Demasiadas muertes como para comprar a Ludmila: "Yo sé lo que son las peleas y el dinero sucio"
La atacante brasileña del Atleti, que ha vivido de cerca el problema de la adicción, habla para Relevo de todo lo que le lleva rechazar este mundo.
Adicción. La infancia y la vida de Ludmila da Silva (Guarulhos, Estado de São Paulo, Brasil, 28 años) estuvo marcada por esta palabra maldita. La misma que destrozó a su familia. Que la dejó junto a su hermana en un orfanato. O que le hizo presenciar demasiadas muertes a su alrededor. Su hermana fue una de ellas. La más dolorosa y traumática. Y la que provocó un divorcio definitivo con ese "camino malo". El destino la trajo a España persiguiendo su sueño tras la pelota con la que esquivó la adicción. Y su rumbo cambió por completo con el fútbol de fondo. Una nueva vida en la que se alza como luz para todas las niñas y niños que la miran desde la favela. Y en la que ha puesto líneas rojas en sus actos y en las ofertas publicitarias que llaman a su puerta como estrella del fútbol y del Atlético de Madrid.
Es referente. Lo sabe. Y, consciente de esta responsabilidad, va con pies de plomo en cada una de sus decisiones. En todas ellas, hay una idea clara: nada que implique cualquier tipo de adicción. "No quiero vincularme con una casa de apuestas, por ejemplo. Yo no puedo estar con una marca que da paso a cosas malas. Al final las apuestas implican peleas, dinero sucio… Yo sé lo que es eso y tenemos que ser conscientes de nuestros valores", asegura Ludmila. La atacante del Atlético fue espectadora de demasiados capítulos turbios en los que ese demonio fue el gran protagonista. No los olvida. Tampoco acepta que alguien intente convencerle de lo contrario.
"Hay veces que llegan y me ofrecen un acuerdo (con una casa de apuestas) y me dicen: tú eres jugadora de fútbol y esto es bueno para ti. Y yo le digo, '¿y qué?'. Yo sé lo que quiero porque llevo muchos años en este camino", cuenta. Su experiencia es dramática y a la vez ejemplarizante. La adicción le tocó de cerca y Ludmila quiere sumar su granito de arena para evitar que otros niños y niñas pasen por lo mismo. Sobre todo, en la favela…
"Viví la muerte de mi mejor amiga o de mi hermana por las drogas. Mi madre nos llevó al orfanato porque ella y mi padre eran alcohólicos. Él está muerto y ella sigue teniendo problemas con el alcohol. He visto a muchos amigos míos fallecer por culpa de las drogas. Cuando llegué aquí supe que realmente podía cambiar mi vida y demostrar a los niños que tú puedes pasar por todo eso y tú puedes conseguir todo. Yo podría haberme ido por el camino de mi hermana tras perderla, pero no. Podía poner la excusa de lo que ha pasado, pero hay muchas cosas bonitas para vivir. Quise abrir mi corazón para que pasen cosas buenas en mi vida y rechacé ese camino. Y quiero mandar el mensaje de que tú o cualquiera pueda llegar a donde quiera", reivindica.
A sus 28 años, Ludmila nos deja sin palabras a la hora de repasar su historia. La conversación comienza con tres palabras que van tomando sentido conforme avanza su relato: "Soy soñadora, peleona y alegre". Y lo cierto es que pronto marcamos el tic en esta última cualidad. La futbolista brasileña llegó con toda una sonrisa. "Estoy muy nerviosa. ¿Qué me vas a preguntar?", susurra con cercanía.
Pero, aunque ella no lo crea, tiene un don. Su mirada y su manera de contar sus vivencias te atrapan y te llevan a su infancia. A mirar por un orificio a aquella niña que sólo quería estar con sus padres. No estaba sóla, pese a que así lo sentía. Su tía apareció como un auténtico ángel de la guardia para sacarla del orfanato junto a su hermana. Las acogió como sus hijas. Dos más en una suma de hasta trece. Y trabajó tanto por ellas que recordarlo marca una pausa en la conversación. Ludmila se emociona. Se le encoge la voz al hablar de su tía. Hace falta tomar un respiro para continuar.
La peor de las llamadas: «Tu hermana ha muerto»
"Yo era muy rebelde y quería a mi madre. Sólo quería a mi madre. Mi tía es una guerrera y lo ha dado todo por nosotros. La admiro mucho. Me demostró lo que es el amor de verdad y le debo todo a ella. Cuando era niña no quería saber nada porque no estaba mi madre. Tenía el cariño de mi tía, pero no supe agradecérselo bien entonces", señala. Y, aunque ayuda en todo momento a su tía y a sus primos, siente que tiene una deuda eterna. Es uno de los demonios que le persiguen. El otro, se encuentra en aquella llamada con la que tocó fondo: "Tu hermana ha muerto".
Ludmila perdió a su hermana siendo una adolescente. "No pude ayudarla porque estaba lejos de ella. Tenía adicción a las drogas. Más tarde, me enteré que había sido violada y padecía VIH, pero yo no era consciente de ello porque llamaba y me decía que todo iba bien. El momento más difícil fue reconocer su cuerpo. Yo estaba muy feliz porque se había recuperado, había tenido niñas…, pero un día me llamaron para darme la noticia y me dijeron que el cuerpo llevaba cinco días y no sabían qué hacer con él. Pedí permiso al club para ir y pagué el traslado del cuerpo al lugar donde vivíamos. Fue una pesadilla y caí en una depresión", cuenta.
La muerte de su hermana, la única que le había acompañado siempre, fue un mazazo en uno de los momentos más complicados de su carrera: "Tenía una lesión de la que no sabía si iba a salir. Recaí varias veces. Pensé que el fútbol se había acabado para mí porque me quedé sin equipo, me tuve que poner a trabajar duramente para poder sobrevivir. Trabajaba de 5:00 a 22:00h hasta que un día me llamó una entrenadora y me rescató de nuevo. Volví a la selección y, después, me llegó la llamada del Atlético".
«El fútbol me ha salvado la vida»
Una vez más, la luz aparecía en otro largo túnel del que salió "más fuerte". "Lo hice en honor a mi hermana. Ella era muy fuerte y me gusta remarcar esto sobre ella", señala, antes de apuntar: "El fútbol me ha salvado la vida porque me eligió. Yo practiqué también capoeira, atletismo... Pero fue el fútbol el que me ofreció una oportunidad para vivir del deporte. Un hombre me vio jugar en la calle y no paró hasta que fui a probar en su equipo. Después, me hicieron una prueba en otro club y, a partir de ahí, mi vida cambió. El fútbol me salvó porque yo pude haber elegido la vida de mi hermana o de mi mejor amiga".
Por ellas y por su familia celebra cada día su triunfo como estrella del deporte. "Hay una fuerza dentro de mí, que yo digo que es de la naturaleza, que me hace seguir fuerte dentro y fuera del campo", afirma, tras una temporada que tampoco está siendo fácil en el Atlético. "No hice pretemporada por las olimpiadas. Cambió todo tanto. Pasé a tener menos minutos. Tuve un COVID-19 que casi me muero. Me puse muy mal. Me afectó todo mucho psicológicamente. No quiero nada más. Me quiero ir a casa. No aceptaba nada de lo que estaba pasando. Yo quería demostrar que seguía siendo buena, pero mi cuerpo no respondía. Me bloqueé. Mi novio, Alonso, me ayudó mucho para mantenerme fuerte y prepararme. Me tenía que querer a mí misma en los momentos malos y tener ayuda psicológica con un coaching también fue muy importante. Hay que quererse a uno mismo", remarca, tras haber trabajado el aspecto psicológico con un método conocido como "Vortexx".
Ahora, Ludmila mira al próximo Mundial (20 de julio-20 de agosto) con la ilusión de alzar el título para seguir confirmando que los sueños de aquella chica que ha superado todo tipo de baches se siguen cumpliendo. "Ganar la Copa del Mundo sería una locura", apunta. Aunque cambiaría todo ello, toda su carrera en el fútbol por sólo un instante con su hermana: "Renunciaría al fútbol por estar un poquito más con mi hermana. Sólo un poquito con ella".