Así desarboló Suso la defensa de Mourinho y cambió la final con su entrada
El Sevilla pasó a jugar en campo contrario y a tener mucha más posesión dañina cerca de Rui Patricio.
Algo no funcionaba durante el primer tiempo cuando el Sevilla solo había logrado un disparo en 45 minutos. Y peor todavía. El equipo vivía lejos de la portería de Ruí Patricio y era incapaz de mover la pelota con velocidad, como si la Roma hubiese embarrado su mitad del campo y el balón no corriese. Suso, que esperaba en el banquillo, fue junto a Erik Lamela el nombre que viró la final, aunque no participase en el gol. Mendilibar no esperó y desde el minuto 45, el Sevilla demostró por qué es mejor equipo.
La Roma inició con el plan previsto: 5-3-2 en bloque medio dificultando cada ruta que el Sevilla quería ocupar. Con los carrileros saltando sobre Navas y Telles, a los de Mendilibar les costó encontrar oxígeno a su espalda, por lo que el equipo terminaba jugando en horizontal, repitiendo mismos pases sin lograr a centrar nunca desde posiciones cercanas al área rival. Mourinho le estaba comiendo la tostada y el 1-0 de Dybala ponía muy cuesta arriba la final. Al fin y al cabo, la Roma es un equipo que se encuentra muy cómoda defendiendo en su mitad del campo.
Bryan Gil y Óliver Torres no pudieron incidir en el bloque romano. El primero recibió demasiado abajo y lejos de la portería contraria y normalmente de espaldas, lo que limitó su desborde a fuegos artificiales, y Torres tuvo más valor desde el movimiento sin balón que con él, al recibir constantemente rodeado y con poquísimos socios por delante suyo. Y la Roma sabía como mitigar el impacto exterior del Sevilla.
Durante el primer tiempo, el Sevilla solo logró rematar tres centros, pero dos de ellos fueron en la frontal con cabezazos muy mansos y el tercero fue un pase hacia atrás justo en el borde del área sin mayor trascendencia. El resto de envíos fueron rechazados sistemáticamente por parte de la Roma. Y todo era una cuestión de velocidad y energía, algo que nunca suele fallar en los de Mendilibar.
Mendilibar detectó lo que fallaba y decidió intervenir. No esperó al minuto 60, sino que redobló los esfuerzos durante el descanso para entrar en el partido de forma distinta, haciendo notar a la Roma su presencia en campo rival. Suso, situado como media punta, empezó a caer hacia el sector diestro, juntándose con Navas y Ocampos, desordenando a la Roma y sumándole una amenaza que Torres no tiene: el golpeo tras diagonal. Eso ató a más jugadores rivales a su alrededor y liberó las alas, espacio que el Sevilla supo atacar.
La diferencia fue el tiempo. Tiempo que Suso permitió tener a sus jugadores exteriores para recibir, cargar la pierna y centrar. Durante el segundo tiempo, el Sevilla pasó de tres a ocho centros rematados, casi el triple. Y la mayoría llegaron desde zonas mucho más profundas, habiendo llegado hasta línea de fondo. Mendilibar no cambió nada de su plan inicial, pero sí leyó que, con un cambio de piezas, podría llegar al objetivo. El valor del entrenador reside precisamente en acertar con sus decisiones, sobre todo en el momento, y el técnico vasco no se hizo de rogar.
Era imposible que el Sevilla no entrase en el partido de la misma forma que lo ha hecho desde que llegó Mendilibar. No hubo cambios radicales ni ataques de entrenador, sino una coherencia que muchas veces se alarga y termina llegando tarde, quizás por miedo. El entrenador del Sevilla, que ha estado muchas veces a las puertas del abismo, ya hace mucho que no tiene miedo. Suso, que ha recobrado la confianza perdida, le dio la razón.