Para pesar de Iribar, Osasuna fue más 'cojonudo' que su Athletic

"Iribar, Iribar, Iribar es cojonudo... Como Iribar no hay ninguno". Al son de este imperecedero cántico que te recibía a 'puerta gayola' en el viejo San Mamés, antes, incluso, de que el himno del Athletic comenzara a atronar al cielo de Bilbao, han crecido muchas generaciones de aficionados vizcaínos... y del resto del Estado español. Sin esa letra y ese soniquete inolvidable no había partido. El 'Txopo', impepinablemente, tenía que cumplir los 80 años en un día en el que jugara su Athletic. Era el mejor regalo que se le podía hacer y, además, en su competición preferida, esa Copa que siempre marcó la historia de su club y en la que ganó sus dos únicos títulos como profesional.
Hasta 101 partidos de Copa, ocho con el Basconia antes de aterrizar en San Mamés, disputó Iribar en su longeva carrera de 20 temporadas. Curiosamente, salvo que los libros de texto futbolísticos y las páginas especializadas en estadísticas hayan cometido una involuntaria omisión, nunca jugó un partido oficial contra Osasuna y, por ende, nunca se puso bajo las porterías de El Sadar, ni del estadio pamplonica anterior, San Juan. Él, que se enfrentó a casi un centenar de rivales diferentes, entre clubes y selecciones, nunca había tenido enfrente esa camiseta rojilla contra la que se estrellaron los muchachos de su equipo.
A Iribar, que ya ha dejado caer que nada le reconfortaría más que estar el 6 de mayo en la final de La Cartuja de Sevilla, le hubiera gustado que su Athletic no diera en este encuentro de ida ese primer paso atrás. Un día tan especial, merecía otra intención. Osasuna se lo fue comiendo poco a poco. No con grandes bocados, sino masticando su dominio, achicando siempre los espacios hacia adelante y consiguiendo, como le gusta, jugar más en el campo contrario que en el suyo. Jagoba Arrasate con su Bittor Alkiza a su vera en el banquillo y su Braulio Vázquez en el palco han edificado este Osasuna que juega igual contra todos los rivales y en todos los escenarios. Valentía se llama la figura.
En El Sadar, claro, parece que empuja más, pero es puro efecto virtual del vocerío de su afición. Sus estadísticas apuntan que no existe tanta diferencia cuando juega en el Bernabéu o en el Camp Nou. Osasuna le puso el partido en japonés al Athletic desde que el balón echó a rodar. La presión de siempre y la ocupación de los espacios más habitual. Un 1-4-3-3 adelantado que quema con presión y su juego directo. El posicionamiento de Moncayola de lateral derecho ya no es un recurso. Es otra variante en la salida del balón que se suma a la de Lucas Torró y los dos interiores, Aimar o Moi. Ambos pasan con una facilidad pasmosa de un área a otra sin que su capacidad pulmonar se resienta... aparentemente. Los tres de arriba, se llamen como se llamen, ya saben lo que tienen que hacer: apretar y no quedarse nunca quietos. El añadido, es el regate de un Abde descarado. La guinda que redondea al equipo.
Bien sabía Valverde el planteamiento de Jagoba e intentó no perder la batalla del centro del campo. Hizo titular a Muniain para que se metiera por dentro; Sancet, desde la media punta, miraba con el rabillo del ojo a sus dos mediocentros, pero aún así, los locales se salieron con la suya. Los saques largos de Agirrezabala, que ya tendría que haberse vestido de negro como lo hará el domingo, eran un manual de intenciones. Juego directo y segundas jugadas. Menos elaboración de la que le gusta al técnico, pero el once navarro ya se ha ganado el derecho a que los rivales le respeten y se adapten a su entusiasta forma de interpretar el juego.
En clave Selección, con De la Fuente en la grada, paso de gigante de David García y puntos positivos para la juventud de Aimar y el talento de Moi, a pesar de sus 28 años.