EN MEMORIA DE BOBBY CHARLTON

La gran cena, Bobby Charlton confiesa a Alfredo Di Stéfano: "Siempre quise ser como usted. Todos sus compañeros le buscaban para darle el balón"

El 13 de enero de 2001, en la víspera de la entrega del Balón de Oro a Figo se sentaron alrededor de una mesa Bobby Charlton, Di Stéfano, Luis Suárez y Kopa...

Charlton y Di Stéfano en la final de Champions de Mánchester de 2003. /GETTY
Charlton y Di Stéfano en la final de Champions de Mánchester de 2003. GETTY
Enrique Ortego

Enrique Ortego

Tarde-noche del 13 de enero de 2001. Restaurante Rianxo en la calle Oruro de Madrid. Al día siguiente, antes de comenzar el Real Madrid-Oviedo de la decimoctava jornada de Liga, Luis Figo iba a recibir el Balón de Oro. Para la ocasión, el club blanco quiso homenajear con grandeza a su nuevo jugador y nada más y nada menos que le rodeó de otros cinco Balones de Oro: Alfredo di Stéfano (1957, 1959 y 1989 -Super Balón de Oro-); Raymond Kopa (1958); Luis Suárez (1960), Eusebio (1965)... y Bobby Charlton (1966).

No importaban los colores ni las nacionalidades. Del blanco de Di Stéfano y Kopa, al azulgrana y neroazzuro de Luis Suárez, pasando por el rojo del Benfica de Eusebio y del United de Bobby Charlton. Los invitados de excepción comenzaron a llegar el día anterior a la capital, sábado. José Luis López Serrano, responsable en el club por aquel entonces de las Relaciones Internacionales, se puso al frente del operativo. Conocedor de mi buena amistad con Di Stéfano y Suárez, la voz de Serrano, así le llamábamos casi todos entonces, sonó al otro lado del teléfono. "Enrique que me dicen 'tus' amigos que te vengas a comer con nosotros. Pero a nivel personal, ni fotógrafos, ni nada...".

Allí que me fui el sábado de marras. No me comentan nada al principio de que por la noche hay una cena en la que también van a estar Kopa, Charlton y Eusebio. Por partes. El restaurante lo eligió Luis Suárez. "José, -le dijo a Serrano- quiero marisco. Dile a Alfredo que si quiere cuando acabemos con las bandejas de los productos de mi tierra, pasamos a la carne argentina". ¡Como para decirle que no! Y allí comenzó la gran bacanal futbolística y la que no fue futbolística. Luisito y Alfredo se pasaban los percebes cortito y al pie', como le gustaba al argentino. De primero, fútbol; de segundo, fútbol; de postre, fútbol.

Serrano y el plumilla lo mejor que podíamos hacer era ver, oír y callar. Sobre todo, un servidor que eran el intruso en la cita. A las seis de la tarde se comienza a hablar de la cena. "¿Y por qué no nos quedamos a cenar aquí también. Descansamos un poco y vemos el partido del Deportivo?", insinúa alguien totalmente convencido. Por aquello del Deportivo, creo que fue Suárez el autor de la idea. A Alfredo no le pareció mal y Serrano se puso a la faena de encargar la cena y pedir un televisor para el reservado donde habíamos comido. El Deportivo le ganó al Valencia (2-0)

A lo largo de la tarde, ya casi noche, fueron llegando el resto de invitados. Eusebio, no sé las razones, llegaba al día siguiente. Quien esto escribe, se hizo el tonto y se autoinvitó a la cena. Más o menos. ¡Me iba a perder yo un partido con cinco Balones de Oro, ni aunque luego fueran cuatro, como luego resultaron ser. Bobby Charlton llegó pronto, quizá porque en su país se cena a la hora que nosotros acabamos de comer. Después llegó Kopa desde París. A Di Stéfano le preocupaba la llegada de su ex'. "Cuanto más tarde llegue Raymond tocamos a más angulas. Ya veréis cómo se come los platos. Cuando estuvo aquí de jugador era impresionante...".

Serrano dispuso que Sir Bobby Charlton se sentara al lado de Don Alfredo di Stéfano con una silla en medio para él. Así podía traducir a los dos. Y así comenzó la velada nocturna. El '9' del United desplegaba educación, amabilidad, hablaba con un respeto tremendo hacia la figura de la leyenda blanca. Tomó la palabra. Tono bajo. Le llamaba de usted. Con admiración. "¿Sabe que yo siempre quise ser como usted? Estudiaba sus movimientos. No se podía seguir el fútbol como ahora, pero nos llegaba información y alguna película. La primer vez que le vi jugar fue en el estadio Santiago Bernabéu. Era la temporada 56-57. Nos enfrentamos en semifinales. Yo debía tener 19 años. Estaba en el Servicio Militar y como tenía unos días de permiso pude viajar a Madrid. No jugué, el titular era Taylor. Yo era un niño. Como no había cambios, me tuve que ir a la grada con otros compañeros..."

Alfredo escuchaba la traducción y soltaba algún chascarrillo. "Os ganamos 3-1. Claro que me acuerdo. Os teníamos ganas a los ingleses". Charlton seguía con su discurso. "Yo no le había visto nunca jugar -se llevaban 11 años entre ellos- y ese día me dejó impresionado porque todos le daban el balón. El portero, el defensa, el medio, los delanteros... Se movía por todas las zonas del campo y me preguntaba quién era ese jugador capaz de que todos sus compañeros le buscaran para darle el balón. Eso no era normal en aquel fútbol en el que todo estaba más estandarizado. Cuando, con el tiempo, comencé a jugar por todas las zonas del campo, aunque llevara el '9' a la espalda, como usted, me acordaba de aquella primera vez"

Más o menos, este fue el principio de la conversación. Bobby añadió que sí jugó ya el partido de vuelta en Old Trafford y que, después de ir perdiendo 0-2, empatarlo ante aquel gran Real Madrid fue un honor para ellos. Además, recordó que él había marcado el 2-2 casi al final del encuentro. Charlton quería demostrar en todo momento su fascinación por el Real Madrid. Repitió varias veces que para su United era una fuente de inspiración antes y después del accidente de Múnich (1958) en el que fallecieron 23 personas, ocho compañeros suyos.

Pasado un buen rato, dedicado a degustar manjares, Bobby volvió a dirigirse a Di Stéfano. También quería recordarle que 11 años después su United se tomó la revancha y también en semifinales eliminó al Real Madrid. Fue el año que se proclamaron campeones de Europa. Di Stéfano soltó una frase. "Sí me acuerdo, el partido que Zoco se metió un gol en nuestra portería...". Chartlon sonrió. Su memorión casi le permitía recitar cómo había sido aquel duelo". En Old Trafford el Manchester había ganado 1-0, gol de Best. En el Bernabéu, el Real Madrid se adelantó muy pronto con dos goles de Pirri y Gento. Llegó el gol de Zoco, que decía Di Stéfano, pero Amancio puso el 3-1 antes del descanso.

Charlton volvía a tener el balón. "Ustedes se confiaron ese día. Pensaron que nos habían ganado y al final empatamos el partidos. Hasta marcó Foulkes, que era un defensa nuestro que no había marcado un gol en su vida. En el descanso, en el túnel ese que tenía el estadio, lo comentamos Stiles y yo. Presumían un poco pensando que ya habían ganado... ". Risas generalizadas. Hasta aquí los recuerdos. Al día siguiente, la entrega del Balón de Oro a Figo por parte del director de France Football, ya con Eusebio entre el quinteto de oro en el centro del terreno de juego. Pocas veces se vio tanto oro junto.

Casualidades de la vida, casi dos años después, noviembre de 2002, Bobby Charlton fue invitado a un festival de cine y deporte que se celebró en Sevilla. Iñaki Sáez y José Antonio Camacho ejercieron de conferenciantes y además del Sir estaban invitados Luis Del Sol, otra leyenda del Real Madrid y del Betis, Uli Stielike, Mario Kempes, Rivelino y Luis Suárez... El aquí firmante se apuntó, debidamente invitado, al sarao y allí nos pasamos otros dos días maravillosos en los que cada comida y cada cena parecía la torre de Babel. Se hablaba en inglés, en alemán, en castellano, en argentino, en andaluz, en gallego... y en ese idioma internacional que era el fútbol.

Luisito no paraba de recordarle a Bobby Charlton la cena de Madrid... Y éste no perdía oportunidad para hablar de su admirado Di Stéfano, "el mejor jugador que yo he visto sobre un terreno de juego por todo lo que hacía", y también, de loar al Real Madrid en todas las entrevistas que concedió, que fueron unas cuantas. En casi todas contó algo parecido a lo que aquella tarde noche de dos años antes le había dicho al mismísimo Don Alfredo en su cara.

Mis respetos Sir. Pocos pueden decir que compartió mesa con usted tres o cuatro veces.