El Serafín Zubiri más desconocido que superó todos sus límites: "Lo vi todo a través de los ojos de mi guía"
El intérprete del himno del Centenario de Osasuna repasa en Relevo una vida marcada por la música y el deporte.

Ha corrido más de treinta medias maratones en distintas ciudades de España, ha hecho cima en el Aconcagua, Mont Blanc o el Kilimanjaro y ha completado, entre otras muchas cosas, dos ediciones de la Titan Desert, un rally de ciclismo de montaña catalogado como una de las cinco pruebas más duras del planeta en esa modalidad. Pero la verdadera pasión de Serafín Zubiri, nacido un 20 de abril de 1964 con una grave incapacidad visual que terminó convirtiéndose en ceguera, es la música. Lo tuvo claro desde muy niño pese a las condiciones innatas que tenía para el deporte. "Estaba en plena forma física, compitiendo con la ONCE, pero ya no lo podía compatibilizar y, obviamente, decidí seguir mi camino de la música", asegura el protagonista de esta historia.
No es futbolero. De hecho es un mundo que no le apasiona mucho, pero su conexión con Osasuna, incluso con el Real Madrid, es un hecho. Él fue el encargado de cantar el himno del Centenario del equipo rojillo y realizó el saque de honor en El Sadar en un derbi entre Osasuna y el Athletic después de protagonizar la gesta de subir el Aconcagua. Asimismo, participó en la fiesta del título de Liga conquistado por el Real Madrid en 2001, tocando una pieza acompañado de su piano en el centro del Santiago Bernabéu, campo en el que protagonizó, mejor dicho su perro, una anécdota. "¿Quién puede decir que su perro se ha hecho pipí en el Bernabéu?".
¿Qué es lo que estás haciendo?
Yo sigo con mi música y llevo ya muchos años. Además, estoy trabajando más que nunca. La verdad es que muy contento, haciendo muchas cosas porque estoy dentro del mundo de la música, pero muy diversificado. Tengo una productora a través de la cual voy creando nuevos espectáculos. Tengo seis espectáculos diferentes. Y bueno, la verdad que no me aburro.
¿Disfrutas más ahora de lo que haces que cuando eras más joven?
Sí, sin duda. Porque ahora estoy haciendo lo que yo quiero. A ver, lo que yo quiero en base a cómo está la música actualmente. O sea, que dentro de lo que cabe yo me siento un privilegiado por poder seguir vivo y por poder seguir haciendo música un poco a contracorriente, en el sentido de que yo ya no estoy en la onda de la música moderna actual. Pero como afortunadamente creo que la música, y no es porque yo piense que el tiempo anterior fue mejor, ni mucho menos, sino que objetivamente y desde el punto de vista musical, en mi opinión, la música que se hace ahora es involucionista con respecto a lo que veníamos acostumbrados a escuchar en el siglo pasado. Lo voy a enclavar en las décadas de los 60, 70 y 80, yo creo que son décadas, desde el punto de vista musical, mucho más prolíficas y desde el punto de vista creativo mucho más interesantes que lo que se está haciendo actualmente.
"La música que se hace ahora es involucionista con respecto a lo que veníamos acostumbrados a escuchar en el siglo pasado. Es muy paradójico que hemos evolucionado tecnológicamente, pero, sin embargo, hemos retrocedido en cuanto a creatividad"
Es muy paradójico que hemos evolucionado tecnológicamente, pero, sin embargo, hemos retrocedido, en mi opinión, en cuanto a creatividad. Entonces, me gusta mucho más aquel tiempo por eso mismo. No es que yo me haya detenido ahí, simplemente intento extraer lo mejor de esa época adaptado un poco a esta, a la manera de hacer música o de entender la música. Por eso yo trabajo con bandas de música, con orquestas sinfónicas, con big bands... Son formatos muy ricos desde el punto de vista musical.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Mi gusto musical se quedó anclado en 'El Último de la Fila' con Manolo García y Quimi Portet...
Es que hoy día no hay nada comparable a eso, nada, absolutamente nada. Es que encima, insisto, hemos evolucionado mucho tecnológicamente, pero es que tú escuchas una canción de ahora y no suena para nada mejor que una de hace 30 o 40 años. Y hablo de sonido, de aspectos puramente técnicos. Y ya no te cuento la dicción. Ya tienes que hacer un esfuerzo tremendo para intentar entender lo que dicen. Y dices, pero por favor, ¿esto qué es? Yo, la verdad que, fíjate, en ese sentido me alegro de haber nacido antes. Y a lo mejor tendría que haber nacido antes. Los 60 me pillaron muy joven. Yo nací en el 64, pero bueno, me acuerdo de los 70 y de hecho tengo un espectáculo dedicado a la música de los 70. Yo ya, pues en esa década, ya tenía uso de razón y recuerdo perfectamente la música de entonces y luego los 80, los 90, pero es que hemos venido, en mi opinión, vamos, modesta opinión, involucionando. O sea, vas analizando por escalones y dices: 'Pero si vamos hacia abajo y no hacia arriba'. Es tremendo. Por eso me alegro de haber nacido en el 64 y ojalá hubiera nacido incluso antes para haber vivido los 60 a tope. Evidentemente, ahora tendría más años, pero bueno...
¿Cómo nació en Serafín Zubiri ese sentido de la musicalidad?
Bueno, yo creo que desde que tengo uso de razón. En mi familia materna, sobre todo, porque en la paterna no había antecedentes musicales. Mi abuelo... Eran músicos autodidactas de aquella época, claro, tampoco podían vivir de la música, pero había algún gen por ahí musical en la familia. Y bueno, desde que yo tuve uso de razón siempre tuve claro que me iba a dedicar a la música, que eso me mola. O sea, yo recuerdo con cinco o seis años tener clarísimo que yo me iba a dedicar a la música. No tanto a cantar, porque yo en aquella época no me veía como cantante, simplemente como músico. Me gustaba mucho tocar el piano, los teclados. Yo quería ser teclista, o sea, pianista, teclista...No me daba por la guitarra o por otros instrumentos. Hasta eso lo tuve muy claro, sí. Y empecé a estudiar solfeo y piano muy jovencito en un colegio de la ONCE al que yo fui cuando era chiquitito. Siempre lo he tenido muy claro. Siempre. Es algo que yo a veces oigo, y es normal, que los niños no tienen claro lo que quieren para el futuro. Incluso los adolescentes cuando llegan a la época de tener que elegir su camino, pues que no lo tienen claro. Yo siempre lo he tenido muy claro. Y eso es una suerte.
La música es tu pasión, pero tu amor por el deporte no se queda atrás...
Me gusta. Pero más que deporte competitivo, de unos años a esta parte, yo hago ejercicio para estar en forma, para estar bien. Sí que tuve mi momento de competición en la ONCE a principios de los 90. La verdad es que tenía unas facultades innatas para la práctica deportiva y fui adquiriendo una progresión bastante rápida. En poco tiempo yo ya hice récord en 1.500, igualé en 800, corría carreras de 5.000, o sea, ya empezaba a despuntar en el fondo. Yo soy un deportista más de fondo que de velocidad. Pero llegó un momento en el que tuve que elegir y lo tuve muy claro. En el año 92, cuando me tocó ir a Eurovisión, yo estaba en plena forma física, compitiendo con la ONCE, pero ya no lo podía compatibilizar y, obviamente, decidí seguir mi camino de la música sin dejar nunca el deporte, el ejercicio en este caso, pero sí la competición y lo tuve muy claro. Tampoco me supuso ningún problema adoptar esa decisión.
"En el año 92, cuando me tocó ir a Eurovisión, yo estaba en plena forma física, compitiendo con la ONCE, pero ya no lo podía compatibilizar y, obviamente, decidí seguir mi camino de la música sin dejar nunca el deporte"
¿Qué es lo que te aporta el deporte?
Yo establezco una diferencia entre lo que es el deporte y el ejercicio. El deporte de alta competición no es bueno para la salud. Eso es demostrable. Y así acaban muchos deportistas, claro. Pero bueno, es su medio de vida, su forma de vida. Es una manera como otra cualquiera de ganarse la vida, pero eso no es sano. Fíjate el mismo Rafa Nadal, cómo está físicamente. El deporte lo que me aporta es tener más control de mi vida, aprender a controlar mi umbral de sufrimiento y de adaptación ante las cosas. Y eso es extrapolable a todos los ámbitos de la vida. Entonces, es una filosofía de vida. Y a mí me parece que, aparte, tiene un componente biológico clarísimo. El deporte incentiva la creación de las endorfinas, la hormona de la felicidad le llaman, la que nos ayuda a estar bien y, evidentemente, el deporte contribuye de forma directa a crear endorfinas. Todo eso tiene un componente biológico que, psicológicamente, afecta en positivo para crecer, para sacar lo mejor de ti mismo y, sobre todo, para adaptarte a las vicisitudes que la vida nos plantea a todos en un momento dado. Y además, insisto, extrapolable a todos los ámbitos.

Entonces, es una manera de entender la vida y yo no entiendo mi vida sin hacer ejercicio. Y sigo haciéndolo y procuro hacer mis 45 clases de spinning a la semana, si puedo salir a correr un poquito también. Ahora ya no corro tanto como antes porque ya he corrido mucho y entiendo que correr es un deporte más implosivo que la bici. A ver, yo me encuentro bien, no tengo problemas de salud ni tengo secuelas por haber corrido tanto y tal, pero bueno, ya ha llegado un momento en que también empiezas a pensar un poco en que ya tienes una edad y que vale, deporte sí, pero lo menos implosivo posible.
En la década de los 90 te convertiste en un habitual de las medias maratones...
Sí. Hice diez maratones, 42 kilómetros, y luego, de medias maratones no llevo la cuenta, pero más de 30 seguro. Es mucho correr y al final, eso para las articulaciones, para las rodillas... Yo no tengo problemas, insisto, toco madera porque de momento no tengo la sensación de tener ninguna secuela por haber practicado tanto deporte, pero hay que tener un control también de eso un poco.
Has subido cimas importantes también como el Aconcagua, el Mont Blanc o el Kilimanjaro. ¿Cómo recuerdas esas experiencias?
Sí, hicimos el Aconcagua, que es el monte más alto de América. Pero claro, antes de ir al Aconcagua hicimos una preparación muy exhaustiva física y mental también, psicológica. Y la verdad que fue todo muy bien planificado. Íbamos con una expedición patrocinada por la ONCE que dirigía el montañero navarro Mari Ábrego, y la verdad que fue una experiencia increíble. Él hizo una planificación perfecta hasta el punto de que todos hicimos cima más o menos en el plazo que él había previsto, o sea, se cumplió el plan a la perfección y eso es por la buena planificación estratégica que él hizo y por el trabajo que hicimos durante seis meses de preparación, de entrenamientos, de concentraciones. Y la verdad que luego hicimos el Mont Blanc, aquí en Europa, además por la ruta más larga y más difícil que es la ruta de Gran Moulet. Lo hicimos por ahí porque había menos gente y queríamos evitar precisamente eso, tanta gente. Y lo conseguimos. Y de ahí nos fuimos a África, a subir el Kilimanjaro, que también lo conseguimos. Entonces, bueno, pues tengo un recuerdo muy bonito, muy grande de esas experiencias que a mí me ayudaron a crecer como persona, sin duda.

¿Cómo una persona invidente como tú vive eso? ¿Qué sensaciones tiene cuando subes una cumbre?
Pero no hay tanta diferencia porque yo lo vi. No lo vi físicamente a través de mis ojos, porque no ven, pero sí que lo vi a través de los ojos de mi guía. Yo pregunto, ¿qué ves? Y él te va contando, pues mira, ahora tal, cual... Y te lo estás imaginando tú en tu mente, ¿no? Entonces, al final, bueno, es una manera de ver. La vista es un poco subjetiva, no todo el mundo ve las mismas cosas de la misma manera. Al final se trata de percibir una realidad y para ello hay que utilizar todos los elementos de los que uno pueda disponer en un momento dado para hacerlo. Nosotros es a través de lo que te van contando y de tu propia imaginación, de lo que tú eres capaz de crear en tu mente.
También has completado dos Titan Desert, un rally de ciclismo de montaña catalogado como una de las cinco pruebas más duras del planeta en esa modalidad. ¿Cómo se consigue algo semejante?
Con mucha disciplina, con mucho trabajo, con mucha preparación física, pero sobre todo psicológica. El deporte, la vida en general, creo que hay que estar más preparados psicológicamente que físicamente, que también, obviamente, para hacer determinadas cosas tienes que estar en forma, ¿no? Pero muchas veces es la cabeza la que manda y la que te hace conseguir los objetivos.
Sus dos pasiones, música y deporte, se juntaron para interpretar el himno del centenario de Osasuna, el equipo de su tierra...
No se me ocurrió a mí. Me lo planteó el autor de la canción, había hecho el himno y él pensó en mí para cantarla. Me lo planteó, me pareció bien, estaba muy bien el tema, se le planteó a Osasuna y, finalmente, lo eligieron, se grabó y ahí está la canción.

¿Qué significa para alguien de Pamplona, aunque no seas muy futbolero, cantar el himno del equipo?
Es un motivo de una satisfacción personal especial, como cuando estuve en Eurovisión. Poder representar a tu país en un evento tan importante como Eurovisión, pues no cabe duda que es un hito importante. Pues esto igual, no es una canción más que has cantado. No, es la canción que conmemora el centenario del equipo de fútbol de tu tierra, en el que ha jugado un hermano mío. Mi padre era muy futbolero, era muy osasunista, y eso sí que lo recuerdo. Tengo esa parte de implicación emocional con el equipo, porque es el equipo de mi ciudad.
¿Cuál es el mensaje que queríais dar?
Poner en valor un poco el colectivo que supone el apoyo a un club como Osasuna y un poco también la historia de la entidad, porque se hacía referencia a algunos momentos. Bueno, no sé, un poco poner en valor toda la trayectoria del club durante esos 100 años.
¿Qué significaba Osasuna para tu aita?
Lo que pasa es que mi padre hace muchos años que nos dejó. Le gustaba mucho, pero él era muy madridista. Yo no soy nada fanático, lo que pasa es que yo al equipo que le tengo simpatía es al de mi tierra, que es Osasuna, y ya está, y para de contar. Y me gusta que gane y me gusta que esté ahí y ya está. Y luego, bueno, pues lo que eso implica para la ciudad, el tener un equipo en Primera División, pues eso todo está bien. Lo que pasa es que yo creo que el fútbol, en mi opinión, está muy sobredimensionado, muy sobrevalorado. Es lo que hay y ya está y hay que tomarlo como es, pero a mí me parece que está muy sobrevalorado.
¿Cómo es vivir un partido en El Sadar?
He estado en más de uno y, por supuesto, he cantado en El Sadar dos veces. Canté una vez en pandemia. Me acuerdo contra el Athletic de Bilbao, que jugaba Osasuna, y ahí, pues claro, era muy desolador ese estadio, que está muy bien, por cierto. Estábamos allí solos, pero luego al año siguiente, cuando se cerró el centenario, canté ya con el estadio lleno en el centro del campo, cantando, y eso es una experiencia única. Ya había tenido una experiencia en el año 2001 en el Bernabéu. Yo canté con el Bernabéu con un piano en el centro del campo en un final de Liga del Madrid, que ganó el Madrid en esa Liga, y en la fiesta yo estuve cantando también allí. Impresiona muchísimo estar ahí en el centro y sentir todo ese bullicio a tu alrededor de tantos miles de personas impresiona. Cuando vine del Aconcagua, además, Osasuna me invitó a hacer un saque de honor. Contra el Albacete me acuerdo que jugaba el 13 de febrero del 94.
¿Es diferente la sensación que sientes, por ejemplo, tras un concierto, que la que recibes en un evento deportivo?
Yo no lo compararía. Para mí es mucho más... Es que un concierto es otra cosa, es tu culmen, tu momento, y esa conexión que se genera con el público y ese reconocimiento del público hacia ti está claro que no se puede comparar con lo que yo he podido sentir... Yo no tengo ese sentimiento tan patriótico desde el punto de vista futbolero. Entonces, eso no me impresiona a mí tanto. No sé si por el hecho de no ver, tampoco ves que hay ciento y pico mil personas ahí alrededor, que lo sabes porque lo sabes, y sientes eso, pero no lo estás viendo realmente. Lo estás sintiendo, pero no eres consciente realmente, como tampoco eres consciente cuando estás cantando en Eurovisión que te están viendo 300 millones de personas o más.
¿Cómo un invidente siente un evento deportivo en directo?
Sientes mucha energía, sobre todo. Energía de tanta gente, del cúmulo de tanta gente. Y esa tensión que se genera cuando está el balón en juego y tal. Lo que pasa es que yo he visto pocos partidos, pero he visto algunos muy aburridos. Pero muy aburridos, es decir, con lo que se puede hacer en una hora y media, ¿no? O sea, aprovechar el tiempo. No sé, es que, a ver, la diferencia, por ejemplo, en mi opinión, entre el espectáculo y el fútbol, es que tú vas al fútbol, pero no tienes garantizado que vayas a ver un espectáculo. O sea, puede ser un tostón de partido tremendo y encima las entradas no son baratas. Sin embargo, si tú vas a ver un espectáculo, primero sabes qué espectáculo vas a ver y das por hecho, y normalmente es así, que es un espectáculo que reúne condiciones y por eso lo has elegido para ir a verlo y sabes que vas a ver un espectáculo. Tienes garantizado que vas a disfrutar. En el fútbol, no. Te puedes pegar un tostón de partido aburridísimo y la gente ahí está. Yo no termino de entenderlo muy bien del todo, pero bueno, lo respeto lógicamente como no puede ser de otra manera y sigo pensando, insisto, que para mí el fútbol está muy sobredimensionado.
Si te fijas, los programas de televisión, las secciones deportivas de los telediarios casi siempre son de fútbol, pero sí hay deportes muy interesantes como el baloncesto o el ciclismo, que a mí me encanta el ciclismo y lo práctico. A mí me parece que el ciclismo es un deporte muchísimo más duro que el fútbol. Solo tienes que ver a un ciclista profesional y a un futbolista profesional, y las horas, el tiempo que tienen que invertir para estar en la forma que tienen que estar, o sea, es muchísimo más sacrificado. Los futbolistas son unos privilegiados, primero, porque son los que más ganan encima y los que menos hacen. Yo tengo un sobrino futbolista profesional y sí está en forma porque el tío se cuida mucho, pero viven como reyes. No vas a comparar tú el día a día de un ciclista profesional, por ejemplo, al día a día de un futbolista. Es que no tiene nada que ver. Y para mí tiene muchísimo más mérito. Muchísimo más mérito. Es lo que hay y ya está.
¿Guardas alguna anécdota de Osasuna o del Madrid?
No, no recuerdo. Bueno, yo tengo una anécdota. Lo que pasa es que mi padre ya no estaba con nosotros... Si hubiera vivido... Cuando fui a cantar en el Bernabéu, en junio de 2001. Ya había acabado la Liga. Y yo fui por la tarde para hacer una prueba de sonido antes del partido. Yo iba con mi perro guía, que además era el primero que tuve. Era jovencito y llegamos allí al césped y no se me ocurre otra cosa que soltarlo y empezó el perro ahí a correr como un loco y en una de estas levantó la pata y se hizo pis en el Bernabéu. ¿Quién puede decir que su perro se ha hecho pipí en el Bernabéu? No lo puede decir nadie. Vino el delegado de campo enfadado, ¿de quién es este perro? ¡Fuera! En realidad, ya se había hecho pis. Es una anécdota curiosa. Mi padre ya no vivía, pero si llega a vivir y se entera, no sé qué habría hecho. Se hubiera enfadado con el perro, pero qué va, tampoco. ¿Te imaginas que hubiera hecho un pos? Lo habría recogido, eso sí. Yo siempre recojo. ¿Quién puede decir que su perro se ha hecho pis en el Bernabéu? Eso yo creo que solo lo puedo decir yo.