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Radiografía de los ultras en el fútbol de hoy y de ayer: "En ese mundo se debate hasta de semántica"

Borja Bauzá, autor de 'La tribu vertical', fue ultra y es periodista, ahora recoge en un libro la historia y sociología de estos grupos en España.

Ultras Sur, en los años 90. /AP
Ultras Sur, en los años 90. AP
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Para una buena parte de la ciudadanía, el movimiento ultra no tiene apellidos y sin embargo en el caso de Borja Bauzá aparecen unos cuantos: "Mi grupo era discreto, apolítico y mantenía una relación con la violencia que puede definirse como anecdótica". Bauzá fue, efectivamente, un ultra, pero este no es un libro de sus vivencias tato como una investigación sobre un hecho social. Leer 'La tribu vertical' requiere repensar todo un fenómeno, entender que no es unitario, ni homogéneo, ni sencillo. Como un cuadro impresionista que de lejos se ve una imagen muy clara pero al acercar la mirada se ven millones de manchas de pinturas no tan relacionadas entre sí. En el relato no hay compasión pero sí cierta compresión de esas cosas que, para la mayoría, solo pueden escandalizar. Salen las muertes, las broncas y la política, pero es mucho más que eso.

El relato es cronológico y arranca en los años 80, cuando empezaron los colectivos ultras. ¿Cómo fue ese inicio?

Yo cito en el libro el trabajo inédito de unos antropólogos sevillanos que estudiaron tanto a los Biris Norte como a los Béticos. En él dicen que el público futbolero de aquella época se está envejeciendo, hay poca gente joven. Creo que esto es un fenómeno que al principio se ve con una mezcla de curiosidad y simpatía.

En esos primeros pasos hay presidentes como Luis de Carlos o Vicente Calderón que parecen sobrepasados, incapaces de saber por dónde va a ir eso.

No es solo que los directivos no pudiesen adivinar la evolución del tema, los propios chavales que empezaron a formar esos grupos yo creo que tampoco imaginaban a dónde podía llegar, era todo improvisación absoluta.

Me sorprende que al principio no hubiese una clara adscripción ideológica de los grupos, está muy lejos de la imagen común.

Lo primero que es importante es decir que en este tema generalizar es peligroso y arriesgado. En el libro trato de ilustrar una serie de tendencias, pero cuando pones la lupa en cada una de ellas te encuentras excepciones. Partiendo de esa base, los años 80 son años muy caóticos, en las gradas confluye todo tipo de bandas. Hay un tipo de Santander que me dice que ahí había de todo, se juntaban desde el punk al quinqui, el que no iba de nada... Había gente ya medio ideologizada, pero hablamos de chavales de 14 o 15 años. A esa edad, ¿qué ideología vas a tener? Entra gente que ya tiene un puntito ideológico, pero luego entra mucha gente que simplemente va allí a pasárselo bien. Hay alguna excepción, por ejemplo, las Brigadas Blanquiazules del Espanyol, pero en líneas generales en los años 80 hay gente de su padre y de su madre que luego, efectivamente adquieren una uniformidad.

En el libro se cuenta que al principio en muchos campos conviven varios grupos distintos que terminan siendo uno solo. ¿Cómo se da ese proceso?

Que haya un solo grupo dominante es algo muy curioso y, hasta cierto punto, en Europa Occidental al menos, un fenómeno muy español. En muchos otros países no se da. Si tú te fijas en Alemania, en Italia o en Francia, en muchísimos estadios hay varios grupos, y además conviven. En algunos casos se llevan bien, y en otros casos conviven sin más. En los estadios españoles salvo algunas excepciones, parece como que hay un grupo alfa, y si hay grupos secundarios, son grupos significativamente menores.

Yo creo que responden a dinámicas internas de cada grada y de cada afición. Por ejemplo, en el caso del Athletic de Bilbao, ahí florecieron un millón de grupúsculos, y muchas veces el dominador común era que eran bandas de barrio que iban allí, y decían, 'pues nosotros somos el grupo tal, nos llamamos así, y ponemos el trapo'. En un momento dado, un grupo empieza a crecer más de la cuenta, y entonces la gente dice '¿Por qué no vamos con estos?'. Es un proceso muy natural.

Hay una cosa que resulta sorprendente para alguien que no está dentro, y es que en el libro los ultras tienen muchos matices, mucho apellido. Hay una imagen general que es la que ve la sociedad, pero en el libro se ve mucha diversidad.

Yo en la introducción cuento que estuve involucrado en un grupo durante siete años. Llegué a través de una persona a la que conocí en un foro, que era el foro de Súper Hincha, donde se reunían los radicales del fútbol español, y cuando me asomo un poco a ese mundo y lo empiezo a ver un poco desde dentro... Yo venía de leer en la prensa una visión totalmente monocromática. Había un estereotipo muy claro, con un par de matices que no se salían del estereotipo, que eran matices a lo mejor ideológicos, y poco más. Cuando me asomo ahí, lo primero que percibo es no necesariamente buen rollo, pero sí mucha cordialidad, mucho humor, humor negro, y sobre todo, muchísimo debate. En el mundo ultra se debate todo, pero incluso hasta debates semánticos como qué es un hooligan o un ultra [el libro explica, por ejemplo, pormenorizadamente las muchas diferencias que hay entre un ultra italiano y un hooligan inglés, en el primero prima la grada y el tifo, en el segundo todo eso lo consideran una fanfarria], qué somos, qué no somos, el tema de la violencia, el tema de la política, todo se debate y por eso también no hay dos grupos iguales, hay mucha reflexión interna y eso lo que te presenta es, efectivamente, un fresco multicolor.

Lo de la reflexión es curioso, hablas incluso de un referéndum en los Boixos Nois.

Eso ya es cuando los grupos adquieren una estructura, a mediados de los 90, con sus liderazgos, también se da lo que yo llamo la sobrepolitización, que es la uniformidad ideológica de muchos grupos, y en base a eso hay reacciones de grupos apolíticos o grupos de ideología contraria en el mismo estadio, etcétera. Lo que conlleva esa estructura muchas veces es, por ejemplo, tener un fanzine interno, que es un órgano de comunicación como lo tienen las organizaciones políticas. En esos fanzines hay un apartado de cartas, de 'hemos hecho esto, a mí no me mola esto, pensemos en esto', y, efectivamente, hay un caso concreto, que es la ruptura de la amistad entre Boixos Nois y el Frente Atlético, en donde en el fanzine de Boixos Nois se presenta un referéndum. Yo tengo ese fanzine y cito los porcentajes, porque sacan porcentajes con décimas de la votación. Y se presentan opiniones, además. No es sólo si o no, también se argumenta la respuesta. Es un poco lo que yo creo que transmite el libro, el estereotipo existe, no es inventado, pero hay vida detrás de eso, vida inteligente muchas veces.

Uno de los puntos que distingue a los ultras del resto de peñas es la calle. O, dicho de otro modo, la violencia. A veces esa calle se mete en el estadio incluso.

Creo que las autoridades españolas, a principios de los 90, consiguieron expulsar ese rollo callejero, ese rollo macarro o violento y mandarlo primero a los aledaños y luego ya más allá. La calle es un factor importantísimo en esta subcultura, eso es innegable. También hay mucho debate sobre eso, hasta dónde llevar la calle, hasta dónde llevar la violencia, cuando sí, cuando no, bajo qué circunstancias...

Hay grupos que ya en los 90 rechazaban la calle, como el Gol Gran en Valencia y otros, normalmente de corte apolítico, si no la rechazaban del todo, desde luego era algo mucho menos importante. Pero sí que es cierto que una de las grandes diferencias entre un grupo ultra y peñas más convencionales es el factor calle, el factor macarrismo. Por un lado está el terreno de juego y el fútbol, y por otro las propias dinámicas que corren en paralelo.

En el libro se habla de Antonio 'el punki', un ultra del Madrid que se decía que venía de una familia pudiente. ¿Es esto algo común?

Es muy complicado esbozar un retrato robot del ultra. En los grupos, hay una cosa muy curiosa que es la confluencia de varias clases sociales, poderes adquisitivos, profesiones... En casi todos los grupos te encuentras desde ingenieros o abogados a gente que coquetea o incluso habita en los márgenes de la sociedad.

Y lo más curioso es que, normalmente, impera el buen rollo. Luego te puedes llevar mejor o peor, luego dentro de los grupos, pero yo conozco casos personalmente de gente con poder adquisitivo mayor que le ha pagado viajes a la gente que no puede. Tienes gente que viene de buenas familias o que viene de clase media acomodada, pero también tienes gente que es más de barrio

¿Cómo se generan los liderazgos?

Es importante la jerarquía en un grupo ultra, porque en todos los grupos ultras hay jerarquías, incluso en los que rechazan la calle. Normalmente se establece por tres cuestiones: la experiencia, a implicación constante, al margen de la violencia —hacer fanzines, programar el tifo, organizar viajes...— y luego, en los grupos que apuestan más por la calle, que son bastantes, pues el tema de la calle. También entra el carisma, son organizaciones humanas, al final, pues llega uno y se implica, da la cara y ¡pop! En algunos casos el perfil puede ser más clase media, clase acomodada y en otros casos no tiene por qué. Hay mucha variedad.

¿Por qué entran los chavales? ¿Cuál es la vía de entrada?

Desde que existe Internet ha cambiado bastante la cosa; primero con las páginas webs de los grupos, el chat IRC y los foros y ahora con las redes sociales. Los grupos también empezaron a tener páginas web donde podías contactar. Antes de eso era básicamente un boca a boca, el vecino, el colega del instituto...

Luego también había gente que encendía la tele o iba al campo con sus padres a tribuna y de repente veía el ambiente del fondo y un buen día, decía, 'pues me voy a acercar por allí'. En cuanto te veían dos o tres partidos por ahí, ya te sentías parte del grupo

Es raro el chaval que entra en un grupo y empieza a participar que no se sienta integrado y eso es algo que yo creo que es clave para entender el atractivo para muchos chavales.

Yo mantengo todavía contactos también con gente en Europa que está más o menos relacionada, a veces sigue metida, metida, otras veces más fuera y la pregunta sigue siendo esa, con todas las leyes que hay, que te puede caer un multazo de 60.000 euros con 19 años, que hipotecas a tus padres y tal ¿por qué siguen llegando nuevos ultras?

Yo creo que por un lado es el componente futbolero, por otro lado es la diversión, diversión que muchas veces va unida al elemento macarra y también la camaradería que se genera en estos grupos.

A lo largo de los años, ¿qué relación ha tenido Ultras Sur con la directiva del Madrid?

Con este tema hay que pensar una cosa y es que muchas veces la relación entre grupos ultras y clubes se basa en que unos y otros se tienen que entender. Durante los 80 muchos directivos, quizás con la excepción de Núñez, o les daba igual o incluso les gustaban porque aportaban ambiente, animaban, cantaban...

El factor grada en los partidos era clave. Eso cada vez importa menos según en qué clubes, pero en otros sigue importando. En el movimiento ultra la grada siempre fue algo muy importante.

Los grupos crecen mucho a finales de los 80 y a principios de los 90, llegan muy fuertes. Hay mucha gente en los fondos y empiezan a tener una estructura, a haber liderazgos. Y ahí es cuando sucede lo de la bengala de Sarriá, que fallece Guillermo Lázaro, que además es paradójico porque ahí es cuando se monta la Comisión Antiviolencia y cuando empieza la ofensiva contra los ultras, pero esa bengala no la lanza un ultra.

En todo caso, los que ponen en marcha la Comisión de Antiviolencia, a los que he entrevistado, dicen que el problema no es tanto el fondo como la convivencia entre fondos y palcos. Ahí empiezan a llamar al orden a los presidentes, y los presidentes lo que hacen en muchos casos es ponerse de perfil. La gente que puso en marcha la Comisión de Antiviolencia destaca a Mendoza como un tipo particularmente difícil de hacerle entender que tenía que meter en vereda a los ultras, porque se llevaba muy bien con ellos y a él le parecía que sumaban mucho más de lo que restaban.

Además en algunos casos había sintonía de los ultras con la afición. Muchas veces los clubes lo que tratan de hacer es domesticarlos, 'no me la lieis, no lancéis objetos y si no me la liais pues más o menos vamos a ir capeando', ¿no?

Siempre hay excepciones, yo creo que es la tónica en el caso de los Ultras Sur con Mendoza, existe esa sintonía. Y tú ves fotos y ves que los 80 son años supersalvajes en el Bernabéu, y luego poco a poco, poco a poco se va atemperando.

Luego llega Florentino y, esto me lo han dicho varias personas, él nunca se reunió ni con Ultras Sur ni con Orgullo Vikingo, él utilizaba intermediarios porque, según comentan mis informantes, él era consciente de que tenía que lidiar con ellos, pero lo hacía a través de intermediarios. El pacto que propone es 'no os fulminamos, pero vosotros dejáis de sacar determinada simbología. Los ata muy corto. Dentro del estadio. Luego lo que también hay que entender es que los clubes fuera del campo no pueden hacer nada, no son tu padre.

Tanto Laporta como Florentino tienen la imagen de haber sido la gente que da la puntilla a estos grupos. Se cuenta también que no fue un proceso sencillo.

No es casualidad que hayan sido Florentino y Laporta quienes han conseguido sacar a los grupos más importantes, por así decirlo, de sus estadios. No es casualidad que sean los dos presidentes de los dos clubes globales en España. Aquí hay que tener muy en cuenta también la importancia que tiene un grupo en relación a la masa social y la sintonía que tiene ese grupo con su afición.

El Madrid, a partir de un momento dado, igual que el Barça, pensaron que ya no necesitaban a esa gente, que además no tenían mucha sintonía con el resto de la afición y por lo tanto no iba a haber una reacción en contra. Son grupos importantes desde el punto de vista, digamos, de la cultura de sus respectivos estadios, porque son los que animan, los pulmones del estadio y tal, pero no dejan de ser grupos de 600, 800, 1000 tíos en estadios de miles y miles y miles de personas en los que además hay colas para entrar en la grada.

Y luego yo puedo conseguir que X, Y o Z también se pongan a cantar más o menos si estos no están. Las circunstancias han jugado a favor de Florentino y de Laporta.

En el Atlético no parece haberse dado tanto ese proceso, da la sensación de que todavía mantiene cierto peso dentro del club. El Frente Atlético, además, es una organización muy numerosa.

No hay dos casos como el de Boixos o el de Ultras Sur. El Frente Atlético también ha tenido sus enfrentamientos con la directiva. Es un grupo muy grande y muy activo, se ha visto en el tema del escudo. Cuando se hizo la votación salió que era mayoritario, pero quienes estaban a la vanguardia de esa iniciativa, supongo que también con otras peñas, cantando a favor del escudo, eran ellos. El Frente representa muy bien el tema de un grupo grande, que en lo que a masa social se refiere tiene bastante más relevancia de lo que pueden tener otros grupos, luego es un grupo que mantiene una sintonía con parte de la afición del Atleti, porque al margen de la calle, al margen de determinadas historias, yo creo que muchos aficionados atléticos celebran lo del escudo, los cánticos, el ambiente y tal. Creo que eso también se da en el campo del Betis, en el campo del Sevilla o en el del Rayo. Tú hablas con gente del Rayo, sobre Bukaneros, y te dicen que cuando la lían pues muy mal pero que también aportan muchas cosas y no solo en el fútbol sino también involucrándose en el tejido asociativo de Vallecas.

El Frente es un grupo que ha capeado muy bien los tiempos, determinados tiempos y determinados envites, gracias a su tamaño, a su importancia y relevancia en relación a la masa social del club, y a la sintonía que existe con parte de la afición del Atleti.

Hay muchas curiosidades en esto. El caso de Rafa Lahuerta, por ejemplo, que es un personaje curioso, ahora literato de prestigio, impulsor de varios grupos en el Valencia y también un idealista. Sorprende, la verdad.

Hay casos como él, quizás no tan relevantes como él, pero sí, es un perfil que también se da. Volvemos al tema de que no es un mundo monocromático. Hay gente a la que le gusta acuñar un poco su propio estilo y con una visión muy romántica y muy bonita, bajo mi punto de vista, de la grada. Esa grada en sintonía con el club y al mismo tiempo con la ciudad y se forma ahí un triángulo. No es un caso mayoritario, pero tampoco único.

En el libro aparecen muchas muertes, mucha violencia y problemas, pero también casos como el del Oviedo, que poco menos fue salvado por sus ultras.

Por eso le dedico bastante espacio. Es un caso donde se pone de manifiesto que no todo es calle, que no todo es violencia y que cuando realmente vienen mal dadas aparecen. Que a lo mejor sucede en otro equipo y ahí no da el paso nadie. Pero en este caso vieron que está muy bien esto de cantar, esto de animar, el tema de las movidas y no sé qué, pero que hay que cuidar el patrimonio y defender el club.

Fue un caso que además afectó muchísimo al mundo ultra, generó bastante admiración dentro de lo que en jerga se llama 'el mundillo'. Poco después, cuando el Oviedo emitió acciones, hubo un montón de ultras que compraron acciones del Oviedo. Ultras que no tenían nada que ver con el Oviedo, simplemente por ayudar, por colaborar.

Hay una cosa que creo que no he preguntado concretamente, pero entiendo que es casi el centro de todo, que es el sentimiento de pertenencia.

El otro día precisamente hablaba con una de mis fuentes, que sigue involucrada en su grupo y él me decía una cosa, sobre la importancia que le dan las nuevas generaciones al club cuando antes si el club perdía pero tu grupo animaba muy bien y se portaba en caso de jarana al final te ibas contento a casa.

Pero sí, el sentido de pertenencia es muy importante, es importantísimo. De hecho el libro se llama La tribu vertical por algo. El sentimiento de pertenencia es vital para entender esto.

Da la sensación de que la violencia va perdiendo fuerza, cada vez hay menos y más diluida, ¿es realmente así?

Yo creo que hay un cambio. La violencia siempre estuvo, pero también había muchos grupos que ponían muchísimo énfasis en la animación, en los viajes o en los tifos. Ahora los grupos dentro de los estadios cada vez están menos cómodos, muchas veces la forma de, de seguir tranquilamente es meterse en una grada animación. Y creo que lo que eso ha conseguido, aunque no es una reflexión definitiva, es que muchos grupos prioricen el tema de la violencia sobre otros aspectos.. Te asomas a determinados grupos de Telegram y de lo que más se discute es de hostias. Hace 15 o 20 años en los foros no necesariamente era así, se hablaba a lo mejor de alguna movida, pero se hablaba mucho más de temas de grada, de temas de tifos y demás.

Ves un partido de los 80 en el Bernabéu, por poner un ejemplo, y la grada de los Ultras es hostil, con banderas nazis y unos cánticos que hoy en día serían muy escandalosos.

Los grupos se cuidan muy mucho de hacer según qué cosas dentro. Aquí yo he escuchado dos teorías por parte mis informantes. Hay una que dice que los clubes lo que quieren es lo bueno del mundo ultra, sin lo malo. Yo quiero que cantes, yo quiero que animes, yo quiero que tifes, yo quiero que generes ambiente, que lleves al equipo en volandas, pero ni exhibiciones raras, banderas, esvásticas, célticas, hoces y martillos.

Si te pegas en un Prado o si te pegas en una calle de Frankfurt y tal, a mí no me mires. Una teoría que dice que los clubes lo que están intentando es asimilar lo bueno, que es lo que llevan haciendo desde los 90, tratar de asimilar la cultura ultra rechazando lo negativo, lo que ellos perciben como negativo, separando el grano de la paja.

Luego tienes otra teoría mucho más crítica, que la que dice que los clubes lo que quieren es adueñarse del espíritu de los fondos, un espíritu que en determinados casos ha podido ser contestatario y en determinados momentos puede llegar a ser crítico con el palco. Me lo definía una persona como que lo que quieren en los fondos es establecer un hilo musical. Que durante el partido haya un hilo musical, cuatro canciones y el tema totalmente esterilizado, no solo por violencia o por exhibiciones políticas, sino porque tampoco quiero un sector crítico dentro del estadio. La Grada Fans del Real Madrid es un ejemplo de esto o la curva de Mestalla.

Pero eso son las reflexiones internas de que hace la gente en algunos grupos y de hecho hay casos donde te dicen que está muy bien que se meta gente a animar, pero que es gente que no le interesa nada esta cultura, que se lo quiere pasárselo bien. Ahí entran ya las teorías de la conspiración pensar que el club está metiendo a esta gente aquí para diluir el grupo radical.

En todo caso, sí, ahora los estadios son lugares mucho más amables. Aunque algunos más que otros, también depende de la categoría del club.

¿Cómo ha sido el proceso de escritura? Partimos de la base de que tú perteneciste a un grupo durante unos años y ahora eres periodista de investigación. Para hacer este libro has hablado con mucha gente, y muchos de ellos no son nada fáciles.

Yo estuve en un grupo durante siete años, yo me lo pasé muy bien, aprendí unas cuantas cosas allí, y como además era un grupo discretito en número y apolítico nunca protagonizó titulares de ningún tipo; no hice, en fin, nada que ahora me persiga. Fue una experiencia muy intensa y muy ilustrativa en muchos aspectos. Me permitió conocer un mundo que yo creo que no se conoce en toda su complejidad en la sociedad española. En un momento dado esa etapa se terminó y yo seguí con mi vida pero siempre he mantenido contacto con ese mundo, primero porque yo hice amigos, que he mantenido durante estos años, y después porque me ha seguido interesando, quizás ya más desde un punto de vista antropológico. He aprovechado los conocimientos y los contactos para seguir asomándome –gracias a una especie de pase VIP si quieres llamarlo así– a ese mundillo.

Yo estaba con mis reportajes sobre Estados Unidos, Madagascar o Zugarramurdi y en un momento dado Nacho Carretero, que me tiene cariño y me tiene muy buena estima y siempre me anima a hacer cosas, me dice que podría hacer esto con Libros del KO. Lo primero que hice fue a llamar a contactos, estos amigos que digo que me traje del mundillo para preguntar si era viable. Yo creía que me iban a decir que no, pero percibí bastante entusiasmo.

[El libro ha tardado seis años en realizarse y el autor ha ido viajando por España para ver cara a cara a los ultras, conversar con ellos y tratarlos, algo bastante raro en la historia de España, donde casi no hay literatura sobre este tema]

Un amigo que es antropólogo siempre dice que yo he escrito este libro desde una posición de bisagra, entendiendo las dinámicas del mundillo y entendiendo determinados procesos que a lo mejor una persona que no ha estado no puede llegar a comprender. Yo todo eso he podido hacerlo gracias a haber militado en una grada, pero al mismo tiempo escribo desde la posición del cronista, del periodista, del antropólogo. El proceso de escritura ha sido difícil porque, bueno, en algunos casos mis editores me decían que entraba en detalles que no se entendían fuera. O sea, en algunos casos estaba como escribiendo para la gente del propio mundillo. Pero afortunadamente estuvieron al quite y creo que, en líneas generales, ha quedado una crónica bastante accesible para el público general.

[Por pura concisión quedan fuera algunos temas conversados; la estética ultra; los Casual, que es una corriente dentro de los ultras; la diversidad... Es un mundo tan grande como se quiera hacer].