Dani Carvalho: "Siempre me perjudicó ser guapo, sólo me entendieron Van Gaal y Mourinho"
El jugador portugués pasó por el Ajax y el Benfica antes de llegar al Atlético y encontrarse con el equipo en Segunda.
Dani Carvalho (Lisboa, 02/11/1976) fue siempre un rara avis del fútbol. Ya fuera por su físico, del que se llegó a decir que era demasiado guapo para ser futbolista, su mentalidad, su fama, o sus inquietudes, como leer, estudiar Relaciones Internacionales o hablar cinco idiomas. El caso es que después de su paso por la Premier, el Ajax o las tres temporadas en el Atlético de Madrid, decidió retirarse con apenas 27 años. Pocos le entendieron, pero él lo tenía claro. El fútbol ya no le hacía disfrutar. En Relevo confiesa los motivos y las situaciones más surrealistas que le tocaron vivir, incluidas con entrenadores como Redknapp, Van Gaal, Mourinho o Luis Aragonés.
¿Fuiste siempre un rebelde?
Me encantaba siempre ir al límite de las situaciones y le di mucha guerra a mis padres, no creo en los horóscopos, pero cada vez que digo que soy escorpio, me doy cuenta de que vivimos con la intensidad de si no hubiera un mañana.
¿Cuándo te diste cuenta que podías vivir del fútbol?
Empecé a jugar con ocho años, a los doce ya sabía lo que iba a ser en un futuro. Mi padre era profesor de filosofía y mi padre médico, y yo futbolista…
Cuando decides dejarlo, ¿tus padres te apoyaron?
Tuvimos una conversación muy seria y me decían que siguiese jugando, pero cuando paré en el Atlético yo estaba enfadado con el fútbol y las cosas que pasaban ahí, la esencia era otra y ya había perdido la pasión. Me gustaba el juego, pero no el mundo del fútbol, no me identificaba con ello. Me sentía frustrado. No estaba cerca de mi familia y me ponía triste. Durante mucho tiempo no sabía qué iba a hacer, yo quería jugar y vivir, pero eso no era compatible con la profesión. Necesitas tener la cabeza muy conectada en el fútbol, y la mía estaba en vivir mis sueños fuera de ello.
Como si no mereciera la pena marcar un gol si no tenía con quien celebrarlo.
Las primeras semanas en Londres lo pasé muy mal. Mi madre tuvo un cáncer cuando salí del Atlético y quise estar con ella, lo material no me llenaba y cuando murió me di cuenta de los años que no pasé con ella. Quería tener una familia, disfrutar de mis hijas y trabajar.
¿Cuándo te diste cuenta de que el fútbol no te hacía feliz?
Siempre tuve esa sensación de desilusión, no quería ser una persona que no se siente pleno. Dentro del fútbol era difícil comentar lo que pensaba, porque veían como algo impresionante lo de ser futbolista. Yo nací con ese don de jugar a la pelota, y disfrutaba cuando el fútbol era puro, sin fama, sin dinero, sin esa mentalidad tan competitiva. Mis compañeros no me entendieron.
¿Tampoco en el Atlético de Madrid?
Futre sí tenía esa mentalidad ganadora. Me conocía desde que tenía 17 años. Mi padre era muy fan suyo y el entrenador que me descubrió en el Sporting de Lisboa, había hecho lo mismo con Futre. Nos juntó en una cena en casa de mis padres y desde entonces fuimos como hermanos. Él decía que el fútbol tenía que ser una diversión para mí y no una profesión.
Durante tu paso por Londres, hubo muchos titulares sobre tus salidas nocturnas, mujeres...
En Portugal me dijeron que mi vida social era muy fuerte, que en Londres me iba a tranquilizar. Imagínate. Cuando llegué, el primer día ya había varias periodistas, y mis compañeros me comentaron que hasta entonces nunca había ninguna mujer para cubrir al equipo. En el periódico decían 'Encierren a sus hijas en casa que llegó Dani'. Aterricé a Inglaterra con ese rótulo. Era joven, ligaba, pero eso no era todo lo que yo era. Lo que pasa es que siempre llevé ese cartel. ¿Qué tiene que ver tu look con tu forma de ser?
¿Fueron injustos contigo?
Era muy fácil serlo y yo les daba razones porque a mí me daba igual. Esas noticias hacían daño a mi familia, sobre todo a mi abuela. Eso sí me ponía triste.
¿Tus entrenadores también te prejuzgaron por tu físico?
Sí, siempre. En cuanto llegué al West Ham, Redknapp dio una entrevista y dijo "este chico es tan guapo que no se si ponerlo en un cuadro o foll….".¿Cómo va a decir eso de un jugador? Hay gente con sensibilidad en el fútbol, con ganas de ayudarte, intentan entenderte. Y otros que han entrado en el fútbol y no tienen esa educación.
¿Van Gaal sí?
Van Gaal sí. Tras su paso en España, mucha gente no le comprendió bien. Tiene una personalidad sui generis y chocó mucho con la prensa, los jugadores, etc. Aunque conmigo fue fenomenal. En el segundo partido con el Ajax, dio una entrevista y dijo que yo necesitaba entender el fútbol holandés y que jugaría en cuatro o cinco meses. Al mes ya estaba jugando. En un partido jugábamos a las dos de la tarde y no nos concentrábamos antes en el hotel. Me quedé dormido y llegué tarde. Me preguntó que cómo era posible y le expliqué que no sabía, tenía el despertador sonando al lado y no me desperté. Me entendió y me pidió que me enfocara, que mirase el fútbol de otra forma y que no me volviera a pasar.
¿Qué recuerdos conservas de Luis Aragonés?
Era una persona muy competitiva, con mucha ambición. El nombre de 'Sabio de Hortaleza' era porque era muy listo, conocía muy bien al futbolista y tenía una forma muy dura de tratar con los jugadores, y a su vez muy buen corazón. Una vez en un entrenamiento, por algo no me pasaron el balón y yo no corría. Desde el otro lado del campo, me gritó "¡Dani, si no te mueves, va a pasar un perro y te va a mear encima!". En otra ocasión, a un compañero le dijo "Si este año no marcas más de diez goles, nos ponemos los guantes de boxeo, nos metemos ahí dentro y nos pegamos". Era brasileño y le contestó: "Yo no peleo, yo mando matar, como en mi país".
¿Qué entrenador te comprendió mejor?
Van Gaal y Mourinho, sin duda. Cuando llegué al Atlético, estaba Marcos Alonso. Llegué con Futre y cuando me vio Alonso dijo "¿Esto qué es, un actor de cine?".
La relación que tenía Mourinho con los jugadores era algo extraordinario. Por entonces los entrenadores no miraban el lado personal de los futbolistas. Ahora sí. Como cuando Ancelotti dijo que él entrena a hombres que juegan a fútbol. Es decir, que son hombres con problemas en casa, con hijos, mujeres, enfermedad de alguien próximos, etc. Deben entender que después del entrenamiento los jugadores tienen una vida. Antes de nada, el futbolista es un ser humano. Creo en los entrenadores que miran eso.
Una vez tomaste la decisión de dejar el fútbol, ¿nunca te arrepentiste?
No, nunca. A veces me preguntan si lo hubiera hecho de otra manera. Ahora es muy fácil con mi día a día, puedo llevar a mis hijas al colegio, pasear al perro, estar con mi padre, etc. Si lo hubiera hecho de otra forma, con la madurez de ahora, sí habría encontrado una forma para no haber salido ni quedarme dormido. Ahora no necesito un reloj para despertarme. Pero no hubiera sido honesto con lo que vivía en ese momento.
¿Cómo era tu vida en Madrid?
Fueron años fenomenales, aunque al llegar el Atleti estaba en Segunda y fue muy difícil. La dirección del club estaba muy desorientada, llegué en diciembre, luego casi subimos. Después Futre, como director deportivo, puso a Aragonés de entrenador. Al acabar la temporada, cogí el coche y de camino a Portugal, Futre me llamó para decirme que seguía un año más. Le respondí que contara conmigo, que íbamos a llevar al Atleti a Primera. Teníamos un equipazo, con el Mono Burgos, Correa, Sergi, Santi, Diego Alonso… Ascendimos y disfruté un montón jugando al fútbol y viviendo en Madrid. Pero Futre se fue y empezaron de nuevo los problemas. Dejé de sentirme importante en el club, había problemas con lo que cobraba, la fama que tenía… Yo estaba enamoradísimo del Atleti. Fue cuando dije 'Ya basta'.
¿Tus conocimientos de 'la noche madrileña' eran una leyenda urbana?
No era una leyenda, sí que salía, pero había tiempo para todo. Cuando jugábamos el domingo, no entrenábamos hasta el martes por la tarde. En aquel entonces, había más relación con los jugadores del Madrid, podías tomarte una copa.
Yo no era el típico que iba el domingo a la discoteca Joy Eslava. Prefería ir a cenar y me encontraba más con los del Madrid que con los del Atleti. Sobre todo con Guti. Teníamos un partido contra el Madrid e intercambié la camiseta con él y cuando nos saludamos, un directivo del Atlético se cabreó por darle dos besos a un jugador del Madrid. Yo no veía el problema. La rivalidad entre clubes no permitía que uno del Madrid tuviera una amistad con uno del Atlético. Había muchos jugadores que salían por la noche y nadie se enteraba. De mí sí. Empecé a salir con Alejandra Silva, cuando su padre era vicepresidente del Madrid, y eso lo veían como una ofensa.
¿Alguna vez recibiste una llamada de advertencia de Jesús Gil por salir?
No era tanto por salir, sino por ir a cenar, comer en restaurantes de moda, a alguna presentación… Una vez invité al Calderón a una persona de la realeza española. Fue mi invitada en el palco y cuando Gil la vio dijo que debía ser invitada por el club. Preguntó que de parte de quién estaba ahí. Cuando le dijeron que de Dani, el portugués, buffff… Otra vez, en el Centenario del Madrid, tuvimos un partido en el Bernabéu, y al final bajó al vestuario Florentino Pérez, para agradecernoslo. Preguntó por mí, con Gil al lado, porque su hija quería una camiseta firmada por mí. A Jesús eso le volvía loco.
¿Cuándo asientas la cabeza?
Cuando conocí a mi mujer, ella no tenía nada que ver con el fútbol. La gente se cree que me gustaba mucho ligar, pero yo tenía novias formales. Siempre fui frontal y si estaba con alguien era porque había amor y respeto. Y cuando estaba solo, con la edad que tenía, sí que me gustaba divertirme. Pero llegó un momento, cuando mi madre enfermó y pasaba mucho tiempo en el hospital, que sentí que quería algo más fuerte y sencillo, que me diera tranquilidad. Cuando conocí a mi mujer ni me miraba. Me decía que tenía mala fama. Fuimos una vez al cine y le pedí que no hablara de mí por la idea que tenía la gente, que me conociera de verdad y se olvidara del ruido que había alrededor, porque vas a ser mi mujer y la madre de mis hijos. Me contestó que nunca. Lleva quince años conmigo.
Al final todos desconfiaban de ti.
Claro. Su padre le advertía que iba a ser una más y ahora somos muy amigos.
Cuando llegué a Holanda, metí dos goles en un partido de Champions. Empezaron a comentar que era guapo, fui a programas de televisión que no tenían que ver con el fútbol porque no era normal. Se sorprendía porque me gustaba leer, sobre todo a García Márquez, tenía a un padre filósofo, hablaba cinco idiomas… Pero yo no tenía culpa de eso.
¿Cuál fue la situación más surrealista que te tocó vivir por ser guapo?
Cuando llegué a Holanda, compré un piso, un noveno con balcón. Al lado vivía una señora mayor. Una noche apareció en el portal una chica que venía en tren desde el sur del país. Me pidió subir a casa y le dije que no, que le pagaba un taxi de vuelta. Dos o tres horas después, llamó a la vecina y le abrió su casa. Saltó a mi balcón. Yo ya estaba durmiendo y como estábamos cerca de un río pensaba que era un pato que se habría estrellado en el cristal. Pero vi la cara de la chica allí mirando. La tuve que echar.
Hay una anécdota muy bonita. Estando en el Ajax, vino un chico en silla de ruedas acompañado de su padre. Tnía una enfermedad terminal. Le dije que, si venía al partido, marcaría un gol y se lo dedicaría. Marqué y se lo dediqué. Dos semanas después vinieron los padres y me dijeron que su hijo había muerto. Me contaron que poco antes de morir, el chico les confesó que no estuvieran tristes porque había cumplido el sueño de que le dedicara el gol. No nos damos cuenta de la importancia que tenemos los futbolistas en los demás.
¿Recibiste también alguna propuesta loca fuera del fútbol?
Hice mucha publicidad cuando estaba en el Ajax, era una locura lo que me pagaban. Una vez me esperaban diez mil personas en un supermercado, con el frío que hacía. Vendía de todo: mecheros, camisetas, almohadas… Llegó un momento que el que llevaba mis cosas de marketing en el Ajax me trasladó una propuesta para cantar una canción. Me negué, y la cifra que me ofrecían cada vez era más elevada. En cine también, participé en algunas películas y telenovelas de Portugal.
Justamente Cristiano combina muy bien toda esa parcela con su profesión.
Cuando llegó al Sporting, yo ya estaba en el primer equipo. Hacía portadas de revistas por entonces y me miraban con admiración. Cristiano tiene el foco en su profesión, es fenomenal cómo vive, me quito el sombrero. Pero no es para mí. Además, no tiene privacidad, a mí me gusta ir a comprar la fruta y la verdura, y cuando era futbolista era imposible hacerlo.
Por ser tan distinto a la mayoría de los futbolistas, ¿tus compañeros te miraban distinto?
Sí, con un poco de envidia. Tengo menos amigos que antes, y en el fútbol era difícil para mí entrar en un vestuario y sentirme feliz porque las conversaciones y lo que para ellos era importante, para mí era trivial: los relojes, los coches…