FUTBOLERO SOY YO

El PSG no sabe si es carne o pescado; el Bayern sabe qué tiene que ser en cada momento

Mbappé consuela a Neymar en el partido contra el Bayern./REUTERS
Mbappé consuela a Neymar en el partido contra el Bayern. REUTERS

La realidad no engaña. El PSG es el vivo ejemplo del axioma que asegura que formar un buen 'e-qui-po' de fútbol, un 'e-qui-po' de verdad, no de tres buenos y ocho regulares, un 'e-qui-po' capaz de ser competitivo en todas las competiciones que dispute, no es fácil. Ni mucho menos. Puedes tener una máquina de hacer billetes, recorrerte el mundo y fichar lo mejor de aquí y de allá, pero eso lo único que te asegura es tener una magnífica plantilla de solistas. Nada más. Por otro lado, tampoco sería justo echar toda la culpa a los entrenadores que han desfilado por su banquillo en la última década: Ancelotti, Blanc, Emery, Tuchel, Pocchettino y ahora Galtier. Todos no pueden ser los único culpables.

Desde la distancia, y sin querer ir más allá del aspecto puramente futbolístico, la intuición es que lo que realmente le falta al PSG no se puede comprar. Hablamos de alma, de estilo, de personalidad, de identidad como club.Este PSG que ya tiene muy empinada su clasificación para octavos, se parece demasiado al que cada temporada fracasa en su asalto a la Champions. En su vuelta a su competición deseada, zarandeado en su país en los últimos partidos como pocas veces ha ocurrido en la historia, el campeón francés se mostró ante el Bayern como un equipo desestructurado.

No se sabe a qué juega. Tampoco si es carne o pescado. Que el mediocentro posicional por quien tiene que salir el balón jugado sea un pesado tractor llamado Danilo Pereira te puede dar alguna pista, pero no la única. Ni siquiera la ausencia de Mbappé durante una hora de partido puede servir de excusa para jugar un fútbol tan ramplón.

Tácticamente, su técnico actual, que tiene ya tupé de desesperación, tocó todos los palos que se podían tocar. Comenzó con una defensa de cuatro para pasar, tras el descanso, a la defensa de tres y terminar el partido en un galimatías posicional que ya no permitía saber cuál era la exacta ocupación de los espacios. Comenzó con la pretensión de hacerse fuerte atrás y buscar el contraataque. Para ello incidió en el juego interior con sus cuatro centrocampistas por dentro. Fracaso. Sin Kylian, tampoco encontró la forma de atacar la profundidad. En teoría tenía que ser faena de los laterales, pero Cancelo y Coman les cerraron todos los caminos.

Precisamente, este errante PSG se encontró un rival que viaja con brújula. El Bayern, sin presumir tampoco, es carne y pescado a la vez. En cada momento elige disfraz. Palo o raspa. Tiene una idea de juego y la desarrolla. Todo comienza en una presión hacia delante que va ganando metros hasta que te empotra en tu área y te obliga a defender con más hombres de los que el equipo parisino tiene preparado para ello.

Como buen alemán, Nagelsmann se traía el guión aprendido. Pensó que éste era un partido y un enemigo para jugar con tres defensas atrás y los dos laterales (Cancelo-Coman) convertidos en interiores-extremos y lo ensayó en dos de sus tres últimos partidos. Debieron gustarle los ensayos ante el Mainz y el Bochum y así jugó en el Parque de los Príncipes. Le salió bien. Desde la pizarra y la omnipresencia de Kimmich comenzó a ganar el partido. Pudo, incluso, sentenciar la eliminatoria. Ocasiones tuvo para ello. Pero no sería justo ocultar que terminó acobardado ante la presencia de un Mbappé que, aún medio cojo, es capaz de engañar a la propia realidad y conseguir que se pueda decir que su equipo también pudo ganar un partido en el que fue bastante inferior

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