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Gonzalo Melero: "Firmé mi contrato con el Almería en la cafetería del hospital La Paz"

Diego, el hijo del futbolista, nació en el hospital madrileño aquejado de gastrosquisis. En lenguaje de paciente, con el intestino fuera del cuerpo.

Gonzalo Melero: «Firmé mi contrato con el Almería en la cafetería del hospital La Paz»
Cristina Bea

Cristina Bea

La vida se empeña en demostrarnos que el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes. Y que la salud no entiende de profesiones ni de estatus. El pasado mes de octubre se hizo público que el Hospital Universitario de La Paz, en Madrid, había realizado con éxito una intervención pionera en el mundo: una niña española de 13 meses había sido la primera en recibir un trasplante de intestino procedente de una donación en asistolia. "El doctor que hizo el trasplante es el mismo que operó a Diego, Paco Hernández. Hemos estado en el mejor sitio posible". Quien lo ha comprobado en esta historia que nos confiesa a Relevo, con el tacto con el que ahora cuida a su pequeño y firma estas palabras, es Gonzalo Melero, centrocampista del Almería. Conoce bien los pasillos de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales de La Paz, donde nació el pasado 29 de agosto Diego, su primer hijo. Allí pasó los primeros 17 días de vida a causa de una gastrosquisis.

"Es un defecto en la pared abdominal, que al formarse el cuerpecito no consigue cerrar bien por la zona del ombligo y es como una abertura por donde pueden salir los intestinos. Lo común es que salgan los intestinos, pero durante el embarazo pueden salir también un poco de intestino grueso, el hígado y algún órgano más. En nuestro caso fue muy bien porque no se salió nada más", recuerda Gonzalo, con el mensaje médico decodificado, sobre la enfermedad que le diagnosticaron a su pequeño en la semana 13 del embarazo de su pareja, la periodista deportiva Lucía Villalón. Fue el 25 de marzo, cuando el futbolista todavía militaba en las filas de un Levante entonces colista de Primera división. A la preocupación por su vida profesional se iba a sumar la personal.

"Recuerdo perfectamente el día. Yo estaba en una actividad de equipo, teníamos pádel. Lucía fue sola al ginecólogo, en el IMED, en Valencia. Esta enfermedad se diagnostica entre la semana 12 y la 14. En la revisión de la semana 12 no nos la vieron; existe esa posibilidad, que no se vea con claridad o no se aprecie en ese momento. Todo estaba bien. Y a la siguiente, en la semana 13, es cuando nos lo dicen. Es duro, es muy duro. Son muchas preguntas, mucho desconocimiento, te pones a mirar absolutamente todo, ves cosas que no te gustan, lo cuentas y todo el mundo te intenta ayudar, que si conocen a ginecólogos en un sitio, a enfermeros en otro, a médicos… Es un aluvión de noticias", rememora al otro lado del teléfono Gonzalo, en ese momento un chico de 28 años que va a ser padre por primera vez y que tiene tantos miedos como preguntas. Las primeras respuestas las encontraron en La Paz, donde pasaron a ser tratados. Les habían recomendado el hospital madrileño y advertido que La Fe también estaba preparada para afrontar cualquier complicación si el bebé nacía en Valencia antes de lo previsto.

"Es duro, muy duro. Son muchas preguntas, desconocimiento, te pones a mirar todo y ves cosas que no te gustan"

Gonzalo Melero Jugador del Almería

"La temporada pasada, antes de este embarazo, tuvimos un aborto. Esa situación no la he comentado. Es la primera vez que sale, que se conoce. Son como temas tabú. Luego hablas con la gente, con conocidos, y es algo que pasa mucho. Poca gente del vestuario estaba al corriente. Con la gastrosquisis, al principio, también lo sabía poca gente porque estábamos en la semana 13 y, con lo que nos había pasado, éramos bastante cautos". Gonzalo mantiene su tono sereno habitual. Narra el acontecimiento que ha marcado su vida dentro y fuera de los terrenos de juego en semanas que también eran decisivas para su club, que se jugaba la salvación. 

"Todo el mundo, cuando tiene un bebé, dice que de repente es lo más importante de su vida, mucho más importante que cualquier otra cosa, y que ya el fútbol es secundario. Lo que pasa es que al final como futbolista, a mí me pasó y supongo que les pasará a todos, sientes una responsabilidad. Yo la sentí. Sentía que el equipo me necesitaba, que era importante para el resto de los jugadores, futbolística y extrafutbolísticamente, que me vieran bien, estar bien todos los días, estar a mi máximo nivel", detalla el jugador.

"El año fue muy, muy duro. Seguramente algo me afectaría. El fútbol sí que pasa a un segundo plano, pero es un segundo plano que tienes presente continuamente en el día a día, casi 24 horas también. Estás pendiente de las dos cosas. Son situaciones independientes. Es complicado. La gente juzga o hace comentarios sin saber lo que está viviendo la persona en su día a día. Yo eso lo sabía cuando jugaba, que nadie iba a estar pensando en mi situación personal, e incluso yo mismo era quien me decía: 'La situación que tienes en casa es una, pero es la que te ha tocado vivir y tienes que intentar hacerlo lo mejor posible también futbolísticamente. No te puedes relajar", refleja, rememorando sus pensamientos de aquellos días.

Como sin duda no se relajó la mañana del 29 de agosto, cuando nació su pequeño. A los ocho meses de embarazo. Con 43 centímetros, 2,5 kilos de peso y el reto de afrontar nada más nacer una intervención que iba a marcar su futuro. "La operación de Lucía se tenía que hacer por cesárea por razones lógicas. Lucía estaba aún en reanimación, yo bajé con los médicos que iban a operar a Diego para que me lo explicaran todo a la perfección. En una hora habían operado tanto a Lucía como a Diego y yo estaba ahí, intentando estar al pie del cañón para cuidarles lo máximo posible". Y para aprender nuevas técnicas, en este caso, médicas.

Así explica las dos operaciones a las que el pequeño fue sometido al primer y tercer día de vida: "Le pusieron un silo para que los intestinos fueran bajando poquito a poco. Un silo es como un embudo, como una bolsita donde guardan los intestinos y diariamente, dos o tres veces al día, lo iban apretando. Como si aprietas una crema, y la crema es lo que va entrando dentro de la tripa. El resto lo cosían para que esos intestinos no volvieran a subir por el silo. No quieren meter directamente el 100% y que haya mucha presión abdominal, según lo que ven, meten cierta cantidad. Al tercer día pensaron que podía entrar todo el intestino que faltaba por meter y le hicieron la segunda operación para cerrarle", relata.

Lucía Villalón y Gonzalo Melero, en el hospital junto a Diego.
Lucía Villalón y Gonzalo Melero, en el hospital junto a Diego.

Ese tercer día era el 31 de agosto. El cierre del mercado era inminente y el Gonzalo persona y el Melero futbolista sabían que, en paralelo a la vida de su pequeño, la suya y su futuro también estaba en juego. "Los últimos días de mercado ya era un poco consciente del interés del Almería y ya estaba un poco alerta. Éramos tan felices en Valencia… Pero al final, surge esta posibilidad, ayudas al club por la situación (económica) que tenía, por mi contrato también era bueno salir, era un destino que me gustaba, un entrenador que conozco… Se alinearon todas las cosas para que se produjera la salida, aunque fuera en ese momento. Quedó todo el mundo contento, que era mi intención".

Melero pasó de un Levante descendido a un Almería que regresaba a Primera siete años después. Su vida personal y profesional confluyeron para rubricar el traspaso. "Firmé mi contrato con el Almería en la cafetería del hospital, con eso te lo digo todo. Con mi agencia de representación. Me preguntaron que dónde quería hacerlo y les dije que donde fuera, pero que quería intentar estar el máximo tiempo posible con mi hijo. Y me dijeron: 'Pues nos acercamos allí, hablamos lo que tengamos que hablar, lo hacemos allí y así tú puedes seguir", explica.

El hijo del futbolista del Almería estuvo 17 días en La Paz.  Foto: Gonzalo Melero y Lucía Villalón
El hijo del futbolista del Almería estuvo 17 días en La Paz. Foto: Gonzalo Melero y Lucía Villalón

Mientras, en la UCI de Neonatos, Diego acogía con éxito en su cuerpecito los intestinos introducidos donde siempre debieron estar. "Nosotros le veíamos ahí tan pequeño pero con tanta fuerza, nos tenía alucinados de cómo con tres días y siendo prematuro era capaz de soportar las operaciones. Es nuestro campeón", recuerda orgulloso Gonzalo. También, agradecido a Levante y Almería por las facilidades ofrecidas a la hora de afrontar las complicaciones del nacimiento de su hijo. "No me dijeron nunca nada en plan: 'Tienes que estar aquí el día 2'. El día 1 firmé y me bajé para Almería. Quería estar el día 2 allí, conocer a todo el mundo, exponer mi situación personal, mi situación deportiva (tenía una rotura en el bíceps femoral de la pierna derecha), y estar ahí de primera mano, no por llamadas telefónicas. Aprovechando la lesión, pude estar más días en Madrid. Como no podía competir me dieron también comodidades para que estuviera con mi familia y lo agradezco mucho, como también me habían dado en el Levante. Nafti me dio facilidades para poder estar siete semanas o diez días, según fuera la situación".

El primer camino a Almería fue de ida y vuelta a La Paz, donde el pequeño intentaba respirar sin ayuda de la ventilación asistida. "Los primeros diez días, desde que nace, el bebé está intubado, le ayudaban a respirar. Fue una de las situaciones más difíciles que vivimos, porque la primera vez que le intentaron extubar, el bebé se ahogaba y tuvimos que retrasarlo unos días. En la UCI están acostumbrados pero para ti, cualquier cosa que le pasa a tu hijo, es mucho más complicado. Me bajé el día 1, me subí el día 2, cuando intentamos la extubación por primera vez. Recuerdo la situación porque fue mucho tiempo sin que Lucía nos contestara en un grupo familiar que teníamos y a mí personalmente, y tenía la sensación de que algo no estaba yendo bien. Estaba de viaje de vuelta. Al final, Lucía me llamó, me contó lo que había pasado".

"Fue una de las situaciones más difíciles que vivimos, porque la primera vez que le intentaron extubar, el bebé se ahogaba"

Necesitó unos días más de ayuda respiratoria, pero sus órganos siguieron fortaleciéndose y el 14 de septiembre, Diego recibió el alta médica. Gonzalo no estuvo presente ni en el intento de extubación ni cuando su hijo vio la luz de la calle por primera vez en la esperada alta hospitalaria, 17 días después de nacer. "Sale del hospital Lucía con él y con su madre, y yo llego cuando él ya está en casa, con los familiares que no habían podido ver a Diego por las restricciones del Covid. Estaba la casa llena", explica.

El 6 de septiembre, el mediocentro madrileño se había trasladado definitivamente a Almería, donde pasó una semana alojado en un hotel mientras trabajaba para recuperarse de la lesión y buscaba casa con ayuda de su madre. Ella se encargó de la mudanza. "Fue un caos más, buscando casa con el niño en la UCI, imagínate. Pero estamos súper agradecidos también a nuestras familias, que nos han ayudado mucho con estas cosas. Cuando llegó Lucía, teníamos la casa prácticamente montada con los muebles de Valencia, para que fuera muy acogedora, muy similar todo lo posible a lo que teníamos allí".

Unas renuncias personales que afronta con la misma naturalidad y positividad con la que asegura que tanto él como su pareja hicieron frente a las complicaciones en la gestación y el nacimiento del bebé. "Es lo que te toca vivir, yo sé que el futbol es así, no puedes elegir cuándo hacer las cosas ni cómo hacerlas. Vemos como normal el 'pues no sé si voy a poder estar en ese momento'. Y es una situación en la que, obviamente, me hubiera gustado estar. Además, lo habíamos comentado, porque siempre que íbamos al hospital nos hacíamos una foto Lucía y yo de que todo había ido bien. Y dijimos: "La última foto tiene que ser con Diego cuando salgamos". Iba a ser nuestro momento para hacernos esa última foto allí. A los dos días tuvimos que ir a recoger cosas y a despedirnos, nos pudimos hacer esa foto que colgamos y que era muy significativa para nosotros. Ahora estamos los tres muy felices en Almería, disfrutando del fútbol, de Diego, de estar todos juntos".

Como lo están en una fotografía que pronto ("estamos tan a tope que tenemos muchas cosas pendientes que hacer") adornará su casa. La de la primera vez que Diego pudo asistir a un partido de fútbol de su padre, de Gonzalo. Al segundo encuentro de Melero en el Almería tras superar sus dolencias en el muslo de la pierna derecha, en versión crónica deportiva. Debutó el 17 de septiembre en la sexta jornada, ante el Mallorca, pero reconoce que se precipitó. Reapareció dos jornadas después, el 8 de octubre, tras el parón de selecciones y con Diego y Lucía a pie de campo junto a él en los prolegómenos de un partido inmortalizado para siempre en la familia Melero Villalón, el Almería 3-Rayo Vallecano 1. "Esa foto significa saber que estaba todo bien, que estaba jugando, que estaba mi familia en Almería, que estábamos contentos".

Así asegura sentirse en su nuevo equipo. "Me he encontrado un vestuario con muchísimas ganas, muy joven, con ganas de crecer, de demostrar que tienen nivel para competir en Primera. Personalmente, tengo ganas de disfrutar otra vez del fútbol. El año pasado ya me tocó sufrir mucho en el día a día, en los partidos, en cuanto a resultados… Fue muy, muy duro. Vengo con esas ganas de volver a disfrutar del día a día, de mis compañeros, de los entrenamientos, de los partidos, y por supuesto que los resultados son lo más importante. Queremos conseguir el objetivo, que es la permanencia, pero intentar sufrir menos que el año pasado. Aunque sabemos que es muy complicado salvar a un equipo de estas características con facilidad, el nivel está muy apretado. Quiero aportar mi energía en el día a día, mi alegría, mi fútbol también, y poder ayudar al equipo y a mis compañeros lo máximo posible", detalla.

"El fútbol sí que pasa a un segundo plano, pero es un segundo plano que tienes presente continuamente en el día a día, casi 24 horas"

También con goles. Siete marcó la temporada pasada y tuvieron a Lucía como destinataria con la L que forma con los dedos índice y pulgar. "No soy el típico de meterte el balón en la tripa, no lo hice. Siempre lo hablaba con ella: 'No te preocupes, que aunque venga Diego te voy a seguir dedicando los goles, no te pongas celosa", cuenta entre risas. "Teníamos esa broma. Ahora alguno también tocará dedicárselo a Diego. Que sea aquí en Almería, con todo lo que hemos pasado y con todos los cambios que hemos vivido, también va a significar mucho. Ojalá llegue cuanto antes, no me voy a obsesionar, porque eso es peor y prefiero ganar y ganar y ganar y no marcar ningún gol, pero ojalá llegue pronto. Sobre todo, para ayudar al equipo y para que Diego vaya viendo que su padre de vez en cuando también marca algún gol", sonreía ilusionado, poco antes de convertir contra el Villarreal en el Estadio de la Cerámica.

Por suerte, lo hace lejos del Hospital La Paz y el posible trasplante de intestino que sobrevoló la vida de Diego. "Nos hablaron de esta posibilidad durante el embarazo. Nos dijeron que sería la última opción. Cuando vimos la noticia dijimos: 'Menos mal que no hemos sido nosotros y ha salido todo bien. Es increíble cómo avanza la medicina y lo que son capaces de hacer los médicos". Ahora, Gonzalo y Lucía piensan en ser capaces de ayudar también a otras personas en su misma situación. "Nos hemos dado cuenta de que se puede ayudar a mucha gente contando nuestra experiencia, y con algunas facilidades que nosotros hemos tenido y mucha gente en la misma situación no tiene. Queremos intentar ayudar, de una manera u otra, a toda la gente que nos ha ayudado, intentar colaborar con asociaciones como NUPA (la Asociación española de ayuda a niños, adultos y familias afectadas de fallo intestinal, trasplante multivisceral y nutrición parenteral) o la Fundación Ronald McDonald, que están muy pendientes de estas situaciones y también les estamos muy agradecidos".

La pareja posa con su hijo en el estadio de los Juegos del Mediterráneo.  Foto: Gonzalo Melero y Lucía Villalón
La pareja posa con su hijo en el estadio de los Juegos del Mediterráneo. Foto: Gonzalo Melero y Lucía Villalón

 

"Después de todo lo vivido no sé si soy mejor persona, ya me consideraba buena persona, pero más maduro sí y con ganas de ayudar. Esto creo que me ha hecho crecer. Ves las cosas desde otro prisma, pararte a pensar te ayuda a disfrutar el fútbol, a verlo de otra manera. El año pasado noté mucho que no fui capaz de disfrutar, fue un sufrimiento. Realmente, nuestra pasión es jugar al fútbol y cuando lo haces y sufres, es que algo estás haciendo mal. Sí que ahora relativizas todo un poco. Intento ir a disfrutar en el día a día, en los partidos, ese ir con más tranquilidad y pensando que tengo cosas en la vida más importantes me hacen también disfrutarlo un poco más".

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Crecer y disfrutar sano es lo que deseamos que siga haciendo Diego, al que sólo le falta una revisión a final de este mes de octubre con el cirujano pediátrico para pasar a vivir las revisiones de cualquier otro bebé. Y esperar a que su padre se lleve el pulgar a la boca en el Estadio de los Juegos Mediterráneos o lejos de su nueva casa y le dedique su primer gol. Aunque, en verdad, el primero en ese nuevo núcleo familiar ya sabemos quién lo ha marcado.

Este reportaje fue publicado originalmente el día 22 de octubre, pero ha vuelto a ser seleccionado para aparecer en la portada de Relevo.com como una de nuestras mejores historias del año.