Lamine y Nico, titulares: Aragonés tampoco entendía el fútbol sin extremos hasta que aparecieron esos 'locos bajitos'

El 20 de junio de 2004, en nada se cumplirán dos décadas, España quedaba eliminada de la Eurocopa en la primera fase y de mala manera. Se puede perder y perder, pero no como lo hizo aquella Selección de 'Jaburu' Sáez que se marchó de tierras portuguesas tras aquel gol de Nuno Gomes en chanclas y sin siquiera pasar, algunos jugadores, por su lugar de concentración donde estaba el grueso de su equipaje.
Apenas diez días después, la Selección, sin saberlo, estaba a punto de convertirse en la Roja de la mano de su nuevo técnico, Luis Aragonés. El Mallorca, club con el que tenía contrato, no puso problemas y el de Hortaleza se convertía, por fin, en seleccionador después de poderlo haber sido anteriormente un par de veces sin que el círculo cuadrara. Por aquellos tiempos, este firmante, ya era diplomado en Luisología con varios másters aprobados al respecto. "Mi España va a ser un equipo de extremos. El fútbol moderno necesita recuperar el regate, el amago, la finta... Hay que ensanchar el campo, buscar las bandas, sacar buenos centros que hagan mejores los remates".
Para llevarle la contraria. Te lo decía como era él. Convencido de que era lo mejor, por no decir lo único. Aragonés siempre creyó en los extremos, aunque el destino quiso que llegara a la gloria de la mano de un puñado de centrocampistas: Xavi, Iniesta, Cesc, Cazorla, Senna (el único grande). El Luis jugador siempre vivió de los hombres de las bandas. De Armando Ufarte, sobre todo, y de Enriquito Collar. Y qué casualidad, a la Roja se llevó como segundo al primero de ellos. Extremo derecho y amigo íntimo de comidas largas, bingo y cenas ligeras. Un gallego de Pontevedra criado en Río de Janeiro que había jugado en el Flamengo y en el Corinthians. Ufarte exportó de Maracaná al viejo Metropolitano el regate de Garrincha y Luis marcó tantos goles a pases del 'brasileiro' que se enamoró de los extremos.
Y, por si acaso, por si algún día se le olvidaba, ahí estaba Ufarte para recordárselo. Cuando llegó a seleccionador, muchos años después, todavía le duraba la querencia y comenzó a buscar extremos importables al equipo nacional. Ya estaban en el equipo, Joaquín (Betis) y Vicente (Valencia) y en su primera lista ya incluyó a Reyes (Arsenal) y a Víctor Sánchez del Amo (Deportivo). Dos derechos y dos zurdos. Después, en siguientes convocatorias, llegaría el turno de los Albert Riera, un jovencito Silva (Valencia), Luis García (Liverpool), Sergio García (Espanyol)...
Poco a poco, desengaño a desengaño, Luis comenzó a dudar de sus extremos: "Son más bonitos que buenos". No desequilibraban como él quería. No ayudaban a ganar partidos. No trabajaban su banda. Por el contrario, un grupo de volantes, como a él le gustaba llamarlos, comenzaban a mostrarse con autoridad. Se trataba de los Cazorla, Xavi, Iniesta, Cesc... "Vamos a mezclar, un extremo bien abierto y un volante que desde fuera juegue para adentro. La prueba, con Joaquín a la derecha e Iniesta a la izquierda, medio obligada por las lesiones de Torres y Villa, salió bien en Aarhus, contra Dinamarca, y así se quedaron. De extremos a los locos bajitos.
De Luis a Luis. De Aragonés a De la Fuente. Los extremos vuelven a tener su chance en la Selección. Y, además, son dos chavales. Nico Williams, de 21 años, y Lamine Yamal, de 16. Con el primero ya se había aventurado otro Luis, (Enrique), en el Mundial de Catar, y el segundo le brotó del banquillo al actual seleccionador en un partido en Georgia. La amplitud al poder. Regate. Finta. Uno contra uno. La presencia de dos extremos al uso marca el estilo de cualquier equipo. Y más en una competición corta. Nico, diestro, suele jugar por la izquierda; Lamine, zurdo, arranca desde la derecha. Cambiarse a su perfil natural es una estrategia que, sobre la marcha, puede descolocar a sus marcadores de turno.
De momento, a De la Fuente le gusta que con el equipo desplegado en ataque, los extremos se metan por dentro, se conviertan en interiores y dejen las bandas para que sean los laterales los que doblen por fuera. Pero esa puesta en escena puede cambiar en cualquier momento y ser al revés, que los defensores entren por el carril del '8' y el '10' y Yamal y Williams pisen la cal de la banda. El objetivo es el mismo. Dar amplitud y profundidad al equipo.
¡Vuelven los extremos! Vuelve el regate, el amago, la finta, la antesala del centro y el remate!