Bellingham con su guayabera se revaloriza desde el palco
Siempre que llueve escampa. ¡Hasta el Real Madrid! La penúltima dana, al fin y al cabo, no ha dejado a su paso por el Bernabéu males que no parezcan irreparables a largo plazo, pero sí ha asustado a muchos por el tamaño de las olas insulares: empates en Mallorca y Las Palmas. Dejarse por el camino cuatro puntos en cuatro partidos en relación al líder no es digno del doble campeón de Champions y Liga reforzado con Mbappé y privado de Kroos, pero el foco del mal parece estar localizado y su técnico no ha tenido inconveniente de ir haciéndolo público según ocurrían los acontecimientos.
Pocas veces se ha visto un Ancelotti tan intervencionista desde la pizarra como en estos cuatro partidos ligueros. Acostumbrado a que todo lo que probaba le salía bien a la primera, como por ejemplo al comienzo de la temporada pasada, cuando con la llegada de Bellingham pasó de su clásico 1-4-3-3 al 1-4-4-2, primero en rombo y después en línea y todo funcionó perfectamente. En este curso se le complicó el panorama precisamente con la lesión del inglés y su posible sustituto, cuando el equipo estaba inmerso en las primeras páginas del nuevo libro de estilo titulado: "Aprender a jugar sin Kroos, parte I".
En la segunda jornada contra el Valladolid probó con Güler en la mediapunta por delante de un doble mediocentro: Valverde-Tchouameni. Como el equipo no funcionaba y se partía en dos mitades, tras el descanso mandó al turco a la banda derecha, a Rodrygo a la izquierda y se refugió en el 1-4-4-2 con Vinicius y Mbappé en punta. Reaccionaron los blancos bajo la inercia de Guler y le dio para ganar el partido, no sin que antes del final, Carletto le diera una vuelta a la pizarra y colocara a los suyos en un 1-4-1-4-1 con Mbappé arriba.
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En el tercer partido contra Las Palmas, nuevo ensayo. Insistencia en el doble mediocentro y en la mediapunta, pero esta vez con Modric en el puesto de Guler. Prueba negativa y tras el descanso, con las entradas de Rodrygo y Fran García volvió al 1-4-3-3. Primera 'rajada' del técnico. "El equipo no tiene equilibrio, Nos ha ha pasado lo mismo que contra el Mallorca. No tenemos la solidez del año pasado. Nuestro juego es lento. No hay movilidad sin balón. Defendemos mal".
Con el toque de atención público, internamente el entrenador focalizó el desajuste en el centro del campo. No es que le faltara Kroos, que nunca más estará y en cuya ausencia Ancelotti no ha perdido un minuto, es que tampoco estaba Bellingham, el hombre designado para ocupar su posición -que no sustituirle- en la zona izquierda de la zona ancha, ni tampoco Camavinga, la otra alternativa para esa demarcación de volante zurdo. Tercer volantazo. Tras Guler y Modric, Ceballos. Vuelta a los tres centrocampistas en busca del equilibrio. Cierta mejoría, gracias a que Valverde vale por dos o por tres, pero tampoco en Ceballos encontró al tecla deseada.
Ya no hay más. Se acabaron las variantes, aunque a Carlo le gustó la respuesta de Brahím en los minutos que jugó de medio derecho: profundo, rápido, intuitivo, peleón... Quién sabe si podría ser el siguiente en pasar por esa zona del desasosiego mientras Bellingham y Camavingan vuelven a escena. La gran realidad de todo lo aquí contado es que sin jugar, desde el palco, sentado entre sus padres, con su guayabera blanca y su sonrisa de crema de dientes, su figura, la de Jude, se ha revalorizado. Ya se le echa de menos. Él será el elegido para ocupar la parcela que Kroos se compró entre el central y el lateral izquierdo. Lo que ocurrirá es que a él se le exigirá un poco más, además del primer paso en corto y del cambio de orientación en largo. Se le pedirá también que salga con el balón jugado, presione, recupere... y no se aleje demasiado de Vinicius y Mbappé.
Resumen: sin olvidar que el equipo no ha jugado un pimiento al fútbol en estos cuatro partidos de Liga, la coartada esta clara: faltaba Bellingham. Incluso Camavinga, que le podría haber dado un poco de descanso a su compatriota Tchouameni, que ha comenzado tipo gas-oil. Lo peor para el Madrid hubiera sido que esta 'desorientación transitoria' le hubiera pasado con los dos ausentes presentes. Entonces no habría coartadas y la depresión post-Kroos hubiera sido mayor.