OPINIÓN

El ángel que lleva cuidando diez años el corazón del Atlético

Ángel Correa, después de marcarle el gol al Athletic. /EFE
Ángel Correa, después de marcarle el gol al Athletic. EFE

Ángel Correa no es el mejor jugador del mundo, pero sí es el mejor jugador que cualquier plantilla del mundo puede tener. Da igual que sea el uno, el diez o el veintitrés del grupo. No importa si juega un minuto, veinte, cuarenta y cinco o noventa. Siempre está cuando se le necesita. Él es así. No protesta, no se queja, se reivindica en voz baja. Y así, en silencio, marcaba en San Mamés para sumar diez temporadas haciéndolo con el Atleti.

Parece que fue ayer cuando llegaba desde el corazón de Boedo con problemas en su latido. El potrero que gambeteaba por el pasto del Nuevo Gasómetro veía interrumpido su necesario salto a Europa. Un chico tímido, de familia muy humilde, de vida nada fácil (perdió muy joven a su padre y a su hermano), pero con unos valores personales que ya los querría cualquier núcleo acomodado. Su enorme corazón le paró un año entero, con lo que eso supone para un joven que quiere comerse el mundo. En esa intervención hubo transfusión de sangre rojiblanca para acabar convirtiéndole en el ángel atlético.

Empezaba así un idilio con el club y con su hinchada que todavía perdura. Salían y entraban jugadores de todos los tamaños, a los que él veía pasar. El Cholo se convirtió en el guía de su crecimiento. A veces injusto, como él mismo ha reconocido, pero siempre con el cariño por bandera porque Ángel Correa es ese chico que se hace querer, al que todos desean tener al lado. Estuvo cerca de marcharse, pero es difícil romper ese vínculo. No hay plantilla atlética completa si no está él.

Es gratificante que a los buenos les pasen cosas buenas y, aunque no será el que más camisetas venda, sí tiene un lugar altísimo en la historia del club. Seguramente ni él mismo es consciente de ello. Su golazo de 'puntín' en Valladolid será el de la última Liga rojiblanca y, lo que es más importante, el estadio Vicente Calderón cerró con él las puertas oficiales del gol. Ese inolvidable cocktail de emociones a orillas del Manzanares y la M-30 será siempre aquel en el que por última vez marcaba Ángel Correa. Un final poético protagonizado por un corazón que necesitó ser bombeado para poder resistir tanta pasión.

Una temporada más estará cuando toque. No es sencillo darle lo que merece porque merece mucho, lo que sí es seguro es que él sí dará al Atleti lo que merece. Por eso se le quiere tanto y por eso es el jugador de los padres atléticos. Seguramente ellos quieren transmitir a sus hijos que lo más importante en la vida es darlo todo, ser humilde y respetuoso, vivir con pasión y agradecimiento. Podrán contarles que en el equipo hay un 'ángel' que cuida de todo eso.