al Chelsea por 35; Paredes rumbo al Zenit por 23; También salieron Marchizza, Ricci, Fratessi, Mario Rui y los cedidos Iturbe y Zukanovic.
El fichaje más caro fue el de Patrik Schick, comprado a la Sampdoria a finales de agosto por 38 'kilos'. Luego vino Rick Karsdorp (14 millones), Cengiz Under (13.5), Pellegrini (10), Defrel (cedido por 5 millones con opción obligatoria de 15), Kolarov (5), Gonalons (5) y Héctor Moreno (5,7). En invierno obtuvo la cesión de Jonathan Silva y Castan. Emerson Palmieri y Héctor Moreno se fueron, recaudando otros 20 millones más bonus. Todas estas decisiones fueron muy criticadas por los romanistas, que le acusaron de desmantelar el equipo. Las decisiones venían de la propiedad y Monchi las debía ejecutar. Las críticas se acallaron con una histórica semifinal de Champions League eliminando al Barcelona con remontada incluida en cuartos y la tercera plaza en el Calcio.
Ya por aquel entonces, y a pesar de obtener mejores resultados de los esperados inicialmente, Monchi empezó a sentir en el plano personal la soledad de la distancia. Con su familia en España y sin su equipo habitual de trabajo en su organigrama, no encontró un entorno en el que sentirse arropado. Ni en el que confiar al 100%. Con los mismos malabarismos económicos de la temporada anterior, comenzaba un nuevo mercado de verano en el que había que asentar el proyecto.
Salida del club el segundo año
La Dirección Deportiva necesitaba generar plusvalías nuevamente en forma de ventas y Monchi tuvo que tomar otra decisión que causaría mucha polémica en el entorno romanista. La salida de Radja Nainggolan al Inter, ídolo del Olímpico, por 38 millones provocó la ira de los aficionados y del propio jugador belga, que cargó contra el de San Fernando. "Si me hubiera quedado en Roma con Monchi habría desatado una guerra mundial todos los días. Tuve un choque de opiniones con él. No se comportó profesionalmente, fue la mayor confirmación de que el mundo del fútbol es totalmente falso. Si él me hubiera dicho claramente que quería venderme, le habría respondido positivamente. En cambio, me ignoró y, sin mi conocimiento, envió intermediarios a Turquía para venderme. Comprendí entonces que no podía quedarme en Roma. O él o yo", declaraba el futbolista en una entrevista en Eleven Sport.
Con ese traspaso, la Roma incluía la contratación de un joven Zaniolo, uno de los sueños de Monchi. También se fueron Alisson al Liverpool (62,5 millones más 10 en variables) y Strootman al Marsella, lo que permitió las incorporaciones de 11 jugadores, entre ellos el sevillista Nzonzi, que prácticamente tenía cerrada su ampliación de contrato con el Sevilla. Los resultados no llegaron. A tres puntos de la Champions, apeados de la Copa de Italia con un sonrojante 7-1 ante la Fiorentina, los octavos de final de la Champions eran la prueba definitiva. Los ejecutivos del club deseaban destituir a su entrenador, Di Francesco. Monchi, que apostó por él desde el inicio, se negaba. La eliminación ante el Oporto provocó la salida de ambos. Tensó una cuerda que sabía que se iba a romper. Era su anunciado adiós.
"Necesité un segundo para elegir la Roma, será imposible olvidarla. Dale Roma!!", escribió Monchi en Instagram, en italiano y en español, para despedirse. Poco tiempo tuvo para desconectar. A su llegada a Sevilla, recibió una oferta mareante en lo económico para hacerse cargo de su parcela deportiva: el Arsenal. Allí se encontraba Unai Emery, con el que construyó un Sevilla tricampeón de la Europa League. Casi a punto de firmar, una llamada desde las oficinas del Ramón Sánchez-Pizjuán. El equipo de sus amores quería saber si estaba dispuesto a tener una conversación con José Castro para regresar. Su deseo, su familia, y la oferta del Sevilla hicieron el resto. Está claro que la final de Budapest será la más especial en lo sentimental para el director deportivo del Sevilla. Su amor de toda la vida frente al noviazgo de un largo verano. Ya se sabe para donde tira el corazón de Monchi.