Gabi Nunes se disfraza de heroína en Butarque y guía al Levante a la final de la Supercopa

A falta de cinco minutos para el final del partido, Gabi Nunes se elevó al cielo de Leganés y decidió las primeras semifinales de la Supercopa. Heroína por partida doble. Por partes. El Atleti y el Levante cogieron la Supercopa con ganas. En los primeros 21 minutos, el marcador ya lucía un empate a uno. Con aparición del VAR incluida, que señaló un penalti a favor del Levante y que significó el 1-0. El partido, por momentos, se convirtió en un correcalles. De un lado, Mayra Ramírez, incansable y demostrando su poderío físico en cada acción. Del otro, Ajibade. La nigeriana marcó el empate y fue la pesadilla de Antônia, que fue sustituida en el descanso.

Una entretenida primera mitad dio paso a un soporífera segundo acto y sin apenas ocasiones de gol. Una emoción, la del primer acto, que derivó en una batalla táctica. Tanto es así que lo más divertido pasó por una, cuanto menos, extraña acción arbitral. Ainara Acevedo se acercó, unos cuantos minutos después, a comprobar una mano de Carmen Menayo. La incidencia acabó en nada. "Huele a prorrogázo", se escuchaba en la grada. Y no se equivocaban.

La prórroga transcurrió sin mucha historia, pero con dos ocasiones claras para equipo. Un remate de Silvia Lloris que Lola, en una gran intervención, desbarató a saque de esquina. Y un centro al área al que Sheila Guijarro no llegó por poco que a punto estuvo de convertirse en el 2-1. Hasta que apareció Gabi Nunes, que había saltado al campo por Mayra Ramírez, y envió al Levante a la final de la Supercopa...

Empezando por el final. Porque cuando el partido parecía que se iba a los penaltis -muchos hubiesen apostado por ello-, apareció Gabi Nunes. La brasileña se saltó al campo por Mayra Ramírez. La colombiana no podía más y se retiró con calambres. Era el minuto 83. Gabi Nunes, que apenas había aparecido en el partido, guardó lo mejor para el final. Corría el 115 cuando la brasileña remató un centro de Daniela Arques, para el éxtasis del banquillo granota. Y no contenta con esa, en la última jugada del partido, resolvió una contra en el área, anotando el 1-3.

Pero antes de Gabi Nunes, fue Mayra Ramírez. La colombiana monopolizó el ataque granota. Por momentos, como viene siendo habitual, parecía que jugaba contra alevines -en referencia a su superioridad física. A pesar de que no estuvo acertada de cara a portería, Mayra volvió a demostrar que es una de las delanteras más en forma del planeta fútbol. Y, de vez en cuando, la colombiana demuestra que es humana y acabó extasiada el partido. Ahí es cuando fue sustituida por Gabi Nunes.

Una de las grandes novedades de la Supercopa es el VAR, tan reclamado en el fútbol femenino. Y tardó menos de cinco minutos en aparecer en escena. En el minuto , Andrea Medina cometió penalti -claro- sobre Mayra Ramírez. Sin embargo, Ainara Acevedo tiró del VAR para tomar su decisión. Ángela Sosa convirtió la pena máxima en gol, rompiendo el empate a cero. La aparición del VAR en la Supercopa pone de relieve -otra vez- el nivel arbitral del fútbol femenino español. Sin duda, uno de los pasos a dar en el futuro.

No fue el día de Antônia. La defensa brasileña partió desde el lateral diestro, como es habitual, y fue por esa banda por donde el Atleti atacó al conjunto granota. Y por donde generó más peligro. Las internadas de Ajibade pusieron en serios aprietos a la jugadora brasileña. De hecho, fue la nigeriana la que marcó el empate a uno. Y desde el flanco diestro. Tanto es así que Sánchez Vera, el técnico del Levante, la sustituyó en el descanso y Silvia Lloris saltó al campo.

Si bien es cierto que en la rueda de prensa posterior al partido, Sánchez Vera -además de reconocer las dificultades que el Levante estaba encontrando en esa zona del campo- desveló las molestias físicas de la jugadora que, entre otros factores, motivaron su cambio.

La primera semifinal pagó los platos rotos del desastre organizativo de la RFEF. Poco más de 1.000 aficionados presenciaron el partido que enfrentó al Atlético de Madrid y al Levante. La poca antelación con la que las entradas salieron a la venta -apenas una semana antes del primer partido- y la poca visibilidad que la RFEF le dio el torneo fueron el caldo de cultivo perfecto que propició una imagen desoladora en las gradas de Butarque.